El anterior artículo constituía el pórtico para el ingreso en las causas del advenimiento de lo que hemos dado en llamar posthumanidad. Y ese advenimiento parece inevitable ya que el estado general por el que atraviesa hoy la humanidad y su casa, esto es la Tierra, es de agotamiento. Con esto no quiero decir que vaya a desaparecer el género Homo, en absoluto, pero tal vez si lo haga nuestra humanidad tal y como hoy la conocemos.
Lo que quiero decir es que tras la puntuación (1) previsible por los signos evidentes que hoy aparecen en nuestra maltratada Gaia y por el desmesurado poder de los humanos codiciosos, el Homo Sapiens y otras muchas especies serán diferentes o incluso no serán. En el caso humano, la supervivencia de los más aptos, estará relacionada con la previsión para adaptarse a nuevos entornos y con la valentía de recurrir al auxilio de nuevas realidades tecnocientíficas, muchas ya existentes hoy, para sobrevivir de otro modo más evolucionado.
Posiblemente, ello dé lugar a una nueva revolución cognitiva y, consecuentemente, a una nueva especie del género Homo, capaz de sobrevivir en un contexto diferente y desarrollar capacidades hasta ahora desconocidas. Ese hombre nuevo podría estar dotado de unos mecanismos biológicos de comprensión más rigurosos que no precisen ya de la composición de ficciones antiguas, porque esa fase se haya visto superada al ser conquistado el mundo y el género Homo por la tecnociencia.
Que nadie piense que estoy profetizando el inmediato advenimiento del Apocalipsis. Pero sí vislumbro la conclusión de una etapa, de un tiempo que tuvo su inicio en las ficciones desarrolladas por el Homo Sapiens hace muchos miles de años. Pero si es pertinente hablar de escatología o mejor esjatología (2), o tratado de las postrimerías porque, a mi parecer, estamos al final de algo que afecta al Homo Sapiens y a Gaia.
No sería razonable comenzar a hablar del Homo Posthumano sin enumerar y analizar algunas de las causas por las que los Homo Sapiens actuales están poniendo en peligro la estabilidad de la Tierra y, consecuentemente, su propia supervivencia.
Por eso, antes de considerar la emergencia de una nueva humanidad y sus perfiles, es preciso que explique mis razones de por qué concluyo la inevitabilidad del fin de la existente, al menos como la hemos conocido. Vaya por delante que en modo alguno desearía yo que esto sucediese. Antes bien, agradecería que aquellos congéneres que dirigen los destinos de la Tierra despertasen de su codicia, egoísmo, ceguera e idiocia e invirtiesen el rumbo de sus acciones. Pero soy pesimista y creo tener razones para serlo.
Homo depredador
Antes de cualquier otra consideración hay que reiterar que el hombre es por definición un ente zoológico perteneciente al orden de los Primates, a la familia de los Homínidos y al género Homo. Es decir, un animal cuyos instintos primarios son los de un depredador, un cazador con peligro para otras especies y peligroso también para sus congéneres de manera que el hombre sería un depredador para sí mismo (3). De las varias especies del género Homo sólo ha pervivido aquella cuya estructura íntima de su cerebro, las redes neuronales, no pararon de crecer en un proceso evolutivo cuya causa impulsora ignoramos.
Aquella que los paleontólogos Arsuaga y Martinez han denominado la “especie elegida”(4), el Homo Sapiens, la única capaz de elaborar construcciones conceptuales y simbólicas muy complejas, o como diría Yuval Noah Harari componer ficciones (5); de cooperar efectivamente en gran número; y adaptarse a un comportamiento social idóneo para hacer frente a retos cambiantes. Sin que ello evite, como ya hemos comentado en la nota (3), conflictos posteriores por razones de poder o codicia.
Extraño ser este Homo Sapiens que, cuando ha llegado a conocer los mecanismos íntimos de su constitución biológica y de su probable mejora, maquina a la vez, por razones de codicia, su propia destrucción.
El Homo Sapiens tiene la capacidad de transformar el entorno. Esa capacidad se puso de manifiesto cuando dio el gigantesco paso, evidentemente revolucionario, de auto-transformarse de cazador-recolector en agricultor y ganadero por domesticación de especies vegetales y animales. Es lo que los historiadores han llamado revolución agrícola.
Luego vendrían, en función de la energía del intelecto humano, nuevas y profundas revoluciones. Algunas, las más recientes como la emergencia de la Big Science, han puesto en manos del Homo Sapiens la capacidad de autodestruirse.
La última de estas revoluciones, la tecnocientífica, ha supuesto el advenimiento de la Era de la Información (TIC) en conjunción con la revolución Biotecnológica y la emergencia de lo pequeño, el universo NBIC. Este nanouniverso posee mayor profundidad porque puede permitir la modificación y mejora del individuo humano desde su propia voluntad. Ello puede constituir un enorme riesgo, pero también quizá la última oportunidad de salvación para nuestro Género.
Lo que quiero decir es que tras la puntuación (1) previsible por los signos evidentes que hoy aparecen en nuestra maltratada Gaia y por el desmesurado poder de los humanos codiciosos, el Homo Sapiens y otras muchas especies serán diferentes o incluso no serán. En el caso humano, la supervivencia de los más aptos, estará relacionada con la previsión para adaptarse a nuevos entornos y con la valentía de recurrir al auxilio de nuevas realidades tecnocientíficas, muchas ya existentes hoy, para sobrevivir de otro modo más evolucionado.
Posiblemente, ello dé lugar a una nueva revolución cognitiva y, consecuentemente, a una nueva especie del género Homo, capaz de sobrevivir en un contexto diferente y desarrollar capacidades hasta ahora desconocidas. Ese hombre nuevo podría estar dotado de unos mecanismos biológicos de comprensión más rigurosos que no precisen ya de la composición de ficciones antiguas, porque esa fase se haya visto superada al ser conquistado el mundo y el género Homo por la tecnociencia.
Que nadie piense que estoy profetizando el inmediato advenimiento del Apocalipsis. Pero sí vislumbro la conclusión de una etapa, de un tiempo que tuvo su inicio en las ficciones desarrolladas por el Homo Sapiens hace muchos miles de años. Pero si es pertinente hablar de escatología o mejor esjatología (2), o tratado de las postrimerías porque, a mi parecer, estamos al final de algo que afecta al Homo Sapiens y a Gaia.
No sería razonable comenzar a hablar del Homo Posthumano sin enumerar y analizar algunas de las causas por las que los Homo Sapiens actuales están poniendo en peligro la estabilidad de la Tierra y, consecuentemente, su propia supervivencia.
Por eso, antes de considerar la emergencia de una nueva humanidad y sus perfiles, es preciso que explique mis razones de por qué concluyo la inevitabilidad del fin de la existente, al menos como la hemos conocido. Vaya por delante que en modo alguno desearía yo que esto sucediese. Antes bien, agradecería que aquellos congéneres que dirigen los destinos de la Tierra despertasen de su codicia, egoísmo, ceguera e idiocia e invirtiesen el rumbo de sus acciones. Pero soy pesimista y creo tener razones para serlo.
Homo depredador
Antes de cualquier otra consideración hay que reiterar que el hombre es por definición un ente zoológico perteneciente al orden de los Primates, a la familia de los Homínidos y al género Homo. Es decir, un animal cuyos instintos primarios son los de un depredador, un cazador con peligro para otras especies y peligroso también para sus congéneres de manera que el hombre sería un depredador para sí mismo (3). De las varias especies del género Homo sólo ha pervivido aquella cuya estructura íntima de su cerebro, las redes neuronales, no pararon de crecer en un proceso evolutivo cuya causa impulsora ignoramos.
Aquella que los paleontólogos Arsuaga y Martinez han denominado la “especie elegida”(4), el Homo Sapiens, la única capaz de elaborar construcciones conceptuales y simbólicas muy complejas, o como diría Yuval Noah Harari componer ficciones (5); de cooperar efectivamente en gran número; y adaptarse a un comportamiento social idóneo para hacer frente a retos cambiantes. Sin que ello evite, como ya hemos comentado en la nota (3), conflictos posteriores por razones de poder o codicia.
Extraño ser este Homo Sapiens que, cuando ha llegado a conocer los mecanismos íntimos de su constitución biológica y de su probable mejora, maquina a la vez, por razones de codicia, su propia destrucción.
El Homo Sapiens tiene la capacidad de transformar el entorno. Esa capacidad se puso de manifiesto cuando dio el gigantesco paso, evidentemente revolucionario, de auto-transformarse de cazador-recolector en agricultor y ganadero por domesticación de especies vegetales y animales. Es lo que los historiadores han llamado revolución agrícola.
Luego vendrían, en función de la energía del intelecto humano, nuevas y profundas revoluciones. Algunas, las más recientes como la emergencia de la Big Science, han puesto en manos del Homo Sapiens la capacidad de autodestruirse.
La última de estas revoluciones, la tecnocientífica, ha supuesto el advenimiento de la Era de la Información (TIC) en conjunción con la revolución Biotecnológica y la emergencia de lo pequeño, el universo NBIC. Este nanouniverso posee mayor profundidad porque puede permitir la modificación y mejora del individuo humano desde su propia voluntad. Ello puede constituir un enorme riesgo, pero también quizá la última oportunidad de salvación para nuestro Género.
La era del miedo
Llegados a este punto convenimos en que la sociedad actual es una sociedad de riesgo (6). Paulatinamente va apareciendo el miedo.
¿Pero dónde se hallan las razones para que tengamos miedo de nosotros mismos? En primer lugar, en la misma naturaleza humana hay, como hemos visto, graves razones para temernos a nosotros mismos. El pensador conservador Ignacio Sánchez Cámara, que no coincide con mi línea de pensamiento pero a quien reconozco honestidad y rigor, decía en el diario ABC el 31 de agosto de 2002 lo siguiente:
“En lugar de refugiarnos en tópicos extraviados, más vale atender a la realidad y recordar con Kant que «con un leño tan torcido como aquél del cual ha sido hecho el ser humano no puede forjarse nada que sea del todo recto». Si, como dijo Terencio, nada humano nos es ajeno, tal vez cabría afirmar que nada inhumano nos puede ser propio. Lo malo es que lo inhumano forma parte de lo humano”.
Argumento de peso el kantiano al que también recurre Isaiah Berlin en su gran obra “El Fuste Torcido de la Humanidad”(7).
Continuando nuestra reflexión sobre el comportamiento del Homo Sapiens, vemos que hay un momento muy temprano de su historia en el que descubre el poder. Y con el poder emerge una característica fundamental de lo humano: el exceso. Así lo afirma el mejor filósofo humanista moderno de los últimos tiempos, Luc Ferry en un importante libro cuya reseña se indica convenientemente(8).
Evidentemente hay muchos más desórdenes derivados del exceso, todos los que Tomas de Aquino consideraba “vicios capitales”(9) y así dice:
“Un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados, todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal. […] Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana está principalmente inclinada”
¿Qué son los vicios capitales? El adjetivo “capital” se deriva del sustantivo “cabeza” que designa, como es obvio, la parte superior y directiva del cuerpo animal; de aquí se aplica metaforicamente a todo lo que es principio de algo. De aquí que se digan “vicios capitales” a aquellos capaces de engendrar (ser principio) y dirigir a otros vicios.
Crisis sociopolítica
Estos vicios están inscritos en la naturaleza humana y han sido factores importantes de su proceso evolutivo. Pero también están contribuyendo a la catástrofe medioambiental que ya sufre la Tierra.
Estas características biológicas peligrosas han estado en muchas épocas, no en todas ni en todos los lugares, sometidas a elementos morales derivados de las religiones, especialmente las cristianas, así como a normas convivenciales de origen ético. Las construcciones religiosas y éticas que tenían como objetivo construir sociedades estables, dotadas de leyes y de normas para hacer posible una convivencia pacífica y colaborativa entre humanos, están en crisis. En efecto, las grandes construcciones sociopolíticas nacidas de la modernidad que han moldeado las sociedades occidentales, están en cuestión de una manera un tanto salvaje y peligrosa.
La caída de la Modernidad empezó en Auschwitz y se aceleró con la caída del Muro de Berlín. Lo que ha sucedido tras este hecho histórico ha originado una sociedad que no ha venido después, sino que ha surgido de una manera abrupta en la que todo es distinto, incluso ha cambiado el sustrato material con el que se hace la historia.
El hombre ya piensa poco. Goza, sobrevive, malvive o muere en un mundo injusto y muy desigual que carece de telos, es decir, de sentido o propósito.
En los próximos artículos iremos desarrollando estas ideas.
(*) Javier del Arco es Biólogo y epistemólogo. Editor del Blog Bioilosofía de Tendencias21.
Llegados a este punto convenimos en que la sociedad actual es una sociedad de riesgo (6). Paulatinamente va apareciendo el miedo.
¿Pero dónde se hallan las razones para que tengamos miedo de nosotros mismos? En primer lugar, en la misma naturaleza humana hay, como hemos visto, graves razones para temernos a nosotros mismos. El pensador conservador Ignacio Sánchez Cámara, que no coincide con mi línea de pensamiento pero a quien reconozco honestidad y rigor, decía en el diario ABC el 31 de agosto de 2002 lo siguiente:
“En lugar de refugiarnos en tópicos extraviados, más vale atender a la realidad y recordar con Kant que «con un leño tan torcido como aquél del cual ha sido hecho el ser humano no puede forjarse nada que sea del todo recto». Si, como dijo Terencio, nada humano nos es ajeno, tal vez cabría afirmar que nada inhumano nos puede ser propio. Lo malo es que lo inhumano forma parte de lo humano”.
Argumento de peso el kantiano al que también recurre Isaiah Berlin en su gran obra “El Fuste Torcido de la Humanidad”(7).
Continuando nuestra reflexión sobre el comportamiento del Homo Sapiens, vemos que hay un momento muy temprano de su historia en el que descubre el poder. Y con el poder emerge una característica fundamental de lo humano: el exceso. Así lo afirma el mejor filósofo humanista moderno de los últimos tiempos, Luc Ferry en un importante libro cuya reseña se indica convenientemente(8).
Evidentemente hay muchos más desórdenes derivados del exceso, todos los que Tomas de Aquino consideraba “vicios capitales”(9) y así dice:
“Un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados, todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal. […] Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana está principalmente inclinada”
¿Qué son los vicios capitales? El adjetivo “capital” se deriva del sustantivo “cabeza” que designa, como es obvio, la parte superior y directiva del cuerpo animal; de aquí se aplica metaforicamente a todo lo que es principio de algo. De aquí que se digan “vicios capitales” a aquellos capaces de engendrar (ser principio) y dirigir a otros vicios.
Crisis sociopolítica
Estos vicios están inscritos en la naturaleza humana y han sido factores importantes de su proceso evolutivo. Pero también están contribuyendo a la catástrofe medioambiental que ya sufre la Tierra.
Estas características biológicas peligrosas han estado en muchas épocas, no en todas ni en todos los lugares, sometidas a elementos morales derivados de las religiones, especialmente las cristianas, así como a normas convivenciales de origen ético. Las construcciones religiosas y éticas que tenían como objetivo construir sociedades estables, dotadas de leyes y de normas para hacer posible una convivencia pacífica y colaborativa entre humanos, están en crisis. En efecto, las grandes construcciones sociopolíticas nacidas de la modernidad que han moldeado las sociedades occidentales, están en cuestión de una manera un tanto salvaje y peligrosa.
La caída de la Modernidad empezó en Auschwitz y se aceleró con la caída del Muro de Berlín. Lo que ha sucedido tras este hecho histórico ha originado una sociedad que no ha venido después, sino que ha surgido de una manera abrupta en la que todo es distinto, incluso ha cambiado el sustrato material con el que se hace la historia.
El hombre ya piensa poco. Goza, sobrevive, malvive o muere en un mundo injusto y muy desigual que carece de telos, es decir, de sentido o propósito.
En los próximos artículos iremos desarrollando estas ideas.
(*) Javier del Arco es Biólogo y epistemólogo. Editor del Blog Bioilosofía de Tendencias21.
Notas
(1) Ciertamente, la calificación de puntuación supone por mi parte, como decía en mi primer artículo, realizar una pirueta epistemológica arriesgada. Si la he realizado es porque deseo que mis razonamientos se despeguen lo menos posible del carácter animal del hombre como ente biológico, todo lo racional que quieran, pero animal al fin y al cabo.
Los paleontólogos Niles Eldredge y Stephen Jay Gould, postularon la teoría del equilibrio puntuado o intermitente en donde plantean una evolución morfológica a través de cambios en los atributos observables en los registros fósiles de algunas especies. Esta teoría se basa en paradas y saltos bruscos en las características fenotípicas de los fósiles, que contribuirían a explicar la falta de eslabones intermedios sin necesidad de rechazar la selección natural.
El Equilibrio puntuado afirma que la mayor parte de la historia evolutiva se caracteriza por periodos de estasis, puntuados o alterados por cambios relativamente rápidos en un carácter cuando se forma un nuevo linaje. Las pruebas fósiles disponibles han puesto de relieve que varios linajes parecen seguir este patrón de evolución. El saltacionismo es un cambio repentino y de gran magnitud, producido entre una generación y la siguiente, es la hipótesis que en la teoría evolutiva se enfrenta al gradualismo darwinista y propone la saltación como mecanismo de especiación. La diversidad extraordinaria de la vida se explica por el hecho de que las especies cambian y se dividen por saltos y no gradualmente.
(2) Esjatología: El término proviene del griego“ésjatos”: “último” y “logos”: “estudio”. Es decir, trata de los ésjata, o realidades últimas. La esjatología es pues el conjunto de teorías, creencias y doctrinas referentes al final de la vida humana tal y como hoy la conocemos. En realidad el término debe ser “esjatológico”, con “j” y no con “c”, ya que este significa más bien “pornografía”, mientras que “esjatología” es el “estudio de las últimas cosas”.
(3) Homo homini lupus es una locución latina de uso actual que significa “el hombre es el lobo del hombre” o “el hombre es un lobo para el hombre”. Se cita con frecuencia cuando se hace referencia a los horrores de los que es capaz la humanidad para consigo misma.Esta locución fue creada por el comediógrafo latino Plauto (254-184 a. C.) en su obra “Asinaria”.
Fue popularizada por Thomas Hobes en el S. XVII, quién la adaptó en su obra “De Cive”. Se puede interpretar que en su escrito, Hobbes da por básico el egoísmo en el comportamiento humano.
Pero será la Biología moderna la que demuestre la intuición genial del filósofo inglés. En efecto, la Evolución Biológica (y no hablo ya de teoría sino de hecho científico) y en concreto la evolución humana, nos muestra que el Homo Sapiens, nuestra especie, es un animal más de los que habitan en el planeta Tierra que ha estado sujeto a la Selección Natural. La evolución humana (con numerosos hitos como la bipedestación y el lenguaje) habría permitido a nuestra especie la colonización de prácticamente todo el planeta, consiguiendo los recursos para su supervivencia de la naturaleza y de otras muchas especies. Sin embargo, y a pesar del éxito poblacional, seríamos, el mayor peligro, la mayor mayor amenaza para la vida en la Tierra y para nuestra vida como individuos y nuestra vida como como especie.
Muchas actividades humanas constituyen un peligro y un horror para sus propios congéneres llevadas a cabo a lo largo de la historia y también en el momento presente. Algunas de las que pueden considerarse son: las guerra, los genocidios, el terrorismo religioso, político o de estado, la trata en todo ámbito y época, la esclavitud, el racismo, los diversos tipos de violencia, la rapiña, la corrupción, el abuso y por desgracia otras muchas que harían esta lista interminable.
(4) “La especie elegida (La larga marcha de la evolución”. Arsuaga, Juan Luis y Martinez, Ignacio. Círculo de Lectores. Madrid, 1999.
(5) “De animales a Dioses (Sapiens). Una breve historia de la Humanidad”. Yuval Noah Harari. Debate. Madrid, 2015.
(6) “La Sociedad del Riesgo: Hacia una nueva modernidad” Beck, Ulrich. Paidos Ibérica, Madrid 2006.
(7) “El fuste torcido de la humanidad” Berlin, Isaiah. Península, Madrid 2002
(8) “La sabiduría de los modernos: diez preguntas para nuestro tiempo”. Comte Sponville, André y Ferry, Luc. Península, Madrid, 1999.
(9)Aquino, Tomás. Suma Teológica (I-75 y II-2).
(1) Ciertamente, la calificación de puntuación supone por mi parte, como decía en mi primer artículo, realizar una pirueta epistemológica arriesgada. Si la he realizado es porque deseo que mis razonamientos se despeguen lo menos posible del carácter animal del hombre como ente biológico, todo lo racional que quieran, pero animal al fin y al cabo.
Los paleontólogos Niles Eldredge y Stephen Jay Gould, postularon la teoría del equilibrio puntuado o intermitente en donde plantean una evolución morfológica a través de cambios en los atributos observables en los registros fósiles de algunas especies. Esta teoría se basa en paradas y saltos bruscos en las características fenotípicas de los fósiles, que contribuirían a explicar la falta de eslabones intermedios sin necesidad de rechazar la selección natural.
El Equilibrio puntuado afirma que la mayor parte de la historia evolutiva se caracteriza por periodos de estasis, puntuados o alterados por cambios relativamente rápidos en un carácter cuando se forma un nuevo linaje. Las pruebas fósiles disponibles han puesto de relieve que varios linajes parecen seguir este patrón de evolución. El saltacionismo es un cambio repentino y de gran magnitud, producido entre una generación y la siguiente, es la hipótesis que en la teoría evolutiva se enfrenta al gradualismo darwinista y propone la saltación como mecanismo de especiación. La diversidad extraordinaria de la vida se explica por el hecho de que las especies cambian y se dividen por saltos y no gradualmente.
(2) Esjatología: El término proviene del griego“ésjatos”: “último” y “logos”: “estudio”. Es decir, trata de los ésjata, o realidades últimas. La esjatología es pues el conjunto de teorías, creencias y doctrinas referentes al final de la vida humana tal y como hoy la conocemos. En realidad el término debe ser “esjatológico”, con “j” y no con “c”, ya que este significa más bien “pornografía”, mientras que “esjatología” es el “estudio de las últimas cosas”.
(3) Homo homini lupus es una locución latina de uso actual que significa “el hombre es el lobo del hombre” o “el hombre es un lobo para el hombre”. Se cita con frecuencia cuando se hace referencia a los horrores de los que es capaz la humanidad para consigo misma.Esta locución fue creada por el comediógrafo latino Plauto (254-184 a. C.) en su obra “Asinaria”.
Fue popularizada por Thomas Hobes en el S. XVII, quién la adaptó en su obra “De Cive”. Se puede interpretar que en su escrito, Hobbes da por básico el egoísmo en el comportamiento humano.
Pero será la Biología moderna la que demuestre la intuición genial del filósofo inglés. En efecto, la Evolución Biológica (y no hablo ya de teoría sino de hecho científico) y en concreto la evolución humana, nos muestra que el Homo Sapiens, nuestra especie, es un animal más de los que habitan en el planeta Tierra que ha estado sujeto a la Selección Natural. La evolución humana (con numerosos hitos como la bipedestación y el lenguaje) habría permitido a nuestra especie la colonización de prácticamente todo el planeta, consiguiendo los recursos para su supervivencia de la naturaleza y de otras muchas especies. Sin embargo, y a pesar del éxito poblacional, seríamos, el mayor peligro, la mayor mayor amenaza para la vida en la Tierra y para nuestra vida como individuos y nuestra vida como como especie.
Muchas actividades humanas constituyen un peligro y un horror para sus propios congéneres llevadas a cabo a lo largo de la historia y también en el momento presente. Algunas de las que pueden considerarse son: las guerra, los genocidios, el terrorismo religioso, político o de estado, la trata en todo ámbito y época, la esclavitud, el racismo, los diversos tipos de violencia, la rapiña, la corrupción, el abuso y por desgracia otras muchas que harían esta lista interminable.
(4) “La especie elegida (La larga marcha de la evolución”. Arsuaga, Juan Luis y Martinez, Ignacio. Círculo de Lectores. Madrid, 1999.
(5) “De animales a Dioses (Sapiens). Una breve historia de la Humanidad”. Yuval Noah Harari. Debate. Madrid, 2015.
(6) “La Sociedad del Riesgo: Hacia una nueva modernidad” Beck, Ulrich. Paidos Ibérica, Madrid 2006.
(7) “El fuste torcido de la humanidad” Berlin, Isaiah. Península, Madrid 2002
(8) “La sabiduría de los modernos: diez preguntas para nuestro tiempo”. Comte Sponville, André y Ferry, Luc. Península, Madrid, 1999.
(9)Aquino, Tomás. Suma Teológica (I-75 y II-2).