Fuente: PhotoXpress.
Un equipo de científicos de los Países Bajos, Suiza y Reino Unido ha demostrado que la forma de la dentadura es consecuencia directa de la alimentación seguida. Según sus indagaciones, además, en los dientes hay características que pueden utilizarse para averiguar lo que ha comido un animal.
Los investigadores han desarrollado una técnica con la que se puede dilucidar, por tanto, la dieta de animales salvajes, sin tener que analizar el contenido de su estómago. Dicha técnica podría utilizarse también para investigar la dieta de animales extintos como por ejemplo dinosaurios y reptiles marinos gigantes.
Relación entre dieta y rugosidad
En un artículo publicado en Journal of the Royal Society Interface, los autores del estudio explican que la rugosidad de la superficie de los dientes revela qué alimentos consumía el animal en cuestión.
Queda, pues, de manifiesto el estrecho vínculo entre la rugosidad de la dentadura y la dieta: la de los animales que consumen alimentos duros posee una superficie más rugosa que la de aquellos animales que consumen alimentos blandos.
Los investigadores han desarrollado una técnica con la que se puede dilucidar, por tanto, la dieta de animales salvajes, sin tener que analizar el contenido de su estómago. Dicha técnica podría utilizarse también para investigar la dieta de animales extintos como por ejemplo dinosaurios y reptiles marinos gigantes.
Relación entre dieta y rugosidad
En un artículo publicado en Journal of the Royal Society Interface, los autores del estudio explican que la rugosidad de la superficie de los dientes revela qué alimentos consumía el animal en cuestión.
Queda, pues, de manifiesto el estrecho vínculo entre la rugosidad de la dentadura y la dieta: la de los animales que consumen alimentos duros posee una superficie más rugosa que la de aquellos animales que consumen alimentos blandos.
El profesor Mark Purnell, de la Universidad de Leicester, señala que: «Si uno pasa la lengua por sus dientes, posiblemente notará que unos son más rugosos que otros. La incógnita que pretendemos despejar es si el grado de rugosidad de las puntas de los dientes (desgastados por el contacto con los alimentos) puede emplearse para determinar lo que comía un animal”.
Purnel añade: “Pero antes hay que definir qué se entiende por rugosidad, una característica que no es fácil de medir. Es sencillo distinguir con los sentidos entre superficies suaves y rugosas, pero ¿es la corteza del tronco de un árbol más rugosa que el firme de una carretera? ¿Es más rugosa, a escala microscópica, la superficie de una tiza que la de un queso? Son comparaciones difíciles de hacer.»
Sin embargo, la rugosidad es una cuestión trascendental en diversos campos. Por ejemplo, ¿las prótesis de cadera se vuelven más lisas o más rugosas con el uso? Si el cilindro de un motor es demasiado liso, no retendrá suficiente aceite en su superficie, se producirá fricción y el motor se gripará, ¿pero cuándo se considera que es demasiado liso?
“En ingeniería hace décadas que se trata de responder a preguntas de esta clase, en este caso, midiendo la rugosidad. En la actualidad se están desarrollando estándares internacionales gracias a métodos nuevos de medir superficies con gran precisión, para lo cual se usan microscopios tridimensionales. Esta es la técnica que hemos aplicado a las dentaduras en este estudio”, explica el científico.
Estudiar la dieta de los fósiles
La técnica desarrollada resultará muy útil para estudiar la dieta de peces, por ejemplo. De este modo, se podrá observar de qué manera los cambios en la dieta pueden determinar la desaparición de una especie o la evolución de especies nuevas. Resultará especialmente valiosa para analizar fósiles de animales cuyas dietas son difíciles de concretar.
Ole Seehausen, el responsable de analizar el contenido de los estómagos de los animales estudiados, añadió: «Para nuestra sorpresa, observamos que en algunos casos la rugosidad de la dentadura era un indicador más fiable de la dieta que el análisis del contenido estomacal del pez, porque este último sólo informa de lo que el animal comió en las horas anteriores a su captura, no de lo que solía comer.»
Purnel añade: “Pero antes hay que definir qué se entiende por rugosidad, una característica que no es fácil de medir. Es sencillo distinguir con los sentidos entre superficies suaves y rugosas, pero ¿es la corteza del tronco de un árbol más rugosa que el firme de una carretera? ¿Es más rugosa, a escala microscópica, la superficie de una tiza que la de un queso? Son comparaciones difíciles de hacer.»
Sin embargo, la rugosidad es una cuestión trascendental en diversos campos. Por ejemplo, ¿las prótesis de cadera se vuelven más lisas o más rugosas con el uso? Si el cilindro de un motor es demasiado liso, no retendrá suficiente aceite en su superficie, se producirá fricción y el motor se gripará, ¿pero cuándo se considera que es demasiado liso?
“En ingeniería hace décadas que se trata de responder a preguntas de esta clase, en este caso, midiendo la rugosidad. En la actualidad se están desarrollando estándares internacionales gracias a métodos nuevos de medir superficies con gran precisión, para lo cual se usan microscopios tridimensionales. Esta es la técnica que hemos aplicado a las dentaduras en este estudio”, explica el científico.
Estudiar la dieta de los fósiles
La técnica desarrollada resultará muy útil para estudiar la dieta de peces, por ejemplo. De este modo, se podrá observar de qué manera los cambios en la dieta pueden determinar la desaparición de una especie o la evolución de especies nuevas. Resultará especialmente valiosa para analizar fósiles de animales cuyas dietas son difíciles de concretar.
Ole Seehausen, el responsable de analizar el contenido de los estómagos de los animales estudiados, añadió: «Para nuestra sorpresa, observamos que en algunos casos la rugosidad de la dentadura era un indicador más fiable de la dieta que el análisis del contenido estomacal del pez, porque este último sólo informa de lo que el animal comió en las horas anteriores a su captura, no de lo que solía comer.»