Ante una palabra, las pupilas comienzan a dilatarse (0 – 0.5 s) tras la activación general del cerebro. Cuando esta activación inicial ha concluido, las pupilas se contraen (0.5 – 2 s). El tamaño de la pupila también está determinado por la luminosidad evocada por las palabras: disminuye (1 – 3 s) cuando evocamos una palabra relacionada con la oscuridad. Credit: © Sebastiaan Mathot, University of Groningen.
El sentido de una palabra es suficiente para provocar una reacción en nuestra pupila, ha descubierto un estudio que abre una nueva perspectiva de cómo el lenguaje es tratado por el cerebro.
La pupila es un orificio situado en la parte central del iris por el cual penetra la luz al interior del globo ocular. Se trata de una abertura dilatable y contráctil que tiene la función de regular la cantidad de luz que le llega a la retina, en la parte posterior del ojo.
Cuando hay poca luz alrededor, las pupilas se dilatan. Cuando hay mucha luz, se contraen. Cuanto menor es la cantidad de luz, mayor es el tamaño de la pupila y, al contrario, a mayor cantidad de luz, el tamaño de la pupila es menor.
Lo que han descubierto estos investigadores, del Laboratorio de Psicología Cognitiva de Francia (CNRS/AMU) y de la Universidad de Groningen en los Países Bajos, tal como explican los autores de esta investigación en un artículo publicado en Psychological Science, es algo sorprendente.
Nuestras pupilas no sólo se contraen cuando están expuestas a la luz, sino que basta que hablemos de luz o de luminosidad, para que reaccionen como si estuvieran expuestas a una mayor luminosidad. Basta con decir sol o brillo, para que las pupilas se contraigan.
Y al revés, cuando la palabra que escuchamos está relacionada con la oscuridad, por ejemplo, noche o tinieblas, las pupilas se dilatan como si realmente estuvieran expuestas a la oscuridad.
Eso significa que el tamaño de la pupila no depende sólo de la luminosidad de los objetos observados, sino también de la luminosidad de las palabras evocadas, ya sean habladas o escritas.
La pupila es un orificio situado en la parte central del iris por el cual penetra la luz al interior del globo ocular. Se trata de una abertura dilatable y contráctil que tiene la función de regular la cantidad de luz que le llega a la retina, en la parte posterior del ojo.
Cuando hay poca luz alrededor, las pupilas se dilatan. Cuando hay mucha luz, se contraen. Cuanto menor es la cantidad de luz, mayor es el tamaño de la pupila y, al contrario, a mayor cantidad de luz, el tamaño de la pupila es menor.
Lo que han descubierto estos investigadores, del Laboratorio de Psicología Cognitiva de Francia (CNRS/AMU) y de la Universidad de Groningen en los Países Bajos, tal como explican los autores de esta investigación en un artículo publicado en Psychological Science, es algo sorprendente.
Nuestras pupilas no sólo se contraen cuando están expuestas a la luz, sino que basta que hablemos de luz o de luminosidad, para que reaccionen como si estuvieran expuestas a una mayor luminosidad. Basta con decir sol o brillo, para que las pupilas se contraigan.
Y al revés, cuando la palabra que escuchamos está relacionada con la oscuridad, por ejemplo, noche o tinieblas, las pupilas se dilatan como si realmente estuvieran expuestas a la oscuridad.
Eso significa que el tamaño de la pupila no depende sólo de la luminosidad de los objetos observados, sino también de la luminosidad de las palabras evocadas, ya sean habladas o escritas.
Imágenes mentales
Según los investigadores, el cerebro crea automáticamente imágenes mentales de las palabras leídas o escuchadas. Por ejemplo, crea una imagen de sol en el cielo al oír o leer la palabra que denomina a nuestro astro rey.
Esta imagen mental del sol creada por el cerebro es la que provoca que las pupilas se contraigan, como si realmente estuviéramos expuestos a la luz solar.
El estudio plantea varias cuestiones importantes que intrigan a los investigadores. ¿Estas imágenes mentales las crea el cerebro porque son necesarias para comprender el sentido de las palabras?
Los investigadores sugieren que también que las imágenes mentales creadas por efecto de las palabras podrían ser una consecuencia indirecta del tratamiento del lenguaje por el cerebro.
Apuntan al respecto que nuestro sistema nervioso se preparara, por reflejo, a la situación evocada por la palabra leída o escuchada.
Para responder a estas cuestiones, los investigadores se proponen profundizar en estas experiencias variando los parámetros del lenguaje, y testando su hipótesis en otras lenguas, con la finalidad de comprobar que el fenómeno se repite, señalan en un comunicado.
Según los investigadores, el cerebro crea automáticamente imágenes mentales de las palabras leídas o escuchadas. Por ejemplo, crea una imagen de sol en el cielo al oír o leer la palabra que denomina a nuestro astro rey.
Esta imagen mental del sol creada por el cerebro es la que provoca que las pupilas se contraigan, como si realmente estuviéramos expuestos a la luz solar.
El estudio plantea varias cuestiones importantes que intrigan a los investigadores. ¿Estas imágenes mentales las crea el cerebro porque son necesarias para comprender el sentido de las palabras?
Los investigadores sugieren que también que las imágenes mentales creadas por efecto de las palabras podrían ser una consecuencia indirecta del tratamiento del lenguaje por el cerebro.
Apuntan al respecto que nuestro sistema nervioso se preparara, por reflejo, a la situación evocada por la palabra leída o escuchada.
Para responder a estas cuestiones, los investigadores se proponen profundizar en estas experiencias variando los parámetros del lenguaje, y testando su hipótesis en otras lenguas, con la finalidad de comprobar que el fenómeno se repite, señalan en un comunicado.
Referencia
Pupillary Responses to Words That Convey a Sense of Brightness or Darkness. Psychological Science, first published date: June-14-2017. DOI:10.1177/0956797617702699
Pupillary Responses to Words That Convey a Sense of Brightness or Darkness. Psychological Science, first published date: June-14-2017. DOI:10.1177/0956797617702699