Las imágenes de resonancia magnética tomadas mientras los niños estaban dormidos muestran diferencias de desarrollo en zonas clave del cerebro entre niños amamantados y no amamantados. Imagen: Advanced Baby Imaging Lab. Fuente: Universidad de Brown.
Un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Brown (EEUU) ha arrojado una nueva evidencia sobre los beneficios de la lactancia materna para el cerebro de los bebés.
En la investigación se utilizó la tecnología de imagen de resonancia magnética o IRM (una técnica no invasiva que utiliza el fenómeno de la resonancia magnética para obtener información sobre la estructura y composición del cerebro) para observar el crecimiento de este órgano, en niños menores de cuatro años.
De este modo, se constató que, a los 2 años, los niños que habían sido amamantados de forma exclusiva durante al menos tres meses presentaban un mayor desarrollo en zonas clave del cerebro, en comparación con niños que fueron alimentados con leche de fórmula o mediante una combinación de leche de fórmula y leche materna.
Este crecimiento adicional fue más pronunciado en partes del cerebro relacionadas con el lenguaje, la función emocional y la cognición, también constató el estudio.
Un estudio previo
Esta no es la primera investigación que sugiere que lactancia materna potencia el desarrollo cerebral de los bebés. Por ejemplo, estudios anteriores sobre comportamiento habían relacionado ya este tipo de lactancia con resultados cognitivos positivos en adolescentes mayores y en adultos.
Además, ya en 2011, investigadores de la Universidad de Oxford, de la Universidad de Essex y del Institute for Sorcial and Economic Resarch (ISER), del Reino Unido, constataron que amamantar a los hijos aunque sólo sea durante cuatro semanas tiene un efecto significativo en su desarrollo cerebral; y que este efecto beneficioso puede perdurar al menos hasta los 14 años.
En este estudio anterior, los investigadores realizaron pruebas de lectura, escritura y matemáticas a niños de cinco, siete, 11 y 14 años, algunos de los cuales habían sido amamantados y otros no. Los resultados obtenidos demostraron que había una diferencia estadísticamente relevante entre los niños que habían sido amamantados y los que no, en lo que a las capacidades intelectuales estudiadas se refiere.
Sin embargo, la presente investigación sí es la primera en la que se han obtenido imágenes que relacionan las diferencias cerebrales encontradas con la lactancia materna, en niños sanos y muy pequeños, explica Sean Deoni, director del Advanced Baby Imaging Lab de la Universidad de Brown y autor principal del estudio, en un comunicado de dicho centro.
El científico añade que lo que se pretendía al usar esta técnica era determinar en qué momento se producen cambios en el desarrollo del cerebro vinculados a la lactancia materna: “Descubrimos que estos cambios aparecen de manera inmediata”, afirma Deoni. Los hallazgos realizados aparecen publicados en NeuroImage.
En la investigación se utilizó la tecnología de imagen de resonancia magnética o IRM (una técnica no invasiva que utiliza el fenómeno de la resonancia magnética para obtener información sobre la estructura y composición del cerebro) para observar el crecimiento de este órgano, en niños menores de cuatro años.
De este modo, se constató que, a los 2 años, los niños que habían sido amamantados de forma exclusiva durante al menos tres meses presentaban un mayor desarrollo en zonas clave del cerebro, en comparación con niños que fueron alimentados con leche de fórmula o mediante una combinación de leche de fórmula y leche materna.
Este crecimiento adicional fue más pronunciado en partes del cerebro relacionadas con el lenguaje, la función emocional y la cognición, también constató el estudio.
Un estudio previo
Esta no es la primera investigación que sugiere que lactancia materna potencia el desarrollo cerebral de los bebés. Por ejemplo, estudios anteriores sobre comportamiento habían relacionado ya este tipo de lactancia con resultados cognitivos positivos en adolescentes mayores y en adultos.
Además, ya en 2011, investigadores de la Universidad de Oxford, de la Universidad de Essex y del Institute for Sorcial and Economic Resarch (ISER), del Reino Unido, constataron que amamantar a los hijos aunque sólo sea durante cuatro semanas tiene un efecto significativo en su desarrollo cerebral; y que este efecto beneficioso puede perdurar al menos hasta los 14 años.
En este estudio anterior, los investigadores realizaron pruebas de lectura, escritura y matemáticas a niños de cinco, siete, 11 y 14 años, algunos de los cuales habían sido amamantados y otros no. Los resultados obtenidos demostraron que había una diferencia estadísticamente relevante entre los niños que habían sido amamantados y los que no, en lo que a las capacidades intelectuales estudiadas se refiere.
Sin embargo, la presente investigación sí es la primera en la que se han obtenido imágenes que relacionan las diferencias cerebrales encontradas con la lactancia materna, en niños sanos y muy pequeños, explica Sean Deoni, director del Advanced Baby Imaging Lab de la Universidad de Brown y autor principal del estudio, en un comunicado de dicho centro.
El científico añade que lo que se pretendía al usar esta técnica era determinar en qué momento se producen cambios en el desarrollo del cerebro vinculados a la lactancia materna: “Descubrimos que estos cambios aparecen de manera inmediata”, afirma Deoni. Los hallazgos realizados aparecen publicados en NeuroImage.
Análisis detallado de la materia blanca
Deoni y sus colaboradores aplicaron la técnica de resonancia magnética a los cerebros de los bebés, mientras éstos dormían. Con ella, se analizó la microestructura de la materia blanca del cerebro, un tejido que contiene fibras nerviosas extensas, y que hace posible que las diversas partes del cerebro se comuniquen entre sí.
Más concretamente, la técnica se centró en las cantidades de mielina, que es el material que aísla a dichas fibras nerviosas y que acelera las señales eléctricas que circulan por el cerebro.
Los científicos analizaron así a un total de 133 niños de edades comprendidas entre los 10 meses y los cuatro años. Todos ellos habían disfrutado de un tiempo de gestación corriente y provenían de familias con un estatus socioeconómico similar.
Los investigadores dividieron a los niños en tres grupos: aquéllos cuyas madres señalaron haberlos amamantado de manera exclusiva durante al menos tres meses; aquéllos alimentados con una combinación de leche materna y leche de fórmula; y aquéllos alimentados sólo con leche de fórmula. Además, los científicos compararon a los niños mayores con los niños más pequeños para establecer trayectorias de desarrollo de la materia blanca en cada grupo.
De este modo, se constató que, de los tres grupos, el de lactancia materna exclusiva presentaba el crecimiento más rápido en la materia blanca (formada por los axones –o extremos- mielinizados de las neuronas). El grupo alimentado con leche materna y con leche fórmula, por su parte, también presentó un mayor crecimiento de la materia blanca que el grupo exclusivamente alimentados con leche de fórmula, pero esta diferencia intergrupal fue menos pronunciada.
En términos porcentuales, “hemos descubierto que la diferencia [en el desarrollo de la materia blanca] es del orden de entre el 20 y el 30% , entre los bebés alimentados con leche materna y los niños que no fueron amamantados. Me parece asombroso que pueda haber tanta diferencia tan pronto”, añade Deoni.
Cuanto más tiempo, mejor
A continuación, Deoni y su equipo confirmaron los datos de las imágenes con una serie de pruebas cognitivas básicas, que fueron realizadas a los niños mayores. Estas pruebas revelaron que los niños alimentados con leche materna presentaban un mayor rendimiento idiomático, de recepción visual y de rendimiento de su control motor.
El estudio analizó por último los efectos de la duración de la lactancia materna. Para ello compararon el desarrollo del cerebro de los bebés amamantados durante más de un año con el del cerebro de aquéllos amamantados menos de un año. Descubrieron que dicho desarrollo fue significativamente mayor en los bebés que fueron amamantados más tiempo, especialmente en regiones del cerebro vinculadas con la función motora.
Deoni afirma que estos resultados se suman a un creciente cuerpo de investigaciones que han constatado asociaciones positivas entre la lactancia materna y la salud cerebral de los pequeños.
En 2008, por ejemplo, una investigación realizada en Bielorrusia con 14.000 niños demostró que la lactancia materna mejora los cocientes intelectuales de los bebés. La mitad de las madres de estos bebés participaron en una campaña de promoción de la lactancia materna, y la otra mitad no. Los hijos de las primeras fueron más listos, proporcionalmente.
En 2012, además, otro estudio encontró una correlación entre no ser amamantado y una tendencia posterior a la depresión; y otras investigaciones han vinculado el destete precoz con un mayor riesgo de dependencia al alcohol (aunque se han producido resultados contradictorios sobre la asociación con la esquizofrenia).
Deoni y sus colaboradores aplicaron la técnica de resonancia magnética a los cerebros de los bebés, mientras éstos dormían. Con ella, se analizó la microestructura de la materia blanca del cerebro, un tejido que contiene fibras nerviosas extensas, y que hace posible que las diversas partes del cerebro se comuniquen entre sí.
Más concretamente, la técnica se centró en las cantidades de mielina, que es el material que aísla a dichas fibras nerviosas y que acelera las señales eléctricas que circulan por el cerebro.
Los científicos analizaron así a un total de 133 niños de edades comprendidas entre los 10 meses y los cuatro años. Todos ellos habían disfrutado de un tiempo de gestación corriente y provenían de familias con un estatus socioeconómico similar.
Los investigadores dividieron a los niños en tres grupos: aquéllos cuyas madres señalaron haberlos amamantado de manera exclusiva durante al menos tres meses; aquéllos alimentados con una combinación de leche materna y leche de fórmula; y aquéllos alimentados sólo con leche de fórmula. Además, los científicos compararon a los niños mayores con los niños más pequeños para establecer trayectorias de desarrollo de la materia blanca en cada grupo.
De este modo, se constató que, de los tres grupos, el de lactancia materna exclusiva presentaba el crecimiento más rápido en la materia blanca (formada por los axones –o extremos- mielinizados de las neuronas). El grupo alimentado con leche materna y con leche fórmula, por su parte, también presentó un mayor crecimiento de la materia blanca que el grupo exclusivamente alimentados con leche de fórmula, pero esta diferencia intergrupal fue menos pronunciada.
En términos porcentuales, “hemos descubierto que la diferencia [en el desarrollo de la materia blanca] es del orden de entre el 20 y el 30% , entre los bebés alimentados con leche materna y los niños que no fueron amamantados. Me parece asombroso que pueda haber tanta diferencia tan pronto”, añade Deoni.
Cuanto más tiempo, mejor
A continuación, Deoni y su equipo confirmaron los datos de las imágenes con una serie de pruebas cognitivas básicas, que fueron realizadas a los niños mayores. Estas pruebas revelaron que los niños alimentados con leche materna presentaban un mayor rendimiento idiomático, de recepción visual y de rendimiento de su control motor.
El estudio analizó por último los efectos de la duración de la lactancia materna. Para ello compararon el desarrollo del cerebro de los bebés amamantados durante más de un año con el del cerebro de aquéllos amamantados menos de un año. Descubrieron que dicho desarrollo fue significativamente mayor en los bebés que fueron amamantados más tiempo, especialmente en regiones del cerebro vinculadas con la función motora.
Deoni afirma que estos resultados se suman a un creciente cuerpo de investigaciones que han constatado asociaciones positivas entre la lactancia materna y la salud cerebral de los pequeños.
En 2008, por ejemplo, una investigación realizada en Bielorrusia con 14.000 niños demostró que la lactancia materna mejora los cocientes intelectuales de los bebés. La mitad de las madres de estos bebés participaron en una campaña de promoción de la lactancia materna, y la otra mitad no. Los hijos de las primeras fueron más listos, proporcionalmente.
En 2012, además, otro estudio encontró una correlación entre no ser amamantado y una tendencia posterior a la depresión; y otras investigaciones han vinculado el destete precoz con un mayor riesgo de dependencia al alcohol (aunque se han producido resultados contradictorios sobre la asociación con la esquizofrenia).
Referencia bibliográfica:
Sean C.L. Deoni, Douglas C. Dean, Irene Piryatinksy, Jonathan O'Muircheartaigh, Nicole Waskiewicz, Katie Lehman, Michelle Han, Holly Dirks. Breastfeeding and early white matter development: A cross-sectional study. NeuroImage (2013). DOI:10.1016/j.neuroimage.2013.05.090.
Sean C.L. Deoni, Douglas C. Dean, Irene Piryatinksy, Jonathan O'Muircheartaigh, Nicole Waskiewicz, Katie Lehman, Michelle Han, Holly Dirks. Breastfeeding and early white matter development: A cross-sectional study. NeuroImage (2013). DOI:10.1016/j.neuroimage.2013.05.090.