Un equipo internacional de científicos, en el que participa la Universidad de Granada, ha revelado un secreto de la naturaleza desconocido hasta la fecha: las arañas no solamente andan, saltan y vuelan, sino que también pueden nadar, lo que explica su omnipresencia en todos los rincones del planeta.
Por primera vez, los investigadores han demostrado que las arañas tienen comportamientos acuáticos que las hacen parecer “auténticos veleros”, ya que utilizan sus patas y abdomen para adoptar curiosas posturas que les permiten aprovechar las corrientes de viento para deslizarse sobre la superficie del agua hacia la dirección que desean.
Esta investigación, que publica la revista BMC Evolutionary Biology, es el fruto de una colaboración científica entre el doctor Morito Hayashi (ecólogo en el Museo Británico de Historia Natural, Reino Unido), profesor Mohammed Bakkali (genetista en la Universidad de Granada, España), el fotógrafo profesional de la naturaleza Alexander Hyde (Derbyshire, Reino Unido), y la profesora Sara Goodacre (ecóloga en la Universidad de Nottingham, Reino Unido).
“Esta tolerancia y las habilidades que tienen en el agua es lo que atenúa el riesgo que para estos insectos conlleva volar de esa manera tan descontrolada”, apunta el investigador Mohammed Bakkali, del departamento de Genética de la Universidad de Granada y uno de los autores de este trabajo, en la nota de prensa de la UGR. “Este artículo supone la resolución de uno de los grandes misterios de la Naturaleza”.
“Todos hemos asistido alguna vez a la impresionante lluvia de telas de araña que, brillantes, parecen caer del cielo y de la nada, como ya anotó Darwin cuando estaba en mitad del océano durante su viaje en el Beagle”, explica el científico de la UGR.
Por primera vez, los investigadores han demostrado que las arañas tienen comportamientos acuáticos que las hacen parecer “auténticos veleros”, ya que utilizan sus patas y abdomen para adoptar curiosas posturas que les permiten aprovechar las corrientes de viento para deslizarse sobre la superficie del agua hacia la dirección que desean.
Esta investigación, que publica la revista BMC Evolutionary Biology, es el fruto de una colaboración científica entre el doctor Morito Hayashi (ecólogo en el Museo Británico de Historia Natural, Reino Unido), profesor Mohammed Bakkali (genetista en la Universidad de Granada, España), el fotógrafo profesional de la naturaleza Alexander Hyde (Derbyshire, Reino Unido), y la profesora Sara Goodacre (ecóloga en la Universidad de Nottingham, Reino Unido).
“Esta tolerancia y las habilidades que tienen en el agua es lo que atenúa el riesgo que para estos insectos conlleva volar de esa manera tan descontrolada”, apunta el investigador Mohammed Bakkali, del departamento de Genética de la Universidad de Granada y uno de los autores de este trabajo, en la nota de prensa de la UGR. “Este artículo supone la resolución de uno de los grandes misterios de la Naturaleza”.
“Todos hemos asistido alguna vez a la impresionante lluvia de telas de araña que, brillantes, parecen caer del cielo y de la nada, como ya anotó Darwin cuando estaba en mitad del océano durante su viaje en el Beagle”, explica el científico de la UGR.
Agua
Ya se demostró hace tiempo que muchas especies de arañas aprovechan las corrientes de viento para levantar el vuelo y, gracias a la tela que secretan, se elevan y llegan a viajar decenas e incluso cientos de kilómetros. Lo hacen para dispersarse, conquistar nuevos espacios, y buscar nuevos recursos.
“Sin embargo, este peculiar modo de vuelo resultaba desconcertante, debido al gran riesgo que para la araña voladora supone. Al no tener alas, las arañas voladoras lo hacen a merced de las ganas del viento. Vuelan entonces en la dirección que el viento tome y su viaje termina cuando el viento pierde fuerza. Este no control de la dirección de vuelo y punto de aterrizaje es el que conlleva riesgo”, apunta Bakkali.
Las arañas son animales terrestres y más de dos tercios de la superficie de la tierra son agua. “Al decidir volar, corren un gran riesgo de terminar en océanos (como las que observó Darwin), mares, ríos, lagos, pantanos, charcos… Por lo tanto, la selección natural no debería haber permitido tan arriesgado comportamiento”, señala el investigador de la UGR. El hecho de que naden resuelve el problema.
Tela
Recientemente, científicos del Massachusetts Institute of Technology (EE.UU.) han desarrollado una fibra sintética similar a la telaraña, modificando genéticamente bacterias para que produjeran las proteínas que usan las arañas.
Aunque aún no es tan fuerte como los materiales naturales, los científicos creen que pronto conseguirán igualar su fortaleza e incluso superarla, diseñándola para usos específicos.
Ya se demostró hace tiempo que muchas especies de arañas aprovechan las corrientes de viento para levantar el vuelo y, gracias a la tela que secretan, se elevan y llegan a viajar decenas e incluso cientos de kilómetros. Lo hacen para dispersarse, conquistar nuevos espacios, y buscar nuevos recursos.
“Sin embargo, este peculiar modo de vuelo resultaba desconcertante, debido al gran riesgo que para la araña voladora supone. Al no tener alas, las arañas voladoras lo hacen a merced de las ganas del viento. Vuelan entonces en la dirección que el viento tome y su viaje termina cuando el viento pierde fuerza. Este no control de la dirección de vuelo y punto de aterrizaje es el que conlleva riesgo”, apunta Bakkali.
Las arañas son animales terrestres y más de dos tercios de la superficie de la tierra son agua. “Al decidir volar, corren un gran riesgo de terminar en océanos (como las que observó Darwin), mares, ríos, lagos, pantanos, charcos… Por lo tanto, la selección natural no debería haber permitido tan arriesgado comportamiento”, señala el investigador de la UGR. El hecho de que naden resuelve el problema.
Tela
Recientemente, científicos del Massachusetts Institute of Technology (EE.UU.) han desarrollado una fibra sintética similar a la telaraña, modificando genéticamente bacterias para que produjeran las proteínas que usan las arañas.
Aunque aún no es tan fuerte como los materiales naturales, los científicos creen que pronto conseguirán igualar su fortaleza e incluso superarla, diseñándola para usos específicos.