Los bebés son especialmente sensibles al efecto de la televisión, que provoca en ellos importantes trastornos de conducta afectando a sus emociones y a sus comportamientos, revela un estudio reciente.
Hasta el momento, había sido estudiado el impacto de la televisión sobre los niños y los adolescentes en materia de violencia y de sexualidad, y durante años se ha debatido acerca de las consecuencias de la agresividad televisiva en los jóvenes. Sin embargo, nadie se había preocupado de la influencia de la televisión sobre los más pequeños.
Sin embargo, un reciente estudio realizado con niños de 12 meses y dirigido por la doctora Donna Mumme, de la Tufts University de Boston, en Massachusetts, revela una serie de evidencias alarmantes.
Según explicó la Doctora Mumme al periódico londinense The Daily Telegraph, "los bebés adoptan unos comportamientos directamente relacionados con las emociones de los adultos que les rodean. Ahora se ha revelado que los más pequeños igualmente captan y reproducen las emociones que perciben de la televisión".
Decodifican señales
El estudio muestra que los niños más pequeños son capaces de distinguir y decodificar las señales emocionales o sociales mucho mejor de lo que los científicos creían hasta ahora.
Para realizar el trabajo, los investigadores filmaron a una actriz manipulando una serie de objetos. Mientras los manejaba, expresaba al mismo tiempo por mímica o con la voz opiniones a veces positivas, a veces negativas, acerca de cada uno de estos objetos.
El vídeo fue posteriormente emitido ante un grupo de niños, a los que además se les dejaron cerca los objetos que se presentaban en la película, para darles la posibilidad de jugar con ellos.
“En un primer momento, los niños se mostraron contentos de divertirse con todos los juguetes propuestos”, explicó la doctora Mumme. “Sin embargo, después de haber visto el vídeo, se pusieron a imitar las reacciones de la actriz, y se mostraron entusiastas delante de un objeto con una connotación positiva según lo que habían visto en la televisión. Por el contrario, fruncían el ceño o hacían muecas e incluso lloraban ante un objeto con una connotación negativa”.
Padres en guardia
“Estábamos asombrados de constatar que niños de solo un año pudieran decodificar tanto de una información procedente de un vídeo que duraba sólo 20 segundos”, añade la doctora Mumme.
Calificando las conclusiones de este estudio como “destacables”, The Daily Telegraph pone a los padres en guardia: “Los adultos deberían pensárselo dos veces antes de mirar la televisión mientras sus bebés están en la misma habitación.”
“Hasta el momento el impacto de la pequeña pantalla ha estado subestimado”, afirma le doctora. Mumme. “Su influencia en el desarrollo de los niños expuestos a ella podría revelarse como considerable”.
“Los bebés son receptivos a los estímulos que genera la televisión y sabemos ahora que las informaciones recibidas pueden guiar u orientar sus comportamientos posteriores”.
Menos tiempo y mejor programación
La divulgación de las conclusiones de este estudio viene a coincidir con la de los datos facilitados por el Observatorio Europeo de la TV infantil (el OETI), que tuvo lugar en la celebración de un encuentro para repensar la televisión de los más pequeños organizado en Madrid por la Fundación Rafael del Pino.
Según el OETI, los niños europeos menores de 10 años ven una media de 133 minutos de televisión al día, 550 horas de televisión al año, 650 en el caso de los adolescentes, y contemplan anualmente una media de 2.000 escenas violentas.
Magazines, dibujos animados y películas conforman su programación más frecuente, que llega a ocuparles 30 horas semanales de media. La propuesta del OETI es que los niños sean tratados como personas en fase de crecimiento, no como simples consumidores acríticos, por lo que debe controlarse más tanto el tiempo de exposición a las imágenes como lo que los niños consumen.
Para ello afirma que hay que diseñar una programación específica para ellos, de la misma forma que ya se ha hecho en otros países europeos, como Reino Unido y los Países Bajos.
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Sin embargo, un reciente estudio realizado con niños de 12 meses y dirigido por la doctora Donna Mumme, de la Tufts University de Boston, en Massachusetts, revela una serie de evidencias alarmantes.
Según explicó la Doctora Mumme al periódico londinense The Daily Telegraph, "los bebés adoptan unos comportamientos directamente relacionados con las emociones de los adultos que les rodean. Ahora se ha revelado que los más pequeños igualmente captan y reproducen las emociones que perciben de la televisión".
Decodifican señales
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Para realizar el trabajo, los investigadores filmaron a una actriz manipulando una serie de objetos. Mientras los manejaba, expresaba al mismo tiempo por mímica o con la voz opiniones a veces positivas, a veces negativas, acerca de cada uno de estos objetos.
El vídeo fue posteriormente emitido ante un grupo de niños, a los que además se les dejaron cerca los objetos que se presentaban en la película, para darles la posibilidad de jugar con ellos.
“En un primer momento, los niños se mostraron contentos de divertirse con todos los juguetes propuestos”, explicó la doctora Mumme. “Sin embargo, después de haber visto el vídeo, se pusieron a imitar las reacciones de la actriz, y se mostraron entusiastas delante de un objeto con una connotación positiva según lo que habían visto en la televisión. Por el contrario, fruncían el ceño o hacían muecas e incluso lloraban ante un objeto con una connotación negativa”.
Padres en guardia
“Estábamos asombrados de constatar que niños de solo un año pudieran decodificar tanto de una información procedente de un vídeo que duraba sólo 20 segundos”, añade la doctora Mumme.
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Según el OETI, los niños europeos menores de 10 años ven una media de 133 minutos de televisión al día, 550 horas de televisión al año, 650 en el caso de los adolescentes, y contemplan anualmente una media de 2.000 escenas violentas.
Magazines, dibujos animados y películas conforman su programación más frecuente, que llega a ocuparles 30 horas semanales de media. La propuesta del OETI es que los niños sean tratados como personas en fase de crecimiento, no como simples consumidores acríticos, por lo que debe controlarse más tanto el tiempo de exposición a las imágenes como lo que los niños consumen.
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