Fuente: Everystockphoto.
La felicidad que obtenemos al disfrutar de unas vacaciones o hacer ejercicio físico, como montar en bicicleta, es inicialmente grande, y sigue creciendo cuando recordamos nuestras experiencias. Por el contrario, la felicidad que sentimos cuando compramos un coche nuevo, una televisión de pantalla plana o cualquier otro objeto tiende a desaparecer rápidamente. Esto es lo que sugiere un estudio realizado por dos psicólogos de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, que afirman que hay varias razones por las que los humanos obtenemos un placer mayor y más duradero de las experiencias que vivimos que de los objetos que adquirimos.
Thomas Gilovich y su colaborador, Travis J. Carter, publicarán pronto los resultados de la presente investigación en la revista especializada Journal of Personality and Social Psychology.
En un comunicado de la Universidad de Cornell, Gilovich adelanta que una de las razones para esta diferencia en la felicidad obtenida de experiencias o de objetos comprados radicaría en que “las experiencias son menos comparables que los objetos y, por tanto, están menos sometidas a las comparaciones sociales odiosas, ante las que no son tan vulnerables”.
Las vivencias nos resultarían, por tanto, más satisfactorias porque son más difíciles de comparar con las experiencias de otros, dado que pertenecen sólo a aquéllos que las han vivido.
Por el contrario, la gente puede sentirse menos satisfecha con sus adquisiciones materiales porque se tiende a pensar mucho en lo que “se podría tener” (un mejor modelo, un mejor precio…), una vez que se ha hecho una compra.
Nos adaptamos a los objetos
Según los científicos, los consumidores emplean más tiempo en pensar sobre los objetos materiales que no eligieron que el que dedican a comparar sus experiencias con las de otros.
Otra razón que marca la diferencia entre la satisfacción que obtenemos al comprarnos algo o la que obtenemos al disfrutar de una experiencia es, sorprendentemente, nuestra capacidad de adaptación.
Gilovich afirma que “existen muchas investigaciones sobre el bienestar y la felicidad que demuestran que nos adaptamos a la mayoría de las cosas”.
Por eso, cuando compramos algo nuevo, nuestra adquisición nos hace felices inicialmente, pero enseguida nos adaptamos a ella, lo que termina con la felicidad que nos proporcionaba.
En cambio, otro tipo de gastos, los que dedicamos a proporcionarnos ciertas experiencias –como un viaje-, no se ven sometidos a esta capacidad de adaptación.
Thomas Gilovich y su colaborador, Travis J. Carter, publicarán pronto los resultados de la presente investigación en la revista especializada Journal of Personality and Social Psychology.
En un comunicado de la Universidad de Cornell, Gilovich adelanta que una de las razones para esta diferencia en la felicidad obtenida de experiencias o de objetos comprados radicaría en que “las experiencias son menos comparables que los objetos y, por tanto, están menos sometidas a las comparaciones sociales odiosas, ante las que no son tan vulnerables”.
Las vivencias nos resultarían, por tanto, más satisfactorias porque son más difíciles de comparar con las experiencias de otros, dado que pertenecen sólo a aquéllos que las han vivido.
Por el contrario, la gente puede sentirse menos satisfecha con sus adquisiciones materiales porque se tiende a pensar mucho en lo que “se podría tener” (un mejor modelo, un mejor precio…), una vez que se ha hecho una compra.
Nos adaptamos a los objetos
Según los científicos, los consumidores emplean más tiempo en pensar sobre los objetos materiales que no eligieron que el que dedican a comparar sus experiencias con las de otros.
Otra razón que marca la diferencia entre la satisfacción que obtenemos al comprarnos algo o la que obtenemos al disfrutar de una experiencia es, sorprendentemente, nuestra capacidad de adaptación.
Gilovich afirma que “existen muchas investigaciones sobre el bienestar y la felicidad que demuestran que nos adaptamos a la mayoría de las cosas”.
Por eso, cuando compramos algo nuevo, nuestra adquisición nos hace felices inicialmente, pero enseguida nos adaptamos a ella, lo que termina con la felicidad que nos proporcionaba.
En cambio, otro tipo de gastos, los que dedicamos a proporcionarnos ciertas experiencias –como un viaje-, no se ven sometidos a esta capacidad de adaptación.
Ocho estudios
Hace unos años, Givolich realizó diversos estudios en los que se demostró que la gente obtenía generalmente más felicidad de sus experiencias que de sus posesiones. En esta investigación reciente, el psicólogo y su colaborador han tratado de descubrir porqué.
Para ello, realizaron ocho estudios distintos, según explican los investigadores en el artículo del Journal of Personality and Social Psychology.
En uno de los estudios, constaron que los participantes se sentían menos satisfechos con sus adquisiciones materiales porque tendían más a pensar en las opciones que otros habían escogido, y que ellos mismos podrían haber escogido también.
Un segundo estudio reveló que los participantes buscaban el mayor rendimiento cuando elegían algo. Cuando seleccionaban sus experiencias, por el contrario, buscaban su propia satisfacción.
Por otra parte, en otro estudio se constató que los participantes examinaban más las adquisiciones materiales no escogidas que las experiencias que no habían seleccionado.
En el resto de los estudios, se demostró que la satisfacción de los participantes por sus adquisiciones materiales se reducía por las comparaciones con otras opciones disponibles, con las mismas opciones a precios distintos, y con otras opciones escogidas por otros participantes.
Políticas para la felicidad
En general, explica Gilovich, las comparaciones visibles reducen la satisfacción que nos producen los objetos materiales que compramos. Por el contrario, si comparamos experiencias, aunque sean similares –como un viaje a un mismo lugar- cada una de estas experiencias resultan únicas y, por tanto, el placer que producen no es fácilmente reducible por comparación.
Los resultados de la presente investigación sugieren que, dado que la gente obtiene más felicidad de sus experiencias que de sus posesiones, deberían llevarse a cabo políticas que desarrollen los recursos necesarios para asegurar que la población disfrute de diversas experiencias.
Por ejemplo, no se puede hacer senderismo si no hay rutas o no es fácil ir en bicicleta por la ciudad si no hay carril específico para bicicletas.
Según Gilovich, si este tipo de cosas es lo que hace que las personas disfruten más y durante más tiempo, se deben crear comunidades que cuenten con parques, senderos e instalaciones en los que las experiencias que nos hacen felices puedan desarrollarse.
Hace unos años, Givolich realizó diversos estudios en los que se demostró que la gente obtenía generalmente más felicidad de sus experiencias que de sus posesiones. En esta investigación reciente, el psicólogo y su colaborador han tratado de descubrir porqué.
Para ello, realizaron ocho estudios distintos, según explican los investigadores en el artículo del Journal of Personality and Social Psychology.
En uno de los estudios, constaron que los participantes se sentían menos satisfechos con sus adquisiciones materiales porque tendían más a pensar en las opciones que otros habían escogido, y que ellos mismos podrían haber escogido también.
Un segundo estudio reveló que los participantes buscaban el mayor rendimiento cuando elegían algo. Cuando seleccionaban sus experiencias, por el contrario, buscaban su propia satisfacción.
Por otra parte, en otro estudio se constató que los participantes examinaban más las adquisiciones materiales no escogidas que las experiencias que no habían seleccionado.
En el resto de los estudios, se demostró que la satisfacción de los participantes por sus adquisiciones materiales se reducía por las comparaciones con otras opciones disponibles, con las mismas opciones a precios distintos, y con otras opciones escogidas por otros participantes.
Políticas para la felicidad
En general, explica Gilovich, las comparaciones visibles reducen la satisfacción que nos producen los objetos materiales que compramos. Por el contrario, si comparamos experiencias, aunque sean similares –como un viaje a un mismo lugar- cada una de estas experiencias resultan únicas y, por tanto, el placer que producen no es fácilmente reducible por comparación.
Los resultados de la presente investigación sugieren que, dado que la gente obtiene más felicidad de sus experiencias que de sus posesiones, deberían llevarse a cabo políticas que desarrollen los recursos necesarios para asegurar que la población disfrute de diversas experiencias.
Por ejemplo, no se puede hacer senderismo si no hay rutas o no es fácil ir en bicicleta por la ciudad si no hay carril específico para bicicletas.
Según Gilovich, si este tipo de cosas es lo que hace que las personas disfruten más y durante más tiempo, se deben crear comunidades que cuenten con parques, senderos e instalaciones en los que las experiencias que nos hacen felices puedan desarrollarse.