Control policial en la frontera Senegal-Mauritania. Imagen: IRD / M. Dukhan
Desde hace una decena de años, las miradas se vuelven regularmente hacia el Sahara pero no solamente por la belleza de sus paisajes. Los desórdenes que agitan el desierto más grande del planeta preocupan a la opinión pública y a las autoridades del mundo entero. En un número especial de la revista Hérodote, investigadores del IRD y de otros centros sintetizan sus trabajos sobre los desórdenes políticos, estratégicos, económicos y de seguridad que ocurren en la zona.
A principios del 2011, un terremoto político sacude África Septentrional: uno a uno, regímenes sólidos de mucho tiempo se ven debilitados o se derrumban. Estas “primaveras árabes” tendrán consecuencias sobre las zonas sahariana y del África subsahariana.
Particularmente, la caída del régimen de Mouammar Kadhafi, a la cabeza de Libia desde hace 42 años, va a trastornar la configuración actual. A lo largo de su reino, el “guía de la revolución” llevó a cabo políticas de influencia en el conjunto de la zona sahelo- sahariana.
Desempeñó, en particular, un papel importante en la creación de la Comunidad de los Estados sahelo-saharianos en 1998, así como en las rebeliones tuaregs, a la vez instigador de los disturbios y regulador.
Ahora bien, la distribución masiva de armas que llevó a cabo para luchar contra los insurrectos de Benghai corre el riesgo de aumentar la inseguridad ya bastante intensa en la zona: “Al Qaïda en el Magreb islámico” (AQMI) aprovechó para obtener armas pesadas (misiles antiaéreos y explosivos), mientras que los Tuaregs malienses y nigerianos, de los cuales varios centenares combatieron al lado de las fuerzas pro Kadhafi, se equiparon en armas ligeras. En estas condiciones de inseguridad creciente, ¿cómo reactivar la actividad económica y establecer proyectos de desarrollo?
La economía bajo el yugo de la universalización y los tráficos
El Sahara es una tierra tradicionalmente de intercambios. Pero el tiempo de las caravanas de sal en gran parte pertenece al pasado. Desde hace una decena de años, distintos tráficos vinieron a agregarse a los movimientos comerciales transfronterizos: cigarrillos en primer lugar, luego estupefacientes y armas.
La zona se convierte en una zona de tránsito de hachís (Marruecos es el primer productor mundial de hachís (alrededor del 21% del total) en dirección al Cercano y Mediano Oriente y de cocaína hacia Europa. Con procedencia de América latina, un 15% de la producción mundial de esta droga cruza el África Occidental. Este tráfico se traduce en una aceleración de los fenómenos de enriquecimiento y corrupción, un fraccionamiento de los territorios y una desorganización de las sociedades, siendo incapaces los Estados de poner fin a estos tráficos que implican AQMI y a numerosos Tuaregs desempleados.
A los flujos comerciales transaharianos tradicionales también se superpusieron los movimientos migratorios de gran amplitud desde el África Occidental. Aunque solamente una pequeña parte de estos emigrantes logran llegar a Europa, la lucha contra estos flujos de migración se intensificó a finales de los años noventa y fue objeto de una gestión “concertada” entre África y Europa.
En la actualidad, la Unión Europea subcontrata países del Magreb para la detención de los emigrantes y refuerza los medios de los Estados del África subsahariana para ayudarlos a controlar mejor los flujos desde su inicio. Resultado: nuevas rutas migratorias se perfilan, las carreteras se desvían hacia el Este, vía Turquía o incluso Ucrania. Trayectos cada vez más largos, costosos y arriesgados para los candidatos al exilio.
A principios del 2011, un terremoto político sacude África Septentrional: uno a uno, regímenes sólidos de mucho tiempo se ven debilitados o se derrumban. Estas “primaveras árabes” tendrán consecuencias sobre las zonas sahariana y del África subsahariana.
Particularmente, la caída del régimen de Mouammar Kadhafi, a la cabeza de Libia desde hace 42 años, va a trastornar la configuración actual. A lo largo de su reino, el “guía de la revolución” llevó a cabo políticas de influencia en el conjunto de la zona sahelo- sahariana.
Desempeñó, en particular, un papel importante en la creación de la Comunidad de los Estados sahelo-saharianos en 1998, así como en las rebeliones tuaregs, a la vez instigador de los disturbios y regulador.
Ahora bien, la distribución masiva de armas que llevó a cabo para luchar contra los insurrectos de Benghai corre el riesgo de aumentar la inseguridad ya bastante intensa en la zona: “Al Qaïda en el Magreb islámico” (AQMI) aprovechó para obtener armas pesadas (misiles antiaéreos y explosivos), mientras que los Tuaregs malienses y nigerianos, de los cuales varios centenares combatieron al lado de las fuerzas pro Kadhafi, se equiparon en armas ligeras. En estas condiciones de inseguridad creciente, ¿cómo reactivar la actividad económica y establecer proyectos de desarrollo?
La economía bajo el yugo de la universalización y los tráficos
El Sahara es una tierra tradicionalmente de intercambios. Pero el tiempo de las caravanas de sal en gran parte pertenece al pasado. Desde hace una decena de años, distintos tráficos vinieron a agregarse a los movimientos comerciales transfronterizos: cigarrillos en primer lugar, luego estupefacientes y armas.
La zona se convierte en una zona de tránsito de hachís (Marruecos es el primer productor mundial de hachís (alrededor del 21% del total) en dirección al Cercano y Mediano Oriente y de cocaína hacia Europa. Con procedencia de América latina, un 15% de la producción mundial de esta droga cruza el África Occidental. Este tráfico se traduce en una aceleración de los fenómenos de enriquecimiento y corrupción, un fraccionamiento de los territorios y una desorganización de las sociedades, siendo incapaces los Estados de poner fin a estos tráficos que implican AQMI y a numerosos Tuaregs desempleados.
A los flujos comerciales transaharianos tradicionales también se superpusieron los movimientos migratorios de gran amplitud desde el África Occidental. Aunque solamente una pequeña parte de estos emigrantes logran llegar a Europa, la lucha contra estos flujos de migración se intensificó a finales de los años noventa y fue objeto de una gestión “concertada” entre África y Europa.
En la actualidad, la Unión Europea subcontrata países del Magreb para la detención de los emigrantes y refuerza los medios de los Estados del África subsahariana para ayudarlos a controlar mejor los flujos desde su inicio. Resultado: nuevas rutas migratorias se perfilan, las carreteras se desvían hacia el Este, vía Turquía o incluso Ucrania. Trayectos cada vez más largos, costosos y arriesgados para los candidatos al exilio.
Interés galopante por las materias primas
Otra batalla, pacífica esta vez, causa furor en Sahara: los fuertes intereses despertados de países del Norte y países emergentes por las materias primas, visando así las riquezas del subsuelo sahariano. Mauritania, Malí, El Níger y el Chad se convierten en países cortejados donde la hegemonía francesa, vieja de más de cien años, es desplazada por la de China (desde 2007, el Sahara es abastecido en gran parte de mercancías procedentes de China), la India y los Estados Unidos.
Así pues, el monopolio de la sociedad Areva sobre la explotación del uranio nigeriano finalizó con la apertura de una nueva mina puesta en valor por una sociedad china. Del mismo modo, en el ámbito petrolífero, permisos de prospección antes asignados a sociedades occidentales lo son ahora a compañías chinas.
Una inseguridad creciente
Las rebeliones tuaregs de los años noventa y 2000 afectaron duraderamente a las circulaciones comerciales y humanas transaharianas. Con los traficantes de cigarrillos y droga, así como con la instalación de grupos islamistas en el Sahara - todos estos protagonistas que tienen interés en hacer una zona de no derecho -, estas rebeliones instauraron un clima de inseguridad que destruyó, en particular, una actividad, sin embargo prometedora, como es el turismo.
Las acciones de AQMI, antes limitadas a Argelia, se extendieron a Mauritania, Malí y Níger. Localmente, además de la inseguridad generada, transforman las prácticas religiosas y sociales de las poblaciones, en particular, sobre el estatuto de la mujer.
En una década, el Sahara se convirtió en una vasta superficie desértica dividida en una serie de territorios y carreteras, controlados por protagonistas múltiples que desafían las fronteras y poderes oficiales. Se entremezclan los intereses de los traficantes de todo género, organizadores de las migraciones y grupos terroristas.
En el medio se encuentran poblaciones desamparadas y Estados incapaces de mantener su control sin la ayuda de las potencias extranjeras. Agitado por múltiples reconfiguraciones geopolíticas y económicas, el Sahara sigue dando de que hablar.
Otra batalla, pacífica esta vez, causa furor en Sahara: los fuertes intereses despertados de países del Norte y países emergentes por las materias primas, visando así las riquezas del subsuelo sahariano. Mauritania, Malí, El Níger y el Chad se convierten en países cortejados donde la hegemonía francesa, vieja de más de cien años, es desplazada por la de China (desde 2007, el Sahara es abastecido en gran parte de mercancías procedentes de China), la India y los Estados Unidos.
Así pues, el monopolio de la sociedad Areva sobre la explotación del uranio nigeriano finalizó con la apertura de una nueva mina puesta en valor por una sociedad china. Del mismo modo, en el ámbito petrolífero, permisos de prospección antes asignados a sociedades occidentales lo son ahora a compañías chinas.
Una inseguridad creciente
Las rebeliones tuaregs de los años noventa y 2000 afectaron duraderamente a las circulaciones comerciales y humanas transaharianas. Con los traficantes de cigarrillos y droga, así como con la instalación de grupos islamistas en el Sahara - todos estos protagonistas que tienen interés en hacer una zona de no derecho -, estas rebeliones instauraron un clima de inseguridad que destruyó, en particular, una actividad, sin embargo prometedora, como es el turismo.
Las acciones de AQMI, antes limitadas a Argelia, se extendieron a Mauritania, Malí y Níger. Localmente, además de la inseguridad generada, transforman las prácticas religiosas y sociales de las poblaciones, en particular, sobre el estatuto de la mujer.
En una década, el Sahara se convirtió en una vasta superficie desértica dividida en una serie de territorios y carreteras, controlados por protagonistas múltiples que desafían las fronteras y poderes oficiales. Se entremezclan los intereses de los traficantes de todo género, organizadores de las migraciones y grupos terroristas.
En el medio se encuentran poblaciones desamparadas y Estados incapaces de mantener su control sin la ayuda de las potencias extranjeras. Agitado por múltiples reconfiguraciones geopolíticas y económicas, el Sahara sigue dando de que hablar.
Referencias
Grégoire Emmanuel et Bourgeot André, Désordre, pouvoirs et recompositions territoriales au Sahara, Hérodote , 2011/3 n° 142, p. 3-11. doi:10.3917/her.142.0003
Brachet Julien et al. , Le Sahara entre espace de circulation et frontière migratoire de l'Europe, Hérodote , 2011/3 n° 142, p. 163-182. doi:10.3917/her.142.0163
Daguzan Jean-François et Moisseron Jean-Yves , La Libye après Kadhafi : essai de prospective géopolitique du conflit libyen, Hérodote , 2011/3 n° 142, p. 78-97. doi:10.3917/her.142.0078
Grégoire Emmanuel , Niger : un État à forte teneur en uranium, Hérodote , 2011/3 n° 142, p. 206-225. doi:10.3917/her.142.0206
Grégoire Emmanuel et Bourgeot André, Désordre, pouvoirs et recompositions territoriales au Sahara, Hérodote , 2011/3 n° 142, p. 3-11. doi:10.3917/her.142.0003
Brachet Julien et al. , Le Sahara entre espace de circulation et frontière migratoire de l'Europe, Hérodote , 2011/3 n° 142, p. 163-182. doi:10.3917/her.142.0163
Daguzan Jean-François et Moisseron Jean-Yves , La Libye après Kadhafi : essai de prospective géopolitique du conflit libyen, Hérodote , 2011/3 n° 142, p. 78-97. doi:10.3917/her.142.0078
Grégoire Emmanuel , Niger : un État à forte teneur en uranium, Hérodote , 2011/3 n° 142, p. 206-225. doi:10.3917/her.142.0206