Un equipo de investigadores de la Rotman School of Management de la Universidad de Toronto, en Canadá, ha descubierto que las decisiones éticas son más intuitivas que racionales. Aunque se suele creer que la ética implica a la razón y que es un atributo humano libre de emociones, Chen-Bo Zhong, director del estudio, y sus colaboradores han constatado que cuando acometemos cualquier acto de caridad somos más generosos si nos dejamos llevar por nuestros sentimientos, que si nos paramos a pensar en lo que vamos a hacer.
Mentir o tratar bien a los demás
Según sugieren los investigadores en la revista Canada.com, este descubrimiento tendría implicaciones para casi todo, incluida la economía, dado que muchos de los modelos de negocio están basados en frías ecuaciones y análisis.
En una serie de experimentos, se pidió a los participantes que consideraran una decisión, bien racionalmente –ignorando sus emociones- bien en función de sus sentimientos más viscerales.
En ambos casos, las decisiones presentadas implicaban mentir o tratar bien a otra persona. El voluntario que tomaba las decisiones sabía que podría sacar algún beneficio a expensas del otro.
Los resultados fueron los siguientes: un 69% de los participantes que se detuvieron a pensar racionalmente optó por engañar a su compañero; mientras que sólo el 27% de los participantes a los que se pidió que actuaran siguiendo sólo sus sentimientos optaron por engañar en lugar de hacer el bien.
Altruismo y lenguaje
En un experimento aparte, a los participantes se les hicieron dos tipos de preguntas: “¿qué cantidad de dinero decidirían donar?” o “¿qué cantidad de dinero les gustaría donar?”, ante una misma situación altruista.
Según Zhong, esta ligera diferencia en la forma de preguntar, este pequeño cambio en el lenguaje, puso en marcha actitudes mentales diferentes, con resultados distintos: el grupo al que se le preguntó que “decidiera” cuánto dinero dar donó mucho menos dinero que el grupo que donó en función de sus propios deseos o sentimientos.
La conclusión extraída por los científicos es que los procesos de deliberación tienden a enfocar nuestros actos en la consecución de resultados tangibles, reduciendo tanto las emociones como la compasión.
A pesar de esta constatación, la investigación de Zhong y de su equipo reveló también que aunque pensamos que vamos a ser mejor tratados por aquéllos que se dejan llevar por sus emociones, paradójicamente tendemos a querer hacer negocios con personas racionales.
Así, cuando se les preguntó a los voluntarios a qué tipo de persona eligirían para participar en pruebas económicas, más de tres cuartos de ellos –un 75%- optaron por un compañero más “lógico”, en lugar de por un compañero instintivo.
Mentir o tratar bien a los demás
Según sugieren los investigadores en la revista Canada.com, este descubrimiento tendría implicaciones para casi todo, incluida la economía, dado que muchos de los modelos de negocio están basados en frías ecuaciones y análisis.
En una serie de experimentos, se pidió a los participantes que consideraran una decisión, bien racionalmente –ignorando sus emociones- bien en función de sus sentimientos más viscerales.
En ambos casos, las decisiones presentadas implicaban mentir o tratar bien a otra persona. El voluntario que tomaba las decisiones sabía que podría sacar algún beneficio a expensas del otro.
Los resultados fueron los siguientes: un 69% de los participantes que se detuvieron a pensar racionalmente optó por engañar a su compañero; mientras que sólo el 27% de los participantes a los que se pidió que actuaran siguiendo sólo sus sentimientos optaron por engañar en lugar de hacer el bien.
Altruismo y lenguaje
En un experimento aparte, a los participantes se les hicieron dos tipos de preguntas: “¿qué cantidad de dinero decidirían donar?” o “¿qué cantidad de dinero les gustaría donar?”, ante una misma situación altruista.
Según Zhong, esta ligera diferencia en la forma de preguntar, este pequeño cambio en el lenguaje, puso en marcha actitudes mentales diferentes, con resultados distintos: el grupo al que se le preguntó que “decidiera” cuánto dinero dar donó mucho menos dinero que el grupo que donó en función de sus propios deseos o sentimientos.
La conclusión extraída por los científicos es que los procesos de deliberación tienden a enfocar nuestros actos en la consecución de resultados tangibles, reduciendo tanto las emociones como la compasión.
A pesar de esta constatación, la investigación de Zhong y de su equipo reveló también que aunque pensamos que vamos a ser mejor tratados por aquéllos que se dejan llevar por sus emociones, paradójicamente tendemos a querer hacer negocios con personas racionales.
Así, cuando se les preguntó a los voluntarios a qué tipo de persona eligirían para participar en pruebas económicas, más de tres cuartos de ellos –un 75%- optaron por un compañero más “lógico”, en lugar de por un compañero instintivo.
La moral no es fruto de la razón
Según explican los investigadores en un artículo aparecido en la revista especializada Journal of Business Ethics, todos estos resultados contradecirían diversas teorías –antiguas y recientes- que sugieren que tener tiempo para pensar una decisión aumenta la conciencia moral del que decide y, por tanto, la tendencia a elegir opciones más éticas.
El papel del razonamiento consciente ha sido desde siempre asociado a una ética superior: Platón en la Antigüedad, y otros pensadores de los siglos XVII y XVIII, como Cudworth, Cumberland o Clarke coincidieron en opinar que las decisiones morales eran fruto de la razón.
Sin embargo, según los experimentos realizados parece que cuanto mayor sea el tiempo de deliberación menos éticas son nuestras decisiones.
Otro descubrimiento interesante derivado del estudio surgió del análisis posterior de los resultados obtenidos. Entonces, los científicos apreciaron la aparición de un mecanismo subyacente más complejo, en las acciones de los participantes.
Ética compensatoria
Concretamente, aquellos voluntarios que realizaron una primera acción de alto contenido ético, se comportaron de manera significativamente menos ética en las siguientes actuaciones.
Por el contrario, los participantes que inicialmente fueron poco éticos, en las siguientes decisiones siguieron un comportamiento mucho más ético. Según los científicos, este último hallazgo podría proporcionar una base para un modelo de “ética compensatoria”.
Anteriormente habíamos publicado en Tendencias21 información sobre otra investigación también muy curiosa de Chen-Bo Zhong, con la que se demostró que el aislamiento social y los sentimientos de soledad nos hacen sentir que, literalmente, hace más frío en nuestro entorno.
Según explican los investigadores en un artículo aparecido en la revista especializada Journal of Business Ethics, todos estos resultados contradecirían diversas teorías –antiguas y recientes- que sugieren que tener tiempo para pensar una decisión aumenta la conciencia moral del que decide y, por tanto, la tendencia a elegir opciones más éticas.
El papel del razonamiento consciente ha sido desde siempre asociado a una ética superior: Platón en la Antigüedad, y otros pensadores de los siglos XVII y XVIII, como Cudworth, Cumberland o Clarke coincidieron en opinar que las decisiones morales eran fruto de la razón.
Sin embargo, según los experimentos realizados parece que cuanto mayor sea el tiempo de deliberación menos éticas son nuestras decisiones.
Otro descubrimiento interesante derivado del estudio surgió del análisis posterior de los resultados obtenidos. Entonces, los científicos apreciaron la aparición de un mecanismo subyacente más complejo, en las acciones de los participantes.
Ética compensatoria
Concretamente, aquellos voluntarios que realizaron una primera acción de alto contenido ético, se comportaron de manera significativamente menos ética en las siguientes actuaciones.
Por el contrario, los participantes que inicialmente fueron poco éticos, en las siguientes decisiones siguieron un comportamiento mucho más ético. Según los científicos, este último hallazgo podría proporcionar una base para un modelo de “ética compensatoria”.
Anteriormente habíamos publicado en Tendencias21 información sobre otra investigación también muy curiosa de Chen-Bo Zhong, con la que se demostró que el aislamiento social y los sentimientos de soledad nos hacen sentir que, literalmente, hace más frío en nuestro entorno.