Según los antecedentes históricos, el cambio climático que padecemos actualmente es una amenaza para la humanidad porque el calentamiento global y la inestabilidad climática, derivados en esta ocasión de las acciones del hombre, provocarán guerras, hambrunas, y menguarán la población humana, señala una investigación llevada a cabo por científicos del Georgia Institute of Technology, de Estados Unidos, y de la Universidad de Hong Kong.
El estudio ha sido publicado en la revista especializada Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS, y revela que en otro periodo de cambio climático en el que las temperaturas se redujeron, en la llamada Pequeña Edad de Hielo, aumentaron las guerras y enfrentamientos, se produjeron hambrunas y la cantidad de población disminuyó.
La Pequeña Edad de Hielo transcurrió desde principios del siglo XIV y hasta mediados del XIX, poniendo fin a una era muy calurosa llamada Óptimo climático medieval. Estas subidas y bajadas de las temperaturas a lo largo de la historia han proporcionado información y datos sobre el clima del pasado que han ayudado a los científicos a predecir con exactitud lo que sucederá en el futuro, y a diseñar estrategias para los futuros y persistentes cambios climáticos de larga duración, informa el Georgia Institute of Technology en un comunicado.
Frenar el impacto social
La presente investigación, llevada a cabo por Peter Brecke, profesor de la Sam Nunn School of International Affaire, de dicho instituto, y el científico de la universidad de Hong Kong, David Zhang, ha tenido como objetivo analizar el impacto social del cambio climático a lo largo de la historia, para comprender y anticipar los posible los efectos del calentamiento global para nuestra época. Según Brecke, actualmente podrían llegar a presentarse los mismos conflictos que en el pasado, dado que seguimos dependiendo de los recursos terrestres para alimentarnos.
Zhang, que anteriormente había investigado a este mismo respecto la China oriental, señala que los resultados de la presente investigación, que cubre un área espacial mucho más amplia, pueden ser considerados como principios generales, es decir, aplicarse a cualquier región de la Tierra.
Según los científicos, existe una conexión entre los cambios en la temperatura y las guerras porque dichos cambios afectan a la disponibilidad del agua, a los cultivos y a la fertilidad de los terrenos, pudiendo producir escasez de alimentos. Si se llega a ese punto, surgen los conflictos: revueltas locales, desestabilización de los gobiernos e invasiones por parte de regiones vecinas. Las masacres y el hambre harían que la población menguara.
Diversas fuentes de datos
Para determinar de qué manera el cambio climático ha afectado a la cantidad de enfrentamientos a lo largo de la historia, los científicos examinaron un periodo de tiempo concreto: entre el año 1400 y el año 1900.
A lo largo de este periodo, las temperaturas medias más bajas se registraron alrededor de 1450, 1650 y 1820, fechas separadas por intervalos ligeramente cálidos. Los investigadores recopilaron datos de las guerras que se produjeron durante esos siglos en múltiples fuentes, incluyendo una base de datos de 4.500 guerras en todo el mundo que el propio Brecke empezó a desarrollar en 1995 con financiación del U.S. Institute of Peace.
Por otro lado, utilizaron registros de cambios climáticos realizados por paleoclimatólogos (científicos que estudian las formas en que los patrones del clima cambiaron en el pasado), consultaron documentos históricos y examinaron determinados indicadores de cambio en las temperaturas, como los anillos de los árboles y de los esqueletos del coral, así como los isótopos de oxígeno presentes en los núcleos de hielo.
Los árboles producen un anillo por año, debido al rápido crecimiento que sufren en primavera y verano y el escaso crecimiento que tienen en otoño e invierno. El grosor de cada anillo da la clave para conocer la temperatura de cualquier época: si el anillo es más ancho quiere decir que ese año fue más cálido.
En cuanto a los corales, algunos de éstos también forman anillos anuales en sus esqueletos, de carbonato de calcio, a medida que crecen, por lo que pueden servir igualmente para calcular las temperaturas que ha habido, y que habrán producido temperaturas más o menos altas en el agua del mar.
Por último, los núcleos de hielo también dan algunas pistas: se han perforado núcleos de hielo en gruesas capas heladas en diversas partes del mundo, alcanzando incluso capas muy profundas con miles de años de antigüedad. Los niveles de concentración del deuterio, un isótopo estable del hidrógeno, en el hielo están relacionados con la temperatura de cada época.
Patrón cíclico
A partir del estudio de todas estas fuentes variadas, se descubrió que existía un patrón cíclico de periodos históricos turbulentos que coincidían con periodos en que las temperaturas habían sido bajas y seguidos de periodos de tranquilidad que coincidían con temperaturas más suaves. De hecho, el número de guerras por año en todo el mundo durante los siglos fríos fue de casi el doble que en el siglo XVIII, más cálido que los demás.
Por otro lado, el estudio también reveló declives de población que seguían a cada aumento de las guerras, según los datos recopilados por Brecke. El incremento de la tasa de población del hemisferio norte del planeta fue elevado entre 1400 y 1600, a pesar de que el periodo frío comenzó a mediados del siglo XV. Sin embargo, durante el siglo XVII, más frío, en Europa y en Asia se vivieron más guerras de gran magnitud y la población disminuyó.
En China, se redujo la población un 43% en sólo treinta años, entre 1620 y 1650. Posteriormente, aumentó dramáticamente a partir de 1650, hasta que llegó otro periodo más frío, desde 1800 en adelante, cuando un nuevo descenso de la población ocasionaría una crisis demográfica en todo el mundo.
Un futuro incierto
Los científicos demostraron asimismo la importancia de los precios de los alimentos en la aparición de conflictos y su relación con las temperaturas: el desequilibrio ecológico ha afectado siempre a la producción agrícola y los cambios climáticos han condicionado dicha producción y, en consecuencia, los precios del grano. Estos precios más altos han fomentado la aparición de guerras y, por último, el declive de la población.
En nuestra época se espera que las temperaturas globales aumenten en el futuro, al mismo tiempo que crece sin parar el número de personas que habitan en el mundo. Según Brecke, podríamos no ser capaces de adaptarnos adecuadamente a los cambios ecológicos venideros.
El incremento de periodos de sequía, en combinación con el aumento de la población, hará cada vez más difícil que el suministro de alimentos pueda cubrir toda la demanda planetaria. Brecke señala que, por tanto, no debe sorprendernos que haya más ejemplos futuros de hambrunas y de luchas entre distintos pueblos y naciones para conseguir comida y agua.
El estudio ha sido publicado en la revista especializada Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS, y revela que en otro periodo de cambio climático en el que las temperaturas se redujeron, en la llamada Pequeña Edad de Hielo, aumentaron las guerras y enfrentamientos, se produjeron hambrunas y la cantidad de población disminuyó.
La Pequeña Edad de Hielo transcurrió desde principios del siglo XIV y hasta mediados del XIX, poniendo fin a una era muy calurosa llamada Óptimo climático medieval. Estas subidas y bajadas de las temperaturas a lo largo de la historia han proporcionado información y datos sobre el clima del pasado que han ayudado a los científicos a predecir con exactitud lo que sucederá en el futuro, y a diseñar estrategias para los futuros y persistentes cambios climáticos de larga duración, informa el Georgia Institute of Technology en un comunicado.
Frenar el impacto social
La presente investigación, llevada a cabo por Peter Brecke, profesor de la Sam Nunn School of International Affaire, de dicho instituto, y el científico de la universidad de Hong Kong, David Zhang, ha tenido como objetivo analizar el impacto social del cambio climático a lo largo de la historia, para comprender y anticipar los posible los efectos del calentamiento global para nuestra época. Según Brecke, actualmente podrían llegar a presentarse los mismos conflictos que en el pasado, dado que seguimos dependiendo de los recursos terrestres para alimentarnos.
Zhang, que anteriormente había investigado a este mismo respecto la China oriental, señala que los resultados de la presente investigación, que cubre un área espacial mucho más amplia, pueden ser considerados como principios generales, es decir, aplicarse a cualquier región de la Tierra.
Según los científicos, existe una conexión entre los cambios en la temperatura y las guerras porque dichos cambios afectan a la disponibilidad del agua, a los cultivos y a la fertilidad de los terrenos, pudiendo producir escasez de alimentos. Si se llega a ese punto, surgen los conflictos: revueltas locales, desestabilización de los gobiernos e invasiones por parte de regiones vecinas. Las masacres y el hambre harían que la población menguara.
Diversas fuentes de datos
Para determinar de qué manera el cambio climático ha afectado a la cantidad de enfrentamientos a lo largo de la historia, los científicos examinaron un periodo de tiempo concreto: entre el año 1400 y el año 1900.
A lo largo de este periodo, las temperaturas medias más bajas se registraron alrededor de 1450, 1650 y 1820, fechas separadas por intervalos ligeramente cálidos. Los investigadores recopilaron datos de las guerras que se produjeron durante esos siglos en múltiples fuentes, incluyendo una base de datos de 4.500 guerras en todo el mundo que el propio Brecke empezó a desarrollar en 1995 con financiación del U.S. Institute of Peace.
Por otro lado, utilizaron registros de cambios climáticos realizados por paleoclimatólogos (científicos que estudian las formas en que los patrones del clima cambiaron en el pasado), consultaron documentos históricos y examinaron determinados indicadores de cambio en las temperaturas, como los anillos de los árboles y de los esqueletos del coral, así como los isótopos de oxígeno presentes en los núcleos de hielo.
Los árboles producen un anillo por año, debido al rápido crecimiento que sufren en primavera y verano y el escaso crecimiento que tienen en otoño e invierno. El grosor de cada anillo da la clave para conocer la temperatura de cualquier época: si el anillo es más ancho quiere decir que ese año fue más cálido.
En cuanto a los corales, algunos de éstos también forman anillos anuales en sus esqueletos, de carbonato de calcio, a medida que crecen, por lo que pueden servir igualmente para calcular las temperaturas que ha habido, y que habrán producido temperaturas más o menos altas en el agua del mar.
Por último, los núcleos de hielo también dan algunas pistas: se han perforado núcleos de hielo en gruesas capas heladas en diversas partes del mundo, alcanzando incluso capas muy profundas con miles de años de antigüedad. Los niveles de concentración del deuterio, un isótopo estable del hidrógeno, en el hielo están relacionados con la temperatura de cada época.
Patrón cíclico
A partir del estudio de todas estas fuentes variadas, se descubrió que existía un patrón cíclico de periodos históricos turbulentos que coincidían con periodos en que las temperaturas habían sido bajas y seguidos de periodos de tranquilidad que coincidían con temperaturas más suaves. De hecho, el número de guerras por año en todo el mundo durante los siglos fríos fue de casi el doble que en el siglo XVIII, más cálido que los demás.
Por otro lado, el estudio también reveló declives de población que seguían a cada aumento de las guerras, según los datos recopilados por Brecke. El incremento de la tasa de población del hemisferio norte del planeta fue elevado entre 1400 y 1600, a pesar de que el periodo frío comenzó a mediados del siglo XV. Sin embargo, durante el siglo XVII, más frío, en Europa y en Asia se vivieron más guerras de gran magnitud y la población disminuyó.
En China, se redujo la población un 43% en sólo treinta años, entre 1620 y 1650. Posteriormente, aumentó dramáticamente a partir de 1650, hasta que llegó otro periodo más frío, desde 1800 en adelante, cuando un nuevo descenso de la población ocasionaría una crisis demográfica en todo el mundo.
Un futuro incierto
Los científicos demostraron asimismo la importancia de los precios de los alimentos en la aparición de conflictos y su relación con las temperaturas: el desequilibrio ecológico ha afectado siempre a la producción agrícola y los cambios climáticos han condicionado dicha producción y, en consecuencia, los precios del grano. Estos precios más altos han fomentado la aparición de guerras y, por último, el declive de la población.
En nuestra época se espera que las temperaturas globales aumenten en el futuro, al mismo tiempo que crece sin parar el número de personas que habitan en el mundo. Según Brecke, podríamos no ser capaces de adaptarnos adecuadamente a los cambios ecológicos venideros.
El incremento de periodos de sequía, en combinación con el aumento de la población, hará cada vez más difícil que el suministro de alimentos pueda cubrir toda la demanda planetaria. Brecke señala que, por tanto, no debe sorprendernos que haya más ejemplos futuros de hambrunas y de luchas entre distintos pueblos y naciones para conseguir comida y agua.