Dispositivo utilizado en el experimento. Uno de los estudiantes observa el desplazamiento de la rueda como consecuencia de las progresivas innovaciones tecnológicas. © Maxime Derex
La evolución tecnológica no es producto de la cognición o comprensión, sino de nuestra propensión a imitar los comportamientos de nuestros semejantes, según los resultados de una investigación de la Universidad Católica de Lille y el CNRS, con el apoyo de la Toulouse School of Economics y de la Universidad de Toulouse I Capitole, así como de la Universidad de Arizona (USA) y de la Universidad de Exeter (UK).
La investigación, publicada en Nature Human Behaviour, establece que la creación de tecnologías efectivas no requiere necesariamente de su comprensión por parte de las personas que participan en su concepción, diseño y desarrollo.
El descubrimiento contradice la extendida creencia de que la producción de herramientas complejas ha sido posible gracias al desarrollo cerebral humano, que habría hecho a nuestra especie más ingeniosa e inventiva que otras especies.
Sin embargo, señalan los investigadores, la efectividad de tecnologías como el arco o el kayak depende de muchos parámetros que aún hoy son difíciles de entender y modelar, incluso para los físicos.
Por esta razón, algunos antropólogos han sugerido que estas tecnologías no son el resultado de nuestras capacidades de razonamiento, sino de nuestra propensión a copiar a los otros miembros de nuestro grupo: la observación de los comportamientos ajenos habría permitido seleccionar sucesivamente pequeñas mejoras y, en consecuencia, la aparición de tecnologías eficientes, aunque no hayan sido bien comprendidas por sus protagonistas.
Según esta hipótesis, las tecnologías complejas resultan de la acumulación de muchas mejoras, en su mayoría pequeñas y con frecuencia poco comprendidas, realizadas a través de generaciones vinculadas por la transmisión cultural.
Experimento sorprendente
Los investigadores demostraron esta teoría mediante un experimento de laboratorio. Reclutaron a estudiantes que tenían que optimizar una rueda para que recorriera lo más rápido posible la distancia de un metro en unos carriles inclinados en pendiente. La tarea consistía en ajustar la posición de los pesos de modo que la rueda rodara hasta la parte inferior de la rampa lo más rápido posible.
Cada uno de los estudiantes tuvo cinco oportunidades para conseguir la configuración más eficiente de la rueda, antes de responder a una prueba que probó su comprensión de los mecanismos físicos que podrían influir en su velocidad.
Para simular la sucesión de generaciones humanas, los investigadores crearon cadenas de cinco individuos: cada uno tenía acceso, en una pantalla de ordenador, a la configuración y a la eficiencia de la rueda de las dos últimas pruebas del participante anterior.
A medida que la rueda ganaba velocidad, la comprensión de los participantes de los mecanismos que permitían el progreso tecnológico era muy pobre. Para los investigadores quedaba meridianamente claro que no existe ningún vínculo entre el rendimiento de la rueda y el nivel de comprensión tecnológica de los participantes.
Lo que pudieron determinar los investigadores es que, aunque cada estudiante había producido configuraciones más o menos aleatorias que mejoraban el rendimiento de la rueda, el factor determinante del progreso tecnológico era otro.
En realidad, lo que llevaba a las sucesivas “generaciones” de estudiantes a mejorar la configuración de la rueda era el resultado de dos procesos diferentes. El primero, detectar los errores que arrastraba la rueda en las diferentes fases de su desarrollo tecnológico. Y el segundo, y más sorprendente, la replicación de la configuraciones que obtenían mejor resultado.
La investigación, publicada en Nature Human Behaviour, establece que la creación de tecnologías efectivas no requiere necesariamente de su comprensión por parte de las personas que participan en su concepción, diseño y desarrollo.
El descubrimiento contradice la extendida creencia de que la producción de herramientas complejas ha sido posible gracias al desarrollo cerebral humano, que habría hecho a nuestra especie más ingeniosa e inventiva que otras especies.
Sin embargo, señalan los investigadores, la efectividad de tecnologías como el arco o el kayak depende de muchos parámetros que aún hoy son difíciles de entender y modelar, incluso para los físicos.
Por esta razón, algunos antropólogos han sugerido que estas tecnologías no son el resultado de nuestras capacidades de razonamiento, sino de nuestra propensión a copiar a los otros miembros de nuestro grupo: la observación de los comportamientos ajenos habría permitido seleccionar sucesivamente pequeñas mejoras y, en consecuencia, la aparición de tecnologías eficientes, aunque no hayan sido bien comprendidas por sus protagonistas.
Según esta hipótesis, las tecnologías complejas resultan de la acumulación de muchas mejoras, en su mayoría pequeñas y con frecuencia poco comprendidas, realizadas a través de generaciones vinculadas por la transmisión cultural.
Experimento sorprendente
Los investigadores demostraron esta teoría mediante un experimento de laboratorio. Reclutaron a estudiantes que tenían que optimizar una rueda para que recorriera lo más rápido posible la distancia de un metro en unos carriles inclinados en pendiente. La tarea consistía en ajustar la posición de los pesos de modo que la rueda rodara hasta la parte inferior de la rampa lo más rápido posible.
Cada uno de los estudiantes tuvo cinco oportunidades para conseguir la configuración más eficiente de la rueda, antes de responder a una prueba que probó su comprensión de los mecanismos físicos que podrían influir en su velocidad.
Para simular la sucesión de generaciones humanas, los investigadores crearon cadenas de cinco individuos: cada uno tenía acceso, en una pantalla de ordenador, a la configuración y a la eficiencia de la rueda de las dos últimas pruebas del participante anterior.
A medida que la rueda ganaba velocidad, la comprensión de los participantes de los mecanismos que permitían el progreso tecnológico era muy pobre. Para los investigadores quedaba meridianamente claro que no existe ningún vínculo entre el rendimiento de la rueda y el nivel de comprensión tecnológica de los participantes.
Lo que pudieron determinar los investigadores es que, aunque cada estudiante había producido configuraciones más o menos aleatorias que mejoraban el rendimiento de la rueda, el factor determinante del progreso tecnológico era otro.
En realidad, lo que llevaba a las sucesivas “generaciones” de estudiantes a mejorar la configuración de la rueda era el resultado de dos procesos diferentes. El primero, detectar los errores que arrastraba la rueda en las diferentes fases de su desarrollo tecnológico. Y el segundo, y más sorprendente, la replicación de la configuraciones que obtenían mejor resultado.
Segunda fase del experimento
En una segunda versión del experimento, los participantes pasaron a la siguiente persona, además de sus dos últimos ensayos, un texto que describía su teoría sobre la eficiencia de la rueda. Aun teniendo esta información adicional, los resultados fueron similares: la rueda ganaba velocidad pero, nuevamente, sin que los individuos comprendieran por qué.
Con un agravante comprobado: la transmisión de teorías falsas o incompletas podría incluso impedir que las generaciones posteriores desarrollen una comprensión correcta de la tecnología, haciéndolos ciegos a los posibles problemas técnicos.
Los investigadores concluyen que esta experiencia ilustra la importancia de los procesos culturales en la aparición de herramientas complejas: ha sido nuestra capacidad para copiar a otras personas la que ha permitido el surgimiento de tecnologías que nadie podría inventar por sí mismas.
"Por supuesto, la inteligencia es importante para la adaptación humana", dice Rob Boyd, uno de los investigadores, en un comunicado. "Pero no es suficiente. Nuestra capacidad única de aprender unos de otros hace posible la evolución cultural acumulativa de adaptaciones excelentes, que en el mejor de los casos solo se comprenden parcialmente, y esta poderosa herramienta ha permitido a nuestra especie adaptarse y expandirse".
Este resultado nos invita a ser cautelosos en la interpretación de restos arqueológicos en términos de habilidades cognitivas, ya que estas habilidades prehistóricas no han sido el único impulsor de la evolución tecnológica, concluyen los investigadores.
En una segunda versión del experimento, los participantes pasaron a la siguiente persona, además de sus dos últimos ensayos, un texto que describía su teoría sobre la eficiencia de la rueda. Aun teniendo esta información adicional, los resultados fueron similares: la rueda ganaba velocidad pero, nuevamente, sin que los individuos comprendieran por qué.
Con un agravante comprobado: la transmisión de teorías falsas o incompletas podría incluso impedir que las generaciones posteriores desarrollen una comprensión correcta de la tecnología, haciéndolos ciegos a los posibles problemas técnicos.
Los investigadores concluyen que esta experiencia ilustra la importancia de los procesos culturales en la aparición de herramientas complejas: ha sido nuestra capacidad para copiar a otras personas la que ha permitido el surgimiento de tecnologías que nadie podría inventar por sí mismas.
"Por supuesto, la inteligencia es importante para la adaptación humana", dice Rob Boyd, uno de los investigadores, en un comunicado. "Pero no es suficiente. Nuestra capacidad única de aprender unos de otros hace posible la evolución cultural acumulativa de adaptaciones excelentes, que en el mejor de los casos solo se comprenden parcialmente, y esta poderosa herramienta ha permitido a nuestra especie adaptarse y expandirse".
Este resultado nos invita a ser cautelosos en la interpretación de restos arqueológicos en términos de habilidades cognitivas, ya que estas habilidades prehistóricas no han sido el único impulsor de la evolución tecnológica, concluyen los investigadores.
Referencia
Causal understanding is not necessary for the improvement of culturally evolving technology. Maxime Derex, Jean-François Bonnefon, Robert Boyd et Alex Mesoudi. Nature Human Behaviour, April 1, 2019. DOI : 10.1038/s41562-019-0567-9
Causal understanding is not necessary for the improvement of culturally evolving technology. Maxime Derex, Jean-François Bonnefon, Robert Boyd et Alex Mesoudi. Nature Human Behaviour, April 1, 2019. DOI : 10.1038/s41562-019-0567-9