Muchos estudios ya relacionaban mayores niveles de actividad física con menores tasas de depresión, pero existía la duda de si la actividad física reduce realmente el riesgo de depresión o es la depresión la que conduce a una menor actividad física. Este nuevo estudio señala hacia la primera opción.
"Al usar datos genéticos, encontramos evidencias de que los niveles más altos de actividad física pueden reducir el riesgo de depresión", explica en un comunicado Karmel Choi, doctora en la Unidad de Genética Psiquiátrica y de Neurodesarrollo en el Centro MGH de Medicina Genómica. "Saber si un factor asociado en realidad causa un resultado es importante, porque queremos invertir en estrategias preventivas que realmente funcionen".
Aleatorización mendeliana
La técnica utilizada en el estudio, la aleatorización mendeliana, utiliza variantes genéticas para estudiar las consecuencias de un factor no genético. Es un enfoque diferente al de la investigación tradicional.
Las variantes genéticas se estudian como un tipo de experimento natural en el que las personas muestran niveles medios más altos o más bajos de un factor como la actividad física, que están relacionados con las variantes genéticas que han heredado. Debido a que estas se heredan de manera relativamente aleatoria, pueden servir para evitar sesgos en la investigación.
Este enfoque también puede determinar cuál de los dos rasgos es realmente causante. Si los niveles del rasgo A afectan los niveles del rasgo B, pero los del rasgo B no afectan los del rasgo A, implica que el rasgo A conduce al rasgo B, pero no al revés.
El ejercicio físico como causa
Los resultados del estudio de aleatorización mendeliana indicaron que la actividad física monitorizada (pero no la impuesta a un mismo) parece proteger contra el riesgo de depresión. El análisis no reveló ninguna relación causal en la otra dirección, entre la depresión y la actividad física.
"De media, hacer más actividad física parece proteger contra el desarrollo de la depresión" explica Choi. "Nuestros cálculos sugieren que reemplazar el sedentarismo por 15 minutos de una actividad que active el corazón, como correr, o una hora de una actividad activa moderada, es suficiente para elevar la media del rendimiento, lo que se vinculó a un menor riesgo de depresión".
Jordan Smoller, director de la Unidad de Genética Psiquiátrica y de Neurodesarrollo y profesor de Psiquiatría en la Escuela de Medicina de Harvard, señala que "si bien las variantes genéticas como las que se utilizan en este estudio no determinan los comportamientos o resultados de una persona, su relación con ciertos rasgos pueden ayudarnos a analizar si la actividad física, o la tendencia a participar en más actividad física, tiene un efecto causal probable en la depresión. Las conclusiones ayudan a los investigadores a diseñar ensayos clínicos a gran escala".
El siguiente paso, según Choi, es lograr que las personas se mantengan físicamente activas. "Se debe trabajar más para descubrir la mejor manera de adaptar las recomendaciones a diferentes tipos de personas con diferentes perfiles de riesgo. Actualmente estamos analizando en qué medida la actividad física puede beneficiar a diferentes grupos en riesgo, como las personas que son genéticamente vulnerables a la depresión o aquellas que atraviesan situaciones estresantes y esperan desarrollar una mejor comprensión de la actividad física para promover la resiliencia a la depresión”.
Referencia
Assessment of Bidirectional Relationships Between Physical Activity and Depression Among Adults. K. W. Choi et al. JAMA Psychiatry, 23 January 2019. DOI: 10.1001/jamapsychiatry.2018.4175.