La investigadora y activista Jane Goodall acompañada de Freud, uno de los chimpancés con los que realizó sus investigaciones sobre la comunicación en primates, en el Parque Nacional de Gombe Stream. Imagen: Michael Neugebauer.
El debate sobre la inteligencia y la capacidad comunicativa de los animales hace tiempo que parece haberse inclinado por uno de los dos argumentos: el que defiende que la capacidad de comunicarse de manera más o menos compleja no es un rasgo en absoluto exclusivo del ser humano.
Ahora, un estudio de la Universidad de Newcastle en Reino Unido, liderado por el doctor Ben Wilson y el profesor Chris Petkov, ha fortalecido aún más esa teoría, al demostrar que la capacidad para reconocer las estructuras del lenguaje, y distinguir si una secuencia de sonidos está ordenada o es arbitraria, no es algo exclusivo del ser humano.
Las pruebas con los sujetos
Según los investigadores, el área del cerebro que se activa para desarrollar esta función (la corteza frontal ventral y opercular) es idéntica en seres humanos y en monos, y es independiente de la capacidad de producir un lenguaje propio.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores utilizaron un lenguaje inventado muy simple que se usa en estudios con niños, y que permitiría partir a todos los sujetos (humanos y no humanos) del mismo desconocimiento.
Una vez que todos ellos habían escuchado ejemplos de frases correctas en este lenguaje, se les presentaron nuevos ejemplos: algunos correctos, y otros totalmente inventados. Los sujetos, cuya actividad cerebral estaba monitorizada mediante resonancias magnéticas, tenían que reconocer a qué categoría pertenecía cada una de las secuencias sonoras. Fue entonces cuando los investigadores vieron que el área del cerebro protagonista en este momento era la misma en humanos y monos.
Ahora, un estudio de la Universidad de Newcastle en Reino Unido, liderado por el doctor Ben Wilson y el profesor Chris Petkov, ha fortalecido aún más esa teoría, al demostrar que la capacidad para reconocer las estructuras del lenguaje, y distinguir si una secuencia de sonidos está ordenada o es arbitraria, no es algo exclusivo del ser humano.
Las pruebas con los sujetos
Según los investigadores, el área del cerebro que se activa para desarrollar esta función (la corteza frontal ventral y opercular) es idéntica en seres humanos y en monos, y es independiente de la capacidad de producir un lenguaje propio.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores utilizaron un lenguaje inventado muy simple que se usa en estudios con niños, y que permitiría partir a todos los sujetos (humanos y no humanos) del mismo desconocimiento.
Una vez que todos ellos habían escuchado ejemplos de frases correctas en este lenguaje, se les presentaron nuevos ejemplos: algunos correctos, y otros totalmente inventados. Los sujetos, cuya actividad cerebral estaba monitorizada mediante resonancias magnéticas, tenían que reconocer a qué categoría pertenecía cada una de las secuencias sonoras. Fue entonces cuando los investigadores vieron que el área del cerebro protagonista en este momento era la misma en humanos y monos.
Grandes posibilidades de investigación
Los resultados del estudio abren la puerta, no ya a nuevas vías en ese debate de que hablábamos más arriba, sino al conocimiento de los procesos por los que los seres vivos desarrollan sistemas de comunicación, y los mecanismos evolutivos que llevan a estos (que parecen ser similares en los primates).
Además, como explica el profesor Petkov, la investigación permitirá también entender “lo que va mal cuando perdemos la capacidad del lenguaje, por ejemplo tras una herida en el cerebro, o por culpa de la demencia”, y abrirá la puerta a realizar estudios análogos en animales que muestren estas semejanzas con los seres humanos.
En 2006, ya se constató, usando un programa informático, que las ballenas jorobadas también son capaces de comunicarse con un lenguaje complejo, que se parece al de los humanos en que sigue cierta jerarquía. La única diferencia radicaría en que genera mucha menos información.
Los resultados del estudio abren la puerta, no ya a nuevas vías en ese debate de que hablábamos más arriba, sino al conocimiento de los procesos por los que los seres vivos desarrollan sistemas de comunicación, y los mecanismos evolutivos que llevan a estos (que parecen ser similares en los primates).
Además, como explica el profesor Petkov, la investigación permitirá también entender “lo que va mal cuando perdemos la capacidad del lenguaje, por ejemplo tras una herida en el cerebro, o por culpa de la demencia”, y abrirá la puerta a realizar estudios análogos en animales que muestren estas semejanzas con los seres humanos.
En 2006, ya se constató, usando un programa informático, que las ballenas jorobadas también son capaces de comunicarse con un lenguaje complejo, que se parece al de los humanos en que sigue cierta jerarquía. La única diferencia radicaría en que genera mucha menos información.
Referencia bibliográfica:
Benjamin Wilson, Yukiko Kikuchi, Li Sun, David Hunter, Frederic Dick, Kenny Smith, Alexander Thiele, Timothy D. Griffiths, William D. Marslen-Wilson, Christopher I. Petkov. Auditory sequence processing reveals evolutionarily conserved regions of frontal cortex in macaques and humans. Nature Communications (2015). DOI: 10.1038/ncomms9901
Benjamin Wilson, Yukiko Kikuchi, Li Sun, David Hunter, Frederic Dick, Kenny Smith, Alexander Thiele, Timothy D. Griffiths, William D. Marslen-Wilson, Christopher I. Petkov. Auditory sequence processing reveals evolutionarily conserved regions of frontal cortex in macaques and humans. Nature Communications (2015). DOI: 10.1038/ncomms9901