Tradicionalmente se ha tratado el tema del “libre albedrío” desde el punto de vista filosófico. El libre albedrío sería el poder humano para elegir y tomar nuestras propias decisiones. De esta definición se deduce que el término estaría relacionado con nuestra mente conciente, es decir, que conscientemente es como elegimos lo que deseamos o no deseamos hacer.
Pero esto último tal vez no sea del todo cierto, al menos si se tiene en cuenta una reciente investigación llevada a cabo por neurocientíficos del Centro Bernstein de Neurociencia Computacional de Berlín, en Alemania, cuyos resultados se han dado a conocer en la revista Nature Neuroscience. En esta investigación se escanearon los cerebros de 14 individuos mientras éstos tomaban una decisión sencilla (presionar un botón u otro en una tarea informática).
Libertad según la neurociencia
Así, los científicos, liderados por el neurólogo John-Dylan Haynes, localizaron con total precisión señales concretas de actividad cerebral hasta 10 segundos antes de que los participantes se dieran cuenta de su propia elección.
Según señaló Haynes a la revista NewSientist, el presente estudio ha demostrado que “nuestras decisiones están predeterminadas inconscientemente mucho tiempo antes de que nuestra propia conciencia las ponga en marcha”.
En Nature Neuroscience, los autores del estudio explican, además, que esta actividad cerebral pre-decisión consciente puede ser decodificada en la corteza prefrontal (relacionada con procesos emocionales e intelectuales) y la corteza parietal (relacionada con el tacto y las partes del cuerpo) del cerebro.
El desfase temporal entre el procesamiento inconsciente de nuestras decisiones y la toma de conciencia sobre lo que vamos a hacer finalmente reflejaría, según los científicos, el funcionamiento de una red de áreas de control de alto nivel en el cerebro. Esta red se empezaría a preparar para la decisión final mucho antes de que ésta llegue a nuestra conciencia.
Experimento con fMRI
Para las exploraciones realizadas por Hayne y su equipo se utilizó una técnica muy avanzada conocida como exploración de resonancia magnética funcional (fMRI, un procedimiento relativamente nuevo que utiliza imágenes de resonancia magnética para medir los pequeños cambios metabólicos de cualquier parte activa del cerebro.
A los 14 voluntarios que participaron en la prueba se les colocó un escáner cerebral mientras realizaban su tarea, que consistía en apretar un botón con un dedo de la mano derecha o de la izquierda tantas veces como quisieran.
Mientras cada uno de los participantes esperaba para hacer su elección, en una pantalla aparecía, de manera intermitente, una letra aleatoria, cada medio segundo. Cada vez que presionaban un botón, los voluntarios debían indicar qué letra había salido en la pantalla en el momento de decidirse.
Los análisis posteriores de los escáneres fMRI demostraron que había existido actividad en la corteza del cerebro segundos antes de que los individuos presionaran el botón.
Desde los años 80
Esta no es la primera vez que los científicos ponen en duda el libre albedrío consciente. En 1983, un neurocientífico norteamericano ya fallecido llamado Benjamin Libet publicaba en la revista de neurología Brain un trabajo acerca de la iniciación inconsciente de un acto voluntario.
Según este trabajo de Libet, las decisiones tomadas por cualquier sujeto son, en primer lugar, llevadas a cabo en el inconsciente y, posteriormente, trasladadas al conciente. Para Libet, la creencia del sujeto en que su decisión depende de su voluntad es debida sólo a la visión retrospectiva del proceso.
El experimento de Libet consistió entonces en pedir a un grupo de voluntarios que efectuasen, cuando lo quisieran, un movimiento simple, como la flexión de una muñeca. Los participantes debían comunicar a los científicos el momento de aparición en su conciencia de la intención de hacer dicho movimiento y el instante de comienzo de la sensación de movimiento.
Al mismo tiempo, los científicos registraron la actividad eléctrica de las áreas motoras del cerebro, descubriendo así que el cerebro, sin esperar a la decisión consciente del sujeto de mover su mano, se ponía en marcha para llevar a cabo su plan. Por tanto, los resultados indicaron que el acto voluntario comienza en el cerebro de manera inconsciente, antes que la intención final llegue a la conciencia.
Proceso conjunto
Según Haynes, “parece como si el cerebro tomase las decisiones antes que la persona en sí”. El científico añade que el experimento, de cualquier forma, se ha centrado en las decisiones cotidianas típicas, que llevamos a cabo a lo largo del día (como: me voy a tomar un zumo de naranja o me lo tomo de manzana…).
En estos casos, parece que el deseo consciente y el inconsciente se ponen de acuerdo o van “al unísono”, conformando entre ambos un solo proceso, explica el científico.
Poder decodificar las decisiones inconscientes antes de que éstas lleguen a la conciencia tendría importantes consecuencias para el desarrollo de tecnologías que conozcan y descifren nuestros deseos, y puedan anticiparse a ellos.
Desde otro punto de vista, la neurología se ocupa también de otros desórdenes del libre albedrío, como son los desórdenes obsesivo-compulsivos (en los que se siente la necesidad de hacer algo en contra de la propia voluntad) u otros síndromes que imponen movimientos involuntarios a los enfermos.
Todos estos estudios hacen pensar dónde se encuentra en realidad la voluntad humana y si, realmente, depende sólo de nuestra conciencia o, por el contrario, está sujeta a muchas otras variables, entre ellas, los niveles más profundos y desconocidos de nuestro cerebro.
Pero esto último tal vez no sea del todo cierto, al menos si se tiene en cuenta una reciente investigación llevada a cabo por neurocientíficos del Centro Bernstein de Neurociencia Computacional de Berlín, en Alemania, cuyos resultados se han dado a conocer en la revista Nature Neuroscience. En esta investigación se escanearon los cerebros de 14 individuos mientras éstos tomaban una decisión sencilla (presionar un botón u otro en una tarea informática).
Libertad según la neurociencia
Así, los científicos, liderados por el neurólogo John-Dylan Haynes, localizaron con total precisión señales concretas de actividad cerebral hasta 10 segundos antes de que los participantes se dieran cuenta de su propia elección.
Según señaló Haynes a la revista NewSientist, el presente estudio ha demostrado que “nuestras decisiones están predeterminadas inconscientemente mucho tiempo antes de que nuestra propia conciencia las ponga en marcha”.
En Nature Neuroscience, los autores del estudio explican, además, que esta actividad cerebral pre-decisión consciente puede ser decodificada en la corteza prefrontal (relacionada con procesos emocionales e intelectuales) y la corteza parietal (relacionada con el tacto y las partes del cuerpo) del cerebro.
El desfase temporal entre el procesamiento inconsciente de nuestras decisiones y la toma de conciencia sobre lo que vamos a hacer finalmente reflejaría, según los científicos, el funcionamiento de una red de áreas de control de alto nivel en el cerebro. Esta red se empezaría a preparar para la decisión final mucho antes de que ésta llegue a nuestra conciencia.
Experimento con fMRI
Para las exploraciones realizadas por Hayne y su equipo se utilizó una técnica muy avanzada conocida como exploración de resonancia magnética funcional (fMRI, un procedimiento relativamente nuevo que utiliza imágenes de resonancia magnética para medir los pequeños cambios metabólicos de cualquier parte activa del cerebro.
A los 14 voluntarios que participaron en la prueba se les colocó un escáner cerebral mientras realizaban su tarea, que consistía en apretar un botón con un dedo de la mano derecha o de la izquierda tantas veces como quisieran.
Mientras cada uno de los participantes esperaba para hacer su elección, en una pantalla aparecía, de manera intermitente, una letra aleatoria, cada medio segundo. Cada vez que presionaban un botón, los voluntarios debían indicar qué letra había salido en la pantalla en el momento de decidirse.
Los análisis posteriores de los escáneres fMRI demostraron que había existido actividad en la corteza del cerebro segundos antes de que los individuos presionaran el botón.
Desde los años 80
Esta no es la primera vez que los científicos ponen en duda el libre albedrío consciente. En 1983, un neurocientífico norteamericano ya fallecido llamado Benjamin Libet publicaba en la revista de neurología Brain un trabajo acerca de la iniciación inconsciente de un acto voluntario.
Según este trabajo de Libet, las decisiones tomadas por cualquier sujeto son, en primer lugar, llevadas a cabo en el inconsciente y, posteriormente, trasladadas al conciente. Para Libet, la creencia del sujeto en que su decisión depende de su voluntad es debida sólo a la visión retrospectiva del proceso.
El experimento de Libet consistió entonces en pedir a un grupo de voluntarios que efectuasen, cuando lo quisieran, un movimiento simple, como la flexión de una muñeca. Los participantes debían comunicar a los científicos el momento de aparición en su conciencia de la intención de hacer dicho movimiento y el instante de comienzo de la sensación de movimiento.
Al mismo tiempo, los científicos registraron la actividad eléctrica de las áreas motoras del cerebro, descubriendo así que el cerebro, sin esperar a la decisión consciente del sujeto de mover su mano, se ponía en marcha para llevar a cabo su plan. Por tanto, los resultados indicaron que el acto voluntario comienza en el cerebro de manera inconsciente, antes que la intención final llegue a la conciencia.
Proceso conjunto
Según Haynes, “parece como si el cerebro tomase las decisiones antes que la persona en sí”. El científico añade que el experimento, de cualquier forma, se ha centrado en las decisiones cotidianas típicas, que llevamos a cabo a lo largo del día (como: me voy a tomar un zumo de naranja o me lo tomo de manzana…).
En estos casos, parece que el deseo consciente y el inconsciente se ponen de acuerdo o van “al unísono”, conformando entre ambos un solo proceso, explica el científico.
Poder decodificar las decisiones inconscientes antes de que éstas lleguen a la conciencia tendría importantes consecuencias para el desarrollo de tecnologías que conozcan y descifren nuestros deseos, y puedan anticiparse a ellos.
Desde otro punto de vista, la neurología se ocupa también de otros desórdenes del libre albedrío, como son los desórdenes obsesivo-compulsivos (en los que se siente la necesidad de hacer algo en contra de la propia voluntad) u otros síndromes que imponen movimientos involuntarios a los enfermos.
Todos estos estudios hacen pensar dónde se encuentra en realidad la voluntad humana y si, realmente, depende sólo de nuestra conciencia o, por el contrario, está sujeta a muchas otras variables, entre ellas, los niveles más profundos y desconocidos de nuestro cerebro.