Estructura de un ADN en cuádruplex. Fuente: Wikimedia Commons.
¿Qué papel juegan la genética y el entorno en el desarrollo de los comportamientos antisociales y criminales? La respuesta no está clara y aún queda mucho por investigar y comprender. En el año 2002, el psicólogo de la University of Southern California (USC) de Estados Unidos, Adrian Reine, especializado en los mecanismos cerebrales que predisponen a estos comportamientos, señalaba ya en un artículo aparecido en PubMed, la necesidad de profundizar en el conocimiento de la combinación de los factores sociales y biológicos que influyen en las actitudes violentas.
Los estudios de Reine y de otros científicos se enmarcarían en el campo de la investigación biosocial, un método multidisciplinal de análisis de los comportamientos antisociales y criminales, que incluye aspectos de la genética del comportamiento, de la neurociencia, de la biología evolutiva y de la psicología del desarrollo. Además, esta metodología incorpora diversas técnicas analíticas.
En definitiva, aunque durante siglos los especialistas han señalado el papel que los factores biológicos juegan en la formación del comportamiento humano, la incorporación de las ciencias biológicas al estudio de los comportamientos criminales es aún una práctica reciente, en continuo desarrollo.
La genética y el efecto del maltrato
En este campo es en el que trabaja Brian Boutwell profesor del College of Criminal Justice de la Sam Houston State University (SHSU) de Estados Unidos. Boutwell es además psicólogo y criminólogo, y está especializado en la genética del comportamiento y en el estudio de la influencia del entorno y de los factores genéticos en el comportamiento antisocial.
Según publica la SHSU en un comunicado, en sus últimos estudios, Boutwell ha examinado el castigo físico, la violación, el acoso y el cociente intelectual.
En un artículo publicado recientemente por Boutwell y sus colaboradores en la revista Agressive Behavior, los investigadores explican los resultados obtenidos en uno de sus análisis, que se centró en la relación entre los factores genéticos de riesgo para el comportamiento antisocial y el uso del castigo físico en los niños.
Investigaciones previas habían asociado el castigo físico infantil con la propensión de las víctimas a la agresividad, la psicopatología y la criminalidad. Boutwell analizó porqué, sin embargo, no todos los niños que son físicamente maltratados desarrollan estas tendencias antisociales.
Los estudios de Reine y de otros científicos se enmarcarían en el campo de la investigación biosocial, un método multidisciplinal de análisis de los comportamientos antisociales y criminales, que incluye aspectos de la genética del comportamiento, de la neurociencia, de la biología evolutiva y de la psicología del desarrollo. Además, esta metodología incorpora diversas técnicas analíticas.
En definitiva, aunque durante siglos los especialistas han señalado el papel que los factores biológicos juegan en la formación del comportamiento humano, la incorporación de las ciencias biológicas al estudio de los comportamientos criminales es aún una práctica reciente, en continuo desarrollo.
La genética y el efecto del maltrato
En este campo es en el que trabaja Brian Boutwell profesor del College of Criminal Justice de la Sam Houston State University (SHSU) de Estados Unidos. Boutwell es además psicólogo y criminólogo, y está especializado en la genética del comportamiento y en el estudio de la influencia del entorno y de los factores genéticos en el comportamiento antisocial.
Según publica la SHSU en un comunicado, en sus últimos estudios, Boutwell ha examinado el castigo físico, la violación, el acoso y el cociente intelectual.
En un artículo publicado recientemente por Boutwell y sus colaboradores en la revista Agressive Behavior, los investigadores explican los resultados obtenidos en uno de sus análisis, que se centró en la relación entre los factores genéticos de riesgo para el comportamiento antisocial y el uso del castigo físico en los niños.
Investigaciones previas habían asociado el castigo físico infantil con la propensión de las víctimas a la agresividad, la psicopatología y la criminalidad. Boutwell analizó porqué, sin embargo, no todos los niños que son físicamente maltratados desarrollan estas tendencias antisociales.
Los resultados obtenidos en su estudio, realizado en colaboración con los investigadores Courtney Franklin (SHSU), J.C. Barnes (de la Universidad de Texas en Dallas) y Kevin M. Beaver (de la Florida State University) sugieren que ciertos factores genéticos determinarían el efecto del maltrato en el comportamiento antisocial.
Más concretamente, los niños con una predisposición genética al comportamiento antisocial parecen ser los más sensibles a las influencias negativas del castigo físico. Como curiosidad, esta interacción entre genes y ambiente resultó ser especialmente importante en el caso de los varones, y no de las niñas estudiadas.
En este caso, los investigadores analizaron el peso de la variable genética en el desarrollo de los comportamientos antisociales a partir de datos de una muestra nacional representativa de parejas de gemelos, explican los autores del estudio en Agressive Behavior.
Otros comportamientos genéticamente condicionados
Boutwell también ha examinado la relación entre los delincuentes reincidentes y las violaciones. Partiendo de la teoría del desarrollo propuesta en 1993 por la especialista en ciencias del comportamiento de la Universidad de Duke, Terrie Moffit, Boutwell constató en otro estudio que las personas que pertenecen al pequeño grupo de población que presenta agresividad crónica son significativamente más propensas a la violación, y cometen estos actos repetidamente a lo largo de su vida.
A partir de estos resultados, y de resultados obtenidos en estudios anteriores, los investigadores sugieren que el origen de las violaciones, en parte, podría ser genético. Boutwell y sus colaboradores pretenden desarrollar nuevas investigaciones a este respecto, para probar esta relación específica entre genética y comportamiento.
Por otro lado, en otro estudio en curso, realizado con los colaboradores de la SHSU, Matt Nobles y Todd Armstrong, Boutwell está examinando las correlaciones genéticas y ambientales de los comportamientos de acoso.
Más concretamente, los niños con una predisposición genética al comportamiento antisocial parecen ser los más sensibles a las influencias negativas del castigo físico. Como curiosidad, esta interacción entre genes y ambiente resultó ser especialmente importante en el caso de los varones, y no de las niñas estudiadas.
En este caso, los investigadores analizaron el peso de la variable genética en el desarrollo de los comportamientos antisociales a partir de datos de una muestra nacional representativa de parejas de gemelos, explican los autores del estudio en Agressive Behavior.
Otros comportamientos genéticamente condicionados
Boutwell también ha examinado la relación entre los delincuentes reincidentes y las violaciones. Partiendo de la teoría del desarrollo propuesta en 1993 por la especialista en ciencias del comportamiento de la Universidad de Duke, Terrie Moffit, Boutwell constató en otro estudio que las personas que pertenecen al pequeño grupo de población que presenta agresividad crónica son significativamente más propensas a la violación, y cometen estos actos repetidamente a lo largo de su vida.
A partir de estos resultados, y de resultados obtenidos en estudios anteriores, los investigadores sugieren que el origen de las violaciones, en parte, podría ser genético. Boutwell y sus colaboradores pretenden desarrollar nuevas investigaciones a este respecto, para probar esta relación específica entre genética y comportamiento.
Por otro lado, en otro estudio en curso, realizado con los colaboradores de la SHSU, Matt Nobles y Todd Armstrong, Boutwell está examinando las correlaciones genéticas y ambientales de los comportamientos de acoso.
Brian Boutwell. Fuente: SHSU.
Los datos a analizar han sido tomados de una muestra de estudiantes matriculados en los cursos de justicia criminal de la SHSU. Los científicos han realizado cuestionarios a los participantes en los que se incluyeron preguntas sobre factores ambientales, de comportamiento y demográficos, y se están evaluando las actitudes de acoso, violencia hacia la pareja e implicación en las relaciones personales de los estudiantes.
Por otro lado, para la investigación se han recopilado, a través de la mucosa bucal de los voluntarios, muestras de las células de ADN de sus mejillas. A partir de estas muestras, los científicos analizarán aquellos genes que podrían estar relacionados con la tendencia a acosar a otras personas.
Por ultimo, Boutwell y sus colaboradores están estudiando el vínculo entre la genética, el comportamiento social y la inteligencia. Los descubrimientos realizados hasta ahora en esta dirección han demostrado que existe una relación entre los factores de riesgo genéticos que se corresponden con un comportamiento antisocial incrementado y una función cognitiva reducida.
Mitigación ambiental
Recientemente, hablamos en Tendencias21 de otra investigación que también había relacionado el mal comportamiento con los genes. Realizado en la Virginia Commonwealth University de Estados Unidos, este estudio reveló que un gen particular, el CHRM2, influiría en los comportamientos peligrosos que desarrollan algunos adolescentes.
La influencia de este gen en el comportamiento de los jóvenes estaría, sin embargo, condicionada por las actitudes de los padres. En concreto, la investigación demostró que la atención paterna y materna (el grado de conocimiento que los padres tienen acerca de lo que sus hijos hacen) es un moderador clave del grado de influencia de las predisposiciones genéticas hacia ciertas actitudes perniciosas.
En este caso, los investigadores analizaron a 450 voluntarios, su comportamiento desde la escuela infantil y hasta la adolescencia. Además, tomaron muestras de ADN de todos ellos. Según los autores del estudio, los resultados obtenidos demuestran que el comportamiento es una combinación de predisposición genética e influencia ambiental y que, por tanto, el riesgo de desarrollar actitudes nocivas por predisposición genética puede mitigarse.
Por otro lado, para la investigación se han recopilado, a través de la mucosa bucal de los voluntarios, muestras de las células de ADN de sus mejillas. A partir de estas muestras, los científicos analizarán aquellos genes que podrían estar relacionados con la tendencia a acosar a otras personas.
Por ultimo, Boutwell y sus colaboradores están estudiando el vínculo entre la genética, el comportamiento social y la inteligencia. Los descubrimientos realizados hasta ahora en esta dirección han demostrado que existe una relación entre los factores de riesgo genéticos que se corresponden con un comportamiento antisocial incrementado y una función cognitiva reducida.
Mitigación ambiental
Recientemente, hablamos en Tendencias21 de otra investigación que también había relacionado el mal comportamiento con los genes. Realizado en la Virginia Commonwealth University de Estados Unidos, este estudio reveló que un gen particular, el CHRM2, influiría en los comportamientos peligrosos que desarrollan algunos adolescentes.
La influencia de este gen en el comportamiento de los jóvenes estaría, sin embargo, condicionada por las actitudes de los padres. En concreto, la investigación demostró que la atención paterna y materna (el grado de conocimiento que los padres tienen acerca de lo que sus hijos hacen) es un moderador clave del grado de influencia de las predisposiciones genéticas hacia ciertas actitudes perniciosas.
En este caso, los investigadores analizaron a 450 voluntarios, su comportamiento desde la escuela infantil y hasta la adolescencia. Además, tomaron muestras de ADN de todos ellos. Según los autores del estudio, los resultados obtenidos demuestran que el comportamiento es una combinación de predisposición genética e influencia ambiental y que, por tanto, el riesgo de desarrollar actitudes nocivas por predisposición genética puede mitigarse.