Portada de la revista Time. Diciembre 2006.
Hace unos años, cuando las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) y los servicios relacionados con ellas, comenzaban a ser una realidad, hice la sugerencia --también en un artículo breve como el presente-- de que la nueva economía hacia la que nos encaminábamos podría ser más beneficiosa para la humanidad que la economía industrial de la que procedíamos.
Me refería sobre todo a los impactos negativos, fundamentalmente de carácter medioambiental, que toda actividad económica lleva consigo. La economía de la etapa industrial se ha basado en el intercambio masivo de bienes “duros” (o hard), tales como el acero, el hormigón, el asfalto, el petróleo, las grandes infraestructuras del transporte y de la energía y otros, y la economía de la información y del conocimiento se basa en el intercambio de bienes ”blandos” (o soft) tales como la información, la comunicación, los conocimientos, la cultura y el entretenimiento.
Más de veinte años después, la nueva economía o “economía en la red” como más propiamente cabría llamarla hoy, es una realidad y cada vez son más las personas dedicadas a ella. Siendo también fácil de constatar el relativamente menor impacto medioambiental de esta economía, a pesar de no estar libre de externalidades negativas de diverso tipo.
Por supuesto que la economía industrial sigue tan viva como entonces, y de hecho, ni la construcción, ni las grandes infraestructuras, ni el transporte, ni la producción de energía, han suavizado su ritmo de expansión y su impacto negativo sobre nuestro medio físico.
Dudas sobre el futuro
En nuestro mundo, como sabemos, ninguna forma de producción de bienes y servicios desaparece, simplemente se acumula a la anterior y aumenta la complejidad de las interrelaciones económicas. No sabemos si la forma que la especie humana ha creado --diríamos que naturalmente-- para existir, expandirse y evolucionar, consistente en producir bienes y servicios, distribuirlos y consumirlos, será superada en algún momento.
Y tampoco sabemos si el mercado como mecanismo, la tecnología como lubricante y el dinero como eslabón para que el intercambio continuo se mantenga, podrán ser sustituidos por otros procedimientos.
Parece que no, ya que a pesar de que nuestro mundo económico, --capitalista por más señas-- no termina de generar un modelo social satisfactorio, es difícil imaginar a estas alturas de nuestra evolución, un modelo alternativo al que se pueda tender sin tragedias.
A pesar de la confrontación de modelos que Davos / Porto Alegre significa, de los debates sobre “otro mundo es posible”, de la gran difusión del fenómeno de las ONG, de los cada vez más numerosos grupos de personas que buscan formas más simples de vida, del nuevo intento de avanzar hacia atrás de Hugo Chávez y sus acólitos y de muchos otros fenómenos alternativos actuales, la economía de mercado que nos mantiene a todos es difícil de sustituir. De hecho, muchos creemos que no se trata de desistir de ella, sino de hacerla evolucionar.
Evolución tecnológica
La tecnología, que es la base de esa economía, pero que tantos males representa a veces en diversos sentidos, da hoy la impresión de poder ir cambiando hacia formas más amigables y más adaptadas al hombre mismo como ser humano.
También, y en relación con las tecnologías de la información y la comunicación en particular, se tiene hoy la sensación de que dichas tecnologías y los servicios basados en ellas, pueden estar en manos de todos los hombres en vez de ser exclusiva de las grandes empresas y de los poderosos.
Formas, insistimos, relativamente amigables que se dirigen más al interior del hombre que a su entorno, y más a su cerebro, a su introspección y a sus profundidades espirituales, que a transformar su medio ambiente. Formas, por otra parte, que tienen la potencialidad de hacer más iguales a los hombres si uno le echa imaginación al tema.
La creación de valor neto
Eso es de verdad la economía de la información y del conocimiento hacia la que vamos. Una economía cuyos productos y servicios se orientan a las capacidades de sentir, reflexionar, crear, saber, comunicar y comunicarse, dimensiones que consideramos las esenciales del ser humano.
La cuestión básica en cuanto a esa economía es, si puede o no permitirnos vivir a un número importante de personas y si puede integrar a los inventores, a los empresarios inquietos, a los que basan su vida en ganar dinero y tener poder, a los políticos salva patrias y a otros conspicuos caracteres de nuestro mundo.
Esta misma duda surgió cuando a partir de mediados del siglo XVIII se desarrolló con fuerza la Revolución Industrial en Inglaterra. La escuela de pensamiento económico de los fisiócratas surgida en Francia en esa época de la mano de Francoís Quesnay, con aportaciones anteriores de Richard Cantillon y Pierre Samuel du Pont de Nemours, y con seguidores notables como el Marqués de Mirabeau, Jean Vincent y el propio Turgot en los albores de su carrera, creía que la única fuente de riqueza era la naturaleza y más específicamente la agricultura.
Actividades con vida propia
Sólo a partir de ellas se podía crear valor neto, con lo que se oponían al mercantilismo y mucho más a la economía industrial que entonces comenzaba a gestarse. Quesnay murió en 1774 y la mayoría de los componentes de su grupo no llegaron al siglo XIX, salvo du Pont de Nemours, que murió en 1817, pero se habrían quedado atónitos ante la creación de valor de la economía industrial si hubieran vivido sólo unos años más.
Ciertamente, todo lo creado en el artificial mundo de la economía moderna ha surgido sobre este planeta y de su naturaleza y sus recursos naturales, pero la inventiva del hombre ha sido tal en algo más de dos siglos y medio que el valor se añade hoy a la economía de millones de formas distintas. Una mayoría de ellas, por otra parte, enormemente alejada de la naturaleza, y, desde luego, de la agricultura.
El enorme incremento de los servicios en nuestras sociedades permite evaluar y comprender tal fenómeno. Actividades tan importantes hoy como los bancos, los seguros, la educación, la información y comunicación, el turismo, la cultura, la administración pública y miles de otras similares, tienen hoy vida propia y son autónomas, aunque sepamos que bajo ellas hubo al principio – y se mantiene vivo-- un substrato de explotaciones agrícolas, máquinas y artefactos de todo tipo e infraestructuras.
Economía en la red versus economía informacional
Para hablar de la “Economía en la Red” es necesario entender ese fenómeno de creación de valor a partir de una dinámica inicial en forma similar a como ocurrieron las cosas en la época industrial.
En esta última, -- última por lo que tiene que ver con su mención, pero anterior por lo que tiene que ver con su ocurrencia-- la dinámica surgió de la fabricación de artefactos físicos, burdos y básicos al principio y al servicio de las características también físicas del hombre, que con el tiempo se hicieron más sutiles y estuvieron al servicio de aspectos más intangibles del ser human.
Al final de ese periodo es donde comienza la economía en la red, la cual y por lo que se refiere a una la mayoría de países, todavía no ha sido entendida completamente ni, por tanto, adecuadamente impulsada.
Con frecuencia decimos en relación de la economía de la Sociedad de la Información, que la dinámica a la que nos referimos está en la información y en los conocimientos y con frecuencia también se habla de economía informacional como contraposición a la industrial, pero ni la información ni los conocimientos son temas novedosos.
Los dos han sido, de hecho, componentes principales del mundo industrial y no parecen que puedan ser, sólo ellos, la base de un proceso de creación de valor tan poderoso como el vivido en el siglo XX alrededor de la industria. Dicho proceso está en mi opinión ligado más bien a Internet y a todo lo que dicha infraestructura omnipresente significa.
Economía de Red
Se podría decir, para entendernos, que una cosa es la nueva economía, economía electrónica o economía informacional, vivida en el mundo desarrollado desde los años 70 hasta ahora, y otra la economía en la red que se desarrolla desde hace unos años en los Estados Unidos y que apenas comienza a surgir en Europa en la actualidad.
Es la economía, para dejarlo más claro todavía, no de los Microsoft, Apple o Dell Computer, sino la economía de los Google, e-Bay, Second Life, YouTube, MySpace, la de Linux, la de Wikipedia, y la de los bloggers y video-bloggers y la de Tendencias21, Neurona o eConozco, por mencionar a algunos proyectos españoles.
La economía también de los podcasts y RSS, la de la tecnología móvil 3G y los millones de ojos de los teléfonos celulares que tanto está amenazando a los medios de comunicación tradicionales. Y, por supuesto, la de las plataformas y comunidades, la del e-Learning, los Webinars y los Webcasts, la del marketing one-t-one y el blog marketing, que tanto puede transformar los métodos tradicionales de gestión empresarial. En definitiva, la economía alrededor de la Web 2.0 a la que la revista Time ha hecho “personaje del año”.
Es un mundo en el que todos los ciudadanos tienen la posibilidad de hacerse oír, pueden producir directa e instantáneamente las noticias más variadas, dar rienda suelta a su imaginación, diseñar, crear e innovar casi sin límite, y comunicarse con otros sin barreras de ningún tipo. Un mundo profundamente participativo que puede cambiar las estructuras más básicas de nuestras sociedades.
Red perdurable
Sólo queda, como es lógico, que ese mundo pueda perdurar y desarrollarse y eso sólo ocurrirá si todas esas nuevas actividades surgidas alrededor de la Red terminan echando raíces económicas. Es decir, si el intercambio económico se produce y la gente consigue tener ingresos netos por el hecho de disponer de terminales y acceder a Internet.
Esto no es, como sabemos, una utopía ya que, a diario y ante nuestros ojos, los negocios en la Red producen millonarios y muchos pequeños negocios florecen y evolucionan. Cada vez son más los que interpretan Internet como un terreno apto para los negocios, empezando por las grandes compañías tradicionales que está comenzando a vender sus servicios en Second Life y en muchas otras plataformas.
El mundo de las telecomunicaciones, la información y los medios terminará configurándose como una Red de Redes mundial cada vez más compleja y con miles de millones de plataformas de todo tipo conectadas a ella generando actividad económica y “valor neto” para todos los habitantes del planeta.
Yo mismo he recomendado en otros escritos que para que la banda ancha se difunda con más rapidez de lo que lo hace actualmente en España, es fundamental que la gente interprete todos los terminales que usa --y por los que paga-- no sólo como una fuente de gastos, sino como una fuente de ingresos.
Si buscamos todos la rentabilidad de los terminales, no sólo a través del aumento de productividad y eficacia que nos proporcionan, sino a través del ingreso neto, que nos pueden procurar, la dinámica de creación de riqueza tendrá lugar y una verdadera nueva economía de la red se habrá abierto camino en nuestro mundo.
Nueva Democracia
Si ese mundo llega a ser una realidad, los economistas estarán muy contentos porque se asemejará al modelo ideal de la competencia perfecta que siempre han preconizado. En ese mundo posible, la verdadera democracia será más alcanzable ya que sus preceptos de igualdad y libertad serán más fáciles de conseguir que en otros anteriores.
Los derechos de propiedad de las ideas, de los escritos y de las aportaciones teóricas se tambalearán, desde luego, pero los hombres sabremos encontrar una solución alternativa a la protección de dichos derechos.
En cuanto a la propiedad de los medios de producción, que en la economía en la red estarán constituidos por las redes mismas, el software y los terminales, la tendencia es hacia su gratuidad o libre disposición, como estamos viendo a diario.
En cuanto al valor generado con la comunicación en sí, que tendrá que pagar por todo, ya hemos visto que el modelo consiste en que todos seamos consumidores de servicios (y paguemos por ello) y a la vez, productores de servicios (y cobremos por ello).
Democracia en la Red
No es extraño en relación con esta cuestión que en los Estados Unidos exista una especie de debate nacional sobre tres aspectos básicos relacionados con Internet: 1) quien invierte en la Red y quien paga por ella; 2) gobernanza o gobierno de la Red; y 3) contrato social sobre Internet.
Las tres tienen relación directa con la nueva democracia alrededor de la Red de la que hablamos, porque la necesidad de libertad individual, consustancial con las verdaderas y durables democracias, requiere mecanismos automáticos de funcionamiento. Los hombres hemos vivido muy crudamente el fracaso de los totalitarismos de izquierdas y derechas que pretendían conseguir la igualdad por decreto y para ello eliminaban, --durante algún tiempo, decían-- la libertad de las personas.
El secreto está en buscar desde el principio los mecanismos adecuados y mejorados, o enriquecidos, del mercado, de la democracia y de la justicia. Tres sistemas básicos para nuestras sociedades que, sin embargo, son frágiles y vulnerables porque están hechos, el primero para empresas que respeten las reglas del mercado, el segundo para demócratas y el tercero para personas justas. Si en ellos se incrustan mafiosos y aprovechados, antidemócratas e injustos a ultranza, dichos sistemas básicos de nuestras sociedades tienen muy pocas posibilidades de defensa.
Sería todo quizás mas fácil en una economía en la red en la que por definición todos tuviéramos las mismas oportunidades y no existieran barreras de entrada importantes como ha sido y es el caso en el mundo industrial. De ahí la importancia de los debates indicados arriba que deben extenderse al mundo en su conjunto, y la conveniencia de encontrar una buena solución para los problemas a los que se refieren.
Es, por otra parte fascinante, tener la posibilidad de recorrer un camino similar al seguido siglos atrás por la civilización occidental en el que brillaron personajes como Hobbes, Locke y Rousseau y del que surgió el Estado moderno. Es probable que estemos a la puertas de una nueva civilización y necesitemos un nuevo contrato social, planetario esta vez.
Adolfo Castilla es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Antonio de Nebrija. Es asimismo miembro del Consejo Editorial de Tendencias21 y editor del Blog Prospectiva. Este artículo fue publicado originalmente en la revista Temas.aspx?ID=311 del mes de marzo de 2007. Se reproduce con autorización.
Me refería sobre todo a los impactos negativos, fundamentalmente de carácter medioambiental, que toda actividad económica lleva consigo. La economía de la etapa industrial se ha basado en el intercambio masivo de bienes “duros” (o hard), tales como el acero, el hormigón, el asfalto, el petróleo, las grandes infraestructuras del transporte y de la energía y otros, y la economía de la información y del conocimiento se basa en el intercambio de bienes ”blandos” (o soft) tales como la información, la comunicación, los conocimientos, la cultura y el entretenimiento.
Más de veinte años después, la nueva economía o “economía en la red” como más propiamente cabría llamarla hoy, es una realidad y cada vez son más las personas dedicadas a ella. Siendo también fácil de constatar el relativamente menor impacto medioambiental de esta economía, a pesar de no estar libre de externalidades negativas de diverso tipo.
Por supuesto que la economía industrial sigue tan viva como entonces, y de hecho, ni la construcción, ni las grandes infraestructuras, ni el transporte, ni la producción de energía, han suavizado su ritmo de expansión y su impacto negativo sobre nuestro medio físico.
Dudas sobre el futuro
En nuestro mundo, como sabemos, ninguna forma de producción de bienes y servicios desaparece, simplemente se acumula a la anterior y aumenta la complejidad de las interrelaciones económicas. No sabemos si la forma que la especie humana ha creado --diríamos que naturalmente-- para existir, expandirse y evolucionar, consistente en producir bienes y servicios, distribuirlos y consumirlos, será superada en algún momento.
Y tampoco sabemos si el mercado como mecanismo, la tecnología como lubricante y el dinero como eslabón para que el intercambio continuo se mantenga, podrán ser sustituidos por otros procedimientos.
Parece que no, ya que a pesar de que nuestro mundo económico, --capitalista por más señas-- no termina de generar un modelo social satisfactorio, es difícil imaginar a estas alturas de nuestra evolución, un modelo alternativo al que se pueda tender sin tragedias.
A pesar de la confrontación de modelos que Davos / Porto Alegre significa, de los debates sobre “otro mundo es posible”, de la gran difusión del fenómeno de las ONG, de los cada vez más numerosos grupos de personas que buscan formas más simples de vida, del nuevo intento de avanzar hacia atrás de Hugo Chávez y sus acólitos y de muchos otros fenómenos alternativos actuales, la economía de mercado que nos mantiene a todos es difícil de sustituir. De hecho, muchos creemos que no se trata de desistir de ella, sino de hacerla evolucionar.
Evolución tecnológica
La tecnología, que es la base de esa economía, pero que tantos males representa a veces en diversos sentidos, da hoy la impresión de poder ir cambiando hacia formas más amigables y más adaptadas al hombre mismo como ser humano.
También, y en relación con las tecnologías de la información y la comunicación en particular, se tiene hoy la sensación de que dichas tecnologías y los servicios basados en ellas, pueden estar en manos de todos los hombres en vez de ser exclusiva de las grandes empresas y de los poderosos.
Formas, insistimos, relativamente amigables que se dirigen más al interior del hombre que a su entorno, y más a su cerebro, a su introspección y a sus profundidades espirituales, que a transformar su medio ambiente. Formas, por otra parte, que tienen la potencialidad de hacer más iguales a los hombres si uno le echa imaginación al tema.
La creación de valor neto
Eso es de verdad la economía de la información y del conocimiento hacia la que vamos. Una economía cuyos productos y servicios se orientan a las capacidades de sentir, reflexionar, crear, saber, comunicar y comunicarse, dimensiones que consideramos las esenciales del ser humano.
La cuestión básica en cuanto a esa economía es, si puede o no permitirnos vivir a un número importante de personas y si puede integrar a los inventores, a los empresarios inquietos, a los que basan su vida en ganar dinero y tener poder, a los políticos salva patrias y a otros conspicuos caracteres de nuestro mundo.
Esta misma duda surgió cuando a partir de mediados del siglo XVIII se desarrolló con fuerza la Revolución Industrial en Inglaterra. La escuela de pensamiento económico de los fisiócratas surgida en Francia en esa época de la mano de Francoís Quesnay, con aportaciones anteriores de Richard Cantillon y Pierre Samuel du Pont de Nemours, y con seguidores notables como el Marqués de Mirabeau, Jean Vincent y el propio Turgot en los albores de su carrera, creía que la única fuente de riqueza era la naturaleza y más específicamente la agricultura.
Actividades con vida propia
Sólo a partir de ellas se podía crear valor neto, con lo que se oponían al mercantilismo y mucho más a la economía industrial que entonces comenzaba a gestarse. Quesnay murió en 1774 y la mayoría de los componentes de su grupo no llegaron al siglo XIX, salvo du Pont de Nemours, que murió en 1817, pero se habrían quedado atónitos ante la creación de valor de la economía industrial si hubieran vivido sólo unos años más.
Ciertamente, todo lo creado en el artificial mundo de la economía moderna ha surgido sobre este planeta y de su naturaleza y sus recursos naturales, pero la inventiva del hombre ha sido tal en algo más de dos siglos y medio que el valor se añade hoy a la economía de millones de formas distintas. Una mayoría de ellas, por otra parte, enormemente alejada de la naturaleza, y, desde luego, de la agricultura.
El enorme incremento de los servicios en nuestras sociedades permite evaluar y comprender tal fenómeno. Actividades tan importantes hoy como los bancos, los seguros, la educación, la información y comunicación, el turismo, la cultura, la administración pública y miles de otras similares, tienen hoy vida propia y son autónomas, aunque sepamos que bajo ellas hubo al principio – y se mantiene vivo-- un substrato de explotaciones agrícolas, máquinas y artefactos de todo tipo e infraestructuras.
Economía en la red versus economía informacional
Para hablar de la “Economía en la Red” es necesario entender ese fenómeno de creación de valor a partir de una dinámica inicial en forma similar a como ocurrieron las cosas en la época industrial.
En esta última, -- última por lo que tiene que ver con su mención, pero anterior por lo que tiene que ver con su ocurrencia-- la dinámica surgió de la fabricación de artefactos físicos, burdos y básicos al principio y al servicio de las características también físicas del hombre, que con el tiempo se hicieron más sutiles y estuvieron al servicio de aspectos más intangibles del ser human.
Al final de ese periodo es donde comienza la economía en la red, la cual y por lo que se refiere a una la mayoría de países, todavía no ha sido entendida completamente ni, por tanto, adecuadamente impulsada.
Con frecuencia decimos en relación de la economía de la Sociedad de la Información, que la dinámica a la que nos referimos está en la información y en los conocimientos y con frecuencia también se habla de economía informacional como contraposición a la industrial, pero ni la información ni los conocimientos son temas novedosos.
Los dos han sido, de hecho, componentes principales del mundo industrial y no parecen que puedan ser, sólo ellos, la base de un proceso de creación de valor tan poderoso como el vivido en el siglo XX alrededor de la industria. Dicho proceso está en mi opinión ligado más bien a Internet y a todo lo que dicha infraestructura omnipresente significa.
Economía de Red
Se podría decir, para entendernos, que una cosa es la nueva economía, economía electrónica o economía informacional, vivida en el mundo desarrollado desde los años 70 hasta ahora, y otra la economía en la red que se desarrolla desde hace unos años en los Estados Unidos y que apenas comienza a surgir en Europa en la actualidad.
Es la economía, para dejarlo más claro todavía, no de los Microsoft, Apple o Dell Computer, sino la economía de los Google, e-Bay, Second Life, YouTube, MySpace, la de Linux, la de Wikipedia, y la de los bloggers y video-bloggers y la de Tendencias21, Neurona o eConozco, por mencionar a algunos proyectos españoles.
La economía también de los podcasts y RSS, la de la tecnología móvil 3G y los millones de ojos de los teléfonos celulares que tanto está amenazando a los medios de comunicación tradicionales. Y, por supuesto, la de las plataformas y comunidades, la del e-Learning, los Webinars y los Webcasts, la del marketing one-t-one y el blog marketing, que tanto puede transformar los métodos tradicionales de gestión empresarial. En definitiva, la economía alrededor de la Web 2.0 a la que la revista Time ha hecho “personaje del año”.
Es un mundo en el que todos los ciudadanos tienen la posibilidad de hacerse oír, pueden producir directa e instantáneamente las noticias más variadas, dar rienda suelta a su imaginación, diseñar, crear e innovar casi sin límite, y comunicarse con otros sin barreras de ningún tipo. Un mundo profundamente participativo que puede cambiar las estructuras más básicas de nuestras sociedades.
Red perdurable
Sólo queda, como es lógico, que ese mundo pueda perdurar y desarrollarse y eso sólo ocurrirá si todas esas nuevas actividades surgidas alrededor de la Red terminan echando raíces económicas. Es decir, si el intercambio económico se produce y la gente consigue tener ingresos netos por el hecho de disponer de terminales y acceder a Internet.
Esto no es, como sabemos, una utopía ya que, a diario y ante nuestros ojos, los negocios en la Red producen millonarios y muchos pequeños negocios florecen y evolucionan. Cada vez son más los que interpretan Internet como un terreno apto para los negocios, empezando por las grandes compañías tradicionales que está comenzando a vender sus servicios en Second Life y en muchas otras plataformas.
El mundo de las telecomunicaciones, la información y los medios terminará configurándose como una Red de Redes mundial cada vez más compleja y con miles de millones de plataformas de todo tipo conectadas a ella generando actividad económica y “valor neto” para todos los habitantes del planeta.
Yo mismo he recomendado en otros escritos que para que la banda ancha se difunda con más rapidez de lo que lo hace actualmente en España, es fundamental que la gente interprete todos los terminales que usa --y por los que paga-- no sólo como una fuente de gastos, sino como una fuente de ingresos.
Si buscamos todos la rentabilidad de los terminales, no sólo a través del aumento de productividad y eficacia que nos proporcionan, sino a través del ingreso neto, que nos pueden procurar, la dinámica de creación de riqueza tendrá lugar y una verdadera nueva economía de la red se habrá abierto camino en nuestro mundo.
Nueva Democracia
Si ese mundo llega a ser una realidad, los economistas estarán muy contentos porque se asemejará al modelo ideal de la competencia perfecta que siempre han preconizado. En ese mundo posible, la verdadera democracia será más alcanzable ya que sus preceptos de igualdad y libertad serán más fáciles de conseguir que en otros anteriores.
Los derechos de propiedad de las ideas, de los escritos y de las aportaciones teóricas se tambalearán, desde luego, pero los hombres sabremos encontrar una solución alternativa a la protección de dichos derechos.
En cuanto a la propiedad de los medios de producción, que en la economía en la red estarán constituidos por las redes mismas, el software y los terminales, la tendencia es hacia su gratuidad o libre disposición, como estamos viendo a diario.
En cuanto al valor generado con la comunicación en sí, que tendrá que pagar por todo, ya hemos visto que el modelo consiste en que todos seamos consumidores de servicios (y paguemos por ello) y a la vez, productores de servicios (y cobremos por ello).
Democracia en la Red
No es extraño en relación con esta cuestión que en los Estados Unidos exista una especie de debate nacional sobre tres aspectos básicos relacionados con Internet: 1) quien invierte en la Red y quien paga por ella; 2) gobernanza o gobierno de la Red; y 3) contrato social sobre Internet.
Las tres tienen relación directa con la nueva democracia alrededor de la Red de la que hablamos, porque la necesidad de libertad individual, consustancial con las verdaderas y durables democracias, requiere mecanismos automáticos de funcionamiento. Los hombres hemos vivido muy crudamente el fracaso de los totalitarismos de izquierdas y derechas que pretendían conseguir la igualdad por decreto y para ello eliminaban, --durante algún tiempo, decían-- la libertad de las personas.
El secreto está en buscar desde el principio los mecanismos adecuados y mejorados, o enriquecidos, del mercado, de la democracia y de la justicia. Tres sistemas básicos para nuestras sociedades que, sin embargo, son frágiles y vulnerables porque están hechos, el primero para empresas que respeten las reglas del mercado, el segundo para demócratas y el tercero para personas justas. Si en ellos se incrustan mafiosos y aprovechados, antidemócratas e injustos a ultranza, dichos sistemas básicos de nuestras sociedades tienen muy pocas posibilidades de defensa.
Sería todo quizás mas fácil en una economía en la red en la que por definición todos tuviéramos las mismas oportunidades y no existieran barreras de entrada importantes como ha sido y es el caso en el mundo industrial. De ahí la importancia de los debates indicados arriba que deben extenderse al mundo en su conjunto, y la conveniencia de encontrar una buena solución para los problemas a los que se refieren.
Es, por otra parte fascinante, tener la posibilidad de recorrer un camino similar al seguido siglos atrás por la civilización occidental en el que brillaron personajes como Hobbes, Locke y Rousseau y del que surgió el Estado moderno. Es probable que estemos a la puertas de una nueva civilización y necesitemos un nuevo contrato social, planetario esta vez.
Adolfo Castilla es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Antonio de Nebrija. Es asimismo miembro del Consejo Editorial de Tendencias21 y editor del Blog Prospectiva. Este artículo fue publicado originalmente en la revista Temas.aspx?ID=311 del mes de marzo de 2007. Se reproduce con autorización.