Tsunami. Sourceforge
Una red mundial de generadores de números aleatorios muestra anomalías de funcionamiento cuando se producen acontecimientos que afectan a millones de personas, según un experimento iniciado en 1998 y que hoy tiene presencia en países de todos los continentes.
La red se llama The Global Consciousness Project (GCP) y representa el primer esfuerzo internacional para explorar si la atención social que comparten millones de personas cuando ocurren determinados acontecimientos relevantes, puede ser medida y validada científicamente.
La red GCP lleva operando desde hace 35 años y tiene presencia en 65 países, desde Alaska a las islas Fidji. Funciona en todos los continentes del globo y en todas las franjas horarias. En ella trabajan 75 investigadores, analistas e ingenieros.
Aunque está alojada oficialmente en la Universidad de Princeton y muchos de los investigadores participantes forman parte del estrato académico, la red GCP no está financiada por subvenciones universitarias, sino por una serie de patrocinadores. Entre ellos destacan The Princeton Engineering Anomalies Research y The Linux Documentation Project.
The Princeton Engineering Anomalies Research (PEAR) fue creado en 1979 por el decano de la Escuela de Ingeniería y Ciencia Aplicada de la Universidad de Princeton, Robert G. Jahn, con la finalidad de estudiar científicamente la interacción entre la conciencia humana y los instrumentos mecánicos y físicos. Entre los artículos explicativos de esta experiencia destaca el publicado por la revista Foundations of Physics Letters. El texto íntegro ha sido difundido por GCP.
Conciencia y realidad
Robert G. Jahn ha dedicado un equipo de ingenieros, físicos, sicólogos y humanistas a desarrollar una serie de experimentos y elaborar modelos teóricos que contribuyan a explicar el papel que juega la conciencia en el establecimiento de la realidad física.
La búsqueda de una posible relación entre la conciencia y la realidad material es una vieja tarea de la física teórica que fue perfectamente explicada en 1984 por John Wheeler y Wojcieck Zurek, cuando escribieron en su obra Quantum Theory and Measurement que son necesarios los observadores para dar existencia al mundo. Al buscar la posible relación entre la conciencia humana y determinados acontecimientos, el GCP forma parte de esa línea de investigaciones.
GCP funciona mediante una red de generadores numéricos aleatorios (GNA, REN en inglés). Una vez por segundo, cada GNA experimenta con 200 bits, es decir, con 200 ceros y unos, para determinar cuál de los dos dígitos prevalece. Es como tirar 200 veces una moneda al aire para determinar cuántas veces cae cara y cuántas cruz.
GNA utiliza la tecnología informática para generar dos números –el 1 y el 0- continuamente, en una secuencia totalmente aleatoria, emulando así el ejemplo de la moneda arrojada al aire, con dos posibles resultados: cara o cruz. Las secuencias resultantes se reflejan en gráficos. Las desviaciones en estas emisiones o en sus resultados provocan la aparición de curvas en los gráficos.
La red se llama The Global Consciousness Project (GCP) y representa el primer esfuerzo internacional para explorar si la atención social que comparten millones de personas cuando ocurren determinados acontecimientos relevantes, puede ser medida y validada científicamente.
La red GCP lleva operando desde hace 35 años y tiene presencia en 65 países, desde Alaska a las islas Fidji. Funciona en todos los continentes del globo y en todas las franjas horarias. En ella trabajan 75 investigadores, analistas e ingenieros.
Aunque está alojada oficialmente en la Universidad de Princeton y muchos de los investigadores participantes forman parte del estrato académico, la red GCP no está financiada por subvenciones universitarias, sino por una serie de patrocinadores. Entre ellos destacan The Princeton Engineering Anomalies Research y The Linux Documentation Project.
The Princeton Engineering Anomalies Research (PEAR) fue creado en 1979 por el decano de la Escuela de Ingeniería y Ciencia Aplicada de la Universidad de Princeton, Robert G. Jahn, con la finalidad de estudiar científicamente la interacción entre la conciencia humana y los instrumentos mecánicos y físicos. Entre los artículos explicativos de esta experiencia destaca el publicado por la revista Foundations of Physics Letters. El texto íntegro ha sido difundido por GCP.
Conciencia y realidad
Robert G. Jahn ha dedicado un equipo de ingenieros, físicos, sicólogos y humanistas a desarrollar una serie de experimentos y elaborar modelos teóricos que contribuyan a explicar el papel que juega la conciencia en el establecimiento de la realidad física.
La búsqueda de una posible relación entre la conciencia y la realidad material es una vieja tarea de la física teórica que fue perfectamente explicada en 1984 por John Wheeler y Wojcieck Zurek, cuando escribieron en su obra Quantum Theory and Measurement que son necesarios los observadores para dar existencia al mundo. Al buscar la posible relación entre la conciencia humana y determinados acontecimientos, el GCP forma parte de esa línea de investigaciones.
GCP funciona mediante una red de generadores numéricos aleatorios (GNA, REN en inglés). Una vez por segundo, cada GNA experimenta con 200 bits, es decir, con 200 ceros y unos, para determinar cuál de los dos dígitos prevalece. Es como tirar 200 veces una moneda al aire para determinar cuántas veces cae cara y cuántas cruz.
GNA utiliza la tecnología informática para generar dos números –el 1 y el 0- continuamente, en una secuencia totalmente aleatoria, emulando así el ejemplo de la moneda arrojada al aire, con dos posibles resultados: cara o cruz. Las secuencias resultantes se reflejan en gráficos. Las desviaciones en estas emisiones o en sus resultados provocan la aparición de curvas en los gráficos.
La red de secuencias
Leyes clásicas de cambio y de los Grandes Números
Estas secuencias se rigen por las leyes clásicas del cambio, así como por la ley de los grandes números. Las leyes clásicas de cambio, como las leyes de Newton sobre la conservación de los momentos lineales, dictan que los generadores emiten igual cantidad de unos y de ceros en cada experimento.
La Ley de los Grandes Números, considerada el primer teorema fundamental de la teoría de la probabilidad, establece a su vez que la frecuencia relativa de los resultados de un cierto experimento aleatorio, tienden a estabilizarse en cierto número, que es precisamente la probabilidad, cuando el experimento se realiza muchas veces.
Según ambas leyes, por tanto, cada segundo del experimento GCP se emite la misma cantidad de unos y ceros en 65 países diferentes del mundo, al mismo tiempo que las probabilidades de que predominen unos o ceros tiende a estabilizarse en el tiempo en todos los experimentos, representando así la probabilidad.
Un programa presente en cada ordenador de la red registra las secuencias aleatorias resultantes de cada generación de unos y ceros. Memoriza esas resultantes y envía los datos, cada cinco minutos, al servidor central de Princeton, donde son comparados informáticamente con los datos obtenidos por el mismo procedimiento por el resto de la red.
Impacto social y aleatoriedad
Lo que ha sorprendido a los científicos es que cada vez que ocurre algo que tiene un gran impacto social, las secuencias de estos generadores numéricos aleatorios se alejan de los valores habituales, mostrando desviaciones extraordinarias. Han constatado que un fenómeno social impactante influye en el comportamiento del generador, tal como sugiere la metáfora del gato de Schrödinger.
Por ejemplo, si después de varios años de arrojar monedas al aire se establece que en un 35% cae cara y un 65% cae cruz, esos valores cambian radicalmente cuando ocurre algo importante que capta la atención de mucha gente en el mundo, desviándose de los valores ordinarios.
Estos cambios en los comportamientos aleatorios se han detectado en una serie de episodios, como el bombardeo de una embajada, el ataque terrorista del 11 de septiembre, una catástrofe aérea o una toma de rehenes. Incluso en el reciente tsunami asiático.
Los generadores funcionan constantemente, generando millones de números y gráficos segundo a segundo, día a día, extraidos del ruido cuántico. La mayoría del tiempo, el gráfico que refleja los resultados de este juego aleatorio se mantiene más o menos en una línea plana, que refleja la probabilidad.
Estas secuencias se rigen por las leyes clásicas del cambio, así como por la ley de los grandes números. Las leyes clásicas de cambio, como las leyes de Newton sobre la conservación de los momentos lineales, dictan que los generadores emiten igual cantidad de unos y de ceros en cada experimento.
La Ley de los Grandes Números, considerada el primer teorema fundamental de la teoría de la probabilidad, establece a su vez que la frecuencia relativa de los resultados de un cierto experimento aleatorio, tienden a estabilizarse en cierto número, que es precisamente la probabilidad, cuando el experimento se realiza muchas veces.
Según ambas leyes, por tanto, cada segundo del experimento GCP se emite la misma cantidad de unos y ceros en 65 países diferentes del mundo, al mismo tiempo que las probabilidades de que predominen unos o ceros tiende a estabilizarse en el tiempo en todos los experimentos, representando así la probabilidad.
Un programa presente en cada ordenador de la red registra las secuencias aleatorias resultantes de cada generación de unos y ceros. Memoriza esas resultantes y envía los datos, cada cinco minutos, al servidor central de Princeton, donde son comparados informáticamente con los datos obtenidos por el mismo procedimiento por el resto de la red.
Impacto social y aleatoriedad
Lo que ha sorprendido a los científicos es que cada vez que ocurre algo que tiene un gran impacto social, las secuencias de estos generadores numéricos aleatorios se alejan de los valores habituales, mostrando desviaciones extraordinarias. Han constatado que un fenómeno social impactante influye en el comportamiento del generador, tal como sugiere la metáfora del gato de Schrödinger.
Por ejemplo, si después de varios años de arrojar monedas al aire se establece que en un 35% cae cara y un 65% cae cruz, esos valores cambian radicalmente cuando ocurre algo importante que capta la atención de mucha gente en el mundo, desviándose de los valores ordinarios.
Estos cambios en los comportamientos aleatorios se han detectado en una serie de episodios, como el bombardeo de una embajada, el ataque terrorista del 11 de septiembre, una catástrofe aérea o una toma de rehenes. Incluso en el reciente tsunami asiático.
Los generadores funcionan constantemente, generando millones de números y gráficos segundo a segundo, día a día, extraidos del ruido cuántico. La mayoría del tiempo, el gráfico que refleja los resultados de este juego aleatorio se mantiene más o menos en una línea plana, que refleja la probabilidad.
La máquina que emite secuencias
Cambio sorprendente
Sin embargo, el 6 de septiembre de 1997, cambió: el gráfico subió hacia arriba, registrando un cambio repentino. Los científicos lo achacaron a la atención centrada de millones de personas en el entierro de Diana de Gales en la abadía de Westminster.
En otros momentos del experimento, importantes acontecimientos sucedidos en el mundo hicieron variar las fluctuaciones aleatorias derivadas de las máquinas GNA: el bombardeo de la OTAN sobre Yugoslavia, la tragedia submarina de Kursk, las vísperas de año nuevo…
Predicciones de catástrofes
Sin embargo, lo más sorprendente estaba aún por llegar. El 11 de septiembre de 2001, cuatro horas antes de que las torres gemelas sufrieran el ataque terrorista de dos aviones suicidas, los gráficos comenzaron a trastocarse, como si la conciencia humana previera que algo terrible, impactante e importante para la comunidad global fuera a suceder.
Las desviaciones registradas el 11S en las pulsiones aleatorias no pueden atribuirse a alteraciones electromagnéticas o excesivo uso de los móviles, tal como explican los protagonistas de esta experiencia en el Journal of Scientific Exploration.
Para los científicos, aquellas cuatro horas fueron extrañas: no sabían lo que estaba pasando para que los números variaran, y se quedaron atónitos cuando descubrieron que quizá lo que había afectado a los gráficos era un hecho que, para cuando éstos habían comenzado a cambiar, aún no había ocurrido.
En aquel momento, las transformaciones en el orden numérico parecieron un fruto del mero azar. Sin embargo, en diciembre de 2004, las máquinas parecieron volverse locas de nuevo. Veinticuatro horas antes de que sucediera el inmenso terremoto del Océano Índico que tanto afectara al Asia suroriental, devastando las costa y matando a 250.000 personas, los gráficos se trastocaron de nuevo.
Algunos científicos insisten en que todo puede ser casualidad, a pesar de que el equipo de Princeton señala que es muy difícil cambiar el orden aleatorio de los números al azar, sin que haya una causa de peso para ello.
Relación desconocida
El doctor Nelson, miembro del equipo de Princeton, en declaraciones a RedNova, señala sin embargo que la importancia de los resultados registrados en los gráficos radicaría en que, a pesar de que todos funcionemos como individuos, parece ser que hay algo mayor, un elemento común en nuestras conciencias, un elemento global, si bien cuando se habla de conciencia global se trata únicamente de una metáfora.
La investigación, aunque ya tiene 35 años, está todavía en sus primeros pasos y no puede considerarse concluyente, si bien sugiere que una relación todavía desconocida para la ciencia existe entre el mundo físico y el mundo de la conciencia.
Sin embargo, el 6 de septiembre de 1997, cambió: el gráfico subió hacia arriba, registrando un cambio repentino. Los científicos lo achacaron a la atención centrada de millones de personas en el entierro de Diana de Gales en la abadía de Westminster.
En otros momentos del experimento, importantes acontecimientos sucedidos en el mundo hicieron variar las fluctuaciones aleatorias derivadas de las máquinas GNA: el bombardeo de la OTAN sobre Yugoslavia, la tragedia submarina de Kursk, las vísperas de año nuevo…
Predicciones de catástrofes
Sin embargo, lo más sorprendente estaba aún por llegar. El 11 de septiembre de 2001, cuatro horas antes de que las torres gemelas sufrieran el ataque terrorista de dos aviones suicidas, los gráficos comenzaron a trastocarse, como si la conciencia humana previera que algo terrible, impactante e importante para la comunidad global fuera a suceder.
Las desviaciones registradas el 11S en las pulsiones aleatorias no pueden atribuirse a alteraciones electromagnéticas o excesivo uso de los móviles, tal como explican los protagonistas de esta experiencia en el Journal of Scientific Exploration.
Para los científicos, aquellas cuatro horas fueron extrañas: no sabían lo que estaba pasando para que los números variaran, y se quedaron atónitos cuando descubrieron que quizá lo que había afectado a los gráficos era un hecho que, para cuando éstos habían comenzado a cambiar, aún no había ocurrido.
En aquel momento, las transformaciones en el orden numérico parecieron un fruto del mero azar. Sin embargo, en diciembre de 2004, las máquinas parecieron volverse locas de nuevo. Veinticuatro horas antes de que sucediera el inmenso terremoto del Océano Índico que tanto afectara al Asia suroriental, devastando las costa y matando a 250.000 personas, los gráficos se trastocaron de nuevo.
Algunos científicos insisten en que todo puede ser casualidad, a pesar de que el equipo de Princeton señala que es muy difícil cambiar el orden aleatorio de los números al azar, sin que haya una causa de peso para ello.
Relación desconocida
El doctor Nelson, miembro del equipo de Princeton, en declaraciones a RedNova, señala sin embargo que la importancia de los resultados registrados en los gráficos radicaría en que, a pesar de que todos funcionemos como individuos, parece ser que hay algo mayor, un elemento común en nuestras conciencias, un elemento global, si bien cuando se habla de conciencia global se trata únicamente de una metáfora.
La investigación, aunque ya tiene 35 años, está todavía en sus primeros pasos y no puede considerarse concluyente, si bien sugiere que una relación todavía desconocida para la ciencia existe entre el mundo físico y el mundo de la conciencia.