Oxidos de tierras raras. Foto: Peggy Greb, US department of agriculture.
Según la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada, los elementos de tierra rara son un conjunto de diecisiete elementos químicos en la tabla periódica; específicamente los quince lantánidos más escandio e itrio. Los lantánidos (lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometeo, samario) son conocidos como las tierras raras livianas o Light Rare Earth Oxides.
Y el europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio, son conocidos como las tierras raras pesadas o Heavy Rare Earth Oxides. En forma general se consideran también al itrio y el escandio entre las tierras raras. Salvo el prometeo, todos los demás lantánidos se encuentran como óxidos metálicos contenidos en unos 25 minerales, de los cuales los más importantes y que se explotan económicamente son bastnaesita (flúor carbonato de tierras raras), monazita (fosfato de tierras raras) y xenotima (fosfato de itrio).1
Las tierras raras son, sin duda, los minerales del futuro, ya que día a día entran en nuevas aplicaciones de la sofisticada tecnología moderna.
El cerio y el erbio participan de la composición de aleaciones metálicas especiales; el neodimio, holmio y disprosio son necesarios en ciertos tipos de cristales de láser; el samario es un componente esencial de los imanes permanentes más intensos que se conocen y que han abierto el camino para la creación de nuevos motores eléctricos; el iterbio y el terbio tienen propiedades magnéticas que se aprovechan en la fabricación de burbujas magnéticas y dispositivos ópticos-magnéticos que sirven para el almacenaje de datos en las computadoras; y, el europio y el itrio, excita al fósforo rojo en las pantallas a color.
Otras aplicaciones tienen que ver con fenómenos catalíticos en la refinación del petróleo, elaboración de cerámicas superconductoras, fibras ópticas, refrigeración y almacenaje de energía, vidrios de alto índice, polvos de pulido en óptica, baterías nucleares, captura de neutrones, tubos de rayos X, comunicación por microondas, tubos de haz electrónico, equipos de imágenes en medicina, entre otros usos relevantes de las tecnologías modernas.
Y el europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio, son conocidos como las tierras raras pesadas o Heavy Rare Earth Oxides. En forma general se consideran también al itrio y el escandio entre las tierras raras. Salvo el prometeo, todos los demás lantánidos se encuentran como óxidos metálicos contenidos en unos 25 minerales, de los cuales los más importantes y que se explotan económicamente son bastnaesita (flúor carbonato de tierras raras), monazita (fosfato de tierras raras) y xenotima (fosfato de itrio).1
Las tierras raras son, sin duda, los minerales del futuro, ya que día a día entran en nuevas aplicaciones de la sofisticada tecnología moderna.
El cerio y el erbio participan de la composición de aleaciones metálicas especiales; el neodimio, holmio y disprosio son necesarios en ciertos tipos de cristales de láser; el samario es un componente esencial de los imanes permanentes más intensos que se conocen y que han abierto el camino para la creación de nuevos motores eléctricos; el iterbio y el terbio tienen propiedades magnéticas que se aprovechan en la fabricación de burbujas magnéticas y dispositivos ópticos-magnéticos que sirven para el almacenaje de datos en las computadoras; y, el europio y el itrio, excita al fósforo rojo en las pantallas a color.
Otras aplicaciones tienen que ver con fenómenos catalíticos en la refinación del petróleo, elaboración de cerámicas superconductoras, fibras ópticas, refrigeración y almacenaje de energía, vidrios de alto índice, polvos de pulido en óptica, baterías nucleares, captura de neutrones, tubos de rayos X, comunicación por microondas, tubos de haz electrónico, equipos de imágenes en medicina, entre otros usos relevantes de las tecnologías modernas.
La guerra comenzó en 2010
La guerra de las Tierras Raras comenzó en 2010, cuando China decidió suspender la exportación a Japón de estos óxidos metálicos, en represalia por la decisión de Japón de detener y juzgar al capitán de un barco pesquero chino que se había introducido en el área marítima de las islas Daioyu (o Senkaku, según Japón), que ambos países reclaman como propias y en cuyas cercanías se sospecha hay importantes reservas de gas y petróleo.
Por supuesto, Japón se vio obligado a liberar al marino y los medios de comunicación empezaron a mencionar un tema que hasta el momento sólo manejaban unos pocos entendidos. China argumentó que la suspensión de exportación de tierras raras no estaba relacionada con ese caso, sino que respondía a una política de limitar su extracción, debido a que esta actividad es sumamente contaminante. Si bien las tierras raras no pueden considerarse radiactivas, sí suelen encontrarse junto a otros elementos radiactivos.
La extracción y aplicación de tierras raras comienza a fines del siglo XIX, pero es recién a partir de la década de 1960 cuando empieza a aplicarse en las más modernas tecnologías. Para entonces países como Estados Unidos, India y Brasil eran importantes productores de tierras raras.
Con el tiempo, China fue creciendo en la extracción y debido a su precio más competitivo, fue creciendo también en la exportación hasta que en 2010 se quedó con el 95% del mercado. Pero ¿tienen razón Estados Unidos, Europa y Japón al quejarse por la posición dominante de China y sus restricciones a la exportación? A juzgar por toda la información disponible, pareciera que no.
A medida que el gran gigante oriental fue abriéndose paso en la economía mundial, tuvo que hacer una serie de sacrificios. Uno de las más importantes ha sido el inmenso daño ecológico producido por haber atraído todas las fábricas que en los países desarrollados debían ser cerradas por las nuevas medidas de protección ambiental. Algo similar ocurrió con la explotación de tierras raras.
Control chino de las tierras raras
Si bien China concentra casi todo el mercado de estos minerales, la realidad es que acapara sólo el 35% de las reservas mundiales. En Estados Unidos, por ejemplo, funcionaba a fines del siglo XX, la mayor mina de tierras raras del mundo, que fue cerrada aprovechando los bajos costos de estas materias en China. Recientemente debió ser reacondicionada y empezará a funcionar de nuevo en los próximos meses.
Las medidas de protección ambiental decididas por China en los últimos años han traído como consecuencia el cierre de varias minas pequeñas que no llenaban los requisitos básicos de seguridad. De esta forma, el país ha logrado una importante concentración, que según los medios occidentales busca fortalecer el poder del gobierno chino, y su control de las tierras raras del mundo.
Sin embargo, las más grandes de estas empresas son de capitales norteamericanos, lo que contradice esta acusación. China ha logrado subir el precio internacional de estos minerales, aunque no a niveles alarmantes. Por otro lado, ha logrado que empresas que utilizan las tierras raras para producir alta tecnología muden sus plantas fabriles a China, con lo que el país logra mayores beneficios. Sin embargo, la segunda economía del mundo ha manifestado claramente su deseo de que otros países vuelvan a explotar las minas que ya tienen así como también que empiecen a explotar las reservas comprobadas. Para China, como principal productor industrial del planeta, e impulsor de las tecnologías verdes, tampoco es negocio que los precios aumenten.
Debido a su alto riesgo de contaminación radiactiva, organizaciones sociales ambientalistas suelen manifestarse en contra de la explotación de tierras raras. Actualmente la empresa australiana Lynas está por abrir la que será la mayor mina del mundo, en Malasia. Pero el gobierno de ese país debe enfrentar el fuerte rechazo de varias ONG.
Recientemente anunció que se abrirá en un período de prueba y que de encontrarse fuga de residuos radiactivos, sería cerrada. La guerra mundial por abastecerse de este mineral indispensable para la industria de las más nuevas tecnologías que demanda el consumo mundial, está en sus comienzos. Y el costo ambiental de su extracción amenaza con ser enorme.
(*) Yuri Doudchitzky es periodista, escritor de ficción con premios y libros publicados en Uruguay. Asimismo es editor del portal Zaichina.
La guerra de las Tierras Raras comenzó en 2010, cuando China decidió suspender la exportación a Japón de estos óxidos metálicos, en represalia por la decisión de Japón de detener y juzgar al capitán de un barco pesquero chino que se había introducido en el área marítima de las islas Daioyu (o Senkaku, según Japón), que ambos países reclaman como propias y en cuyas cercanías se sospecha hay importantes reservas de gas y petróleo.
Por supuesto, Japón se vio obligado a liberar al marino y los medios de comunicación empezaron a mencionar un tema que hasta el momento sólo manejaban unos pocos entendidos. China argumentó que la suspensión de exportación de tierras raras no estaba relacionada con ese caso, sino que respondía a una política de limitar su extracción, debido a que esta actividad es sumamente contaminante. Si bien las tierras raras no pueden considerarse radiactivas, sí suelen encontrarse junto a otros elementos radiactivos.
La extracción y aplicación de tierras raras comienza a fines del siglo XIX, pero es recién a partir de la década de 1960 cuando empieza a aplicarse en las más modernas tecnologías. Para entonces países como Estados Unidos, India y Brasil eran importantes productores de tierras raras.
Con el tiempo, China fue creciendo en la extracción y debido a su precio más competitivo, fue creciendo también en la exportación hasta que en 2010 se quedó con el 95% del mercado. Pero ¿tienen razón Estados Unidos, Europa y Japón al quejarse por la posición dominante de China y sus restricciones a la exportación? A juzgar por toda la información disponible, pareciera que no.
A medida que el gran gigante oriental fue abriéndose paso en la economía mundial, tuvo que hacer una serie de sacrificios. Uno de las más importantes ha sido el inmenso daño ecológico producido por haber atraído todas las fábricas que en los países desarrollados debían ser cerradas por las nuevas medidas de protección ambiental. Algo similar ocurrió con la explotación de tierras raras.
Control chino de las tierras raras
Si bien China concentra casi todo el mercado de estos minerales, la realidad es que acapara sólo el 35% de las reservas mundiales. En Estados Unidos, por ejemplo, funcionaba a fines del siglo XX, la mayor mina de tierras raras del mundo, que fue cerrada aprovechando los bajos costos de estas materias en China. Recientemente debió ser reacondicionada y empezará a funcionar de nuevo en los próximos meses.
Las medidas de protección ambiental decididas por China en los últimos años han traído como consecuencia el cierre de varias minas pequeñas que no llenaban los requisitos básicos de seguridad. De esta forma, el país ha logrado una importante concentración, que según los medios occidentales busca fortalecer el poder del gobierno chino, y su control de las tierras raras del mundo.
Sin embargo, las más grandes de estas empresas son de capitales norteamericanos, lo que contradice esta acusación. China ha logrado subir el precio internacional de estos minerales, aunque no a niveles alarmantes. Por otro lado, ha logrado que empresas que utilizan las tierras raras para producir alta tecnología muden sus plantas fabriles a China, con lo que el país logra mayores beneficios. Sin embargo, la segunda economía del mundo ha manifestado claramente su deseo de que otros países vuelvan a explotar las minas que ya tienen así como también que empiecen a explotar las reservas comprobadas. Para China, como principal productor industrial del planeta, e impulsor de las tecnologías verdes, tampoco es negocio que los precios aumenten.
Debido a su alto riesgo de contaminación radiactiva, organizaciones sociales ambientalistas suelen manifestarse en contra de la explotación de tierras raras. Actualmente la empresa australiana Lynas está por abrir la que será la mayor mina del mundo, en Malasia. Pero el gobierno de ese país debe enfrentar el fuerte rechazo de varias ONG.
Recientemente anunció que se abrirá en un período de prueba y que de encontrarse fuga de residuos radiactivos, sería cerrada. La guerra mundial por abastecerse de este mineral indispensable para la industria de las más nuevas tecnologías que demanda el consumo mundial, está en sus comienzos. Y el costo ambiental de su extracción amenaza con ser enorme.
(*) Yuri Doudchitzky es periodista, escritor de ficción con premios y libros publicados en Uruguay. Asimismo es editor del portal Zaichina.