Niñas de preescolar. Foto: anissat. Fuente: Everystockphoto.
Los niños en edad preescolar son más empáticos, compasivos y cooperativos si a lo largo de su corta vida han recibido cariño en forma de contacto físico frecuente; si han sido amamantados durante bastante tiempo, si han dormido con sus padres o si se les ha animado a que jueguen libremente con otros niños.
Esto es lo que sugieren los resultados de tres estudios dirigidos por la psicólogo de la Universidad de Notre Dame, en Estados Unidos, Darcia F. Narvaez, especializada en el desarrollo de la moral y del carácter de los más pequeños.
Según explica Narvaez en un comunicado emitido por la Universidad de Notre Dame, estos resultados demostrarían que: “las raíces del funcionamiento moral se forman en los primeros años de vida, durante la infancia, y dependen de la calidad afectiva de la familia y del apoyo que reciban los niños por parte de su comunidad”.
Por otro lado, los estudios realizados han revelado que existe una relación entre las prácticas educativas comunes en las sociedades cazadoras-recolectoras (en las que los humanos se han desarrollado durante el 99% de su historia) y una mejor salud mental, una mayor empatía y una mayor inteligencia en los niños.
Mirando a los ancestros
Las tres investigaciones realizadas por Narvaez y sus colaboradores fueron, en primer lugar, un estudio observacional (sin intervención de los investigadores, que se limitaron a medir las variables definidas) sobre las prácticas educativas de padres de niños de tres años de edad.
En segundo lugar, los investigadores realizaron un estudio longitudinal sobre la relación entre ciertas prácticas de educación y el abuso infantil. Los datos analizados en esta parte de la investigación fueron tomados de una investigación anterior, realizada por otro psicólogo de la Universidad de Notre Dame, John G. Borkowski, especializado en el impacto de los abusos infantiles y de la negligencia en el desarrollo de los niños.
Por último, se hizo un estudio comparativo de las prácticas educativas de madres estadounidenses y de madres chinas.
A partir de todas estas investigaciones, Narvaez identificó seis características de la crianza comunes en los tiempos de nuestros ancestros lejanos y que, en la actualidad, aún influyen en el correcto desarrollo moral de los niños.
Una de estas características sería el hecho de mantener mucho contacto positivo con los bebés y niños pequeños (cogerlos, acurrucarlos, abrazarlos, etc.). La segunda de ellas es la de responder rápidamente a las quejas y llantos de los bebés.
Evitar ciertos trastornos
Según Narvaez, esta prontitud en la atención hace que el niño no se altere y, en consecuencia, a su cerebro no lleguen las sustancias químicas tóxicas que produce el propio organismo en situaciones de estrés: “La calidez, el cuidado sensible hacia los niños, permite que sus cerebros estén en calma durante los años en que su personalidad se está formando”, afirma la psicólogo.
Esto es lo que sugieren los resultados de tres estudios dirigidos por la psicólogo de la Universidad de Notre Dame, en Estados Unidos, Darcia F. Narvaez, especializada en el desarrollo de la moral y del carácter de los más pequeños.
Según explica Narvaez en un comunicado emitido por la Universidad de Notre Dame, estos resultados demostrarían que: “las raíces del funcionamiento moral se forman en los primeros años de vida, durante la infancia, y dependen de la calidad afectiva de la familia y del apoyo que reciban los niños por parte de su comunidad”.
Por otro lado, los estudios realizados han revelado que existe una relación entre las prácticas educativas comunes en las sociedades cazadoras-recolectoras (en las que los humanos se han desarrollado durante el 99% de su historia) y una mejor salud mental, una mayor empatía y una mayor inteligencia en los niños.
Mirando a los ancestros
Las tres investigaciones realizadas por Narvaez y sus colaboradores fueron, en primer lugar, un estudio observacional (sin intervención de los investigadores, que se limitaron a medir las variables definidas) sobre las prácticas educativas de padres de niños de tres años de edad.
En segundo lugar, los investigadores realizaron un estudio longitudinal sobre la relación entre ciertas prácticas de educación y el abuso infantil. Los datos analizados en esta parte de la investigación fueron tomados de una investigación anterior, realizada por otro psicólogo de la Universidad de Notre Dame, John G. Borkowski, especializado en el impacto de los abusos infantiles y de la negligencia en el desarrollo de los niños.
Por último, se hizo un estudio comparativo de las prácticas educativas de madres estadounidenses y de madres chinas.
A partir de todas estas investigaciones, Narvaez identificó seis características de la crianza comunes en los tiempos de nuestros ancestros lejanos y que, en la actualidad, aún influyen en el correcto desarrollo moral de los niños.
Una de estas características sería el hecho de mantener mucho contacto positivo con los bebés y niños pequeños (cogerlos, acurrucarlos, abrazarlos, etc.). La segunda de ellas es la de responder rápidamente a las quejas y llantos de los bebés.
Evitar ciertos trastornos
Según Narvaez, esta prontitud en la atención hace que el niño no se altere y, en consecuencia, a su cerebro no lleguen las sustancias químicas tóxicas que produce el propio organismo en situaciones de estrés: “La calidez, el cuidado sensible hacia los niños, permite que sus cerebros estén en calma durante los años en que su personalidad se está formando”, afirma la psicólogo.
Otra característica de la crianza practicada por nuestros ancestros y que tiene un efecto positivo en el desarrollo infantil incluso en la actualidad es la de la lactancia materna durante un largo periodo (entre los dos y los cinco años).
Según Narvaez, el sistema inmunológico de los niños no está completamente formado hasta los seis años, y la leche materna proporciona la base para dicha formación.
En cuarto lugar, el hecho de que los niños puedan crecer con otros adultos que los cuiden y los quieran, más allá de los padres, también resulta positivo para el desarrollo moral de los niños, al igual que poder practicar el juego libre con compañeros de juegos de edades diversas.
En este sentido, estudios anteriores ya habían demostrado que los niños que no juegan lo suficiente durante su infancia son más propensos a padecer trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y otros desórdenes de la salud mental.
Una última característica que favorecería un óptimo desarrollo de la moral infantil serían los partos naturales, que estimulan en las madres la generación de las hormonas necesarias para cuidar al recién nacido y establecer con él el vínculo más apropiado.
Un tema preocupante
Tras constatar que la crianza con estas características favorece un desarrollo moral óptimo en los niños, Narvaez alerta del hecho de que, al menos en Estados Unidos, se está produciendo un declive en la aplicación de todas estas condiciones a la crianza.
Así, en lugar de ser cogidos en brazos, los niños pasan mucho más tiempo en carritos o asientos para coches que antes. Además, sólo el 15% de las madres norteamericanas amamanta a sus hijos durante meses, las familias extensas ya no existen y el juego infantil libre se ha reducido drásticamente desde 1970.
En su lugar, se han extendido prácticas y creencias nocivas sobre la crianza, como el aislamiento de los niños en sus propios dormitorios o la idea de que atender al llanto del niño demasiado rápidamente puede hacer que el niño “se malcríe”, explica Narvaez.
Al mismo tiempo, por estas u otras razones, investigaciones diversas demuestran que la salud y el bienestar de los niños y jóvenes norteamericanos han empeorado en los últimos 50 años: hay una epidemia de ansiedad y depresión entre los jóvenes; los comportamientos agresivos y la tasa de delincuencia aumentan en los niños; y la empatía, base de las actitudes morales y compasivas, se ha reducido en el caso de los estudiantes universitarios.
Según Narvaez, éste es un tema preocupante: “Los niños que no tienen sus necesidades emocionales cubiertas en los primeros años de vida tienden a ser más egoístas. No cuentan con el mismo grado de emociones relacionadas con la compasión que niños que han crecido en familias cálidas, sensibles”.
Los resultados de la presente investigación serán presentados en un simposio que se celebrará en octubre en la Universidad de Notre Dame. La preocupación sobre el estado en que, actualmente, llegan los niños a los colegios de Estados Unidos (con pobres aptitudes sociales, escasa regulación emocional y hábitos que no promueven los comportamientos sociales) ha inspirado el encuentro, tal y como se explica en la página web oficial.
Según Narvaez, el sistema inmunológico de los niños no está completamente formado hasta los seis años, y la leche materna proporciona la base para dicha formación.
En cuarto lugar, el hecho de que los niños puedan crecer con otros adultos que los cuiden y los quieran, más allá de los padres, también resulta positivo para el desarrollo moral de los niños, al igual que poder practicar el juego libre con compañeros de juegos de edades diversas.
En este sentido, estudios anteriores ya habían demostrado que los niños que no juegan lo suficiente durante su infancia son más propensos a padecer trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y otros desórdenes de la salud mental.
Una última característica que favorecería un óptimo desarrollo de la moral infantil serían los partos naturales, que estimulan en las madres la generación de las hormonas necesarias para cuidar al recién nacido y establecer con él el vínculo más apropiado.
Un tema preocupante
Tras constatar que la crianza con estas características favorece un desarrollo moral óptimo en los niños, Narvaez alerta del hecho de que, al menos en Estados Unidos, se está produciendo un declive en la aplicación de todas estas condiciones a la crianza.
Así, en lugar de ser cogidos en brazos, los niños pasan mucho más tiempo en carritos o asientos para coches que antes. Además, sólo el 15% de las madres norteamericanas amamanta a sus hijos durante meses, las familias extensas ya no existen y el juego infantil libre se ha reducido drásticamente desde 1970.
En su lugar, se han extendido prácticas y creencias nocivas sobre la crianza, como el aislamiento de los niños en sus propios dormitorios o la idea de que atender al llanto del niño demasiado rápidamente puede hacer que el niño “se malcríe”, explica Narvaez.
Al mismo tiempo, por estas u otras razones, investigaciones diversas demuestran que la salud y el bienestar de los niños y jóvenes norteamericanos han empeorado en los últimos 50 años: hay una epidemia de ansiedad y depresión entre los jóvenes; los comportamientos agresivos y la tasa de delincuencia aumentan en los niños; y la empatía, base de las actitudes morales y compasivas, se ha reducido en el caso de los estudiantes universitarios.
Según Narvaez, éste es un tema preocupante: “Los niños que no tienen sus necesidades emocionales cubiertas en los primeros años de vida tienden a ser más egoístas. No cuentan con el mismo grado de emociones relacionadas con la compasión que niños que han crecido en familias cálidas, sensibles”.
Los resultados de la presente investigación serán presentados en un simposio que se celebrará en octubre en la Universidad de Notre Dame. La preocupación sobre el estado en que, actualmente, llegan los niños a los colegios de Estados Unidos (con pobres aptitudes sociales, escasa regulación emocional y hábitos que no promueven los comportamientos sociales) ha inspirado el encuentro, tal y como se explica en la página web oficial.