Imagen: Alexander Zhiltsov. Fuente: PhotoXpress.
Un estudio realizado con estudiantes de universidad que compartían piso ha revelado que una forma particular de pensar que hace a las personas vulnerables a la depresión puede contagiarse a otros individuos, aumentando en ellos los síntomas de depresión en solo seis meses.
Los resultados de esta investigación, llevada a cabo por los psicológicos Gerald Haeffel y Jennifer Hames de la Universidad de Notre Dame, en Estados Unidos, han aparecido publicados en Clinical Psychological Science que edita la Association for Psychological Science (APS) de Norteamérica.
El estudio ha demostrado que aquellas personas que responden negativamente a las situaciones estresantes de la vida y que tienden a interpretar cada evento como el resultado de factores que no pueden cambiar o como un reflejo de su propia deficiencia, son más vulnerables a la depresión.
Esta "vulnerabilidad cognitiva" es un factor de riesgo de depresión tan fundamental que puede utilizarse para predecir qué individuos son propensos a experimentar un futuro episodio de depresión, aunque nunca hayan padecido previamente este trastorno.
Las características propias de dicha vulnerabilidad cognitiva se concretan al inicio de la adolescencia, y permanecen estables en la edad adulta, pero Haeffel y Hames afirman en un comunicado de la APS que pueden ser moldeables en determinadas circunstancias.
Muy contagiosa
Los investigadores plantearon la hipótesis de que la vulnerabilidad cognitiva pudiera resultar "contagiosa" en etapas vitales de gran transición; en aquellos momentos en que nuestros entornos sociales están en proceso de cambio.
Para probar su hipótesis, utilizaron información de 103 parejas de estudiantes que compartían piso con compañeros que les habían sido asignados aleatoriamente. Todos los participantes en el estudio acababan de empezar la universidad, es decir, eran estudiantes de primer año de carrera.
Cuando ya llevaban un mes en el campus, los miembros de estas 103 parejas completaron un cuestionario online con el que se evaluó sus niveles de vulnerabilidad cognitiva y de síntomas de depresión.
El cuestionario fue completado por los participantes de nuevo tres y seis meses más tarde. En ambas ocasiones, los individuos estudiados también informaron sobre acontecimientos vitales estresantes vividos en ambos momentos.
Los resultados revelaron que los estudiantes a los que se había asignado al azar un compañero de piso con altos niveles de vulnerabilidad cognitiva iniciales presentaron mayor probabilidad de quedar “atrapados” por la vulnerabilidad cognitiva de sus compañeros de piso, y de desarrollar en consecuencia mayores niveles de vulnerabilidad cognitiva.
Los resultados de esta investigación, llevada a cabo por los psicológicos Gerald Haeffel y Jennifer Hames de la Universidad de Notre Dame, en Estados Unidos, han aparecido publicados en Clinical Psychological Science que edita la Association for Psychological Science (APS) de Norteamérica.
El estudio ha demostrado que aquellas personas que responden negativamente a las situaciones estresantes de la vida y que tienden a interpretar cada evento como el resultado de factores que no pueden cambiar o como un reflejo de su propia deficiencia, son más vulnerables a la depresión.
Esta "vulnerabilidad cognitiva" es un factor de riesgo de depresión tan fundamental que puede utilizarse para predecir qué individuos son propensos a experimentar un futuro episodio de depresión, aunque nunca hayan padecido previamente este trastorno.
Las características propias de dicha vulnerabilidad cognitiva se concretan al inicio de la adolescencia, y permanecen estables en la edad adulta, pero Haeffel y Hames afirman en un comunicado de la APS que pueden ser moldeables en determinadas circunstancias.
Muy contagiosa
Los investigadores plantearon la hipótesis de que la vulnerabilidad cognitiva pudiera resultar "contagiosa" en etapas vitales de gran transición; en aquellos momentos en que nuestros entornos sociales están en proceso de cambio.
Para probar su hipótesis, utilizaron información de 103 parejas de estudiantes que compartían piso con compañeros que les habían sido asignados aleatoriamente. Todos los participantes en el estudio acababan de empezar la universidad, es decir, eran estudiantes de primer año de carrera.
Cuando ya llevaban un mes en el campus, los miembros de estas 103 parejas completaron un cuestionario online con el que se evaluó sus niveles de vulnerabilidad cognitiva y de síntomas de depresión.
El cuestionario fue completado por los participantes de nuevo tres y seis meses más tarde. En ambas ocasiones, los individuos estudiados también informaron sobre acontecimientos vitales estresantes vividos en ambos momentos.
Los resultados revelaron que los estudiantes a los que se había asignado al azar un compañero de piso con altos niveles de vulnerabilidad cognitiva iniciales presentaron mayor probabilidad de quedar “atrapados” por la vulnerabilidad cognitiva de sus compañeros de piso, y de desarrollar en consecuencia mayores niveles de vulnerabilidad cognitiva.
El contagio positivo
Por el contrario, aquellos estudiantes a los se les habían asignado compañeros con bajos niveles de vulnerabilidad cognitiva experimentaron una disminución en sus propios niveles. Este efecto de contagio resultó evidente en las evaluaciones realizadas tanto a los tres como a los seis meses.
Por otra parte, el riesgo de cambio en la vulnerabilidad cognitiva parece tener un efecto acumulativo, ya que aquellos estudiantes que mostraron un aumento de la vulnerabilidad cognitiva en los primeros tres meses de universidad presentaron casi el doble de nivel de síntomas depresivos a los seis meses que aquellos que no mostraron tal aumento en la evaluación realizada a los tres meses.
Los resultados proporcionan una prueba evidente del efecto contagio de los síntomas de depresión, lo que confirma la hipótesis inicial de los investigadores.
El contagio como terapia
A partir de estos hallazgos, Haeffel y Hames sugieren que el efecto contagio podría ser aprovechado para ayudar a tratar los síntomas de la depresión: "Nuestros descubrimientos sugieren que sería posible utilizar el entorno social de una persona como tratamiento, ya sea como complemento de otras intervenciones ya en marcha o como intervención independiente", escriben.
"Rodear a cualquier persona de otras que presentan un estilo cognitivo adaptativo debería ayudar a facilitar el cambio cognitivo como terapia", añaden.
Según los investigadores, los resultados de este estudio indican que puede ser el momento de reconsiderar la forma en que pensamos acerca de la vulnerabilidad cognitiva.
"Nuestro estudio demuestra que la vulnerabilidad cognitiva tiene el potencial de crecer y menguar con el tiempo, en función del contexto social. Esto significa que esta vulnerabilidad debe ser pensada como plástica, en lugar de inmutable”, concluyen.
Por el contrario, aquellos estudiantes a los se les habían asignado compañeros con bajos niveles de vulnerabilidad cognitiva experimentaron una disminución en sus propios niveles. Este efecto de contagio resultó evidente en las evaluaciones realizadas tanto a los tres como a los seis meses.
Por otra parte, el riesgo de cambio en la vulnerabilidad cognitiva parece tener un efecto acumulativo, ya que aquellos estudiantes que mostraron un aumento de la vulnerabilidad cognitiva en los primeros tres meses de universidad presentaron casi el doble de nivel de síntomas depresivos a los seis meses que aquellos que no mostraron tal aumento en la evaluación realizada a los tres meses.
Los resultados proporcionan una prueba evidente del efecto contagio de los síntomas de depresión, lo que confirma la hipótesis inicial de los investigadores.
El contagio como terapia
A partir de estos hallazgos, Haeffel y Hames sugieren que el efecto contagio podría ser aprovechado para ayudar a tratar los síntomas de la depresión: "Nuestros descubrimientos sugieren que sería posible utilizar el entorno social de una persona como tratamiento, ya sea como complemento de otras intervenciones ya en marcha o como intervención independiente", escriben.
"Rodear a cualquier persona de otras que presentan un estilo cognitivo adaptativo debería ayudar a facilitar el cambio cognitivo como terapia", añaden.
Según los investigadores, los resultados de este estudio indican que puede ser el momento de reconsiderar la forma en que pensamos acerca de la vulnerabilidad cognitiva.
"Nuestro estudio demuestra que la vulnerabilidad cognitiva tiene el potencial de crecer y menguar con el tiempo, en función del contexto social. Esto significa que esta vulnerabilidad debe ser pensada como plástica, en lugar de inmutable”, concluyen.
Referencia bibliográfica:
G. J. Haeffel, J. L. Hames. Cognitive Vulnerability to Depression Can Be Contagious. Clinical Psychological Science (2013). DOI: 10.1177/2167702613485075.
G. J. Haeffel, J. L. Hames. Cognitive Vulnerability to Depression Can Be Contagious. Clinical Psychological Science (2013). DOI: 10.1177/2167702613485075.