La hipótesis del cerebro social propugna que la sociabilidad ha impulsado el aumento relativo del tamaño cerebral en las especies de mamíferos pertenecientes a tres órdenes: los carnívoros, los primates y los ungulados.
En 2009, sin embargo, un estudio realizado por científicos de la Universidad de Michigan (EEUU) sobre 289 especies de carnívoros terrestres, de las cuales casi la mitad eran fósiles, reveló que el aumento del cerebro en estas especies no podía asociarse a la sociabilidad de manera automática.
La investigación señaló asimismo que la relación entre tamaño cerebral y sociabilidad es variable también entre los carnívoros vivos. Por ejemplo, cabría esperar que especies con cerebros grandes, como los osos, los félidos pequeños y los mustélidos fueran sociables; pero el hecho es que no lo son.
Ahora, un nuevo estudio comparativo realizado por especialistas de la Drexel University de Filadelfia (EEUU) con especies de avispas sociales y de avispas solitarias (en total 29 especies de Costa Rica, Ecuador y Taiwán) vuelve a cuestionar la universalidad de la hipótesis del cerebro social.
Según la investigación, a medida que evolucionó el comportamiento social de las avispas sociales, las regiones de sus cerebros vinculadas al procesamiento cognitivo se redujeron.
En concreto, las avispas de especies solitarias presentan algunas partes del cerebro significativamente mayores que las avispas sociales: los “cuerpos pedunculados”, unas regiones que se utilizan para la integración multisensorial, el aprendizaje asociativo y la memoria espacial.
En 2009, sin embargo, un estudio realizado por científicos de la Universidad de Michigan (EEUU) sobre 289 especies de carnívoros terrestres, de las cuales casi la mitad eran fósiles, reveló que el aumento del cerebro en estas especies no podía asociarse a la sociabilidad de manera automática.
La investigación señaló asimismo que la relación entre tamaño cerebral y sociabilidad es variable también entre los carnívoros vivos. Por ejemplo, cabría esperar que especies con cerebros grandes, como los osos, los félidos pequeños y los mustélidos fueran sociables; pero el hecho es que no lo son.
Ahora, un nuevo estudio comparativo realizado por especialistas de la Drexel University de Filadelfia (EEUU) con especies de avispas sociales y de avispas solitarias (en total 29 especies de Costa Rica, Ecuador y Taiwán) vuelve a cuestionar la universalidad de la hipótesis del cerebro social.
Según la investigación, a medida que evolucionó el comportamiento social de las avispas sociales, las regiones de sus cerebros vinculadas al procesamiento cognitivo se redujeron.
En concreto, las avispas de especies solitarias presentan algunas partes del cerebro significativamente mayores que las avispas sociales: los “cuerpos pedunculados”, unas regiones que se utilizan para la integración multisensorial, el aprendizaje asociativo y la memoria espacial.
Posible caso de cognición distribuida
La causa de este hecho, señalan los investigadores en un comunicado de dicha Universidad difundido por Eurekalert! podría estar en que, al poder confiar en sus compañeros, los miembros de estas colonias habrían ‘invertido’ menos en su inteligencia individual.
Esta interpretación iría en la línea de otra teoría conocida como “hipótesis de la cognición distribuida", que propone que el conocimiento y la cognición no están confinados a un solo individuo, sino distribuidos por los entornos en forma de recuerdos o conocimientos sobre objetos, individuos o herramientas; sistemas de representaciones y modelos de intercambio de información.
Aunque esta otra hipótesis se usa en sociología y ciencias cognitivas sobre todo en referencia a los humanos, los científicos de la Drexel University afirman que también podría aplicarse a las colonias de insectos estudiadas.
En estas, señalan, aspectos de cooperación o de integración -como el intercambio de información entre las avispas grupales- habrían reducido la necesidad de avanzar en la cognición de cada individuo.
Conflictos y evolución
Los autores del presente estudio señalan, a pesar de los hallazgos realizados, que en los vertebrados no sucedería lo mismo que en las avispas sociales: en ellos, ambientes sociales más complejos generalmente sí exigen habilidades cognitivas individuales también más complejas, sobre todo por competencia (lucha por recursos y oportunidades), un factor que suele agudizar la inteligencia.
Así, en estos contextos, los individuos que afrontan desafíos con habilidades cognitivas más fuertes tienen una ventaja de supervivencia sobre otros.
Por tanto, las sociedades se pueden formar de diferentes maneras, y provocar diversos efectos en el cerebro de sus miembros. "A diferencia de la mayoría de las sociedades de vertebrados, las colonias de insectos suelen estar formadas por varias familias. En ellas, las crías permanecen y ayudan a sus progenitores y, aunque pueda haber conflictos familiares, la colonia a menudo tiene éxito o fracasa como una unidad", explica Sean O'Donnell, director de la investigación.
Los científicos planean ahora comprobar si el patrón cerebral hallado en las avispas sociales (cuerpos pedunculados reducidos) se da también en otros insectos sociales, como las termitas o las cucarachas.
La causa de este hecho, señalan los investigadores en un comunicado de dicha Universidad difundido por Eurekalert! podría estar en que, al poder confiar en sus compañeros, los miembros de estas colonias habrían ‘invertido’ menos en su inteligencia individual.
Esta interpretación iría en la línea de otra teoría conocida como “hipótesis de la cognición distribuida", que propone que el conocimiento y la cognición no están confinados a un solo individuo, sino distribuidos por los entornos en forma de recuerdos o conocimientos sobre objetos, individuos o herramientas; sistemas de representaciones y modelos de intercambio de información.
Aunque esta otra hipótesis se usa en sociología y ciencias cognitivas sobre todo en referencia a los humanos, los científicos de la Drexel University afirman que también podría aplicarse a las colonias de insectos estudiadas.
En estas, señalan, aspectos de cooperación o de integración -como el intercambio de información entre las avispas grupales- habrían reducido la necesidad de avanzar en la cognición de cada individuo.
Conflictos y evolución
Los autores del presente estudio señalan, a pesar de los hallazgos realizados, que en los vertebrados no sucedería lo mismo que en las avispas sociales: en ellos, ambientes sociales más complejos generalmente sí exigen habilidades cognitivas individuales también más complejas, sobre todo por competencia (lucha por recursos y oportunidades), un factor que suele agudizar la inteligencia.
Así, en estos contextos, los individuos que afrontan desafíos con habilidades cognitivas más fuertes tienen una ventaja de supervivencia sobre otros.
Por tanto, las sociedades se pueden formar de diferentes maneras, y provocar diversos efectos en el cerebro de sus miembros. "A diferencia de la mayoría de las sociedades de vertebrados, las colonias de insectos suelen estar formadas por varias familias. En ellas, las crías permanecen y ayudan a sus progenitores y, aunque pueda haber conflictos familiares, la colonia a menudo tiene éxito o fracasa como una unidad", explica Sean O'Donnell, director de la investigación.
Los científicos planean ahora comprobar si el patrón cerebral hallado en las avispas sociales (cuerpos pedunculados reducidos) se da también en otros insectos sociales, como las termitas o las cucarachas.
Referencia bibliográfica:
Sean O'Donnell, Susan J. Bulova, Sara DeLeon, Paulina Khodak, Skye Miller, Elisabeth Sulger. Distributed cognition and social brains: reductions in mushroom body investment accompanied the origins of sociality in wasps (Hymenoptera: Vespidae). Proceedings of the Royal Society B (2015) DOI: 10.1098/rspb.2015.0791.
Sean O'Donnell, Susan J. Bulova, Sara DeLeon, Paulina Khodak, Skye Miller, Elisabeth Sulger. Distributed cognition and social brains: reductions in mushroom body investment accompanied the origins of sociality in wasps (Hymenoptera: Vespidae). Proceedings of the Royal Society B (2015) DOI: 10.1098/rspb.2015.0791.