La Tierra es inabarcable para el ojo humano y, por tanto, no podemos conocer simultáneamente los acontecimientos que tienen lugar en ella a tiempo real. Por eso, vivimos con la sensación de que formamos parte de un planeta infinito e ilimitado en recursos naturales.
Pero todas nuestras acciones como consumidores, ciudadanos, viajeros, transeúntes, amigos, vecinos, trabajadores y estudiantes, etc. tienen un importante impacto ambiental.
El consumo irracional de productos, la producción a escala planetaria y la ingente cantidad de emisiones a la atmósfera derivadas de nuestras actividades tienen como efecto el agotamiento progresivo de los recursos planetarios, un concepto que científicos y otros expertos en materia ambiental, sobre todo desde la década de los 70, han denominado límites del crecimiento. Hoy día, se cuestiona que la naturaleza sea capaz de satisfacer las necesidades de la economía humana actual, teniendo en cuenta que la propia naturaleza precisa de una regeneración constante de sus recursos.
En el año 1996, los expertos William Rees y Mathis Wackermagel crearon el concepto de huella ecológica para medir los impactos de una persona, ciudad o país sobre la tierra, para satisfacer lo que consume y para absorber sus residuos.
Basado en este indicador, la organización no gubernamental World Wildlife Foundation (WWF) realizó un estudio que muestra que cada habitante del planeta necesitaría, si se sigue a este ritmo, 2,9 hectáreas de tierra para mantener su actual estilo de vida. Sin embargo, cada ser humano tiene a su disposición alrededor de 1,6 hectáreas.
Un planeta finito y limitado
Desde el espacio, la Tierra tiene otro aspecto, y así lo puso de manifiesto André Kuipers, el astronauta holandés que presentó el último informe bianual de la ONG WWF, denominado Planeta Vivo. Kuipers describe nuestro planeta, en relación con la huella ecológica, de la siguiente manera: "Desde aquí puedo ver la huella de la humanidad, incluidos los incendios forestales, la contaminación del aire y la erosión".
En el informe de la World Wildlife Fund (WWF) han colaborado también la Sociedad Zoológica de Londres, la Red Global de la Huella Ecológica y la Agencia Espacial Europea (ESA). En esta edición, el informe se centra en la biodiversidad, biocapacidad, y en propuestas para reducir la huella ecológica.
Uno de los datos a señalar de un informe anterior (2010), elaborado por esta misma entidad, es el ranking de los países con más huella ecológica o, lo que es lo mismo, los países que consumen más rápido sus recursos naturales. Las naciones con más huella ecológica son las más desarrolladas.
El ranking se elaboró a partir de las hectáreas que el ser humano utiliza para mantener su estilo de vida, y muestra que los países que utilizan una mayor cantidad de terreno presionando sus ecosistemas son: Qatar (11,6 hectáreas), Kuwait (9,72), Emiratos Árabes Unidos (8,44), Dinamarca (8,25) y Estados Unidos (7,19).
Huella ecológica planetaria
Según los datos ofrecidos por la Global Footprint Network, que se encarga de medir la oferta y la demanda de los recursos naturales y los servicios ecológicos usados por la humanidad, el presupuesto anual de 2013 de huella ecológica se agotó en solo ocho meses, y durante el resto del año se mantuvo el llamado déficit ecológico, lo que supone que desde entonces se recurrió a las reservas de recursos locales, y se provocó una mayor acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera.
Por su parte, el informe Planeta Vivo de la WWF estima que actualmente se necesitarían 1,5 planetas para abastecer las necesidades de todos los pobladores del planeta; para el año 2030 se prevé que esa necesidad ascenderá a dos planetas completos.
Mientras los países más desarrollados son los que mayor huella ecológica tienen, los países y territorios que sufren constantes hambrunas, catástrofes naturales y guerras son los que menos contribuyen a agravar la huella.
Dentro de estas naciones con menor huella ecológica están los territorios de la Autoridad Nacional Palestina (0,46 hectáreas globales), Timor Oriental (0,47), Afghanistán (0,54), Haití (0,60), Eritrea (0,66) y Bangladesh (0,66). Además hay que tener en cuenta los países con mayor biocapacidad como: Gabón (28,72 hectáreas globales por habitante), Bolivia (18,39) y Mongolia (15,33). Según "Planeta Vivo", aquí están los recursos que consumen Catar o Emiratos Árabes Unidos, con alta huella y poca biocapacidad.
Pero todas nuestras acciones como consumidores, ciudadanos, viajeros, transeúntes, amigos, vecinos, trabajadores y estudiantes, etc. tienen un importante impacto ambiental.
El consumo irracional de productos, la producción a escala planetaria y la ingente cantidad de emisiones a la atmósfera derivadas de nuestras actividades tienen como efecto el agotamiento progresivo de los recursos planetarios, un concepto que científicos y otros expertos en materia ambiental, sobre todo desde la década de los 70, han denominado límites del crecimiento. Hoy día, se cuestiona que la naturaleza sea capaz de satisfacer las necesidades de la economía humana actual, teniendo en cuenta que la propia naturaleza precisa de una regeneración constante de sus recursos.
En el año 1996, los expertos William Rees y Mathis Wackermagel crearon el concepto de huella ecológica para medir los impactos de una persona, ciudad o país sobre la tierra, para satisfacer lo que consume y para absorber sus residuos.
Basado en este indicador, la organización no gubernamental World Wildlife Foundation (WWF) realizó un estudio que muestra que cada habitante del planeta necesitaría, si se sigue a este ritmo, 2,9 hectáreas de tierra para mantener su actual estilo de vida. Sin embargo, cada ser humano tiene a su disposición alrededor de 1,6 hectáreas.
Un planeta finito y limitado
Desde el espacio, la Tierra tiene otro aspecto, y así lo puso de manifiesto André Kuipers, el astronauta holandés que presentó el último informe bianual de la ONG WWF, denominado Planeta Vivo. Kuipers describe nuestro planeta, en relación con la huella ecológica, de la siguiente manera: "Desde aquí puedo ver la huella de la humanidad, incluidos los incendios forestales, la contaminación del aire y la erosión".
En el informe de la World Wildlife Fund (WWF) han colaborado también la Sociedad Zoológica de Londres, la Red Global de la Huella Ecológica y la Agencia Espacial Europea (ESA). En esta edición, el informe se centra en la biodiversidad, biocapacidad, y en propuestas para reducir la huella ecológica.
Uno de los datos a señalar de un informe anterior (2010), elaborado por esta misma entidad, es el ranking de los países con más huella ecológica o, lo que es lo mismo, los países que consumen más rápido sus recursos naturales. Las naciones con más huella ecológica son las más desarrolladas.
El ranking se elaboró a partir de las hectáreas que el ser humano utiliza para mantener su estilo de vida, y muestra que los países que utilizan una mayor cantidad de terreno presionando sus ecosistemas son: Qatar (11,6 hectáreas), Kuwait (9,72), Emiratos Árabes Unidos (8,44), Dinamarca (8,25) y Estados Unidos (7,19).
Huella ecológica planetaria
Según los datos ofrecidos por la Global Footprint Network, que se encarga de medir la oferta y la demanda de los recursos naturales y los servicios ecológicos usados por la humanidad, el presupuesto anual de 2013 de huella ecológica se agotó en solo ocho meses, y durante el resto del año se mantuvo el llamado déficit ecológico, lo que supone que desde entonces se recurrió a las reservas de recursos locales, y se provocó una mayor acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera.
Por su parte, el informe Planeta Vivo de la WWF estima que actualmente se necesitarían 1,5 planetas para abastecer las necesidades de todos los pobladores del planeta; para el año 2030 se prevé que esa necesidad ascenderá a dos planetas completos.
Mientras los países más desarrollados son los que mayor huella ecológica tienen, los países y territorios que sufren constantes hambrunas, catástrofes naturales y guerras son los que menos contribuyen a agravar la huella.
Dentro de estas naciones con menor huella ecológica están los territorios de la Autoridad Nacional Palestina (0,46 hectáreas globales), Timor Oriental (0,47), Afghanistán (0,54), Haití (0,60), Eritrea (0,66) y Bangladesh (0,66). Además hay que tener en cuenta los países con mayor biocapacidad como: Gabón (28,72 hectáreas globales por habitante), Bolivia (18,39) y Mongolia (15,33). Según "Planeta Vivo", aquí están los recursos que consumen Catar o Emiratos Árabes Unidos, con alta huella y poca biocapacidad.
Reducir la huella ecológica de las poblaciones depende de todos y cada uno de los habitantes del planeta. Fuente: Wikipedia.
Cómo se calcula la huella ecológica
La huella ecológica se define como la demanda de recursos biológicos globales que produce el planeta durante un año. Para estimar esta demanda se unifica el consumo de recursos naturales en una unidad común denominada Hectárea Global (gHa), es decir, una hectárea hipotética que incluya la suma de todas las áreas de superficie del mundo utilizadas para satisfacer las necesidades de un país, región o persona.
La Hectárea Global es el resultado de un cálculo a partir de las áreas utilizadas para cultivos agrícolas, recursos pesqueros, maderas, pulpas y fibras, además de por las áreas verdes encargadas de absorber el dióxido de carbono. Finalmente, esta medida incluye las áreas ocupadas por los asentamientos humanos principalmente.
Otro parámetro importante que se tiene en cuenta para medir la huella ecológica es la biocapacidad, la capacidad de un área específica para generar un abastecimiento regular de recursos renovables, del mismo modo que su capacidad para absorber los desechos resultantes de su consumo.
De la comparación de ambos valores para una región determinada se deduce que si la huella ecológica es mayor que la biocapacidad, se genera un "déficit ecológico". Esto determina que tal exceso de consumo es posible a costa de utilizar recursos de otros territorios o en detrimento de las generaciones futuras.
La huella ecológica se define como la demanda de recursos biológicos globales que produce el planeta durante un año. Para estimar esta demanda se unifica el consumo de recursos naturales en una unidad común denominada Hectárea Global (gHa), es decir, una hectárea hipotética que incluya la suma de todas las áreas de superficie del mundo utilizadas para satisfacer las necesidades de un país, región o persona.
La Hectárea Global es el resultado de un cálculo a partir de las áreas utilizadas para cultivos agrícolas, recursos pesqueros, maderas, pulpas y fibras, además de por las áreas verdes encargadas de absorber el dióxido de carbono. Finalmente, esta medida incluye las áreas ocupadas por los asentamientos humanos principalmente.
Otro parámetro importante que se tiene en cuenta para medir la huella ecológica es la biocapacidad, la capacidad de un área específica para generar un abastecimiento regular de recursos renovables, del mismo modo que su capacidad para absorber los desechos resultantes de su consumo.
De la comparación de ambos valores para una región determinada se deduce que si la huella ecológica es mayor que la biocapacidad, se genera un "déficit ecológico". Esto determina que tal exceso de consumo es posible a costa de utilizar recursos de otros territorios o en detrimento de las generaciones futuras.
Cómo reducir nuestra huella ecológica
La idea de que los recursos naturales se pueden consumir de manera infinita desaparece cuando calculamos nuestra huella ecológica. Por lo tanto, aunque sean muy importante las acciones a escala planetaria y de tipo gubernamental, la responsabilidad recae en primera instancia sobre los ciudadanos.
Entre las directrices básicas a nivel individual para reducir la huella están:
1. Reducir, reutilizar y reciclar. De este modo se ahorran grandes cantidades de recursos no renovables y que además contaminan.
2. Ahorrar en el consumo utilizando, entre otros, productos de bajo consumo, haciendo uso del transporte público y ahorrando agua y electricidad en los hogares.
3. Generar el menor número posible de recursos evitando productos de un solo uso o llevando a un puntos limpio los productos tóxicos o peligrosos.
La idea de que los recursos naturales se pueden consumir de manera infinita desaparece cuando calculamos nuestra huella ecológica. Por lo tanto, aunque sean muy importante las acciones a escala planetaria y de tipo gubernamental, la responsabilidad recae en primera instancia sobre los ciudadanos.
Entre las directrices básicas a nivel individual para reducir la huella están:
1. Reducir, reutilizar y reciclar. De este modo se ahorran grandes cantidades de recursos no renovables y que además contaminan.
2. Ahorrar en el consumo utilizando, entre otros, productos de bajo consumo, haciendo uso del transporte público y ahorrando agua y electricidad en los hogares.
3. Generar el menor número posible de recursos evitando productos de un solo uso o llevando a un puntos limpio los productos tóxicos o peligrosos.