La expresión en inglés ”The five fingers of death” que aquí utilizamos traducida y conectada al mundo de la economía, tiene un claro origen en las películas americanas de cine negro antiguas, habiendo sido utilizada recientemente en la de Quentin Tarantino “Kill Bill”. En la reunión semestral del Proyecto LINK de las Naciones Unidas celebrada en Beijing del 14 al 17 de mayo pasado, fue empleada por el economista americano Carl Weinberg en su intervención crítica sobre las predicciones económicas mundiales presentadas en la primera sesión de dicha reunión por el quipo central del LINK y por los equipos de predicción del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
Aunque se discutieron los riesgos inherentes a una desaceleración de la economía americana, causada en parte por la explosión de la burbuja inmobiliaria, y a una potencial crisis financiera desencadenada por la hipotecas subprime, lo cual ya se había manifestado en el cuarto trimestre de 2006, no se llegó a dar excesiva importancia a los indicios disponibles y la reunión transcurrió con bastante optimismo en cuanto a las perspectivas económicas mundiales.
La estabilidad de la economía mundial parecía estar asegurada y las tasas de crecimiento previsibles para los próximos años en el comercio internacional, en las economías de los países en vías de desarrollo con China e India a la cabeza, y, en menor medida, en las economías de los Estados Unidos .y de los países desarrollados en general, permitían seguir apostando por una economía prácticamente sin ciclos en la que llevamos bastantes años instalados.
Dedos de la muerte
Los desequilibrios en las cuentas corrientes mundiales y el no alineamiento de los tipos de cambio fueron citados también como riesgos posibles, pero tampoco se les dio demasiada importancia. Especialmente tras oír a los representantes del gobierno chino presentes en la reunión hablar de sus planes de reestructuración del crecimiento, reduciéndolo, en primer lugar, y prestando más atención al consumo interno y a la disminución del superávit de la balanza comercial mediante una posible revaluación del yuan, en segundo.
Se citó también como desequilibrio peligroso, y de nuevo en estas reuniones, la anemia inversora internacional, con países tan señalados en este sentido como Alemania que con un fuerte superávit de la balanza de pagos desde hace tiempo, parece no encontrar oportunidades inversoras fuera de sus fronteras. Riesgo, este último, considerado todavía menos importante que los anteriores..
Carl Weinberg, un viejo amigo del que esto escribe, que tiene su propia empresa de análisis económico y predicción en Nueva York, fue uno de los que no estuvo de acuerdo con el consenso de relativa bonanza económica mundial deducido de la reunión.
Para el mundo en su conjunto habló de los cinco “dedos de la muerte”, o peligros, siguientes: subida continuada de los tipos de interés; presión fiscal al alza; apreciación continuada de los tipos de cambio; disminución notable del crecimiento en los Estados Unidos; y presencia del llamado efecto esloveno (entendido como mercados pequeños, “encefalograma” plano en cuanto a crecimiento, no reformas estructurales y débil atractivo para la inversión internacional).
Si todos o algunos de esos fenómenos se daban en alguna región o país del mundo, decía Weinberg con bastante referencia a la UE, sus economías podrían verse seriamente afectadas en los próximos meses. La muerte económica hay que entenderla en este contexto como descenso significativo y generalizado del crecimiento económico.
Riesgo de activación de los peligros
Lo interesante de esta idea es que gran parte de esos peligros pueden activarse por una incorrecta actuación de las potentes instituciones reguladoras de la economía mundial, con particular referencia a los bancos centrales y a los gobiernos, ante crisis como las actuales. Lo incorrecto además en materia de economía suele deducirse del “mantenerla y no enmendarla”, es decir, de la contumacia en el error, a lo que son muy adictas dichas instituciones.
Hay demasiado orgullo y prepotencia en ciertos reguladores y también en algunos gobernantes, como hemos podido comprobar recientemente en los rifirrafes entre Sarkozy y los bancos centrales (europeo y alemán) y entre el mismo dirigente y el Ecofin. Todos deberían bajar de su pedestal y entender la conveniencia de no jugar con fuego en las cosas relacionadas con la vida diaria de los ciudadanos.
Nos hemos acostumbrado a creer que hoy no pueden existir grandes crisis, particularmente crisis financieras, como las de otras épocas, por la existencia en la actualidad de dichas instituciones reguladoras. Esa es un poco la conclusión alcanzada tras superarse en un primer round el susto de las subprime a través de la liquidez insuflada al sistema económico mundial por los bancos centrales.
No se sabe todavía el alcance final de la crisis crediticia de las últimas semanas, pero según el FMI se trata de una crisis en vías de solución con poco impacto previsto para este año y con algo más para el próximo manifestado en forma de ligeras bajadas de las tasas de crecimiento actualmente previstas. La de nuestro país en concreto podría situarse, según el FMI, en el 3,4 %, aunque hay analistas y centros de predicción cualificados anunciando una crisis más profunda en general e impactos negativos mucho más severos en el crecimiento español.
El Centro de Predicción Económica (CEPREDE) de la Universidad Autónoma de Madrid, en concreto, tiene desde hace más de un año en sus predicciones para 2008 una tasa de crecimiento del 2,7 %, y quizá tenga que revisarla a la baja tras los últimos acontecimientos.
Pero dichas instituciones reguladoras pueden fallar, como todo, y de hecho, volviendo a los cinco dedos, y asumiendo que uno de ellos -- el de menor crecimiento en los Estados Unidos -- comienza a apretar ya la garganta de la economía mundial, se podrían hacer algunas consideraciones.
Dos formas de morir
Trichet, por ejemplo, en relación con el primer dedo de la muerte indicado, debería asustar menos a la ciudadanía con la continuidad prevista en la subida de los tipos de interés, ya que el no haberlos subido en la última reunión de revisión de tipos no vale para nada si pende sobre nosotros la amenaza de su incremento futuro. Son ciertas, para decirlo todo, las tendencias inflacioncitas en Europa, pero también lo son, ahora especialmente, las tendencias hacia un aterrizaje forzoso del crecimiento. Habrá que elegir entre las dos formas de morir, siendo conscientes de que la segunda puede ser la más dolorosa.
En cuanto a la presión fiscal, hay en Europa políticas para todos los gustos, y no se puede decir en general que dicha presión sea alta, pero en las circunstancias actuales toca claramente bajarla, como afortunadamente predican algunos partidos políticos españoles.
El tipo de cambio Euro-Dólar que ha superado ya el nivel del 1,4 es ciertamente un dedo de la muerte activado entre nosotros, por mucho que por su lado positivo nos esté ayudando a pagar la factura del petróleo y a contener los precios internos. El 1,3 de relación entre las dos monedas se consideró hace tiempo como una barrera cuya superación sería muy peligrosa, especialmente para nuestro país. Hoy la hemos superado ampliamente y seguimos tan contentos.
Nacionalismos sin causa
En cuanto al “efecto esloveno”, dos comentarios finales. Uno, relativo a Sarkozy, quien está cogiendo el toro por los cuernos y se atreve a introducir cambios estructurales largo tiempo aplazados en Francia, convirtiéndose con ello en un claro ejemplo a seguir.
Otro, relacionado con la UE y con los gobiernos de algunos de sus países miembros, entre ellos el nuestro, los cuales no prestan demasiada atención a los movimientos regionales en marcha tendentes a romper la beneficiosa unidad del mercado.
Disparados, por cierto, por un uso enfermizo del concepto de identidad, por una mala interpretación de la respetabilidad de las lenguas locales – una riqueza cultural a conservar pero no una traba para las relaciones a potenciar -- y por una adscripción deletérea, cada vez más numerosa, a los nacionalismos sin causa.
Esto último comienza a ser ya una rémora económica para un mercado que debería ser único. No se puede unir y armonizar por arriba como intentan todos los estados europeos y deshilachar por abajo como claramente están haciendo determinados gobiernos nacionalistas en España. Muchas “eslovenias” en Europa nos llevarían con rapidez y sin remisión a la muerte económica.
Adolfo Castilla es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Antonio de Nebrija, miembro del Consejo Editorial de Tendencias21 y Editor del Blog Prospectiva.
Aunque se discutieron los riesgos inherentes a una desaceleración de la economía americana, causada en parte por la explosión de la burbuja inmobiliaria, y a una potencial crisis financiera desencadenada por la hipotecas subprime, lo cual ya se había manifestado en el cuarto trimestre de 2006, no se llegó a dar excesiva importancia a los indicios disponibles y la reunión transcurrió con bastante optimismo en cuanto a las perspectivas económicas mundiales.
La estabilidad de la economía mundial parecía estar asegurada y las tasas de crecimiento previsibles para los próximos años en el comercio internacional, en las economías de los países en vías de desarrollo con China e India a la cabeza, y, en menor medida, en las economías de los Estados Unidos .y de los países desarrollados en general, permitían seguir apostando por una economía prácticamente sin ciclos en la que llevamos bastantes años instalados.
Dedos de la muerte
Los desequilibrios en las cuentas corrientes mundiales y el no alineamiento de los tipos de cambio fueron citados también como riesgos posibles, pero tampoco se les dio demasiada importancia. Especialmente tras oír a los representantes del gobierno chino presentes en la reunión hablar de sus planes de reestructuración del crecimiento, reduciéndolo, en primer lugar, y prestando más atención al consumo interno y a la disminución del superávit de la balanza comercial mediante una posible revaluación del yuan, en segundo.
Se citó también como desequilibrio peligroso, y de nuevo en estas reuniones, la anemia inversora internacional, con países tan señalados en este sentido como Alemania que con un fuerte superávit de la balanza de pagos desde hace tiempo, parece no encontrar oportunidades inversoras fuera de sus fronteras. Riesgo, este último, considerado todavía menos importante que los anteriores..
Carl Weinberg, un viejo amigo del que esto escribe, que tiene su propia empresa de análisis económico y predicción en Nueva York, fue uno de los que no estuvo de acuerdo con el consenso de relativa bonanza económica mundial deducido de la reunión.
Para el mundo en su conjunto habló de los cinco “dedos de la muerte”, o peligros, siguientes: subida continuada de los tipos de interés; presión fiscal al alza; apreciación continuada de los tipos de cambio; disminución notable del crecimiento en los Estados Unidos; y presencia del llamado efecto esloveno (entendido como mercados pequeños, “encefalograma” plano en cuanto a crecimiento, no reformas estructurales y débil atractivo para la inversión internacional).
Si todos o algunos de esos fenómenos se daban en alguna región o país del mundo, decía Weinberg con bastante referencia a la UE, sus economías podrían verse seriamente afectadas en los próximos meses. La muerte económica hay que entenderla en este contexto como descenso significativo y generalizado del crecimiento económico.
Riesgo de activación de los peligros
Lo interesante de esta idea es que gran parte de esos peligros pueden activarse por una incorrecta actuación de las potentes instituciones reguladoras de la economía mundial, con particular referencia a los bancos centrales y a los gobiernos, ante crisis como las actuales. Lo incorrecto además en materia de economía suele deducirse del “mantenerla y no enmendarla”, es decir, de la contumacia en el error, a lo que son muy adictas dichas instituciones.
Hay demasiado orgullo y prepotencia en ciertos reguladores y también en algunos gobernantes, como hemos podido comprobar recientemente en los rifirrafes entre Sarkozy y los bancos centrales (europeo y alemán) y entre el mismo dirigente y el Ecofin. Todos deberían bajar de su pedestal y entender la conveniencia de no jugar con fuego en las cosas relacionadas con la vida diaria de los ciudadanos.
Nos hemos acostumbrado a creer que hoy no pueden existir grandes crisis, particularmente crisis financieras, como las de otras épocas, por la existencia en la actualidad de dichas instituciones reguladoras. Esa es un poco la conclusión alcanzada tras superarse en un primer round el susto de las subprime a través de la liquidez insuflada al sistema económico mundial por los bancos centrales.
No se sabe todavía el alcance final de la crisis crediticia de las últimas semanas, pero según el FMI se trata de una crisis en vías de solución con poco impacto previsto para este año y con algo más para el próximo manifestado en forma de ligeras bajadas de las tasas de crecimiento actualmente previstas. La de nuestro país en concreto podría situarse, según el FMI, en el 3,4 %, aunque hay analistas y centros de predicción cualificados anunciando una crisis más profunda en general e impactos negativos mucho más severos en el crecimiento español.
El Centro de Predicción Económica (CEPREDE) de la Universidad Autónoma de Madrid, en concreto, tiene desde hace más de un año en sus predicciones para 2008 una tasa de crecimiento del 2,7 %, y quizá tenga que revisarla a la baja tras los últimos acontecimientos.
Pero dichas instituciones reguladoras pueden fallar, como todo, y de hecho, volviendo a los cinco dedos, y asumiendo que uno de ellos -- el de menor crecimiento en los Estados Unidos -- comienza a apretar ya la garganta de la economía mundial, se podrían hacer algunas consideraciones.
Dos formas de morir
Trichet, por ejemplo, en relación con el primer dedo de la muerte indicado, debería asustar menos a la ciudadanía con la continuidad prevista en la subida de los tipos de interés, ya que el no haberlos subido en la última reunión de revisión de tipos no vale para nada si pende sobre nosotros la amenaza de su incremento futuro. Son ciertas, para decirlo todo, las tendencias inflacioncitas en Europa, pero también lo son, ahora especialmente, las tendencias hacia un aterrizaje forzoso del crecimiento. Habrá que elegir entre las dos formas de morir, siendo conscientes de que la segunda puede ser la más dolorosa.
En cuanto a la presión fiscal, hay en Europa políticas para todos los gustos, y no se puede decir en general que dicha presión sea alta, pero en las circunstancias actuales toca claramente bajarla, como afortunadamente predican algunos partidos políticos españoles.
El tipo de cambio Euro-Dólar que ha superado ya el nivel del 1,4 es ciertamente un dedo de la muerte activado entre nosotros, por mucho que por su lado positivo nos esté ayudando a pagar la factura del petróleo y a contener los precios internos. El 1,3 de relación entre las dos monedas se consideró hace tiempo como una barrera cuya superación sería muy peligrosa, especialmente para nuestro país. Hoy la hemos superado ampliamente y seguimos tan contentos.
Nacionalismos sin causa
En cuanto al “efecto esloveno”, dos comentarios finales. Uno, relativo a Sarkozy, quien está cogiendo el toro por los cuernos y se atreve a introducir cambios estructurales largo tiempo aplazados en Francia, convirtiéndose con ello en un claro ejemplo a seguir.
Otro, relacionado con la UE y con los gobiernos de algunos de sus países miembros, entre ellos el nuestro, los cuales no prestan demasiada atención a los movimientos regionales en marcha tendentes a romper la beneficiosa unidad del mercado.
Disparados, por cierto, por un uso enfermizo del concepto de identidad, por una mala interpretación de la respetabilidad de las lenguas locales – una riqueza cultural a conservar pero no una traba para las relaciones a potenciar -- y por una adscripción deletérea, cada vez más numerosa, a los nacionalismos sin causa.
Esto último comienza a ser ya una rémora económica para un mercado que debería ser único. No se puede unir y armonizar por arriba como intentan todos los estados europeos y deshilachar por abajo como claramente están haciendo determinados gobiernos nacionalistas en España. Muchas “eslovenias” en Europa nos llevarían con rapidez y sin remisión a la muerte económica.
Adolfo Castilla es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Antonio de Nebrija, miembro del Consejo Editorial de Tendencias21 y Editor del Blog Prospectiva.