Momento de un tsunami
La Tierra ha cambiado. Lo dicen los geólogos analizando los impactos físicos del terremoto ocurrido en el Océano Índico el pasado 26 de diciembre, que ha modificado la geografía de los entornos afectados. También se habla de que el tsunami ha hecho a la Tierra más redonda, según Live Science.
La Tierra también ha cambiado porque el terremoto se cree que modificó ligeramente el eje de la Tierra, acelerando su rotación y acortando la duración del día en tres microsegundos, según el diario italiano Corriere della Sera.
La Tierra ha cambiado porque en nuestro planeta faltan 200.000 personas que vivían el 25 de diciembre. Pertenecían en su inmensa mayoría a una docena de países del Sudeste Asiático y de África, barridas en sólo unos días por el maremoto. Nunca en la historia reciente de nuestro planeta un desastre natural había afectado a una zona tan extensa y alcanzado la capacidad de destrucción del tsunami de diciembre 2004, que deja cinco millones de damnificados.
La Tierra ha cambiado porque la solidaridad internacional desatada por la catástrofe no tiene precedentes: el hecho de que 8.000 turistas figuren entre las víctimas ha contribuido a la movilización de los países ricos, al mismo tiempo que ha suscitado una nueva unidad en el sistema internacional de ayuda, tal como ha señalado The Age.
Para sorpresa de muchos, Estados Unidos lidera el movimiento internacional de solidaridad, pero no oculta sus intereses: la catástrofe es una oportunidad para estrechar relaciones con los países asiáticos en la lucha contra el terrorismo, según Bloommberg.
Una sorpresa anunciada
Pero para algunos científicos el tsunami índico no fue ninguna sorpresa. La localización del epicentro había sido contemplada en una modelización de posibles terremotos que podrían ocurrir entre 2000 y 2010.
La previsión fue realizada por el Center for Computational Science and Engineering de la Universidad de California a partir de los terremotos ocurridos en el mundo de una intensidad superior a los 5 grados de la escala Richter. El mapa fue presentado el mes pasado en la reunión de la American Geophysical Union.
Con los datos históricos acumulados, los investigadores construyeron un mapa que muestra los posibles terremotos que ocurrirían en el mundo durante esta década. Lo sorprendente es que de los 38 temblores que han tenido lugar desde entonces 30 habían sido anticipados por el modelo, incluido el de Indonesia.
Para Keilis-Borok, profesor residente del departamento de la Tierra y Ciencias del Espacio del Institute of Geophysics and Planetary Physics de la Universidad de California, los grandes terremotos pueden llegar a predecirse con meses de anticipación, si se aplica la metodología específica, señala Science Daily.
El equipo de Keilis-Borok, que incluye expertos en reconocimiento de patrones, geodinámica, física estadística y salud pública, ha desarrollado algoritmos que detectan con anticipación un terremoto. Su sistema, que se basa en la observación continuada de los pequeños terremotos que ocurren a diario, ha sido determinante para prevenir los terremotos de 2003 en California y en Japón, si bien no es plenamente aceptado como válido por la comunidad científica.
La Tierra también ha cambiado porque el terremoto se cree que modificó ligeramente el eje de la Tierra, acelerando su rotación y acortando la duración del día en tres microsegundos, según el diario italiano Corriere della Sera.
La Tierra ha cambiado porque en nuestro planeta faltan 200.000 personas que vivían el 25 de diciembre. Pertenecían en su inmensa mayoría a una docena de países del Sudeste Asiático y de África, barridas en sólo unos días por el maremoto. Nunca en la historia reciente de nuestro planeta un desastre natural había afectado a una zona tan extensa y alcanzado la capacidad de destrucción del tsunami de diciembre 2004, que deja cinco millones de damnificados.
La Tierra ha cambiado porque la solidaridad internacional desatada por la catástrofe no tiene precedentes: el hecho de que 8.000 turistas figuren entre las víctimas ha contribuido a la movilización de los países ricos, al mismo tiempo que ha suscitado una nueva unidad en el sistema internacional de ayuda, tal como ha señalado The Age.
Para sorpresa de muchos, Estados Unidos lidera el movimiento internacional de solidaridad, pero no oculta sus intereses: la catástrofe es una oportunidad para estrechar relaciones con los países asiáticos en la lucha contra el terrorismo, según Bloommberg.
Una sorpresa anunciada
Pero para algunos científicos el tsunami índico no fue ninguna sorpresa. La localización del epicentro había sido contemplada en una modelización de posibles terremotos que podrían ocurrir entre 2000 y 2010.
La previsión fue realizada por el Center for Computational Science and Engineering de la Universidad de California a partir de los terremotos ocurridos en el mundo de una intensidad superior a los 5 grados de la escala Richter. El mapa fue presentado el mes pasado en la reunión de la American Geophysical Union.
Con los datos históricos acumulados, los investigadores construyeron un mapa que muestra los posibles terremotos que ocurrirían en el mundo durante esta década. Lo sorprendente es que de los 38 temblores que han tenido lugar desde entonces 30 habían sido anticipados por el modelo, incluido el de Indonesia.
Para Keilis-Borok, profesor residente del departamento de la Tierra y Ciencias del Espacio del Institute of Geophysics and Planetary Physics de la Universidad de California, los grandes terremotos pueden llegar a predecirse con meses de anticipación, si se aplica la metodología específica, señala Science Daily.
El equipo de Keilis-Borok, que incluye expertos en reconocimiento de patrones, geodinámica, física estadística y salud pública, ha desarrollado algoritmos que detectan con anticipación un terremoto. Su sistema, que se basa en la observación continuada de los pequeños terremotos que ocurren a diario, ha sido determinante para prevenir los terremotos de 2003 en California y en Japón, si bien no es plenamente aceptado como válido por la comunidad científica.
Tsunami. Creación artística. Artmus.
Limitaciones científicas
A pesar de estas tecnologías, ningún centro científico que vigila el comportamiento del planeta imaginó las dimensiones de lo que iba a ocurrir. Y aunque el Pacific Tsunami Warning Center (Hawai), que vigila la aparición de Tsunamis en el Pacífico, quiso alertar horas antes a los países asiáticos, sus esfuerzos fueron infructuosos.
Para el National Earthquake Information Center, (Colorado), que vigila posibles terremotos en Estados Unidos, muchas víctimas podrían haberse salvado si un sistema de vigilancia de tsunamis, similar al existente en el Pacífico, hubiese sido instalado en el Índico.
La realidad es que estas catástrofes son más frecuentes en el Pacífico que en el Índico: desde 1944, seis olas mortales han devastado Japón y media docena el archipiélago de Hawai, así como una gran ola barrió el golfo del Moro, en Filipinas, en 1976.
En el océano Índico los maremotos han sido menos frecuentes, si bien no son desconocidos: en 1883, una elevación del nivel del mar derivada de las erupciones del volcán Kratakoa afectó a Sri Lanka. En 1941, un terremoto desencadenó un tsunami que afectó a las costas de La India y en 1945 otro temblor de tierra ocurrido al sur de Karachi provocó asimismo olas gigantes.
A pesar de esta diferencia de intensidad, está claro que un sistema de alerta habría reducido el impacto del maremoto de diciembre 2004, pero es evidente también que Indonesia, Sri Lanka y Tailandia no tienen los medios técnicos y económicos de Estados Unidos, Japón o Australia para instalar un dispositivo equivalente al que estos países han desplegado en el Pacífico.
Anticipar y prevenir
De todas formas, los terremotos siguen siendo imprevisibles para la ciencia, ya que una cosa es saber dónde se va a producir un movimiento telúrico y otra muy distinta es preverlo.
Las dificultades trascienden las capacidades tecnológicas alcanzadas: las placas tectónicas sobre las que reposan los océanos y los continentes son bien conocidas y sus movimientos están catalogados. Sin embargo, estas placas están situadas sobre el magma, que no es otra cosa que roca derretida que se encuentra a grandes profundidades del manto terrestre.
Los movimientos del magma son totalmente desconocidos para la ciencia en virtud de las fuerzas que determinan su comportamiento, por lo que los geólogos y sismólogos sólo pueden establecer cálculos de probabilidad: un terremoto ocurrirá en esta región en los próximos treinta años. Es lo que han hecho los científicos de la Universidad de California.
Los datos históricos contribuyen a elaborar previsiones más exactas. Por ejemplo, en el caso del sudeste asiático, ha podido establecerse que los grandes seísmos ocurren cada 230 años en la región: los años 1797 y 1833 han registrado episodios telúricos significativos y se cree que ha habido otros en 1500 y en 1300.
También se sabe que estos seísmos no vienen solos, sino en oleadas de dos o más, después de los cuales reina tranquilidad durante casi doscientos años. Los episodios más recientes parecen indicar que estamos en un nuevo ciclo de actividad telúrica.
El terremoto de Singapur ocurrido en junio de 2000 (7 grados) y el de Sumatra en 2002 (7,4), podrían ser los antecedentes del de diciembre 2004, que alcanzó los 9 grados en la escala Richter. Si esto es así, es posible que ocurra otra catástrofe equivalente en los próximos 25 años y que todo vuelva a la calma en 2200.
A pesar de estas tecnologías, ningún centro científico que vigila el comportamiento del planeta imaginó las dimensiones de lo que iba a ocurrir. Y aunque el Pacific Tsunami Warning Center (Hawai), que vigila la aparición de Tsunamis en el Pacífico, quiso alertar horas antes a los países asiáticos, sus esfuerzos fueron infructuosos.
Para el National Earthquake Information Center, (Colorado), que vigila posibles terremotos en Estados Unidos, muchas víctimas podrían haberse salvado si un sistema de vigilancia de tsunamis, similar al existente en el Pacífico, hubiese sido instalado en el Índico.
La realidad es que estas catástrofes son más frecuentes en el Pacífico que en el Índico: desde 1944, seis olas mortales han devastado Japón y media docena el archipiélago de Hawai, así como una gran ola barrió el golfo del Moro, en Filipinas, en 1976.
En el océano Índico los maremotos han sido menos frecuentes, si bien no son desconocidos: en 1883, una elevación del nivel del mar derivada de las erupciones del volcán Kratakoa afectó a Sri Lanka. En 1941, un terremoto desencadenó un tsunami que afectó a las costas de La India y en 1945 otro temblor de tierra ocurrido al sur de Karachi provocó asimismo olas gigantes.
A pesar de esta diferencia de intensidad, está claro que un sistema de alerta habría reducido el impacto del maremoto de diciembre 2004, pero es evidente también que Indonesia, Sri Lanka y Tailandia no tienen los medios técnicos y económicos de Estados Unidos, Japón o Australia para instalar un dispositivo equivalente al que estos países han desplegado en el Pacífico.
Anticipar y prevenir
De todas formas, los terremotos siguen siendo imprevisibles para la ciencia, ya que una cosa es saber dónde se va a producir un movimiento telúrico y otra muy distinta es preverlo.
Las dificultades trascienden las capacidades tecnológicas alcanzadas: las placas tectónicas sobre las que reposan los océanos y los continentes son bien conocidas y sus movimientos están catalogados. Sin embargo, estas placas están situadas sobre el magma, que no es otra cosa que roca derretida que se encuentra a grandes profundidades del manto terrestre.
Los movimientos del magma son totalmente desconocidos para la ciencia en virtud de las fuerzas que determinan su comportamiento, por lo que los geólogos y sismólogos sólo pueden establecer cálculos de probabilidad: un terremoto ocurrirá en esta región en los próximos treinta años. Es lo que han hecho los científicos de la Universidad de California.
Los datos históricos contribuyen a elaborar previsiones más exactas. Por ejemplo, en el caso del sudeste asiático, ha podido establecerse que los grandes seísmos ocurren cada 230 años en la región: los años 1797 y 1833 han registrado episodios telúricos significativos y se cree que ha habido otros en 1500 y en 1300.
También se sabe que estos seísmos no vienen solos, sino en oleadas de dos o más, después de los cuales reina tranquilidad durante casi doscientos años. Los episodios más recientes parecen indicar que estamos en un nuevo ciclo de actividad telúrica.
El terremoto de Singapur ocurrido en junio de 2000 (7 grados) y el de Sumatra en 2002 (7,4), podrían ser los antecedentes del de diciembre 2004, que alcanzó los 9 grados en la escala Richter. Si esto es así, es posible que ocurra otra catástrofe equivalente en los próximos 25 años y que todo vuelva a la calma en 2200.
La sombra atlántica según el Benfield Hazard Research Centre
La sombra mediterránea y atlántica
De todas formas, el Índico y el Pacífico no son las únicas sombras. El Mediterráneo es también un posible escenario: para el director del Observatorio del Instituto Geodinámico de Atenas, Gérassimos Papadopoulos, la isla de Rodas podría ser el Phuket griego, en clara referencia a la isla tailandesa.
Además, los científicos también han anticipado la posibilidad de una catástrofe similar a la del sudeste asiático que ocurrirá, ciertamente, pero no se sabe cuándo, en el océano Atlántico.
Un volcán de la isla canaria de La Palma está a punto de hundirse y de provocar un tsunami cuyas olas, según este modelo, alcanzarían un tamaño de alrededor de 50 metros. Golpearían la costa oeste del Atlántico entre 6 y 9 horas después de ocurrir el derrumbamiento del volcán.
Horas antes de su llegada a América, las costas de Canarias, del oeste africano y de Europa habrán sido barridas asimismo por olas refractadas desde la isla de La Palma, olas que podrán alcanzar los centenares de metros de altura.
Aunque este escenario atlántico ha sido descalificado por vulcanólogos canarios, también respecto a esta eventualidad se han solicitado mayores medios técnicos que, en caso de catástrofe, podrían paliar los daños. Pero las respuestas no han llegado.
Mejorar los dispositivos de alerta
Aunque la vigilancia volcánica en La Palma se ha intensificado en los últimos cinco años, el Benfield Hazard Research Centre, que es el que ha alertado de este riesgo, considera que es preciso incrementar los instrumentos de medición para prevenir con mayor rapidez una nueva erupción, por el potencial peligro que entraña de desencadenar una catástrofe natural de dimensiones casi planetarias.
El Benfield Hazard Research Centre advierte que hay sistemas de detección que podrían anticipar en dos semanas la inminencia de una erupción. Y aunque puede que esa nueva erupción no desencadene la temida catástrofe, el riesgo es tan elevado que la ciencia aconseja medidas preventivas en las que deben colaborar instituciones de ambos lados del Atlántico.
En el Archipiélago canario no sólo la isla de la Palma representa sin embargo una amenaza. También el Teide, el pico más alto de España (3.718 metros) situado en la isla de Tenerife, podría hundirse, porque sus flancos están cada vez más frágiles, y generar un gigantesco tsunami, según explica Birger Lühr, del Centro de Investigaciones Geológicas de Postdam, en Der Spiegel.
La experiencia del Sudeste Asiático, que tanto ha cambiado a la Tierra, aconseja no escatimar medios para paliar en lo posible los daños causados por la fuerza incontrolable de la naturaleza, ya sea en el Índico, como en el Mediterráneo, el Pacífico o el Atlántico.
Extraño 2005
En cualquier caso, el año 2005 ha modificado ligeramente varios parámetros de la realidad física y humana de nuestro planeta y nos señala que es posible que ocurran nuevos episodios telúricos al menos hasta el año 2200.
Y para aumentar el desconcierto sembrado por esta extraña entrada de año, un nuevo cometa nos visita en los comienzos de 2005. Nos proporciona espectáculo y paz cósmica, pero no nos confiemos. Otro cometa está en camino, de 400 metros de diámetro, y colisionará con la Tierra en 2029, 2044 o 2053. La pesadilla del Apocalipsis, que se inició en el cambio de siglo, no nos abandona.
Temas relacionados:
Tsunami en Atlantique ? A propos du volcan de La Palma aux Canaries
New NASA Imagery Sheds Additional Perspectives On Tsunami
Vulcanismo y geología de Canarias
De todas formas, el Índico y el Pacífico no son las únicas sombras. El Mediterráneo es también un posible escenario: para el director del Observatorio del Instituto Geodinámico de Atenas, Gérassimos Papadopoulos, la isla de Rodas podría ser el Phuket griego, en clara referencia a la isla tailandesa.
Además, los científicos también han anticipado la posibilidad de una catástrofe similar a la del sudeste asiático que ocurrirá, ciertamente, pero no se sabe cuándo, en el océano Atlántico.
Un volcán de la isla canaria de La Palma está a punto de hundirse y de provocar un tsunami cuyas olas, según este modelo, alcanzarían un tamaño de alrededor de 50 metros. Golpearían la costa oeste del Atlántico entre 6 y 9 horas después de ocurrir el derrumbamiento del volcán.
Horas antes de su llegada a América, las costas de Canarias, del oeste africano y de Europa habrán sido barridas asimismo por olas refractadas desde la isla de La Palma, olas que podrán alcanzar los centenares de metros de altura.
Aunque este escenario atlántico ha sido descalificado por vulcanólogos canarios, también respecto a esta eventualidad se han solicitado mayores medios técnicos que, en caso de catástrofe, podrían paliar los daños. Pero las respuestas no han llegado.
Mejorar los dispositivos de alerta
Aunque la vigilancia volcánica en La Palma se ha intensificado en los últimos cinco años, el Benfield Hazard Research Centre, que es el que ha alertado de este riesgo, considera que es preciso incrementar los instrumentos de medición para prevenir con mayor rapidez una nueva erupción, por el potencial peligro que entraña de desencadenar una catástrofe natural de dimensiones casi planetarias.
El Benfield Hazard Research Centre advierte que hay sistemas de detección que podrían anticipar en dos semanas la inminencia de una erupción. Y aunque puede que esa nueva erupción no desencadene la temida catástrofe, el riesgo es tan elevado que la ciencia aconseja medidas preventivas en las que deben colaborar instituciones de ambos lados del Atlántico.
En el Archipiélago canario no sólo la isla de la Palma representa sin embargo una amenaza. También el Teide, el pico más alto de España (3.718 metros) situado en la isla de Tenerife, podría hundirse, porque sus flancos están cada vez más frágiles, y generar un gigantesco tsunami, según explica Birger Lühr, del Centro de Investigaciones Geológicas de Postdam, en Der Spiegel.
La experiencia del Sudeste Asiático, que tanto ha cambiado a la Tierra, aconseja no escatimar medios para paliar en lo posible los daños causados por la fuerza incontrolable de la naturaleza, ya sea en el Índico, como en el Mediterráneo, el Pacífico o el Atlántico.
Extraño 2005
En cualquier caso, el año 2005 ha modificado ligeramente varios parámetros de la realidad física y humana de nuestro planeta y nos señala que es posible que ocurran nuevos episodios telúricos al menos hasta el año 2200.
Y para aumentar el desconcierto sembrado por esta extraña entrada de año, un nuevo cometa nos visita en los comienzos de 2005. Nos proporciona espectáculo y paz cósmica, pero no nos confiemos. Otro cometa está en camino, de 400 metros de diámetro, y colisionará con la Tierra en 2029, 2044 o 2053. La pesadilla del Apocalipsis, que se inició en el cambio de siglo, no nos abandona.
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