Hasta los niños ciegos, que no han visto una cara enfadada, son capaces de ponerla de forma natural. Imagen: MOs810. Fuente: Wikimedia Commons.
Frente baja, labios encogidos y fosas nasales ensanchadas. Es la "cara de ira", y parece ser parte de nuestra biología básica como seres humanos.
Ahora, investigadores de la Universidad de California Santa Bárbara (UCSB, EE.UU.) y de la Universidad de Griffith (Australia) han identificado las ventajas funcionales que provocaron que la apariencia particular de la cara de ira evolucionara. Sus hallazgos aparecen en la edición en línea de la revista Evolution and Human Behavior.
"La expresión es universal a todas las culturas, e incluso los niños con ceguera congénita ponen esta misma cara sin siquiera haber visto una", explica en la nota de prensa de la UCSB el autor principal del artículo, Aaron Sell, profesor de la Escuela de Criminología de la Universidad de Griffith. Sell realizó un post-doc en la UCSB.
La expresión de la ira emplea siete grupos de músculos distintos que se contraen de una manera altamente estereotipada. Los investigadores han intentado comprender por qué la evolución eligió esas contracciones musculares particulares para señalar el estado emocional de ira.
La investigación actual es parte de un conjunto más amplio de estudios que examinan la función evolutiva de la ira. "Nuestra investigación anterior mostró que la ira se desarrolló para motivar un comportamiento de negociación eficaz durante los conflictos de interés", explica Sell.
Cuanto mayor es el daño que una persona puede infligir, señala Leda Cosmides, más poder de negociación ejerce. Cosmides, profesor de psicología en la UCSB, es co-autora del estudio junto con John Tooby, profesor de antropología de UCSB. Cosmides y Tooby son co-directores del Centro de Psicología Evolutiva del campus.
El efecto del enojo
"Este principio general de negociación-a-través-de-amenaza se aplica también a los seres humanos", explica Tooby. "En trabajos anteriores fuimos capaces de confirmar las predicciones de que los hombres más fuertes se enfadan con mayor facilidad, luchan más a menudo, se sienten con derecho a un trato más desigual, a resolver los conflictos más en su propio favor y están más a favor de las soluciones militares que los hombres físicamente débiles."
Partiendo de la hipótesis de que la ira es una emoción de negociación, los investigadores pensaron que el primer paso es comunicar a la otra parte que el evento que desencadena la ira no es aceptable, y que el conflicto no terminará hasta que se alcance un acuerdo implícito.
Esta, dicen, es la razón de que la emoción de la ira tenga una expresión facial asociada a ella. "Pero la cara de ira no sólo señala el inicio de un conflicto", aclara Sell.
"Cualquier exhibición facial distintiva podría hacer eso. Teorizamos que la cara de enojo evolucionó a su forma concreta porque ofrece algo más: Cada elemento está diseñado para ayudar a intimidar a los demás, haciendo que el individuo enojado parezca más capaz de hacer daño si no es apaciguado".
Para nuestros antepasados, señala Cosmides, una mayor fuerza corporal daba lugar a una mayor capacidad para causar daño; por lo que la hipótesis era que la cara de ira debía hacer que una persona se viera más fuerte.
Ahora, investigadores de la Universidad de California Santa Bárbara (UCSB, EE.UU.) y de la Universidad de Griffith (Australia) han identificado las ventajas funcionales que provocaron que la apariencia particular de la cara de ira evolucionara. Sus hallazgos aparecen en la edición en línea de la revista Evolution and Human Behavior.
"La expresión es universal a todas las culturas, e incluso los niños con ceguera congénita ponen esta misma cara sin siquiera haber visto una", explica en la nota de prensa de la UCSB el autor principal del artículo, Aaron Sell, profesor de la Escuela de Criminología de la Universidad de Griffith. Sell realizó un post-doc en la UCSB.
La expresión de la ira emplea siete grupos de músculos distintos que se contraen de una manera altamente estereotipada. Los investigadores han intentado comprender por qué la evolución eligió esas contracciones musculares particulares para señalar el estado emocional de ira.
La investigación actual es parte de un conjunto más amplio de estudios que examinan la función evolutiva de la ira. "Nuestra investigación anterior mostró que la ira se desarrolló para motivar un comportamiento de negociación eficaz durante los conflictos de interés", explica Sell.
Cuanto mayor es el daño que una persona puede infligir, señala Leda Cosmides, más poder de negociación ejerce. Cosmides, profesor de psicología en la UCSB, es co-autora del estudio junto con John Tooby, profesor de antropología de UCSB. Cosmides y Tooby son co-directores del Centro de Psicología Evolutiva del campus.
El efecto del enojo
"Este principio general de negociación-a-través-de-amenaza se aplica también a los seres humanos", explica Tooby. "En trabajos anteriores fuimos capaces de confirmar las predicciones de que los hombres más fuertes se enfadan con mayor facilidad, luchan más a menudo, se sienten con derecho a un trato más desigual, a resolver los conflictos más en su propio favor y están más a favor de las soluciones militares que los hombres físicamente débiles."
Partiendo de la hipótesis de que la ira es una emoción de negociación, los investigadores pensaron que el primer paso es comunicar a la otra parte que el evento que desencadena la ira no es aceptable, y que el conflicto no terminará hasta que se alcance un acuerdo implícito.
Esta, dicen, es la razón de que la emoción de la ira tenga una expresión facial asociada a ella. "Pero la cara de ira no sólo señala el inicio de un conflicto", aclara Sell.
"Cualquier exhibición facial distintiva podría hacer eso. Teorizamos que la cara de enojo evolucionó a su forma concreta porque ofrece algo más: Cada elemento está diseñado para ayudar a intimidar a los demás, haciendo que el individuo enojado parezca más capaz de hacer daño si no es apaciguado".
Para nuestros antepasados, señala Cosmides, una mayor fuerza corporal daba lugar a una mayor capacidad para causar daño; por lo que la hipótesis era que la cara de ira debía hacer que una persona se viera más fuerte.
Caras generadas por ordenador
Utilizando caras generadas por ordenador, los investigadores mostraron que cada uno de los componentes individuales de la cara de ira hacía que las personas generadas por ordenador parecieran físicamente más fuertes. Por ejemplo, la característica más común de la cara de ira es la frente baja.
Los investigadores tomaron una imagen computerizada de un rostro humano promedio y luego la transformaron digitalmente de dos maneras: Una foto mostraba una frente baja, y la otra una frente levantada. "Con sólo esta diferencia, ninguno de los dos rostros parecía enojado", explica Sell.
"Pero cuando estos dos caras se mostraban a otras personas, éstas afirmaron que la cara con la frente baja parecía pertenecer a un hombre físicamente más fuerte."
El experimento se repitió uno a uno con cada uno de los otros componentes principales de la cara de cólera clásica: pómulos levantados (como en un gruñido), labios apretados y hacia fuera, boca elevada (desafiante), nariz ensanchada y barbilla sacada hacia arriba y hacia afuera.
Como se predijo, la presencia por sí misma de cualquiera de estas contracciones musculares llevó a los observadores a juzgar que la persona propietaria de la cara era físicamente más fuerte.
"Nuestra investigación anterior había mostrado que los seres humanos son excepcionalmente buenos en la evaluación de la capacidad de lucha con sólo mirar a la cara de alguien", explica Sell.
"Dado que las personas que están consideradas más fuertes tienden a salirse con la suya con más frecuencia, en igualdad de circunstancias, llegamos a la conclusión de que la explicación de la evolución de la forma de la cara de rabia humana es sorprendentemente simple: Se trata de una exhibición de amenaza."
Estas muestras de amenazas -como las de otros animales- consisten en exageraciones de señales de capacidad de lucha, continúa Sell. "Así que un hombre hinchará el pecho, se estirará y transformará su rostro para parecer más fuerte".
"La función de la cara de ira es la intimidación", agrega Cosmides, "al igual que una rana se hinchará o un babuino mostrará sus caninos."
Como explica Tooby, "esto explica por qué la evolución ha seleccionado esta expresión facial particular para que tenga lugar con la aparición de la ira. La ira es desencadenada por la negativa a aceptar la situación, y la cara se organiza inmediatamente para hacer anunciar a la otra parte los costes de no hacer la situación más aceptable. Lo mejor de estos resultados es que ningún rasgo de la cara parece ser arbitrario; todos ofrecen el mismo mensaje".
Según Sell, los investigadores saben que esto es cierto porque cada uno de los siete componentes tiene el mismo efecto. "En el análisis final, se puede pensar en la cara de la ira como una constelación de características, cada una de las cuales te hace parecer físicamente más formidable."
Utilizando caras generadas por ordenador, los investigadores mostraron que cada uno de los componentes individuales de la cara de ira hacía que las personas generadas por ordenador parecieran físicamente más fuertes. Por ejemplo, la característica más común de la cara de ira es la frente baja.
Los investigadores tomaron una imagen computerizada de un rostro humano promedio y luego la transformaron digitalmente de dos maneras: Una foto mostraba una frente baja, y la otra una frente levantada. "Con sólo esta diferencia, ninguno de los dos rostros parecía enojado", explica Sell.
"Pero cuando estos dos caras se mostraban a otras personas, éstas afirmaron que la cara con la frente baja parecía pertenecer a un hombre físicamente más fuerte."
El experimento se repitió uno a uno con cada uno de los otros componentes principales de la cara de cólera clásica: pómulos levantados (como en un gruñido), labios apretados y hacia fuera, boca elevada (desafiante), nariz ensanchada y barbilla sacada hacia arriba y hacia afuera.
Como se predijo, la presencia por sí misma de cualquiera de estas contracciones musculares llevó a los observadores a juzgar que la persona propietaria de la cara era físicamente más fuerte.
"Nuestra investigación anterior había mostrado que los seres humanos son excepcionalmente buenos en la evaluación de la capacidad de lucha con sólo mirar a la cara de alguien", explica Sell.
"Dado que las personas que están consideradas más fuertes tienden a salirse con la suya con más frecuencia, en igualdad de circunstancias, llegamos a la conclusión de que la explicación de la evolución de la forma de la cara de rabia humana es sorprendentemente simple: Se trata de una exhibición de amenaza."
Estas muestras de amenazas -como las de otros animales- consisten en exageraciones de señales de capacidad de lucha, continúa Sell. "Así que un hombre hinchará el pecho, se estirará y transformará su rostro para parecer más fuerte".
"La función de la cara de ira es la intimidación", agrega Cosmides, "al igual que una rana se hinchará o un babuino mostrará sus caninos."
Como explica Tooby, "esto explica por qué la evolución ha seleccionado esta expresión facial particular para que tenga lugar con la aparición de la ira. La ira es desencadenada por la negativa a aceptar la situación, y la cara se organiza inmediatamente para hacer anunciar a la otra parte los costes de no hacer la situación más aceptable. Lo mejor de estos resultados es que ningún rasgo de la cara parece ser arbitrario; todos ofrecen el mismo mensaje".
Según Sell, los investigadores saben que esto es cierto porque cada uno de los siete componentes tiene el mismo efecto. "En el análisis final, se puede pensar en la cara de la ira como una constelación de características, cada una de las cuales te hace parecer físicamente más formidable."
Referencia bibliográfica:
Aaron Sell, Leda Cosmides, John Tooby. The human anger face evolved to enhance cues of strength. Evolution and Human Behavior (2014). DOI: 10.1016/j.evolhumbehav.2014.05.008.
Aaron Sell, Leda Cosmides, John Tooby. The human anger face evolved to enhance cues of strength. Evolution and Human Behavior (2014). DOI: 10.1016/j.evolhumbehav.2014.05.008.