La polémica acerca de si las plantas tienen consciencia continúa dividiendo a la comunidad científica.
Un artículo de opinión publicado la semana pasada en la revista Trends in Plant Science, de la Universidad de California, asegura que las plantas no piensan.
Firmado por el profesor Lincoln Taiz, del Departamento de Biología Molecular, Celular y del Desarrollo de Universidad de California en Santa Cruz, y por otros colegas, el artículo argumenta que las plantas no pueden tener ningún tipo de consciencia.
Señalan que en 2016, el neurocientífico del hospital Mount Sinai, Todd Feinberg , y el biólogo evolutivo de la Universidad del Estado de Washington, Jon Mallatt, realizaron un amplio estudio de la literatura anatómica, neurofisiológica, conductual y evolutiva, a partir del cual pudieron derivar una serie de criterios para la emergencia de la consciencia.
Los únicos seres vivos que cumplieron con esos criterios fueron los vertebrados, artrópodos y cefalópodos (como los pulpos y los calamares).
"Feinberg y Mallatt llegaron a la conclusión de que solo los vertebrados, los artrópodos y los cefalópodos poseen la estructura cerebral mínima para la consciencia", señala en su artículo el profesor Taiz.
Añade que estos hallazgos hacen que sea extremadamente improbable que las plantas, que carecen de estructuras anatómicas remotamente comparables a la complejidad del cerebro, posean la cantidad mínima de consciencia necesaria para ser registrada por un sistema.
"Y si hay animales que no tienen conciencia, entonces podemos estar bastante seguros de que las plantas, que ni siquiera tienen neuronas, y mucho menos cerebros, tampoco la tienen", añade Taiz.
Antecedentes
Tal como explicamos en otro artículo, desde 2006 diversas investigaciones han llegado a la conclusión de que las plantas muestran indicios de que disponen de algún tipo de consciencia.
Por ejemplo, son sensibles a la anestesia, se comunican a través de sustancias químicas con hongos y animales, e incluso pueden establecer relaciones de diversa índole con los humanos.
También se ha demostrado que las plantas alimentan a los miembros débiles de su propia especie proporcionándoles nutrientes, lo que parece indicar que pueden reconocer a su propia “familia”.
Otro de los descubrimientos ha sido la identificación de los "árboles madre", que ayudan a las plántulas a crecer, suministrándoles los nutrientes que necesitan a través de las microrrizas (que son las simbiosis que se dan entre los hongos del subsuelo y las raíces de los árboles).
Por último, se ha argumentado que las plantas tienen también memoria y capacidad de aprendizaje, a partir de la Mimosa púdica, una planta que cierra sus hojas inmediatamente cuando entra en contacto con potenciales depredadores, una reacción aprendida de la experiencia y que recuerda durante semanas.
A partir de estos y otros descubrimientos, diversos investigadores defienden que, a pesar de carecer de cerebro y de sistema nervioso, las plantas son inteligentes porque luchan por la supervivencia aplicando estrategias.
Un artículo de opinión publicado la semana pasada en la revista Trends in Plant Science, de la Universidad de California, asegura que las plantas no piensan.
Firmado por el profesor Lincoln Taiz, del Departamento de Biología Molecular, Celular y del Desarrollo de Universidad de California en Santa Cruz, y por otros colegas, el artículo argumenta que las plantas no pueden tener ningún tipo de consciencia.
Señalan que en 2016, el neurocientífico del hospital Mount Sinai, Todd Feinberg , y el biólogo evolutivo de la Universidad del Estado de Washington, Jon Mallatt, realizaron un amplio estudio de la literatura anatómica, neurofisiológica, conductual y evolutiva, a partir del cual pudieron derivar una serie de criterios para la emergencia de la consciencia.
Los únicos seres vivos que cumplieron con esos criterios fueron los vertebrados, artrópodos y cefalópodos (como los pulpos y los calamares).
"Feinberg y Mallatt llegaron a la conclusión de que solo los vertebrados, los artrópodos y los cefalópodos poseen la estructura cerebral mínima para la consciencia", señala en su artículo el profesor Taiz.
Añade que estos hallazgos hacen que sea extremadamente improbable que las plantas, que carecen de estructuras anatómicas remotamente comparables a la complejidad del cerebro, posean la cantidad mínima de consciencia necesaria para ser registrada por un sistema.
"Y si hay animales que no tienen conciencia, entonces podemos estar bastante seguros de que las plantas, que ni siquiera tienen neuronas, y mucho menos cerebros, tampoco la tienen", añade Taiz.
Antecedentes
Tal como explicamos en otro artículo, desde 2006 diversas investigaciones han llegado a la conclusión de que las plantas muestran indicios de que disponen de algún tipo de consciencia.
Por ejemplo, son sensibles a la anestesia, se comunican a través de sustancias químicas con hongos y animales, e incluso pueden establecer relaciones de diversa índole con los humanos.
También se ha demostrado que las plantas alimentan a los miembros débiles de su propia especie proporcionándoles nutrientes, lo que parece indicar que pueden reconocer a su propia “familia”.
Otro de los descubrimientos ha sido la identificación de los "árboles madre", que ayudan a las plántulas a crecer, suministrándoles los nutrientes que necesitan a través de las microrrizas (que son las simbiosis que se dan entre los hongos del subsuelo y las raíces de los árboles).
Por último, se ha argumentado que las plantas tienen también memoria y capacidad de aprendizaje, a partir de la Mimosa púdica, una planta que cierra sus hojas inmediatamente cuando entra en contacto con potenciales depredadores, una reacción aprendida de la experiencia y que recuerda durante semanas.
A partir de estos y otros descubrimientos, diversos investigadores defienden que, a pesar de carecer de cerebro y de sistema nervioso, las plantas son inteligentes porque luchan por la supervivencia aplicando estrategias.
Reacción en contra
El nuevo artículo descalifica todo el argumentario elaborado a partir de estas investigaciones, considerando que no han tenido en cuenta la complejidad de los procesos naturales que alumbran la consciencia en los seres vivos.
Sobre la supuesta capacidad de memoria y aprendizaje, Taiz y sus colegas enfatizan que estas respuestas están codificadas genéticamente y se han perfeccionado a través de generaciones de selección natural.
“El mayor peligro de las plantas antropomorfizantes en investigación es que socava la objetividad del investigador. Lo que hemos visto es que las plantas y los animales desarrollaron estrategias de vida muy diferentes. El cerebro es un órgano muy complejo, y la planta no tiene ninguna ventaja en tener un sistema nervioso altamente desarrollado”, señala Taiz.
Y concluye: “los defensores de la conciencia vegetal han pasado constantemente por alto el extraordinario y notable grado de complejidad estructural, organizativa y funcional que tenía el cerebro animal para evolucionar, antes de que la conciencia pudiera emerger.”
La polémica continúa
El nuevo artículo ilustra el debate sobre la posibilidad de que las plantas tengan algún tipo de conciencia, pero no cierra la polémica.
El filósofo de la Universidad del País Vasco Michael Marder plantea que las plantas están en sintonía con su entorno y que, en función de él, toman muchas decisiones complejas, como el momento en que deben florecer.
"Si la consciencia significa ser 'con conocimiento', las plantas se ajustan a la perfección” a este concepto, señala Marder.
Otra autora de referencia de esta interpretación, Monica Gagliano, de la Universidad de Australia Occidental, señala que pensar en nosotros mismos nos proporciona una sensación subjetiva de lo que puede ser la vida interior de un árbol o de un arbusto.
Sin embargo, señala Gagliano, las plantas podrían estar llevando una forma de consciencia diferente que nuestra inteligencia no puede todavía apreciar.
El nuevo artículo descalifica todo el argumentario elaborado a partir de estas investigaciones, considerando que no han tenido en cuenta la complejidad de los procesos naturales que alumbran la consciencia en los seres vivos.
Sobre la supuesta capacidad de memoria y aprendizaje, Taiz y sus colegas enfatizan que estas respuestas están codificadas genéticamente y se han perfeccionado a través de generaciones de selección natural.
“El mayor peligro de las plantas antropomorfizantes en investigación es que socava la objetividad del investigador. Lo que hemos visto es que las plantas y los animales desarrollaron estrategias de vida muy diferentes. El cerebro es un órgano muy complejo, y la planta no tiene ninguna ventaja en tener un sistema nervioso altamente desarrollado”, señala Taiz.
Y concluye: “los defensores de la conciencia vegetal han pasado constantemente por alto el extraordinario y notable grado de complejidad estructural, organizativa y funcional que tenía el cerebro animal para evolucionar, antes de que la conciencia pudiera emerger.”
La polémica continúa
El nuevo artículo ilustra el debate sobre la posibilidad de que las plantas tengan algún tipo de conciencia, pero no cierra la polémica.
El filósofo de la Universidad del País Vasco Michael Marder plantea que las plantas están en sintonía con su entorno y que, en función de él, toman muchas decisiones complejas, como el momento en que deben florecer.
"Si la consciencia significa ser 'con conocimiento', las plantas se ajustan a la perfección” a este concepto, señala Marder.
Otra autora de referencia de esta interpretación, Monica Gagliano, de la Universidad de Australia Occidental, señala que pensar en nosotros mismos nos proporciona una sensación subjetiva de lo que puede ser la vida interior de un árbol o de un arbusto.
Sin embargo, señala Gagliano, las plantas podrían estar llevando una forma de consciencia diferente que nuestra inteligencia no puede todavía apreciar.
Referencia
Plants Neither Possess nor Require Consciousness. Lincoln Taiz et al. Trends in Plant Science, July 03, 2019. DOI:https://doi.org/10.1016/j.tplants.2019.05.008
Plants Neither Possess nor Require Consciousness. Lincoln Taiz et al. Trends in Plant Science, July 03, 2019. DOI:https://doi.org/10.1016/j.tplants.2019.05.008