Panorámica de un momento de la vida. MyLifeBits.
Desde 2001, un médico de más de 70 años ha estado almacenando toda la historia de su vida reciente. Ya posee un archivo digital de más de 300.000 registros que ocupan una memoria de 150 gigabytes.
Hasta ahora ha grabado más de 1.300 videos, 5.067 documentos de sonido, 42.000 imágenes digitales, cerca de 100.000 correos electrónicos y 67.000 páginas de Internet.
Cámaras portátiles, grabadoras, videos y otros aparatos electrónicos de avanzada tecnología, registran cada minuto de su vida. Y todo está archivado, desde sus constantes vitales hasta las canciones escuchadas, las películas que ha visto, las páginas webs visitadas y hasta los movimientos del ratón de su ordenador.
El médico se llama Gordon Bell y forma parte de un proyecto que pretende poner a disposición de todos una especie de memoria extendida que se alberga en archivos digitales personalizados. La idea avanza cada año y tiene muchas aplicaciones, desde las médicas hasta la posibilidad de dejar nuestros recuerdos a nuestros descendientes.
Gordon Bell trabaja en este proyecto con Jim Gemmel y Roger Lueder, creadores del software MyLifeBits, un sistema de gestión de bases de datos de Microsoft Research que tiene la capacidad de extender la memoria humana hasta límites insospechados.
Tal y como explican sus creadores en un artículo que publican en la revista Scientific American, la idea es hacer una crónica digital de cada aspecto de la vida de una persona. Los ingenieros del proyecto estiman que, si se cumplen los avances tecnológicos esperados, un terabyte de memoria será suficiente para archivar toda la experiencia de una vida a lo largo de 83 años. Un terabyte es equivalente a 1,000gb, que significa 1,000,000 de Mb o 1,000,000,000 de Kb.
De momento lo que permite un terabyte (TB) es almacenar una vida de 65 años con el siguiente peso informático: 100 emails por día (5kb cada uno), 100 páginas web por día (50 Kb cada una), 5 páginas escaneadas por día (100 Kb cada una), 1 libro cada diez días (1 Mb cada uno), 10 fotos por día (400 Kb JPGE cada una), 8 horas diarias de sonido (por ejemplo, llamadas telefónicas, mensajes de voz, etc- 8kb cada una), 1 CD de 45 minutos cada diez días. Con este peso informático, cada cinco años se llenaría un disco duro de 80GB.
Posibles utilidades
Los investigadores aseguran que la importancia del experimento radica, entre otras cosas, en sus múltiples utilidades: sensores portátiles pueden captar cosas que los humanos no perciben, como los niveles de oxígeno en la sangre o la cantidad de dióxido de carbono en el aire, para que estos datos sean luego escaneados por los ordenadores para identificar patrones. Por ejemplo, podría determinarse que tipo de condiciones medioambientales son más dañinas para un niño con asma.
Una información de este tipo permitiría a los médicos captar pronto cualquier irregularidad, y tomar medidas antes de que una enfermedad se vuelva más grave. Otra utilidad que señalan los investigadores es que los recuerdos digitales permiten revivir con claridad acontecimientos, gracias a que van acompañados de sonidos e imágenes reproducibles.
Por otro lado, los ordenadores pueden analizar los recuerdos digitales para ayudarnos a gestionar nuestro tiempo, señalándonos cuando no empleamos el suficiente tiempo en las prioridades, o para registrar en intervalos regulares nuestra situación física, produciendo a partir de ellas mapas animados que tracen nuestros traslados.
Y, quizá, una utilidad más atractiva: los recuerdos digitalizados nos permitirían contar nuestra vida a nuestros descendientes por medio de la compilación de imágenes, datos, sonidos, etc., que podrían componerse de manera creativa.
Avances aplicados
En los últimos años, los rápidos avances en almacenamiento, sensores y tecnologías de procesamiento han allanado el camino para nuevos tipos de registro digital de información y de sistemas de recuperación de información.
El aumento de la capacidad de memoria digital, la fabricación de una nueva generación de sensores baratos que muy pronto podrían ser ubicuos (capaces de registrar desde los movimientos físicos del usuario hasta la presión y la humedad del aire); los micrófonos y cámaras abaratados que pueden instalarse casi en cualquier lugar (especialmente los móviles con cámara incluida) y el incremento radical de la potencia de los ordenadores, que cuentan con procesadores de información extremadamente potentes, son todos elementos que ayudan a que este tipo de memoria artificial se desarrolle.
Desde el comienzo del experimento, en 2001, los investigadores comenzaron a registrar las interacciones de Bell con otras personas y máquinas. Desde entonces, el sistema graba sus llamadas telefónicas, y los programas de radio y televisión que oye y ve.
Minuto a minuto
Cuando trabaja en su ordenador, MyLifeBits le guarda automáticamente una copia de cada página web que visita y transcribe cada mensaje que envía o recibe. Graba cada archivo que abre, la canción que enciende y las búsquedas que ejecuta. Incluso llega a controlar la actividad del ratón y de las teclas del teclado.
Cuando Bell está en movimiento, MyLifeBits descarga continuamente su posición desde un dispositivo GPS, que transmite sin cables la información a sus archivos personales.
Los registros visuales se llevan a cabo con la SenseCam, una cámara desarrollada también por Microsoft Research que automáticamente recoge imágenes cuando sus sensores le indican que el usuario podría querer una fotografía.
Posibles aplicaciones
Después de seis años, Bell ha reunido un archivo digital que le sirve para contactar con viejos conocidos, para encontrar personas o recuperar fotos. Según los investigadores, el sistema aún requiere de un mayor desarrollo para mejorar la sencillez de su uso y de la gestión de datos.
Para ilustrar el posible uso de la memoria digital, los investigadores ponen el ejemplo de un día en una familia ficticia que utilizara esta tecnología: diversas partes de sus recuerdos digitales estarían almacenados en sus teléfonos móviles, ordenadores portátiles y de mesa o cualquier otro dispositivo, pero al mismo tiempo serían transmitidos también por Internet a un servidor gestionado por una compañía imaginaria: LifeBits Inc, que se encargaría de almacenar los datos, hacer copias de seguridad, y situarlas en diversas localizaciones para asegurar que no se destruyan en ningún caso.
Los miembros de la familia podrían recuperar la información siempre que quisieran, y aquélla que deseen puede almacenarse en una especie de “banco privado”, al que no pueda acceder nadie, ni siquiera la ley.
Privacidad y desafíos
Y es que la ley sería uno de los problemas de este sistema, sobre todo para el que tenga algo que ocultar. Porque la memoria del cerebro aún no puede ser abierta, pero una memoria extendida sí podría conocerse y usarse en caso de delito, en contra o a favor del acusado.
Además, la privacidad resultaría crucial ante el robo de identidades, el chismorreo y ante la posibilidad de que las autoridades pudieran exigir sus derechos sobre este tipo de archivos. Otro desafío técnico sería asegurar que los usuarios sean capaces de abrir sus archivos digitales décadas después de haberlos registrado.
Para ello hay que evitar que dichos archivos queden obsoletos con el paso del tiempo, por lo que habría que convertirlos continuamente para adaptarlos a los nuevos formatos.
Otro reto incluso mayor sería diseñar un software capaz de llevar a cabo las tares informáticas comunes pero con semejante cantidad de información. Por último, los investigadores pretenden crear una máquina que actúe como un asistente personal que se anticipase a las necesidades del usuario.
En la era digital, añaden los investigadores, los recuerdos digitalizados son inevitables. Y sus posibilidades están limitadas, únicamente, por nuestra propia capacidad de imaginación.
Hasta ahora ha grabado más de 1.300 videos, 5.067 documentos de sonido, 42.000 imágenes digitales, cerca de 100.000 correos electrónicos y 67.000 páginas de Internet.
Cámaras portátiles, grabadoras, videos y otros aparatos electrónicos de avanzada tecnología, registran cada minuto de su vida. Y todo está archivado, desde sus constantes vitales hasta las canciones escuchadas, las películas que ha visto, las páginas webs visitadas y hasta los movimientos del ratón de su ordenador.
El médico se llama Gordon Bell y forma parte de un proyecto que pretende poner a disposición de todos una especie de memoria extendida que se alberga en archivos digitales personalizados. La idea avanza cada año y tiene muchas aplicaciones, desde las médicas hasta la posibilidad de dejar nuestros recuerdos a nuestros descendientes.
Gordon Bell trabaja en este proyecto con Jim Gemmel y Roger Lueder, creadores del software MyLifeBits, un sistema de gestión de bases de datos de Microsoft Research que tiene la capacidad de extender la memoria humana hasta límites insospechados.
Tal y como explican sus creadores en un artículo que publican en la revista Scientific American, la idea es hacer una crónica digital de cada aspecto de la vida de una persona. Los ingenieros del proyecto estiman que, si se cumplen los avances tecnológicos esperados, un terabyte de memoria será suficiente para archivar toda la experiencia de una vida a lo largo de 83 años. Un terabyte es equivalente a 1,000gb, que significa 1,000,000 de Mb o 1,000,000,000 de Kb.
De momento lo que permite un terabyte (TB) es almacenar una vida de 65 años con el siguiente peso informático: 100 emails por día (5kb cada uno), 100 páginas web por día (50 Kb cada una), 5 páginas escaneadas por día (100 Kb cada una), 1 libro cada diez días (1 Mb cada uno), 10 fotos por día (400 Kb JPGE cada una), 8 horas diarias de sonido (por ejemplo, llamadas telefónicas, mensajes de voz, etc- 8kb cada una), 1 CD de 45 minutos cada diez días. Con este peso informático, cada cinco años se llenaría un disco duro de 80GB.
Posibles utilidades
Los investigadores aseguran que la importancia del experimento radica, entre otras cosas, en sus múltiples utilidades: sensores portátiles pueden captar cosas que los humanos no perciben, como los niveles de oxígeno en la sangre o la cantidad de dióxido de carbono en el aire, para que estos datos sean luego escaneados por los ordenadores para identificar patrones. Por ejemplo, podría determinarse que tipo de condiciones medioambientales son más dañinas para un niño con asma.
Una información de este tipo permitiría a los médicos captar pronto cualquier irregularidad, y tomar medidas antes de que una enfermedad se vuelva más grave. Otra utilidad que señalan los investigadores es que los recuerdos digitales permiten revivir con claridad acontecimientos, gracias a que van acompañados de sonidos e imágenes reproducibles.
Por otro lado, los ordenadores pueden analizar los recuerdos digitales para ayudarnos a gestionar nuestro tiempo, señalándonos cuando no empleamos el suficiente tiempo en las prioridades, o para registrar en intervalos regulares nuestra situación física, produciendo a partir de ellas mapas animados que tracen nuestros traslados.
Y, quizá, una utilidad más atractiva: los recuerdos digitalizados nos permitirían contar nuestra vida a nuestros descendientes por medio de la compilación de imágenes, datos, sonidos, etc., que podrían componerse de manera creativa.
Avances aplicados
En los últimos años, los rápidos avances en almacenamiento, sensores y tecnologías de procesamiento han allanado el camino para nuevos tipos de registro digital de información y de sistemas de recuperación de información.
El aumento de la capacidad de memoria digital, la fabricación de una nueva generación de sensores baratos que muy pronto podrían ser ubicuos (capaces de registrar desde los movimientos físicos del usuario hasta la presión y la humedad del aire); los micrófonos y cámaras abaratados que pueden instalarse casi en cualquier lugar (especialmente los móviles con cámara incluida) y el incremento radical de la potencia de los ordenadores, que cuentan con procesadores de información extremadamente potentes, son todos elementos que ayudan a que este tipo de memoria artificial se desarrolle.
Desde el comienzo del experimento, en 2001, los investigadores comenzaron a registrar las interacciones de Bell con otras personas y máquinas. Desde entonces, el sistema graba sus llamadas telefónicas, y los programas de radio y televisión que oye y ve.
Minuto a minuto
Cuando trabaja en su ordenador, MyLifeBits le guarda automáticamente una copia de cada página web que visita y transcribe cada mensaje que envía o recibe. Graba cada archivo que abre, la canción que enciende y las búsquedas que ejecuta. Incluso llega a controlar la actividad del ratón y de las teclas del teclado.
Cuando Bell está en movimiento, MyLifeBits descarga continuamente su posición desde un dispositivo GPS, que transmite sin cables la información a sus archivos personales.
Los registros visuales se llevan a cabo con la SenseCam, una cámara desarrollada también por Microsoft Research que automáticamente recoge imágenes cuando sus sensores le indican que el usuario podría querer una fotografía.
Posibles aplicaciones
Después de seis años, Bell ha reunido un archivo digital que le sirve para contactar con viejos conocidos, para encontrar personas o recuperar fotos. Según los investigadores, el sistema aún requiere de un mayor desarrollo para mejorar la sencillez de su uso y de la gestión de datos.
Para ilustrar el posible uso de la memoria digital, los investigadores ponen el ejemplo de un día en una familia ficticia que utilizara esta tecnología: diversas partes de sus recuerdos digitales estarían almacenados en sus teléfonos móviles, ordenadores portátiles y de mesa o cualquier otro dispositivo, pero al mismo tiempo serían transmitidos también por Internet a un servidor gestionado por una compañía imaginaria: LifeBits Inc, que se encargaría de almacenar los datos, hacer copias de seguridad, y situarlas en diversas localizaciones para asegurar que no se destruyan en ningún caso.
Los miembros de la familia podrían recuperar la información siempre que quisieran, y aquélla que deseen puede almacenarse en una especie de “banco privado”, al que no pueda acceder nadie, ni siquiera la ley.
Privacidad y desafíos
Y es que la ley sería uno de los problemas de este sistema, sobre todo para el que tenga algo que ocultar. Porque la memoria del cerebro aún no puede ser abierta, pero una memoria extendida sí podría conocerse y usarse en caso de delito, en contra o a favor del acusado.
Además, la privacidad resultaría crucial ante el robo de identidades, el chismorreo y ante la posibilidad de que las autoridades pudieran exigir sus derechos sobre este tipo de archivos. Otro desafío técnico sería asegurar que los usuarios sean capaces de abrir sus archivos digitales décadas después de haberlos registrado.
Para ello hay que evitar que dichos archivos queden obsoletos con el paso del tiempo, por lo que habría que convertirlos continuamente para adaptarlos a los nuevos formatos.
Otro reto incluso mayor sería diseñar un software capaz de llevar a cabo las tares informáticas comunes pero con semejante cantidad de información. Por último, los investigadores pretenden crear una máquina que actúe como un asistente personal que se anticipase a las necesidades del usuario.
En la era digital, añaden los investigadores, los recuerdos digitalizados son inevitables. Y sus posibilidades están limitadas, únicamente, por nuestra propia capacidad de imaginación.