El gran crecimiento de las Neurociencias tiene una base en el interés cada vez más presente de las enfermedades mentales, los accidentes cerebrovasculares y los trastornos psiquiátricos en nuestra sociedad.
El aumento del número de personas que sufren de Alzheimer, Parkinson, ictus, demencias u otros trastornos psiquiátricos como la depresión o la ansiedad, está impulsando una mayor investigación sobre el cerebro y sobre nuevas vías de trabajo y tratamiento.
Las Neurociencias nos permiten poder comprender mejor como están configurados los distintos trastornos y accidentes cerebrales, las áreas de afectación y los mecanismos de recuperación y rehabilitación, y este conocimiento puede emplearse en la práctica clínica con el nacimiento de nuevos tipos de metodologías y técnicas de psicoterapia.
El intercambio de información entre los centros de investigación, hospitales y la práctica clínica privada están cambiando la manera de trabajar de los propios psiquiatras y psicólogos clínicos, ya que se está permitiendo que el conocimiento teórico pueda tener aplicaciones prácticas en las sesiones clínicas y un mayor flujo de la información.
Estas prácticas reciben el nombre de Terapias Neurocientíficas o de reprocesamiento, ya que permiten efectuar cambios en las estructuras cerebrales que están implicadas en la activación y regulación emocional (sistema límbico), en el almacenamiento de la memoria (hipocampo), y en la asociación de los recuerdos y su significado (áreas de la corteza cerebral). Su actuación facilita la desensibilización de las emociones y el reprocesamiento, es decir, la reorganización y reconexión de los recuerdos de una manera más funcional y adaptativa.
La terapia más estudiada y que aporta más evidencias científicas es la del EMDR (“Desensibilización y Reprocesamiento a través de los Movimientos Oculares”).
El aumento del número de personas que sufren de Alzheimer, Parkinson, ictus, demencias u otros trastornos psiquiátricos como la depresión o la ansiedad, está impulsando una mayor investigación sobre el cerebro y sobre nuevas vías de trabajo y tratamiento.
Las Neurociencias nos permiten poder comprender mejor como están configurados los distintos trastornos y accidentes cerebrales, las áreas de afectación y los mecanismos de recuperación y rehabilitación, y este conocimiento puede emplearse en la práctica clínica con el nacimiento de nuevos tipos de metodologías y técnicas de psicoterapia.
El intercambio de información entre los centros de investigación, hospitales y la práctica clínica privada están cambiando la manera de trabajar de los propios psiquiatras y psicólogos clínicos, ya que se está permitiendo que el conocimiento teórico pueda tener aplicaciones prácticas en las sesiones clínicas y un mayor flujo de la información.
Estas prácticas reciben el nombre de Terapias Neurocientíficas o de reprocesamiento, ya que permiten efectuar cambios en las estructuras cerebrales que están implicadas en la activación y regulación emocional (sistema límbico), en el almacenamiento de la memoria (hipocampo), y en la asociación de los recuerdos y su significado (áreas de la corteza cerebral). Su actuación facilita la desensibilización de las emociones y el reprocesamiento, es decir, la reorganización y reconexión de los recuerdos de una manera más funcional y adaptativa.
La terapia más estudiada y que aporta más evidencias científicas es la del EMDR (“Desensibilización y Reprocesamiento a través de los Movimientos Oculares”).
Liberando traumas siguiendo el movimiento
El funcionamiento del EMDR se basa principalmente en la emulación de los movimientos de la fase REM (“Rapid Eye Movement”). Con esta metodología el psiquiatra o psicólogo pide al paciente que siga sus dedos en horizontal, mientras piensa en el recuerdo o la escena perturbadora (situación que genera estrés, malestar o disfuncionalidad). El efecto que produce esta acción es la relajación de la señal de activación en la amígdala (sistema límbico).
Esta metodología fue creada por la Dra. Francine Shapiro, y se sustenta en la “Teoría del procesamiento de la información”, la cual afirma que los traumas o las experiencias perturbadores dejan una huella en nuestra memoria, como un sistema de supervivencia del organismo (aprendizaje de la experiencia). Y añade, que estos recuerdos estresantes pueden ser la causa de un gran número de problemáticas y trastornos psiquiátricos en el presente como serían los ataques de pánico, depresiones o fobias, por poner algunos ejemplos.
A través del trabajo con los movimientos oculares y con la estimulación bilateral, se facilita que las sensaciones corporales y la activación emocional pierda intensidad (desensibilización), y que puedan generarse nuevas conexiones sinápticas más funcionales (reprocesamiento). Este elemento es clave a la hora de demostrar la existencia del crecimiento postraumático, factor clave que se halla en la superación de los traumas o de las experiencias dolorosas del pasado, y que también se sustenta en los descubrimientos sobre la neuro plasticidad.
Según las investigaciones de Shapiro, los recuerdos se almacenan asociándose entre sí, de manera que lo que nos ocurrió en el pasado puede estar aun afectándonos e influyendo en nuestro presente. Por ejemplo, las fobias pueden ser explicadas como un aprendizaje en el pasado.
Los recuerdos almacenados pueden ser accesibles con la intención de poder desensibilizarlos y reprocesarlos a través de las técnicas de la misma metodología y con el protocolo de actuación de 8 fases del EMDR.
Su efectividad se demuestra a partir de los estudios de neuroimagen, a través de los cuales se ha podido apreciar que después de un proceso con EMDR en casos de TEPT (“Trastorno por Estrés Postraumático”), la amígdala mostraba un funcionamiento más regular y como el hipocampo podía recuperar su tamaño habitual, pese haber sufrido una gran atrofia.
Las Terapias Neurocientíficas o de reprocesamiento, como es el caso del EMDR, nos muestran la interacción existente entre el campo de las Neurociencias y la práctica clínica de la Psicología.
Aún faltan más estudios para poder acabar de dar a conocer la efectividad de estas prácticas, pero ya hay organismos internacionales que están abogando por su uso como son: la OMS (Organización Mundial de la Salud), la APA (“American Psychiatric Association”), o diversas asociaciones de veteranos de guerra de Estados Unidos.
(*) Ana Farré y Oriol Lugo son psicólogos, expertos en Terapias Neurocientíficas. Además son investigadores en la facultad de Psicología de la Universidad Ramon Llull - Blanquerna. Son co-directores del OWL INSTITUTE, centro pionero en España en el trabajo y estudio de las Terapias Neurocientíficas.
El funcionamiento del EMDR se basa principalmente en la emulación de los movimientos de la fase REM (“Rapid Eye Movement”). Con esta metodología el psiquiatra o psicólogo pide al paciente que siga sus dedos en horizontal, mientras piensa en el recuerdo o la escena perturbadora (situación que genera estrés, malestar o disfuncionalidad). El efecto que produce esta acción es la relajación de la señal de activación en la amígdala (sistema límbico).
Esta metodología fue creada por la Dra. Francine Shapiro, y se sustenta en la “Teoría del procesamiento de la información”, la cual afirma que los traumas o las experiencias perturbadores dejan una huella en nuestra memoria, como un sistema de supervivencia del organismo (aprendizaje de la experiencia). Y añade, que estos recuerdos estresantes pueden ser la causa de un gran número de problemáticas y trastornos psiquiátricos en el presente como serían los ataques de pánico, depresiones o fobias, por poner algunos ejemplos.
A través del trabajo con los movimientos oculares y con la estimulación bilateral, se facilita que las sensaciones corporales y la activación emocional pierda intensidad (desensibilización), y que puedan generarse nuevas conexiones sinápticas más funcionales (reprocesamiento). Este elemento es clave a la hora de demostrar la existencia del crecimiento postraumático, factor clave que se halla en la superación de los traumas o de las experiencias dolorosas del pasado, y que también se sustenta en los descubrimientos sobre la neuro plasticidad.
Según las investigaciones de Shapiro, los recuerdos se almacenan asociándose entre sí, de manera que lo que nos ocurrió en el pasado puede estar aun afectándonos e influyendo en nuestro presente. Por ejemplo, las fobias pueden ser explicadas como un aprendizaje en el pasado.
Los recuerdos almacenados pueden ser accesibles con la intención de poder desensibilizarlos y reprocesarlos a través de las técnicas de la misma metodología y con el protocolo de actuación de 8 fases del EMDR.
Su efectividad se demuestra a partir de los estudios de neuroimagen, a través de los cuales se ha podido apreciar que después de un proceso con EMDR en casos de TEPT (“Trastorno por Estrés Postraumático”), la amígdala mostraba un funcionamiento más regular y como el hipocampo podía recuperar su tamaño habitual, pese haber sufrido una gran atrofia.
Las Terapias Neurocientíficas o de reprocesamiento, como es el caso del EMDR, nos muestran la interacción existente entre el campo de las Neurociencias y la práctica clínica de la Psicología.
Aún faltan más estudios para poder acabar de dar a conocer la efectividad de estas prácticas, pero ya hay organismos internacionales que están abogando por su uso como son: la OMS (Organización Mundial de la Salud), la APA (“American Psychiatric Association”), o diversas asociaciones de veteranos de guerra de Estados Unidos.
(*) Ana Farré y Oriol Lugo son psicólogos, expertos en Terapias Neurocientíficas. Además son investigadores en la facultad de Psicología de la Universidad Ramon Llull - Blanquerna. Son co-directores del OWL INSTITUTE, centro pionero en España en el trabajo y estudio de las Terapias Neurocientíficas.
Referencias
American Psychiatric Association, (2004). Practice guideline for the treatment of patients with acute stress disorder and posttraumatic stress disorder. Arlington, VA: American Psychiatric Association Practice Guidelines.
Bergmann, U. (1998). Speculations on the neurobiology of EMDR. Traumatology, Vol 4(1), No Pagination Specified.http://dx.doi.org/10.1177/153476569800400102
Bergmann, U. (2000). Further thoughts on the neurobiology of EMDR: The role of the cerebellum in accelerated information processing. Traumatology, 6(3), 175-200.
Bergmann, U. (2008). The Neurobiology of EMDR: Exploring the Thalamus and Neural Integration. Journal of EMDR Practice and Research, 2(4), 300-314. DOI: 10.1891/1933-3196.2.4.300
Bergmann, U. (2010). EMDR's neurobiological mechanisms of action: A survey of 20 years of searching. Journal of EMDR Practice and Research, 4(1), 22-42.
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