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Las escuelas necesitan una nueva matriz

Deben recuperar el protagonismo como agencia educativa privilegiada


En escritos anteriores hemos justificado debidamente el final de la escuela de la modernidad y remarcado la necesidad de crear un nuevo modelo de institución que responda a las necesidades de los tiempos que corren y a las demandas de los usuarios del presente y del futuro. Hemos desarrollado también la necesidad de recrear o reconstruir nuevos relatos legitimadores que permitan poner en marcha una educación con impacto en los individuos y en la sociedad. En esta oportunidad, pretendemos determinar algunos caracteres que articulen el futuro de la educación con las escuelas que se necesitan para ponerlas nuevamente en funcionamiento y crear una nueva matriz que les permita recuperar el protagonismo como agencia educativa privilegiada. Es posible que muchas de las propuestas parezcan atrevidas, casi imposibles de aplicar o lejanas de nuestras prácticas actuales, pero ese el riesgo que corremos cuando pretendemos abrir un nuevo camino. Solamente el tiempo lo convierte en razonable y natural. Por Noro Jorge Eduardo.


Noro Jorge Eduardo
24/09/2006

Escuela de Aussois.
Escuela de Aussois.
La escuela del presente reproduce aún el diseño propio de la modernidad, respondiendo a las expectativas y a las demandas de ese contexto, a través de una estructura que representaba y reforzaba sus paradigmas. Las instituciones educativas crecieron asociadas – por ejemplo - al peso y al rigor del trabajo moderno y al aprovechamiento del tiempo, y se fortalecieron como instrumento de sacrificio y esfuerzo permanente descartando cualquier expresión de gratificación y placer.

Esa escuela - en cuyo contexto de aparición se produce el descubrimiento y la construcción de la infancia - puso el énfasis en la educación de una etapa de la vida, particularmente aquella que se relacionaba con el crecimiento y habilitaba una separación transitoria de la familia hasta lograr un tipo de maduración que habilitaba para la inserción en la sociedad, para el trabajo o para la proyección en los estudios superiores.

Limites de la escuela del pasado

La educación y la escuela se concentraron en la infancia y en la niñez, y con el paso del tiempo se ocuparon también de la pubertad y la adolescencia. A partir de la juventud la educación dejaba de ser una carga pública, una responsabilidad de la sociedad y del estado o una obligación de los usuarios. El ícono clásico ha sido durante mucho tiempo el de la educación de los niños a cargo de un maestro o una maestra, en una unidad de tiempo y de espacio.

Con la profundización del modelo y la instalación de la escuela en el paisaje moderno las diversas ciencias auxiliares fueron creando las necesarias explicaciones para justificar la irrupción de la educación escolarizada en la construcción de la subjetividad de los niños y de los adolescentes.

Las sucesivas crisis de crecimiento ameritaban – en esa etapa - la presencia de educadores que secundaran a la familia acompañando el desarrollo de los sujetos. Y a su vez, la sociedad necesitaba disciplinar preventivamente a sus miembros, asegurar la transmisión sistemática y crítica del patrimonio cultural, preparándolos para el futuro ejercicio de la ciudadanía y el ingreso al mercado del trabajo.

Para cada etapa de la vida

Esa escuela es la que ha sobrevivido hasta nuestros días. Ese es el modelo que ha prescripto y que reclama otro, cuya matriz sea más acorde a los tiempos que vivimos, rompiendo la natural identificación con una etapa de la vida, con un lugar específico de trabajo, con tiempos predeterminados y con un solo tipo de educadores.

Pero ese nuevo concepto de escuela, cuyo formato debería estar en gestación para un próximo alumbramiento, debe también darle otra dimensión a la educación y a los servicios de las escuelas (con los formatos y los nombres que se les impongan).

La educación es efectivamente una tarea de toda la vida, de modos diversos (generalmente como auto-educación) acompaña toda la existencia humana desde nuestro nacimiento hasta la muerte. Si nuestro ser se constituye a través de la existencia, nuestro perfeccionamiento y crecimiento deben ser permanentes y requieren la educación.

En momentos claves de la escolarización moderna, hubo autores y promotores de la educación universal que intuyeron – aunque nunca pudieron poner en la práctica – que era necesario convertir a las escuelas y a sus maestros en educadores de toda la vida: si los conocimientos y la cultura oportunamente adquiridos no recibían la alimentación requerida, la supervivencia de la educación amenazaba con deteriorarse o desaparecer.

Crisis de crecimiento

En nuestro tiempo podemos avanzar aun mucho más: las crisis de crecimiento no son privativas de las primeras edades, sino que nos acompañan en cada etapa de nuestra vida. Algunos autores afirman que promediando cada década debemos afrontar alguna de ellas. Es oportuno que la educación ayude a procesar estos momentos difíciles que desarticulan nuestros saberes existenciales, nos exponen la incertidumbre, y requieren la adquisición de nuevas hojas de ruta para seguir navegando.

Si bien muchas estas crisis son superadas por la autonomía y la madurez de los sujetos, por el círculo de los afectos, por la intervención de profesionales que atienden a la cuestión, en muchísimos casos nunca se procesan, nunca se afrontan, nunca se resuelven, y los desajuste terminan perjudicando a la sociedad. Escuelas con diversos formatos y a cargo de otro tipo de responsables (seguramente con una formación profesional específica) deberán ofrecerse como ámbitos de debate, de reflexión, de orientación, de escucha para encauzar las dificultades de las diversas edades.

Nuevas alfabetizaciones

El paso por la escuela, independientemente del grado de aprovechamiento de la misma, no asegura en manejo de las competencias para toda la vida. Lo que Sarmiento pretendía sembrar a través de la Biblioteca Populares y Condorcet con un sistema de conferencias semanales, en nuestros días se convierte en un nuevo mandato: las nuevas alfabetizaciones. La expansión del conocimiento ha generado nuevos nichos de ignorancia y es necesario responder con nuevos programas de alfabetización que no reconoce condiciones ni edades.

Lo aprendido originalmente en las escuelas debe ser alimentado y ampliado, y lo que nunca se aprendió en la escuela requiere una intervención específica del mismo sistema escolar que se ofrece como alternativa válida para el ingreso o el retorno de los adultos a las escuelas.

No se trata ya de imposiciones ni de obligaciones, sino de ofrecimiento, de disponibilidad y de ejercicios de derecho: todos los ciudadanos deben disponer de oportunidades para acceder a los nuevos conocimientos necesarios: idiomas, nuevas tecnología, lenguaje de la imagen, alfabetización mediática y digital, las comunicaciones, problemáticas del mundo contemporáneo.

Esta posibilidad de reciclar y actualizar saberes y conocimientos – especialmente en los sectores populares que no han podido completar los niveles aconsejables de escolarización – sirve también para potenciar la presencia de los padres frente a sus hijos incorporados en una forma más actualizada y creativa de escuela.

Capital cultural

Algo similar puede afirmarse de las necesidades de los adultos que se encuentran día a día con el patrimonio cultural en expansión, el crecimiento veloz e insospechado de mundo de la ciencia y de la tecnología, las nuevas formas de vida social y de ejercicio de la ciudadanía, los cambios de percepción de la realidad, los nuevos y abundantes productos culturales.

Todo esto exige una nueva presencia escolar para que los adultos –con experiencia de vida y con una renovada capacidad de aprendizaje y apropiación – puedan aprovechar los nuevos saberes que recorren el complejo mundo que vivimos. En modo alguno podrán repetirse los modelos y los esquemas de las escuelas del pasado, ya que ni los agentes educadores, ni el funcionamiento de los encuentros, ni la dinámica de la enseñanza, el aprendizaje y la acreditación pueden asimilarse a los modelos del pasado, sino que requieren otro tipo de aportes y resolución.

Demandas del nuevo orden laboral

No puede soslayarse un fenómeno actual: los cambios en los paradigmas del trabajo que tienen la rara virtud y la curiosidad habilidad de convertir al progreso en flexibilización laboral y el rendimiento de las inversiones y la automatización en expulsión de los mercados productivos. La desocupación, los empleos transitorios, la búsqueda de nuevas oportunidades ha ganado las calles y sorprende a ciudadanos de diversas edades y condición social.

Mientras el trabajo moderno era un trabajo de por vida, en pocos años los modelos laborales del presente responden a la provisoriedad, a la búsqueda, a la vivencia de una transición permanente. Nadie se siente seguro en sus empleos y, mientras disfruta de uno, piensa cómo logrará reubicarse en otro mejor. La escuela del pasado preparaba para ese único trabajo, que cada ser humano debía elegir y mantener de por vida.

La elección vocacional, la opción por determinadas orientaciones, el tipo de instituciones apuntada a ese principio. La escuela del presente y la que futuro necesita, reclama otras respuestas: es imperioso no sólo preparar a los sujetos para la búsqueda inicial y permanente – disponiendo de las competencia requeridas - sino que deberá hacerse cargo, especialmente, de los que – en las diversas etapas – no consiguen trabajo, no pueden mantenerlo o no logra ser incorporado a ninguno de los puestos disponibles, o exhiben una serie de síntomas que le impiden ordenar su vida personal y familiar, integrarse a universo social, mantener una visión batalladora y optimista frente al porvenir.

Por su parte, las empresas y el mundo económico establecieron siempre relaciones con la educación y las escuelas, pero muchas veces – desconfiando del sistema y del producto – han terminado por crear sus propios circuitos formativos. Lo más lógico sería que sean las escuelas las que puedan satisfacer – con creatividad y atrevimiento - las demandas cambiantes de las empresas, el reciclado de diversos estamentos de trabajadores (obreros, supervisores, gerentes, etc.), los cambios en el sector de los servicios públicos o prestaciones del estado, los requerimientos de las nuevas estructuras sociales, ciudadanas y participativas que exigen una preparación para las funciones políticas o el desempeño en los diversos cargos de la administración pública y aún en los organismos de representación.

Tercera edad

La vida humana ha crecido en expectativa y duración. En el pasado la expectativa de vida era más limitada y el período no productivo o pasivo de una persona era relativamente corto. Jubilarse o retirarse era una determinación que se tomaba con una menguada posibilidad de sobrevida.

Hoy sabemos que quienes se retiran – con diversos tipos de beneficios sociales (o ninguno) – tienen muchos años por delante y que su presencia como hombres y mujeres de la tercera o o de la cuarta edad también requieren otras intervenciones educativas, ya sea para facilitar una salida laboral de otro tipo, una presencia productiva y solidaria en la sociedad, o el ingreso a circuitos de conocimientos que se convierten en un fin en sí mismos o una suerte de satisfacción de los deseos intelectuales personales, conscientes de la imposibilidad de poder reingresar al circuito productivo.

Los formatos educativos exigen otra forma de escuela que permita adecuarse a la realidad de quienes concurren con este tipo de inquietudes y demandas.

Nuevas demandas de la sociedad y de los sujetos

Las sociedades tienen hoy demandas para sus ciudadanos que no son las mismas que del pasado. Muchas de las nuevas reglas de funcionamiento social aparecen a lo largo del tiempo y no pueden ser previstas por una educación inicial y universal.

Las escuelas pueden funcionar como una presencia institucional que atienda a la educación de los consumidores, la puesta en funcionamiento de determinadas leyes o costumbres, la seguridad de los conductores de los diversos vehículos, las actividades solidarias y gratuitas, la formación política responsable de los ciudadanos, el cuidado de la salud y del propio cuerpo, la prevención de diversos tipos de enfermedades, las necesidades de quienes pueden sufrir – en algún momento de sus vidas – algún as situaciones de soledad, imposibilidad de comunicación, adicciones o enfermedades que requieren una ayuda específica.

Respuestas nuevas a viejos problemas

Finalmente la educación con una escuela que se prolonga mas allá de los muros y que se contamina con las dificultades propias de sociedades cada vez más complejas, debe pensar seriamente en encontrar una respuesta creativa e innovadora para quienes no logran incorporarse o mantenerse en el marco de las conductas sociales establecidas.

Quienes delinquen y se convierten – en diversos grados y manifestaciones – en una amenaza para sociedad, deben someterse a los dictámenes de una justicia que, además, debería pensar seriamente su reinserción social. No se trata de eliminarlos o mantenerlos al margen de la ley, replicando fórmulas modernas que claramente dan muestras de su ineficacia.

Un renovado concepto de la educación debe aceptar el desafío de respetando los derechos de las víctimas y el dictamen de la justicia, lucha por lograr la recuperación personal, familiar y social de cada uno de los sujetos ofreciendo caminos seguros (para todos) para poder rearmar la propia existencia. No se trata de instalar escuelas en las cárceles o en los reformatorios, sino de imaginar otro tipo de escuelas que – con sus formatos y sus responsables puedan convertir en educativas las situaciones de encierro que las leyes disponen.

Conclusion: trabajar sobre la matriz

Si todas éstas son funciones que la educación de nuestros días puede y debe cumplir no podemos ignorar los requerimientos de la transformación de las escuelas para lograr su resistencia o su resurrección en un contexto y con un formato absolutamente nuevos. Para honrar su pasado debería crear la matriz necesaria que el futuro nos demanda.

Ciertos artesanos suelen ofrecen productos que se exhiben como similares pero que en cada caso tienen siempre un toque de originalidad. Todos pasan por las manos del artesano pero han nacido de una matriz original. Para crear la matriz – en el caso de la cerámica - trabajan con un tipo de yeso más resistente que admite el tallado de la forma única y original. No se trata de la reproducción de los objetos, sino la particularidad de sus detalles, las inscripciones, las terminaciones.

El trabajo sobre la matriz es la parte más creativa e innovadora porque allí el artesano funciona como un verdadero artista. Luego el proceso continúa: la matriz permite armar, con un tipo de yeso más absorbente cada uno de los moldes para la reproducción en serie de las creaciones. Y a partir de los moldes, la reproducción en serie de las piezas. A esta actividad creativa y re-productiva se le sumarán los sucesivos pasos por el horno, la corrección de los detalles, quitando las muecas y remediando imperfecciones. Las manos creativas se encargan de modelar en cada pieza para que respondan al mismo tiempo al original imaginado y a la singularidad que los distingue.

Pero no hay moldes


Algo similar sucede con la educación. ¿Qué significa crear escuelas? En realidad, una vez creada la primera, reproducirlas fue un mero trabajo de re-creación: están los moldes en los que hay que volcar la voluntad, el entusiasmo, los recursos, los docentes, los alumnos, la organización, el manejo del tiempo y del espacio. No es una tarea fácil porque se deben regular los tiempos, las ideas, los materiales, los detalles, las horneadas, los saberes para poder darle a cada una de las escuelas los caracteres específicos. Desde la modernidad, las escuelas se han reproducido en serie aunque nunca fueron totalmente iguales: cada una tuvo su propia identidad, manteniéndose fiel de la matriz original.

La creatividad estuvo en el origen: en esos primeros tiempos los fundadores tallaron la matriz primera, el modelo original, una forma de funcionamiento, una estructura en condiciones, un tipo de sujetos. Todo eso representó un esfuerzo de creatividad absoluta. Pero a partir de ese paradigma, las diversas creaciones posteriores se conjugaron en torno a ese modelo: ya no hubo creatividad porque la seguridad de la matriz permitía volcar en sus moldes los elementos que reproducían el modelo exitoso.

Cuando las escuelas no funcionan, cuando han entrado en crisis, cuando ya nadie reclama los productos en serie porque han dejado de cumplir las funciones originales, no se pueden – simplemente – retocar la pintura, cambiar el horno, elevar la temperatura, ampliar el tiempo de cocción, intentar modificar detalles de los moldes o de los materiales, es necesario desandar el proceso y crear una nueva matriz.

No resulta fácil porque al crear una matriz no disponemos de moldes, sino de demandas y necesidades: es necesario responder con ideas, creatividad, producción, imaginación, trabajo, atrevimiento. Sólo nos anima la esperanza (hecha certeza) de encontrarnos con un producto absolutamente nuevo y el reclamo permanente y ineludible de los tiempos que corren.



Noro Jorge Eduardo es Doctor en Educación, profesor en filosofía y pedagogía. Especialización en filosofía. Profesor en letras y director institucional del nivel superior en la formación de docentes y profesor universitario de grado y de postgrado. Especializado en historia del pensamiento y de la educación, filosofía de la educación y mundo contemporáneos y nuevas alternativas para la educación. Obras publicadas (además de numerosos artículos): Filosofía, historia, problemas, vida (1997, 1998, 2003); Escuela posible, educación necesaria (2000, 2001), Pensar para educar y Filosofía y educación (2005).



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