El análisis del ADN del fósil de Kostenki 14 o K14, un hombre que vivió en el oeste de Rusia hace más de 36.000 años, ha revelado que los ancestros de los primeros europeos sobrevivieron a la última glaciación. Las piezas básicas del genoma europeo moderno son, por tanto, más antiguas de lo que pensaban los científicos. Su origen se remonta al Paleolítico Superior, hace entre 50.000 y 100.000 años.
El estudio, que se publica esta semana en la revista Science y que ha sido liderado por el Centro de GeoGenética de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), traza un calendario más detallado de la historia de los primeros europeos, que aún sigue sin estar del todo escrita. Según los nuevos hallazgos, las tierras de Europa fueron colonizadas durante 30.000 años por una única metapoblación (grupo de poblaciones locales que están conectadas entre sí por procesos de emigración e inmigración) formada por cazadores y agricultores del Paleolítico, que superaron la última glaciación.
Los abuelos de los humanos modernos salieron de su tierra original, en África, y se dispersaron por Eurasia. Después de mezclarse con neandertales –en un encuentro que el nuevo estudio data hace 54.000 años– la población ancestral enseguida se habría dividido en “por lo menos” tres grupos iniciales (desde Eurasia occidental, Asia oriental y un linaje desconocido), cuyos descencendientes desarrollarían toda la diversidad de rasgos que hoy puebla Europa. Esa separación sucedió hace menos de 36.000 años.
Trayectorias
“Cada grupo tuvo una trayectoria propia, se mezclaron los unos con los otros en función de sus distribuciones geográficas, y estas seguían su propia dinámica en función de los efectos de la última glaciación en los ecosistemas de Eurasia”, explica a Sinc Marta Mirazón Lahr, directora del Laboratorio Duckworth en la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y coautora del estudio.
Las comunidades se mezclaron y fragmentaron, sufrieron cambios culturales, pasaron por un cambio climático, pero siguieron unidas por el mismo hilo genético, que no cambió de manera significativa hasta que los vecinos granjeros de Oriente Medio llegaron hace 8.000 años, trayendo con ellos la agricultura y un color de la piel más claro.
El análisis genético de K14 demuestra que antes de que él viviera, los ancestros de los europeos modernos “ya se habían separado de los otros grupos, y que a partir de entonces se formó la metapoblación europea, en la cual pequeños grupos de cazadores se expandieron, colonizaron nuevos territorios, se aislaron, adquirieron algunas características propias, y luego se extinguieron o se volvieron a mezclar con otros grupos de europeos”, explica Mirazón Lahr.
Este proceso creó periodos de unidad cultural sobre espacios inmensos que acabaron durante el último máximo glacial, “cuando la población europea se fragmentó en refugios ecológicos”, apunta la coautora. En este periodo, algunas poblaciones pudieron sobrevivir a la fase climática extrema y seguir acumulando sus características genéticas. Ejemplo de ello son los pueblos mesolíticos de Europa.
Según los análisis, el ADN de K14 era similar a Mal’ta, un chico de 24.000 años de edad hallado en el centro de Siberia, que pertenecía a los europeos del Mesolítico. Pero además, K14 compartió muchas variantes de genes con los granjeros europeos del Neolítico y de poblaciones contemporáneas de Oriente Medio.
El estudio, que se publica esta semana en la revista Science y que ha sido liderado por el Centro de GeoGenética de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), traza un calendario más detallado de la historia de los primeros europeos, que aún sigue sin estar del todo escrita. Según los nuevos hallazgos, las tierras de Europa fueron colonizadas durante 30.000 años por una única metapoblación (grupo de poblaciones locales que están conectadas entre sí por procesos de emigración e inmigración) formada por cazadores y agricultores del Paleolítico, que superaron la última glaciación.
Los abuelos de los humanos modernos salieron de su tierra original, en África, y se dispersaron por Eurasia. Después de mezclarse con neandertales –en un encuentro que el nuevo estudio data hace 54.000 años– la población ancestral enseguida se habría dividido en “por lo menos” tres grupos iniciales (desde Eurasia occidental, Asia oriental y un linaje desconocido), cuyos descencendientes desarrollarían toda la diversidad de rasgos que hoy puebla Europa. Esa separación sucedió hace menos de 36.000 años.
Trayectorias
“Cada grupo tuvo una trayectoria propia, se mezclaron los unos con los otros en función de sus distribuciones geográficas, y estas seguían su propia dinámica en función de los efectos de la última glaciación en los ecosistemas de Eurasia”, explica a Sinc Marta Mirazón Lahr, directora del Laboratorio Duckworth en la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y coautora del estudio.
Las comunidades se mezclaron y fragmentaron, sufrieron cambios culturales, pasaron por un cambio climático, pero siguieron unidas por el mismo hilo genético, que no cambió de manera significativa hasta que los vecinos granjeros de Oriente Medio llegaron hace 8.000 años, trayendo con ellos la agricultura y un color de la piel más claro.
El análisis genético de K14 demuestra que antes de que él viviera, los ancestros de los europeos modernos “ya se habían separado de los otros grupos, y que a partir de entonces se formó la metapoblación europea, en la cual pequeños grupos de cazadores se expandieron, colonizaron nuevos territorios, se aislaron, adquirieron algunas características propias, y luego se extinguieron o se volvieron a mezclar con otros grupos de europeos”, explica Mirazón Lahr.
Este proceso creó periodos de unidad cultural sobre espacios inmensos que acabaron durante el último máximo glacial, “cuando la población europea se fragmentó en refugios ecológicos”, apunta la coautora. En este periodo, algunas poblaciones pudieron sobrevivir a la fase climática extrema y seguir acumulando sus características genéticas. Ejemplo de ello son los pueblos mesolíticos de Europa.
Según los análisis, el ADN de K14 era similar a Mal’ta, un chico de 24.000 años de edad hallado en el centro de Siberia, que pertenecía a los europeos del Mesolítico. Pero además, K14 compartió muchas variantes de genes con los granjeros europeos del Neolítico y de poblaciones contemporáneas de Oriente Medio.
Un único encuentro con neandertales
El análisis de K14 recoge además otras informaciones. Una de ellas apunta a las interacciones prehistóricas con los neandertales. “El genoma de Kostenki, al tener más de 36.000 años, tiene la misma edad que las últimas poblaciones neandertales en Europa, y podría incluso haber sido mitad neandertal. Pero no es así”, subraya Mirazón Lahr.
Según el estudio, el genoma de K14 sugiere que hubo “un único momento de mezcla en el cual nuestros ancestros tuvieron individuos neandertales dentro de su grupo”, añade la científica. K14 pudo albergar cerca del 1% más de ADN neandertal que los humanos modernos. Esto se debe a que los genes no tuvieron tanto tiempo para combinarse después del cruce entre neandertales y humanos. Este evento ocurrió hace unos 54.000 años, al principio de la historia evolutiva de los pueblos que dejaron África.
Otro aspecto que revela el genoma de K14 es su aspecto. “Ahora sabemos que las poblaciones paleolíticas de Europa tuvieron piel oscura hasta hace muy poco. K14 tenía también piel oscura y sus ojos eran marrones”, asegura la investigadora.
Los resultados muestran una compleja imagen de la colonización de Europa por los humanos y sugieren que las contribuciones genéticas de los primeros euroasiáticos a las poblaciones modernas europeas no llegaron a través de diversos eventos migratorios desde Asia hacia Europa, sino por un flujo de genes procedente de varias direcciones.
El análisis de K14 recoge además otras informaciones. Una de ellas apunta a las interacciones prehistóricas con los neandertales. “El genoma de Kostenki, al tener más de 36.000 años, tiene la misma edad que las últimas poblaciones neandertales en Europa, y podría incluso haber sido mitad neandertal. Pero no es así”, subraya Mirazón Lahr.
Según el estudio, el genoma de K14 sugiere que hubo “un único momento de mezcla en el cual nuestros ancestros tuvieron individuos neandertales dentro de su grupo”, añade la científica. K14 pudo albergar cerca del 1% más de ADN neandertal que los humanos modernos. Esto se debe a que los genes no tuvieron tanto tiempo para combinarse después del cruce entre neandertales y humanos. Este evento ocurrió hace unos 54.000 años, al principio de la historia evolutiva de los pueblos que dejaron África.
Otro aspecto que revela el genoma de K14 es su aspecto. “Ahora sabemos que las poblaciones paleolíticas de Europa tuvieron piel oscura hasta hace muy poco. K14 tenía también piel oscura y sus ojos eran marrones”, asegura la investigadora.
Los resultados muestran una compleja imagen de la colonización de Europa por los humanos y sugieren que las contribuciones genéticas de los primeros euroasiáticos a las poblaciones modernas europeas no llegaron a través de diversos eventos migratorios desde Asia hacia Europa, sino por un flujo de genes procedente de varias direcciones.
Referencia bibliográfica:
A. Seguin-Orlando et al.: Genomic Structure in Europeans dating back at least 36,200 years. Science, 2014. DOI: 10.1126/science.aaa0114.
A. Seguin-Orlando et al.: Genomic Structure in Europeans dating back at least 36,200 years. Science, 2014. DOI: 10.1126/science.aaa0114.