Un equipo de investigadores ha desentrañado los misterios de los romances entre moscas. Ha descubierto que los machos son impresionados no por la belleza de las hembras, sino por las señales luminosas que emiten batiendo sus alas. Y que además tiene que hacer buen tiempo para que la cosa marche, según se informa en un comunicado.
Para descubrirlo, lo primero que hicieron los investigadores fue filmar el movimiento de las alas de las moscas verdes conocidas científicamente como Lucilia Sericata a plena luz del día.
Luego descompusieron los movimientos con 15.000 imágenes por segundo y descubrieron que cada movimiento de las alas produce un flash luminoso que refleja la luz recibida.
A continuación midieron la frecuencia de estas señales luminosas y constataron que era diferente según el género y la edad de las moscas: 178 hercios para las hembras jóvenes, 212 hercios para los machos también jóvenes, 235 hercios para las hembras mayores y 266 hercios para los machos adultos. Un hercio representa un ciclo por cada segundo.
Por último, observaron las reacciones de los machos en edad de procrear a estas señales lumínicas y descubrieron que la frecuencia lumínica emitida por las alas de las hembras excita sobre todo a estos machos, mucho más que a los adultos.
Incluso pudieron establecer que los 178 hercios es su frecuencia de excitación y que si el aleteo se detiene, los machos no se fijan en las hembras. Eso significa, según los investigadores, que en la atracción sexual entre moscas no influye el aspecto físico.
Por último, también descubrieron que nada interesante ocurre entre ellos en ausencia de luz. El romance sólo funciona cuando hace buen tiempo, o cuando la luz solar es sustituida con lámparas LED en el laboratorio.
Es decir, cuando los investigadores utilizaron lámparas LED a 178 hercios para imitar las señales de comunicación enviadas por las hembras, los machos eran igualmente atraídos, incluso aunque no hubiera moscas hembras reales en el entorno .
Han comprobado asimismo que cuando está nublado, la luz del entorno disminuye y no hay condiciones para que el batido de las alas de las hembras refleje la luz y permita despertar el interés de los machos. Sólo cuando las moscas se exponen a una luz directa, el romance se hace posible.
Para descubrirlo, lo primero que hicieron los investigadores fue filmar el movimiento de las alas de las moscas verdes conocidas científicamente como Lucilia Sericata a plena luz del día.
Luego descompusieron los movimientos con 15.000 imágenes por segundo y descubrieron que cada movimiento de las alas produce un flash luminoso que refleja la luz recibida.
A continuación midieron la frecuencia de estas señales luminosas y constataron que era diferente según el género y la edad de las moscas: 178 hercios para las hembras jóvenes, 212 hercios para los machos también jóvenes, 235 hercios para las hembras mayores y 266 hercios para los machos adultos. Un hercio representa un ciclo por cada segundo.
Por último, observaron las reacciones de los machos en edad de procrear a estas señales lumínicas y descubrieron que la frecuencia lumínica emitida por las alas de las hembras excita sobre todo a estos machos, mucho más que a los adultos.
Incluso pudieron establecer que los 178 hercios es su frecuencia de excitación y que si el aleteo se detiene, los machos no se fijan en las hembras. Eso significa, según los investigadores, que en la atracción sexual entre moscas no influye el aspecto físico.
Por último, también descubrieron que nada interesante ocurre entre ellos en ausencia de luz. El romance sólo funciona cuando hace buen tiempo, o cuando la luz solar es sustituida con lámparas LED en el laboratorio.
Es decir, cuando los investigadores utilizaron lámparas LED a 178 hercios para imitar las señales de comunicación enviadas por las hembras, los machos eran igualmente atraídos, incluso aunque no hubiera moscas hembras reales en el entorno .
Han comprobado asimismo que cuando está nublado, la luz del entorno disminuye y no hay condiciones para que el batido de las alas de las hembras refleje la luz y permita despertar el interés de los machos. Sólo cuando las moscas se exponen a una luz directa, el romance se hace posible.
Reconocimiento por la luz
En el estudio, publicado en BMC Biology, los investigadores concluyen que el reconocimiento por los fotoreceptores situados en las células sensoriales situadas bajo la córnea y el cristalino de los ojos de los insectos, juega un papel determinante en el reconocimiento de una pareja sexual, siempre que haga buen tiempo.
Hay que tener en cuenta que las moscas tienen un sistema visual de los más desarrollados en el mundo de los insectos. Esta potencia visual la necesitan para sus vuelos hábiles y rápidos.
También sabemos que, a diferencia de los humanos, las moscas disponen de una vista panorámica y un campo de visión prácticamente ilimitado, por lo que no es de extrañar que la evolución haya aprovechado esta potencia visual como medio de establecer la búsqueda de pareja, estiman los investigadores.
Sobre todo teniendo en cuenta que los machos tienen los ojos más grandes y que son ellos los que vuelan sobre las hembras para acoplarse. A partir de estos datos, los investigadores se preguntaron si los ojos jugarían un papel en la formación de parejas y finalmente comprobaron que las moscas usan la luz del flash de la frecuencia de sus alas para indicar a sus compañeros la edad, el sexo y la disponibilidad para el apareamiento.
Los investigadores dicen incluso que hay similitudes entre les sistema de reconocimiento de las moscas y Tinder, una aplicación geosocial que permite a los usuarios comunicarse con otras personas con base en sus preferencias para charlar y concretar citas o encuentros, y en la que coinciden 10 millones de personas cada día.
Consideran que estas herramientas permiten filtrar la información de una posible pareja (como hacen las moscas con el batido de las alas) y que por ello es importante lo que se cuenta en el perfil que dejamos en la aplicación.
En el estudio, publicado en BMC Biology, los investigadores concluyen que el reconocimiento por los fotoreceptores situados en las células sensoriales situadas bajo la córnea y el cristalino de los ojos de los insectos, juega un papel determinante en el reconocimiento de una pareja sexual, siempre que haga buen tiempo.
Hay que tener en cuenta que las moscas tienen un sistema visual de los más desarrollados en el mundo de los insectos. Esta potencia visual la necesitan para sus vuelos hábiles y rápidos.
También sabemos que, a diferencia de los humanos, las moscas disponen de una vista panorámica y un campo de visión prácticamente ilimitado, por lo que no es de extrañar que la evolución haya aprovechado esta potencia visual como medio de establecer la búsqueda de pareja, estiman los investigadores.
Sobre todo teniendo en cuenta que los machos tienen los ojos más grandes y que son ellos los que vuelan sobre las hembras para acoplarse. A partir de estos datos, los investigadores se preguntaron si los ojos jugarían un papel en la formación de parejas y finalmente comprobaron que las moscas usan la luz del flash de la frecuencia de sus alas para indicar a sus compañeros la edad, el sexo y la disponibilidad para el apareamiento.
Los investigadores dicen incluso que hay similitudes entre les sistema de reconocimiento de las moscas y Tinder, una aplicación geosocial que permite a los usuarios comunicarse con otras personas con base en sus preferencias para charlar y concretar citas o encuentros, y en la que coinciden 10 millones de personas cada día.
Consideran que estas herramientas permiten filtrar la información de una posible pareja (como hacen las moscas con el batido de las alas) y que por ello es importante lo que se cuenta en el perfil que dejamos en la aplicación.