Los niños fueron monitorizados por electroencefalografía (EEG) mientras miraban a personajes animados que desarrollaban comportamientos prosociales o antisociales, y después participaron en una tarea en la que se evaluó su generosidad. Imagen: Jean Decety. Fuente: Universidad de Chicago.
Los científicos ya sabían que, normalmente, la generosidad de los niños se va incrementando a medida que estos crecen.
Un equipo de neurocientíficos de la Universidad de Chicago (EEUU) ha analizado ahora este comportamiento a nivel cerebral, y ha descubierto marcadores cerebrales específicos que predicen la generosidad en los más pequeños. Dichos marcadores parecen relacionados con procesos mentales de evaluación moral y social, informa la Universiad de Chicago en un comunicado.
En concreto, los investigadores analizaron cómo el cerebro de los niños pequeños calculan si compartir o no algo con alguien de manera altruista. También los mecanismos que propician el incremento de la generosidad a medida que los niños crecen.
Sus resultados demuestran, según ellos, que los niños exhiben pronto patrones de respuesta neuronal automáticos cuando contemplan escenarios de comportamientos de ayuda o de lo contrario; y que más adelante muestran patrones de respuesta neuronal más controlados, que sirven para predecir la generosidad que desplegarán.
Ondas de altruismo
El estudio fue realizado mediante el registro (con electroencefalografía) de las ondas que generaba la actividad cerebral de 57 niños de edades comprendidas entre los tres y cinco años, mientras estos veían breves vídeos de animación en los que se mostraban comportamientos prosociales o antisociales. En los vídeos aparecían personajes ayudándose o dañándose unos a otros.
Tras esta prueba, los niños jugaron a una versión modificada de un juego llamado “Juego del dictador”, que es un juego muy simple de economía experimental que ha sido muy usado para estudiar actitudes altruistas.
En él, a los niños se les dieron diez pegatinas y se les dijo que eran para que se las quedaran. Después, se les preguntó si querían compartir algunas de ellas con un niño anónimo que iba a venir al laboratorio más tarde.
Los niños tenían dos cajas, una para ellos y otra para ese niño anónimo. De media, todos ellos compartieron algo menos de dos pegatinas con el otro niño (1,78 de las 10 que tenían). No hubo diferencias significativas por sexo o edad.
Un equipo de neurocientíficos de la Universidad de Chicago (EEUU) ha analizado ahora este comportamiento a nivel cerebral, y ha descubierto marcadores cerebrales específicos que predicen la generosidad en los más pequeños. Dichos marcadores parecen relacionados con procesos mentales de evaluación moral y social, informa la Universiad de Chicago en un comunicado.
En concreto, los investigadores analizaron cómo el cerebro de los niños pequeños calculan si compartir o no algo con alguien de manera altruista. También los mecanismos que propician el incremento de la generosidad a medida que los niños crecen.
Sus resultados demuestran, según ellos, que los niños exhiben pronto patrones de respuesta neuronal automáticos cuando contemplan escenarios de comportamientos de ayuda o de lo contrario; y que más adelante muestran patrones de respuesta neuronal más controlados, que sirven para predecir la generosidad que desplegarán.
Ondas de altruismo
El estudio fue realizado mediante el registro (con electroencefalografía) de las ondas que generaba la actividad cerebral de 57 niños de edades comprendidas entre los tres y cinco años, mientras estos veían breves vídeos de animación en los que se mostraban comportamientos prosociales o antisociales. En los vídeos aparecían personajes ayudándose o dañándose unos a otros.
Tras esta prueba, los niños jugaron a una versión modificada de un juego llamado “Juego del dictador”, que es un juego muy simple de economía experimental que ha sido muy usado para estudiar actitudes altruistas.
En él, a los niños se les dieron diez pegatinas y se les dijo que eran para que se las quedaran. Después, se les preguntó si querían compartir algunas de ellas con un niño anónimo que iba a venir al laboratorio más tarde.
Los niños tenían dos cajas, una para ellos y otra para ese niño anónimo. De media, todos ellos compartieron algo menos de dos pegatinas con el otro niño (1,78 de las 10 que tenían). No hubo diferencias significativas por sexo o edad.
¿Qué sucedió en el cerebro?
La combinación de los resultados de ambas pruebas demostró que existía una relación entre el procesamiento cerebral de las situaciones morales presentadas a los niños en los videos y el comportamiento prosocial que los niños tuvieron después, al compartir sus pegatinas con el niño desconocido.
En concreto, con la EEG se constató que los niños exhibieron respuestas neuronales automáticas a estímulos con carga moral (los escenarios de los vídeos) y que después reevaluaron esos estímulos de una manera más controlada, para producir evaluaciones morales implícitas. Todos estos procesos cerebrales sirvieron como marcadores de sus evaluaciones y sus comportamientos morales.
Estos resultados “arrojan luz sobre la teoría del desarrollo moral documentando la contribución de los procesos automáticos y cognitivos que subyacen al comportamiento moral infantil”, afirman los autores de la investigación. Según ellos, este sería “el primer estudio de neurodesarrollo que analiza la sensibilidad moral y la relaciona directamente con las evaluaciones morales implícitas e incluso con el comportamiento moral real; y que identifica marcadores neuronales específicos para cada uno de ellos”.
La generosidad como comportamiento genético
El presente estudio ayuda asimismo a conocer mejor la base biológica de los comportamientos prosociales. Buceando en esa misma dirección, en 2007 un equipo de investigadores hebreos descubrió que la generosidad también tiene un componente genético.
Mediante un juego de ordenador en el que participaron 203 personas, de las que se tomaron muestras de ADN, estos otros investigadores descubrieron que existía una variación en un gen llamado AVPR1a en aquellos individuos que demostraron ser más generosos en dicho juego. Según los científicos, ésta fue la primera demostración empírica de la generosidad como comportamiento genético.
La combinación de los resultados de ambas pruebas demostró que existía una relación entre el procesamiento cerebral de las situaciones morales presentadas a los niños en los videos y el comportamiento prosocial que los niños tuvieron después, al compartir sus pegatinas con el niño desconocido.
En concreto, con la EEG se constató que los niños exhibieron respuestas neuronales automáticas a estímulos con carga moral (los escenarios de los vídeos) y que después reevaluaron esos estímulos de una manera más controlada, para producir evaluaciones morales implícitas. Todos estos procesos cerebrales sirvieron como marcadores de sus evaluaciones y sus comportamientos morales.
Estos resultados “arrojan luz sobre la teoría del desarrollo moral documentando la contribución de los procesos automáticos y cognitivos que subyacen al comportamiento moral infantil”, afirman los autores de la investigación. Según ellos, este sería “el primer estudio de neurodesarrollo que analiza la sensibilidad moral y la relaciona directamente con las evaluaciones morales implícitas e incluso con el comportamiento moral real; y que identifica marcadores neuronales específicos para cada uno de ellos”.
La generosidad como comportamiento genético
El presente estudio ayuda asimismo a conocer mejor la base biológica de los comportamientos prosociales. Buceando en esa misma dirección, en 2007 un equipo de investigadores hebreos descubrió que la generosidad también tiene un componente genético.
Mediante un juego de ordenador en el que participaron 203 personas, de las que se tomaron muestras de ADN, estos otros investigadores descubrieron que existía una variación en un gen llamado AVPR1a en aquellos individuos que demostraron ser más generosos en dicho juego. Según los científicos, ésta fue la primera demostración empírica de la generosidad como comportamiento genético.
Referencia bibliográfica:
Jason M. Cowell, Jean Decety. The Neuroscience of Implicit Moral Evaluation and Its Relation to Generosity in Early Childhood . Current Biology (2014). DOI: 10.1016/j.cub.2014.11.002.
Jason M. Cowell, Jean Decety. The Neuroscience of Implicit Moral Evaluation and Its Relation to Generosity in Early Childhood . Current Biology (2014). DOI: 10.1016/j.cub.2014.11.002.