La mayoría de las personas aspiran a disfrutar de una vida larga y saludable. No es de extrañar que la longevidad, entendida como el tiempo que transcurre entre el nacimiento y la muerte, haya sido uno de los temas más estudiados por la ciencia: ha descubierto que depende, principalmente, del azar, del ambiente en donde viven las personas y de su genética.
El efecto del azar es el más evidente: los accidentes fortuitos son una de las principales causas de muerte entre niños y jóvenes. El azar influye incluso en muchos casos de cáncer infantil y juvenil, que son debidos a mutaciones que ocurren por simple contingencia.
El ambiente también tiene su influencia: en los lugares más miserables e insanos, la esperanza de vida disminuye mucho. Incluso en nuestras sociedades avanzadas, cientos de estudios epidemiológicos demuestran que las personas que no llevan un estilo de vida saludable son menos longevas que las que practican hábitos saludables.
Los genes, asimismo, resultan esenciales: por ejemplo, las personas con el síndrome de Hutchinson-Gilford (más conocido como progeria) tienen una mutación en el gen LMNA que les produce un envejecimiento prematuro: empiezan a manifestar síndromes graves de envejecimiento prematuro al poco de cumplir un año; con 10 años parecen ancianos centenarios y no suelen vivir mucho más de 12 años.
Entre las personas que no padecen enfermedades hereditarias relevantes, su longevidad se ve influida por el efecto conjunto de centenares de genes (cada uno de los cuales contribuye con una pequeña aportación).
La genética ha desarrollado procedimientos que permiten estimar la importancia relativa de factores genéticos en caracteres como la longevidad. A esto se le llama heredabilidad y nos indica qué parte de lo que varía la longevidad de las distintas personas se debe a causas genéticas y qué parte se debe a las otras causas no genéticas (ambiente y azar).
El factor emparejamiento
Averiguar la importancia relativa de la genética es esencial, ya que no podemos hacer nada para cambiar nuestro genoma. Una nueva investigación, que analizó datos genealógicos de más de 400 millones de personas, ha podido establecer que, en realidad, la genética no es siempre relevante en la longevidad humana. Un nuevo factor ha entrado en la ecuación.
La nueva investigación aporta un nuevo elemento que hasta ahora no había aparecido en el escenario: el así llamado emparejamiento selectivo, un término psicológico que señala la tendencia de un persona a emparejarse con otras que se asemejan a ella en algún aspecto.
El descubrimiento se ha producido analizando la genealogía de 439 millones de personas, en su mayoría estadounidenses de ascendencia europea, cada una conectada a otra por una relación paterno-filial o una relación matrimonial.
Usando un enfoque que combina modelos matemáticos y estadísticos, los investigadores se centraron en los familiares que nacieron a lo largo del siglo XIX y principios del XX, y descubrieron que las estimaciones de heredabilidad de la longevidad para los hermanos y primos hermanos era aproximadamente la misma que la calculada en estudios anteriores, es decir, entre el 20% y el 30%. La heredabilidad cae por debajo del 15% para las relaciones parentales similares que involucran a la familia de la pareja.
También apreciaron que la duración de la vida de los cónyuges (que no comparten la misma base genética) es similar, incluso mayor, que entre los hermanos del sexo opuesto, lo que podría explicarse por el hecho de compartir el mismo entorno.
Pero la sorpresa llegó cuando los investigadores compararon diferentes niveles genéticos de suegros, algunos con relaciones bastante remotas. El primer indicio de que algo más que la genética o el entorno compartido podría estar operando en la longevidad fue el hallazgo de que la familia política, como padrastros, tíos, cuñados y primos políticos, tenían también una duración de vida similar a la de la familia sanguínea, a pesar de no compartir genética ni entorno familiar.
La explicación: de alguna forma elegimos parejas y familias con las que compartir descendencia que tengan rasgos genéticos similares, entre ellos la duración de la vida. La base de esta elección de pareja podría ser genética o sociocultural, o ambas, señalan los investigadores. Se refieren al emparejamiento selectivo.
Ahora bien, señalan los investigadores, como nadie sabe cuándo morirá el otro miembro de la pareja, el emparejamiento selectivo puede basarse en otras consideraciones, como el nivel económico de la futura pareja, ya que comer bien y cuidar la salud contribuye a alargar la vida.
Por ello, concluyen los investigadores, si las parejas se seleccionan por el hecho de compartir nivel de vida, esa opción puede explicar la longevidad de una familia, incluso la de los miembros que no tienen la misma base genética.
El efecto del azar es el más evidente: los accidentes fortuitos son una de las principales causas de muerte entre niños y jóvenes. El azar influye incluso en muchos casos de cáncer infantil y juvenil, que son debidos a mutaciones que ocurren por simple contingencia.
El ambiente también tiene su influencia: en los lugares más miserables e insanos, la esperanza de vida disminuye mucho. Incluso en nuestras sociedades avanzadas, cientos de estudios epidemiológicos demuestran que las personas que no llevan un estilo de vida saludable son menos longevas que las que practican hábitos saludables.
Los genes, asimismo, resultan esenciales: por ejemplo, las personas con el síndrome de Hutchinson-Gilford (más conocido como progeria) tienen una mutación en el gen LMNA que les produce un envejecimiento prematuro: empiezan a manifestar síndromes graves de envejecimiento prematuro al poco de cumplir un año; con 10 años parecen ancianos centenarios y no suelen vivir mucho más de 12 años.
Entre las personas que no padecen enfermedades hereditarias relevantes, su longevidad se ve influida por el efecto conjunto de centenares de genes (cada uno de los cuales contribuye con una pequeña aportación).
La genética ha desarrollado procedimientos que permiten estimar la importancia relativa de factores genéticos en caracteres como la longevidad. A esto se le llama heredabilidad y nos indica qué parte de lo que varía la longevidad de las distintas personas se debe a causas genéticas y qué parte se debe a las otras causas no genéticas (ambiente y azar).
El factor emparejamiento
Averiguar la importancia relativa de la genética es esencial, ya que no podemos hacer nada para cambiar nuestro genoma. Una nueva investigación, que analizó datos genealógicos de más de 400 millones de personas, ha podido establecer que, en realidad, la genética no es siempre relevante en la longevidad humana. Un nuevo factor ha entrado en la ecuación.
La nueva investigación aporta un nuevo elemento que hasta ahora no había aparecido en el escenario: el así llamado emparejamiento selectivo, un término psicológico que señala la tendencia de un persona a emparejarse con otras que se asemejan a ella en algún aspecto.
El descubrimiento se ha producido analizando la genealogía de 439 millones de personas, en su mayoría estadounidenses de ascendencia europea, cada una conectada a otra por una relación paterno-filial o una relación matrimonial.
Usando un enfoque que combina modelos matemáticos y estadísticos, los investigadores se centraron en los familiares que nacieron a lo largo del siglo XIX y principios del XX, y descubrieron que las estimaciones de heredabilidad de la longevidad para los hermanos y primos hermanos era aproximadamente la misma que la calculada en estudios anteriores, es decir, entre el 20% y el 30%. La heredabilidad cae por debajo del 15% para las relaciones parentales similares que involucran a la familia de la pareja.
También apreciaron que la duración de la vida de los cónyuges (que no comparten la misma base genética) es similar, incluso mayor, que entre los hermanos del sexo opuesto, lo que podría explicarse por el hecho de compartir el mismo entorno.
Pero la sorpresa llegó cuando los investigadores compararon diferentes niveles genéticos de suegros, algunos con relaciones bastante remotas. El primer indicio de que algo más que la genética o el entorno compartido podría estar operando en la longevidad fue el hallazgo de que la familia política, como padrastros, tíos, cuñados y primos políticos, tenían también una duración de vida similar a la de la familia sanguínea, a pesar de no compartir genética ni entorno familiar.
La explicación: de alguna forma elegimos parejas y familias con las que compartir descendencia que tengan rasgos genéticos similares, entre ellos la duración de la vida. La base de esta elección de pareja podría ser genética o sociocultural, o ambas, señalan los investigadores. Se refieren al emparejamiento selectivo.
Ahora bien, señalan los investigadores, como nadie sabe cuándo morirá el otro miembro de la pareja, el emparejamiento selectivo puede basarse en otras consideraciones, como el nivel económico de la futura pareja, ya que comer bien y cuidar la salud contribuye a alargar la vida.
Por ello, concluyen los investigadores, si las parejas se seleccionan por el hecho de compartir nivel de vida, esa opción puede explicar la longevidad de una familia, incluso la de los miembros que no tienen la misma base genética.
Menos del 7%
La revelación viene a continuación: teniendo en cuenta la longevidad que comparten parientes que no tienen la misma base genealógica ni el mismo entorno, el índice de heredabilidad de la longevidad se reduce al 7% e incluso menos. El descenso roza el 25% en relación a las estimaciones anteriores.
La nueva investigación, desarrollada por la empresa Calico Life Sciences, que agrupa a científicos de los campos de la medicina, el desarrollo de fármacos, la biología molecular, la genética y la biología computacional, se basó en el análisis de los datos reunidos por Ancestry, la mayor empresa privada de genealogía que reúne miles de millones de registros genéticos obtenidos a través de Internet.
Ancestry depuró los datos de 54 millones de árboles genealógicos públicos que representan a 6.000 millones de antepasados y redujo la información suministrada a Calico Life Sciences al año de nacimiento, el año de la muerte, el lugar de nacimiento y las conexiones familiares que conforman la propia estructura arbórea.
Resultado relativo
Aunque parezca paradójico, el valor de la heredabilidad de un carácter solo es válido para una población determinada en el ambiente concreto donde la población fue estudiada. Si varía el ambiente (o la población) la heredabilidad también variará.
Imaginemos que todas las personas consiguen vivir en el mejor ambiente posible, teniendo los hábitos más saludables: en este ambiente perfecto, la heredabilidad de la longevidad será muy próxima al 100% porque, viviendo en ese ambiente perfecto, las diferencias de longevidad entre las distintas personas se deben a las diferencias de sus genes (y, por supuesto al azar).
Por el contrario, viviendo en un ambiente diverso, donde algunas personas tienen hábitos muy saludables y otras no, la heredabilidad será muy baja, pues casi todas las diferencias entre individuos serán ambientales (unos se viven en un ambiente excelente con hábitos saludables y otros en un ambiente pésimo con malos hábitos para la salud).
El estudio, efectuado en familias de norteamericanas de los siglos XIX y XX, refleja una gran desigualdad en la calidad de vida de la población y sobretodo una diferencia fundamental en el acceso a la sanidad, elementos que aconsejan asumir con cautela el valor de la heredabilidad que se desprende de su resultado, si bien tiene el mérito de introducir un nuevo elemento, la selección de pareja, en la ecuación de la longevidad.
Por otro lado, la parte de cálculo estadístico sobre las familias políticas y consanguíneas está siendo objeto de polémica, ya que hay quien sostiene que el modelo tiene algunas imprecisiones. En cualquier caso, sus resultados son dignos de tenerse en cuenta.
No hace mucho, un reputado catedrático de medicina cumplió 90 años. Varios de sus discípulos organizaron una cena para celebrarlo. El catedrático llegó “en perfecto estado de revista”, conduciendo su propio coche, impecablemente vestido con un elegante traje y una atrevida corbata de seda.
Como el profesor se conservaba en excelente forma física (camina más de 5 kilómetros al día) y mental (seguía escribiendo sesudos artículos de investigación) y dado que entre sus muchos intereses está la genética, la epidemiología y la geriatría, uno de sus mejores discípulos la preguntó:
- Profesor ¿cuál es el secreto para tener, como usted, una larga y venturosa vida?
El catedrático no dudó, respondiendo al instante:
- Elegir bien a los padres.
Porque si nos cuidamos con hábitos saludables, accedemos a una buena sanidad y tenemos suerte, estaremos en manos de los genes.
(*) Eduardo Costas es catedrático de Genética en la Universidad Complutense de Madrid. Eduardo Martínez de la Fe es el Editor de Tendencias21.
La revelación viene a continuación: teniendo en cuenta la longevidad que comparten parientes que no tienen la misma base genealógica ni el mismo entorno, el índice de heredabilidad de la longevidad se reduce al 7% e incluso menos. El descenso roza el 25% en relación a las estimaciones anteriores.
La nueva investigación, desarrollada por la empresa Calico Life Sciences, que agrupa a científicos de los campos de la medicina, el desarrollo de fármacos, la biología molecular, la genética y la biología computacional, se basó en el análisis de los datos reunidos por Ancestry, la mayor empresa privada de genealogía que reúne miles de millones de registros genéticos obtenidos a través de Internet.
Ancestry depuró los datos de 54 millones de árboles genealógicos públicos que representan a 6.000 millones de antepasados y redujo la información suministrada a Calico Life Sciences al año de nacimiento, el año de la muerte, el lugar de nacimiento y las conexiones familiares que conforman la propia estructura arbórea.
Resultado relativo
Aunque parezca paradójico, el valor de la heredabilidad de un carácter solo es válido para una población determinada en el ambiente concreto donde la población fue estudiada. Si varía el ambiente (o la población) la heredabilidad también variará.
Imaginemos que todas las personas consiguen vivir en el mejor ambiente posible, teniendo los hábitos más saludables: en este ambiente perfecto, la heredabilidad de la longevidad será muy próxima al 100% porque, viviendo en ese ambiente perfecto, las diferencias de longevidad entre las distintas personas se deben a las diferencias de sus genes (y, por supuesto al azar).
Por el contrario, viviendo en un ambiente diverso, donde algunas personas tienen hábitos muy saludables y otras no, la heredabilidad será muy baja, pues casi todas las diferencias entre individuos serán ambientales (unos se viven en un ambiente excelente con hábitos saludables y otros en un ambiente pésimo con malos hábitos para la salud).
El estudio, efectuado en familias de norteamericanas de los siglos XIX y XX, refleja una gran desigualdad en la calidad de vida de la población y sobretodo una diferencia fundamental en el acceso a la sanidad, elementos que aconsejan asumir con cautela el valor de la heredabilidad que se desprende de su resultado, si bien tiene el mérito de introducir un nuevo elemento, la selección de pareja, en la ecuación de la longevidad.
Por otro lado, la parte de cálculo estadístico sobre las familias políticas y consanguíneas está siendo objeto de polémica, ya que hay quien sostiene que el modelo tiene algunas imprecisiones. En cualquier caso, sus resultados son dignos de tenerse en cuenta.
No hace mucho, un reputado catedrático de medicina cumplió 90 años. Varios de sus discípulos organizaron una cena para celebrarlo. El catedrático llegó “en perfecto estado de revista”, conduciendo su propio coche, impecablemente vestido con un elegante traje y una atrevida corbata de seda.
Como el profesor se conservaba en excelente forma física (camina más de 5 kilómetros al día) y mental (seguía escribiendo sesudos artículos de investigación) y dado que entre sus muchos intereses está la genética, la epidemiología y la geriatría, uno de sus mejores discípulos la preguntó:
- Profesor ¿cuál es el secreto para tener, como usted, una larga y venturosa vida?
El catedrático no dudó, respondiendo al instante:
- Elegir bien a los padres.
Porque si nos cuidamos con hábitos saludables, accedemos a una buena sanidad y tenemos suerte, estaremos en manos de los genes.
(*) Eduardo Costas es catedrático de Genética en la Universidad Complutense de Madrid. Eduardo Martínez de la Fe es el Editor de Tendencias21.
Referencia
Estimates of the Heritability of Human Longevity Are Substantially Inflated due to Assortative Mating. J. Graham Ruby et al. GENETICS November 1, 2018 vol. 210 no. 3 1109-1124; https://doi.org/10.1534/genetics.118.301613.
Estimates of the Heritability of Human Longevity Are Substantially Inflated due to Assortative Mating. J. Graham Ruby et al. GENETICS November 1, 2018 vol. 210 no. 3 1109-1124; https://doi.org/10.1534/genetics.118.301613.