Gracias a la inmunoterapia, un paciente que padece un cáncer cerebral expansivo sigue con vida un año después del diagnóstico, lo que certifica la eficacia de esta técnica ante tumores sólidos.
La técnica consiste en enseñar a los glóbulos blancos a combatir mejor las células cancerosas. Esta técnica, tal como informamos en otro artículo, ya había sido testada con éxito en pacientes con tumores sanguíneos como la leucemia, pero su eficacia en tumores sólidos como los cerebrales no estaba probada. Es lo que ha conseguido una nueva investigación.
Según un estudio publicado en el New England Journal of Medicine, el equipo del Dr Benham Badie, del Instituto Beckman (California, USA), extrajo células del sistema inmunitario de un paciente aquejado de glioblastoma y las reprogramaron para que pudieran destruir las células tumorales, según se explica en un comunicado.
Después de haber operado el tumor, sin conseguir frenar el crecimiento del cáncer, inyectaron estas células modificadas y el tumor dejó de crecer. A continuación, añadieron más células modificadas en otros lugares del cerebro para impedir una inflamación peligrosa y potencialmente mortal.
Después de cuatro meses, los tumores habían disminuido. A los seis meses, habían desaparecido. Un año después de la operación el paciente continúa con vida, a pesar de que su glioblastoma no le auguraba sino unas semanas de vida.
El glioblastoma es el tumor más común y más maligno entre las neoplasias de las células gliales, las células del tejido nervioso que complementan a las neuronas. Es un tumor de rápido crecimiento que puede manifestarse a cualquier edad, pero que afecta principalmente a adultos y tiene difícil tratamiento.
El paciente seleccionado para este tratamiento tiene 50 años y presentaba un glioblastoma en estado de metástasis, que es la diseminación del cáncer desde el sitio primario (el lugar donde empezó) hasta otras partes del cuerpo.
La técnica consiste en enseñar a los glóbulos blancos a combatir mejor las células cancerosas. Esta técnica, tal como informamos en otro artículo, ya había sido testada con éxito en pacientes con tumores sanguíneos como la leucemia, pero su eficacia en tumores sólidos como los cerebrales no estaba probada. Es lo que ha conseguido una nueva investigación.
Según un estudio publicado en el New England Journal of Medicine, el equipo del Dr Benham Badie, del Instituto Beckman (California, USA), extrajo células del sistema inmunitario de un paciente aquejado de glioblastoma y las reprogramaron para que pudieran destruir las células tumorales, según se explica en un comunicado.
Después de haber operado el tumor, sin conseguir frenar el crecimiento del cáncer, inyectaron estas células modificadas y el tumor dejó de crecer. A continuación, añadieron más células modificadas en otros lugares del cerebro para impedir una inflamación peligrosa y potencialmente mortal.
Después de cuatro meses, los tumores habían disminuido. A los seis meses, habían desaparecido. Un año después de la operación el paciente continúa con vida, a pesar de que su glioblastoma no le auguraba sino unas semanas de vida.
El glioblastoma es el tumor más común y más maligno entre las neoplasias de las células gliales, las células del tejido nervioso que complementan a las neuronas. Es un tumor de rápido crecimiento que puede manifestarse a cualquier edad, pero que afecta principalmente a adultos y tiene difícil tratamiento.
El paciente seleccionado para este tratamiento tiene 50 años y presentaba un glioblastoma en estado de metástasis, que es la diseminación del cáncer desde el sitio primario (el lugar donde empezó) hasta otras partes del cuerpo.
Educar a los glóbulos blancos
El paciente se benefició de un tratamiento con células del sistema inmunitario conocidas como CART-T. La estrategia se apoya en los linfocitos T del paciente, modificados fuera de su organismo. Estas células son las encargadas de expulsar del cuerpo a las células anómalas.
En este caso de estudio, los científicos obtuvieron linfocitos T del paciente a través de una muestra de sangre. A continuación reprogramaron estos glóbulos blancos en laboratorio para que produjeran un receptor artificial, calificado de quimérico, en su superficie.
Este receptor artificial se concibió de tal manera que su parte extracelular reconociera específicamente un antígeno tumoral. Se conoce con el nombre de antígeno tumoral a determinados antígenos que se expresan en las células cancerosas y son capaces de provocar una respuesta inmunitaria.
Una vez realizada esta modificación, las células modificadas fueron sometidas a cultivo y después reintroducidas en el paciente. A los siete meses del inicio del tratamiento, el paciente había reaccionado bien: el cáncer había remitido de forma continuada, al mismo tiempo que todas las lesiones, incluidas las metastásicas, habían mejorado.
"Podemos tomar un paciente que ha desarrollado un glioblastoma multifocal metastásico avanzado, y podemos ver la regresión de todas las lesiones, incluyendo en la columna vertebral. Hasta la fecha, eso es inaudito”, señalan los investigadores.
"Al inyectar las células CAR-T modificadas directamente en el sitio del tumor y en los ventrículos, donde se genera el líquido cerebroespinal, el tratamiento pudo ser administrado a través del cerebro del paciente y llegar también a la médula espinal, donde este paciente particular tenía un tumor metastásico enorme”, añaden.
El tratamiento tiene la ventaja adicional de que preserva la función neurológica y minimiza los efectos tóxicos de otras terapias, como la radioterapia o la quimioterapia.
Para los investigadores, esta investigación demuestra que se pueden mejorar los tratamientos en la lucha contra el cáncer y se proponen ampliar esta terapia a otros perfiles de pacientes aquejados de cáncer.
El paciente se benefició de un tratamiento con células del sistema inmunitario conocidas como CART-T. La estrategia se apoya en los linfocitos T del paciente, modificados fuera de su organismo. Estas células son las encargadas de expulsar del cuerpo a las células anómalas.
En este caso de estudio, los científicos obtuvieron linfocitos T del paciente a través de una muestra de sangre. A continuación reprogramaron estos glóbulos blancos en laboratorio para que produjeran un receptor artificial, calificado de quimérico, en su superficie.
Este receptor artificial se concibió de tal manera que su parte extracelular reconociera específicamente un antígeno tumoral. Se conoce con el nombre de antígeno tumoral a determinados antígenos que se expresan en las células cancerosas y son capaces de provocar una respuesta inmunitaria.
Una vez realizada esta modificación, las células modificadas fueron sometidas a cultivo y después reintroducidas en el paciente. A los siete meses del inicio del tratamiento, el paciente había reaccionado bien: el cáncer había remitido de forma continuada, al mismo tiempo que todas las lesiones, incluidas las metastásicas, habían mejorado.
"Podemos tomar un paciente que ha desarrollado un glioblastoma multifocal metastásico avanzado, y podemos ver la regresión de todas las lesiones, incluyendo en la columna vertebral. Hasta la fecha, eso es inaudito”, señalan los investigadores.
"Al inyectar las células CAR-T modificadas directamente en el sitio del tumor y en los ventrículos, donde se genera el líquido cerebroespinal, el tratamiento pudo ser administrado a través del cerebro del paciente y llegar también a la médula espinal, donde este paciente particular tenía un tumor metastásico enorme”, añaden.
El tratamiento tiene la ventaja adicional de que preserva la función neurológica y minimiza los efectos tóxicos de otras terapias, como la radioterapia o la quimioterapia.
Para los investigadores, esta investigación demuestra que se pueden mejorar los tratamientos en la lucha contra el cáncer y se proponen ampliar esta terapia a otros perfiles de pacientes aquejados de cáncer.
Referencia
Regression of Glioblastoma after Chimeric Antigen Receptor T-Cell Therapy. N Engl J Med 2016; 375:2561-2569. December 29, 2016. DOI: 10.1056/NEJMoa1610497
Regression of Glioblastoma after Chimeric Antigen Receptor T-Cell Therapy. N Engl J Med 2016; 375:2561-2569. December 29, 2016. DOI: 10.1056/NEJMoa1610497