Mientras la multinacional Monsanto (proveedora de productos químicos para la agricultura, en su mayoría herbicidas, venenos y transgénicos) aboga por la agricultura de la sostenibilidad vendiendo la idea de que ayuda a producir comida de calidad y barata para todos, los campesinos de las comunidades indígenas de América Latina siguen su lucha por la no privatización de sus semillas.
Monsanto es una multinacional estadounidense que está presente en 66 países, y que está enfocada principalmente a la producción de soja y de maíz transgénico. Otras corporaciones que se dedican a la producción y comercialización de organismos genéticamente manipulados son: Syngenta, Bayer, Dow y Basf. Los OGM -o productos genéticamente modificados- se caracterizan por ser especies transformadas, mediante manipulación genética, para resistir plaguicidas y herbicidas, lo que se traduce en grandes cosechas.
Para reforzar la producción, la empresa estadounidense Monsanto vende, junto con las semillas transgénicas, el herbicida y la tecnología necesaria para alcanzar altos rendimientos. Mientras que este modelo funciona y beneficia a las grandes corporaciones, los pequeños agricultores se ven abocados muchas veces al trabajo precario o a no poder acceder a las inversiones de esa tecnología. Las consecuencias de estos hechos son: la contracción de deudas elevadas o tener que abandonar la actividad.
Chile y México en busca de soluciones
Hace escasamente una semana, el Gobierno chileno ha retirado una ley del Senado denominada Ley Monsanto, que podría haber "impedido la costumbre de los agricultores de guardar las mejores semillas para la siguiente cosecha o de intercambiarlas; se hubiese permitido la destrucción de cultivos o la confiscación de las semillas; y que los campesinos acabasen denunciados en los tribunales por no respetar los derechos de propiedad intelectual de la compañía", según unas declaraciones recogidas por eldiario,es de Esteban Bruna, militante de la Red Semillas libres.
En México, la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS), integrada por más de 800 científicos mexicanos, ha elaborado una carta para prohibir el maíz transgénico. Las razones que se esbozan son el abuso que Monsanto ejerce sobre millones de campesinos al demandarlos cuando guardan parte de su cosecha para el año siguiente, pues se busca cobrarles las patentes. Además, esta comisión de científicos mexicanos habla de que la multinacional americana ha intentado patentar la carne de los animales que ingieren sus alimentos.
En cuanto a cuestiones de salud pública, los miembros de la UCCS ponen en duda la calidad de las semillas que comercializan, y que ya han invadido el mercado alimentario mundial.
De momento, la vía legal en México ha conseguido frenar la siembra comercial de maíz transgénico, sin embargo aún falta para que México llegue a prohibir de manera tajante el maíz MON810 de Monsanto, como ya lo han hecho Francia o Polonia.
Monsanto es una multinacional estadounidense que está presente en 66 países, y que está enfocada principalmente a la producción de soja y de maíz transgénico. Otras corporaciones que se dedican a la producción y comercialización de organismos genéticamente manipulados son: Syngenta, Bayer, Dow y Basf. Los OGM -o productos genéticamente modificados- se caracterizan por ser especies transformadas, mediante manipulación genética, para resistir plaguicidas y herbicidas, lo que se traduce en grandes cosechas.
Para reforzar la producción, la empresa estadounidense Monsanto vende, junto con las semillas transgénicas, el herbicida y la tecnología necesaria para alcanzar altos rendimientos. Mientras que este modelo funciona y beneficia a las grandes corporaciones, los pequeños agricultores se ven abocados muchas veces al trabajo precario o a no poder acceder a las inversiones de esa tecnología. Las consecuencias de estos hechos son: la contracción de deudas elevadas o tener que abandonar la actividad.
Chile y México en busca de soluciones
Hace escasamente una semana, el Gobierno chileno ha retirado una ley del Senado denominada Ley Monsanto, que podría haber "impedido la costumbre de los agricultores de guardar las mejores semillas para la siguiente cosecha o de intercambiarlas; se hubiese permitido la destrucción de cultivos o la confiscación de las semillas; y que los campesinos acabasen denunciados en los tribunales por no respetar los derechos de propiedad intelectual de la compañía", según unas declaraciones recogidas por eldiario,es de Esteban Bruna, militante de la Red Semillas libres.
En México, la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS), integrada por más de 800 científicos mexicanos, ha elaborado una carta para prohibir el maíz transgénico. Las razones que se esbozan son el abuso que Monsanto ejerce sobre millones de campesinos al demandarlos cuando guardan parte de su cosecha para el año siguiente, pues se busca cobrarles las patentes. Además, esta comisión de científicos mexicanos habla de que la multinacional americana ha intentado patentar la carne de los animales que ingieren sus alimentos.
En cuanto a cuestiones de salud pública, los miembros de la UCCS ponen en duda la calidad de las semillas que comercializan, y que ya han invadido el mercado alimentario mundial.
De momento, la vía legal en México ha conseguido frenar la siembra comercial de maíz transgénico, sin embargo aún falta para que México llegue a prohibir de manera tajante el maíz MON810 de Monsanto, como ya lo han hecho Francia o Polonia.
Francia prohíbe el maíz transgénico MON 810
El gobierno francés publicó un decreto para prohibir el maíz transgénico, a mediados del pasado mes de marzo. Las razones son el llamado "principio de precaución" y las "incertidumbres" sobre las consecuencias de este maíz genéticamente modificado.
El decreto hecho público el 16 de marzo prohíbe el maíz transgénico de Monsanto a escasas semanas de que comience la siembra, y en espera de un proyecto de ley que se presentará entre abril y mayo.
Según unas declaraciones recogidas por la agencia EFE, el gobierno francés ha hecho referencia a diversos pronunciamientos de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (efsa) y a publicaciones científicas más recientes que, "aportan elementos científicos nuevos que ponen en evidencia riesgos vinculados al maíz MON 810".
Además, Francia ha mostrado también su voluntad de modificar los procedimientos europeos de autorización de los OGM para endurecerlos y permitir que sea cada país el que dedica en última instancia.
El gobierno francés publicó un decreto para prohibir el maíz transgénico, a mediados del pasado mes de marzo. Las razones son el llamado "principio de precaución" y las "incertidumbres" sobre las consecuencias de este maíz genéticamente modificado.
El decreto hecho público el 16 de marzo prohíbe el maíz transgénico de Monsanto a escasas semanas de que comience la siembra, y en espera de un proyecto de ley que se presentará entre abril y mayo.
Según unas declaraciones recogidas por la agencia EFE, el gobierno francés ha hecho referencia a diversos pronunciamientos de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (efsa) y a publicaciones científicas más recientes que, "aportan elementos científicos nuevos que ponen en evidencia riesgos vinculados al maíz MON 810".
Además, Francia ha mostrado también su voluntad de modificar los procedimientos europeos de autorización de los OGM para endurecerlos y permitir que sea cada país el que dedica en última instancia.
Las dos caras de los transgénicos
El empleo de la ingeniería genética en los alimentos está causando un gran debate en empresas, entre científicos y por parte de los movimientos ecologistas. Mientras una parte de los científicos se muestran contrarios a los alimentos transgénicos, hay otra parte que mantiene que son más resistentes y, por lo tanto, económicamente más viables. Además, pueden ser de gran ayuda en la lucha contra el hambre en el mundo y se señala que ponerles trabas frenaría también la investigación en este campo.
Por su parte, los detractores de los OGM apuntan los peligros que pueden entrañar, tanto para el ecosistema y la cadena alimentaria en la que se introducen como para las personas que los ingieren. Ambos casos no están lo suficientemente estudiados.
Otros argumentos en contra de los OMG son el rechazo de los consumidores europeos a los productos modificados genéticamente, y la preferencia de los agricultores por competir en el nicho de los cultivos ecológicos.
Lo que está claro es que la selección genética de las especies cultivables lleva haciéndose desde que el hombre comenzó a cultivar la tierra en el Neolítico, hace ya más de diez mil años.
Sin embargo, la ingeniería genética ha acelerado unos procesos para los que la presión evolutiva ha necesitado anteriormente siglos. Ahora toca a los políticos, científicos, expertos y otros grupos decidir si es mejor abrir la puerta a la biotecnología aplicada a modificar genéticamente los alimentos o a mantenerla cerrada.
El empleo de la ingeniería genética en los alimentos está causando un gran debate en empresas, entre científicos y por parte de los movimientos ecologistas. Mientras una parte de los científicos se muestran contrarios a los alimentos transgénicos, hay otra parte que mantiene que son más resistentes y, por lo tanto, económicamente más viables. Además, pueden ser de gran ayuda en la lucha contra el hambre en el mundo y se señala que ponerles trabas frenaría también la investigación en este campo.
Por su parte, los detractores de los OGM apuntan los peligros que pueden entrañar, tanto para el ecosistema y la cadena alimentaria en la que se introducen como para las personas que los ingieren. Ambos casos no están lo suficientemente estudiados.
Otros argumentos en contra de los OMG son el rechazo de los consumidores europeos a los productos modificados genéticamente, y la preferencia de los agricultores por competir en el nicho de los cultivos ecológicos.
Lo que está claro es que la selección genética de las especies cultivables lleva haciéndose desde que el hombre comenzó a cultivar la tierra en el Neolítico, hace ya más de diez mil años.
Sin embargo, la ingeniería genética ha acelerado unos procesos para los que la presión evolutiva ha necesitado anteriormente siglos. Ahora toca a los políticos, científicos, expertos y otros grupos decidir si es mejor abrir la puerta a la biotecnología aplicada a modificar genéticamente los alimentos o a mantenerla cerrada.
Manifestación en Berlín contra Monsanto y a favor del movimiento "Slow Food". Fuente: Wikipedia.org.
La reputación mundial de Monsanto
Por un lado, se habla de que los organismos genéticamente modificados (OGM) pueden terminar con el hambre del mundo y paliar ciertos riesgos ambientales, así lo evidencia el presidente de Monsanto para Latinoamérica del Sur, Bernardo Calvo Isaza, en el último informe publicado por la multinacional estadounidense sobre sostenibilidad.
Por otro lado, en el año 2011, Monsanto fue considerada como la compañía "más malvada" del mundo en una encuesta realizada en Internet, en la que participaron un total de 16.000 lectores.
Los resultados de la encuesta fueros nefastos para la multinacional americana, ya que un 51% la consideraron como la empresa que más perjudica al mundo. Para realizar un visionado correcto de estos datos hay que tener en cuenta que los lectores que contestaron a las preguntas apoyaban la agricultura ecológica y una vida más natural, en definitiva.
Esta mala reputación viene dada por una incoherencia de base entre como se define a sí misma la multinacional "empresa por la sostenibilidad agrícola mundial" y en como la ven los consumidores, científicos, expertos y trabajadores.
Otra prueba de la mala reputación de Monsanto a escala planetaria fueron las manifestaciones que se celebraron en 436 ciudades de 52 países diferentes en 2013. Para el 24 de mayo de este año, hay manifestaciones convocadas en todo el mundo. Actualmente, y tras años acumulando una pésima reputación, Monsanto ha decidido cambiar de estrategia y ha destinado millones para evitar que sea obligatorio etiquetar los alimentos modificados genéticamente.
Por un lado, se habla de que los organismos genéticamente modificados (OGM) pueden terminar con el hambre del mundo y paliar ciertos riesgos ambientales, así lo evidencia el presidente de Monsanto para Latinoamérica del Sur, Bernardo Calvo Isaza, en el último informe publicado por la multinacional estadounidense sobre sostenibilidad.
Por otro lado, en el año 2011, Monsanto fue considerada como la compañía "más malvada" del mundo en una encuesta realizada en Internet, en la que participaron un total de 16.000 lectores.
Los resultados de la encuesta fueros nefastos para la multinacional americana, ya que un 51% la consideraron como la empresa que más perjudica al mundo. Para realizar un visionado correcto de estos datos hay que tener en cuenta que los lectores que contestaron a las preguntas apoyaban la agricultura ecológica y una vida más natural, en definitiva.
Esta mala reputación viene dada por una incoherencia de base entre como se define a sí misma la multinacional "empresa por la sostenibilidad agrícola mundial" y en como la ven los consumidores, científicos, expertos y trabajadores.
Otra prueba de la mala reputación de Monsanto a escala planetaria fueron las manifestaciones que se celebraron en 436 ciudades de 52 países diferentes en 2013. Para el 24 de mayo de este año, hay manifestaciones convocadas en todo el mundo. Actualmente, y tras años acumulando una pésima reputación, Monsanto ha decidido cambiar de estrategia y ha destinado millones para evitar que sea obligatorio etiquetar los alimentos modificados genéticamente.