El dos de abril de 1979, en un complejo militar de Sverdlovsk (hoy Ekaterimburgo), en la ex Unión Soviética, hubo una explosión que accidentalmente liberó unos cuantos miligramos de esporas de ántrax, lo que produjo la muerte de casi 70 personas.
Fue uno de los primeros ejemplos de que las armas biológicas tenían un tremendo potencial de destrucción, es decir, que son armas de destrucción masiva, un término que preocupa al Gobierno de Estados Unidos.
Ciertos grupos terroristas poseen y manejan este tipo de armas: el gas neurotóxico sarín fue el protagonista del ataque al metro de Tokio por parte de la secta japonesa Verdad Suprema, en 1995. En 1984, en Dallas (Oregón, Estados Unidos), la secta religiosa Rajneeshi contaminó con la bacteria Samonella las barras de ensalada de una cadena de restaurantes.
Son sólo algunos ejemplos que nos hablan de la capacidad de las armas biológicas (organismos vivos, usualmente agentes infecciosos, o sus productos (toxinas), que pueden ser utilizados como formas de exterminio masivo para sembrar el pánico y la destrucción), en manos de personas incontroladas.
Pero los avances biotecnológicos, que no han sido concebidos para destruir, sino más bien para mejorar la salud y el bienestar humano, irán mucho más allá en los próximos años, tan lejos que su alcance es hoy impredecible.
Nuevas amenazas
Es lo que destaca un informe que acaba de divulgar el Gobierno de Estados Unidos, acerca de la globalización, la bioseguridad y el futuro de las ciencias de la vida. El informe, elaborado por expertos en seguridad a instancias del National Research Council, advierte de la necesidad de prepararse para enfrentar muy diferentes tipos de ataques bioterroristas, y asegura que el Gobierno estadounidense no debe centrar la amenaza sólo en las armas biológicas, sino también en otros peligros que hoy parecen inimaginables.
Los nuevos descubrimientos y logros en biotecnología podrían llevar a algo aún más peligroso que el ántrax o la viruela: controlar los genes, los sistemas inmunitarios o los cerebros de las personas será factible en poco tiempo, advierte el informe.
Otra de las preocupaciones derivadas de estos últimos avances en biotecnología es la relacionada con los llamados “biorreguladores”. Se trata de compuestos orgánicos minúsculos, biológicamente activos, capaces de regular los diversos sistemas del cuerpo, produciendo dramáticas agresiones.
Los biorreguladores son sustancias que pueden desencadenar cuadros clínicos prácticamente de inmediato, por lo que no permiten un periodo de tiempo entre el contacto y la aparición de los síntomas. Entre estos agentes figuran las hormonas, las linfocinas, los neurotransmisores y las llamadas enzimas líticas.
Los agentes biológicos ideales para ser empleados como armas son los que pueden diseminarse vía aérea o mediante contaminación de aguas y alimentos, ya sea que se utilicen para matar a personas, ganados o cultivos, con el fin de desestabilizar la economía de una región, o bien para limitar los suministros de alimentos.
Biotecnología selectiva
Otro de los objetivos buscados puede ser la incapacitación temporal o permanente de los soldados de un ejército. Estos agentes cuentan entre sus características con una alta letalidad a bajas dosis, fácil manipulación y reproducción en el laboratorio a bajo costo.
Además, estos agentes resultan accesibles para cualquier microbiólogo que se halle en cualquier parte del mundo, lo que los convierte en un inmenso peligro potencial.
Envíos por correo, atomización aérea con aviones fumigadores, aspersores agrícolas o simples envases atomizadores de perfume, se pueden transformar en auténticas armas de destrucción masiva.
La biología sintética, dirigida a fabricar organismos capaces de detectar o producir productos químicos o de hacer que los ya existentes adopten otras funciones, es considerada asimismo por el informe como una amenaza potencial.
Cita como ejemplo el RNA de interferencia, que permite controlar la expresión genética de los organismos. El RNA de interferencia es la capacidad que poseen células de plantas o animales para bloquear un gen específico destruyendo la copia del RNA antes de que pueda codificar la proteína correspondiente. Su descubrimiento fue considerado como el hito científico del año 2002.
El informe señala finalmente que en un futuro próximo podrán diseñarse armas biológicas genéticas para acabar con determinados grupos étnicos. Basándose en un principio similar al de la terapia genética, estas armas servirían para explotar las variantes genéticas características de determinados grupos, con el único fin de que se vuelvan en contra sus propios portadores, que se convertirían así en víctimas, según el informe.
Cautela científica
Los científicos deben estar al día en cuanto a los avances de la biotecnología, así como de sus posibles abusos. Para ello, el informe propone crear un forum en Internet en el que aparezcan las investigaciones que puedan resultar sospechosas. En resumen, la propuesta pretende, principalmente, que la tecnología sirva para detener las posibles e impredecibles amenazas que puedan derivarse de la biotecnología.
Según los expertos, el problema es muy complejo y se convertirá en global. Para afrontarlo, hay que prepararse, aseguran. El informe recomienda que las tecnologías que tengan un uso potencialmente dual, es decir, que puedan servir tanto a fines militares como civiles, sean continuamente revisadas, de manera que los gobiernos sepan cuáles son los últimos avances en biotecnología y sus posibles aplicaciones. Para ello es necesaria la creación de departamentos de control que aseguren que los últimos avances van destinados a la seguridad nacional, y no a otros fines.
También sería necesaria una adaptación defensiva, que incluya a instituciones que no habían tenido mucho que ver, al menos no directamente, con las guerras tradicionales: sistemas sanitarios y de biodefensa serán imprescindibles para hacer frente a las nuevas amenazas. El informe también sugiere que se generen incentivos para las industrias farmacéuticas, de manera que se dediquen a crear nuevas vacunas y productos con los que puedan hacerse frente a diversos agentes patógenos.
Impotencia
El informe está redactato con una sensación de impotencia, ya que considera que es imposible predecir la evolución tecnológica que puede tener lugar en relación con las ciencias de la vida en los próximos cinco o diez años, lo que aumenta la inseguridad respecto a qué medidas cautelares adoptar para prevenir amenazas potenciales como las que describen los expertos en seguridad.
Y aunque pueda resultar alarmista, el peso específico de sus redactores obliga a considerarlo seriamente, ya que en su elaboración han participado expertos de la prestigiosa Academia Nacional de la Ciencia, la Academia Nacional de Ingeniería y el Instituto de Medicina, mediante contratos suscritos con algunas agencias gubernamentales relacionadas con la seguridad, la salud pública y el Centro de Inteligencia e Innovación Tecnológica.
Además, no se trata del único informe que advierte de estos peligros. La Organización Mundial de la Salud ha publicado otro estudio similar, centrado en los riesgos bioterroristas sobre la alimentación, que constituye todo un anticipo de lo que ahora advierten expertos norteamericanos.
Fue uno de los primeros ejemplos de que las armas biológicas tenían un tremendo potencial de destrucción, es decir, que son armas de destrucción masiva, un término que preocupa al Gobierno de Estados Unidos.
Ciertos grupos terroristas poseen y manejan este tipo de armas: el gas neurotóxico sarín fue el protagonista del ataque al metro de Tokio por parte de la secta japonesa Verdad Suprema, en 1995. En 1984, en Dallas (Oregón, Estados Unidos), la secta religiosa Rajneeshi contaminó con la bacteria Samonella las barras de ensalada de una cadena de restaurantes.
Son sólo algunos ejemplos que nos hablan de la capacidad de las armas biológicas (organismos vivos, usualmente agentes infecciosos, o sus productos (toxinas), que pueden ser utilizados como formas de exterminio masivo para sembrar el pánico y la destrucción), en manos de personas incontroladas.
Pero los avances biotecnológicos, que no han sido concebidos para destruir, sino más bien para mejorar la salud y el bienestar humano, irán mucho más allá en los próximos años, tan lejos que su alcance es hoy impredecible.
Nuevas amenazas
Es lo que destaca un informe que acaba de divulgar el Gobierno de Estados Unidos, acerca de la globalización, la bioseguridad y el futuro de las ciencias de la vida. El informe, elaborado por expertos en seguridad a instancias del National Research Council, advierte de la necesidad de prepararse para enfrentar muy diferentes tipos de ataques bioterroristas, y asegura que el Gobierno estadounidense no debe centrar la amenaza sólo en las armas biológicas, sino también en otros peligros que hoy parecen inimaginables.
Los nuevos descubrimientos y logros en biotecnología podrían llevar a algo aún más peligroso que el ántrax o la viruela: controlar los genes, los sistemas inmunitarios o los cerebros de las personas será factible en poco tiempo, advierte el informe.
Otra de las preocupaciones derivadas de estos últimos avances en biotecnología es la relacionada con los llamados “biorreguladores”. Se trata de compuestos orgánicos minúsculos, biológicamente activos, capaces de regular los diversos sistemas del cuerpo, produciendo dramáticas agresiones.
Los biorreguladores son sustancias que pueden desencadenar cuadros clínicos prácticamente de inmediato, por lo que no permiten un periodo de tiempo entre el contacto y la aparición de los síntomas. Entre estos agentes figuran las hormonas, las linfocinas, los neurotransmisores y las llamadas enzimas líticas.
Los agentes biológicos ideales para ser empleados como armas son los que pueden diseminarse vía aérea o mediante contaminación de aguas y alimentos, ya sea que se utilicen para matar a personas, ganados o cultivos, con el fin de desestabilizar la economía de una región, o bien para limitar los suministros de alimentos.
Biotecnología selectiva
Otro de los objetivos buscados puede ser la incapacitación temporal o permanente de los soldados de un ejército. Estos agentes cuentan entre sus características con una alta letalidad a bajas dosis, fácil manipulación y reproducción en el laboratorio a bajo costo.
Además, estos agentes resultan accesibles para cualquier microbiólogo que se halle en cualquier parte del mundo, lo que los convierte en un inmenso peligro potencial.
Envíos por correo, atomización aérea con aviones fumigadores, aspersores agrícolas o simples envases atomizadores de perfume, se pueden transformar en auténticas armas de destrucción masiva.
La biología sintética, dirigida a fabricar organismos capaces de detectar o producir productos químicos o de hacer que los ya existentes adopten otras funciones, es considerada asimismo por el informe como una amenaza potencial.
Cita como ejemplo el RNA de interferencia, que permite controlar la expresión genética de los organismos. El RNA de interferencia es la capacidad que poseen células de plantas o animales para bloquear un gen específico destruyendo la copia del RNA antes de que pueda codificar la proteína correspondiente. Su descubrimiento fue considerado como el hito científico del año 2002.
El informe señala finalmente que en un futuro próximo podrán diseñarse armas biológicas genéticas para acabar con determinados grupos étnicos. Basándose en un principio similar al de la terapia genética, estas armas servirían para explotar las variantes genéticas características de determinados grupos, con el único fin de que se vuelvan en contra sus propios portadores, que se convertirían así en víctimas, según el informe.
Cautela científica
Los científicos deben estar al día en cuanto a los avances de la biotecnología, así como de sus posibles abusos. Para ello, el informe propone crear un forum en Internet en el que aparezcan las investigaciones que puedan resultar sospechosas. En resumen, la propuesta pretende, principalmente, que la tecnología sirva para detener las posibles e impredecibles amenazas que puedan derivarse de la biotecnología.
Según los expertos, el problema es muy complejo y se convertirá en global. Para afrontarlo, hay que prepararse, aseguran. El informe recomienda que las tecnologías que tengan un uso potencialmente dual, es decir, que puedan servir tanto a fines militares como civiles, sean continuamente revisadas, de manera que los gobiernos sepan cuáles son los últimos avances en biotecnología y sus posibles aplicaciones. Para ello es necesaria la creación de departamentos de control que aseguren que los últimos avances van destinados a la seguridad nacional, y no a otros fines.
También sería necesaria una adaptación defensiva, que incluya a instituciones que no habían tenido mucho que ver, al menos no directamente, con las guerras tradicionales: sistemas sanitarios y de biodefensa serán imprescindibles para hacer frente a las nuevas amenazas. El informe también sugiere que se generen incentivos para las industrias farmacéuticas, de manera que se dediquen a crear nuevas vacunas y productos con los que puedan hacerse frente a diversos agentes patógenos.
Impotencia
El informe está redactato con una sensación de impotencia, ya que considera que es imposible predecir la evolución tecnológica que puede tener lugar en relación con las ciencias de la vida en los próximos cinco o diez años, lo que aumenta la inseguridad respecto a qué medidas cautelares adoptar para prevenir amenazas potenciales como las que describen los expertos en seguridad.
Y aunque pueda resultar alarmista, el peso específico de sus redactores obliga a considerarlo seriamente, ya que en su elaboración han participado expertos de la prestigiosa Academia Nacional de la Ciencia, la Academia Nacional de Ingeniería y el Instituto de Medicina, mediante contratos suscritos con algunas agencias gubernamentales relacionadas con la seguridad, la salud pública y el Centro de Inteligencia e Innovación Tecnológica.
Además, no se trata del único informe que advierte de estos peligros. La Organización Mundial de la Salud ha publicado otro estudio similar, centrado en los riesgos bioterroristas sobre la alimentación, que constituye todo un anticipo de lo que ahora advierten expertos norteamericanos.