• Imagen: Anton Gvozdikov. Fuente: PhotoXpress.
Muchas personas expresan objeciones contra el trabajo infantil, la explotación de los trabajadores o la producción de alimentos que implique crueldad contra los animales.
Sin embargo, al mismo tiempo, suelen ignorar sus propios estándares morales cuando actúan en el mercado, por ejemplo al comprar los productos electrónicos, de moda o de alimentación más baratos, sin tener en cuenta como han sido producidos, por ejemplo.
Por tanto, cabe deducir que el mercado reduce las inquietudes morales individuales, algo que ha constatado una investigación realizada por economistas de las universidades de Bonn y Bamberg, en Alemania.
Armin Falk, de la University de Bonn, y Nora Szech, de la Universidad Bamberg, ambos economistas, demostraron con un experimento que los mercados erosionan este tipo de inquietudes. En él, se constató en concreto que, aunque nuestra moralidad afecte a nuestra toma de decisiones no relacionadas con el mercado (llevadas a cabo individualmente), nuestros estándares morales se reducen de manera significativa cuando participamos en alguna acción mercantil (comprar o vender) con una, varias o muchas personas.
“Nuestros resultados demuestran que los participantes en el mercado violan sus propios estándares morales”, afirma Falk en un comunicado de la Universidad de Bonn. “Es importante comprender el papel de los mercados y otras instituciones en la toma de decisiones morales. Esta es una cuestión que los economistas deben abordar”, añade Szech.
Sin embargo, al mismo tiempo, suelen ignorar sus propios estándares morales cuando actúan en el mercado, por ejemplo al comprar los productos electrónicos, de moda o de alimentación más baratos, sin tener en cuenta como han sido producidos, por ejemplo.
Por tanto, cabe deducir que el mercado reduce las inquietudes morales individuales, algo que ha constatado una investigación realizada por economistas de las universidades de Bonn y Bamberg, en Alemania.
Armin Falk, de la University de Bonn, y Nora Szech, de la Universidad Bamberg, ambos economistas, demostraron con un experimento que los mercados erosionan este tipo de inquietudes. En él, se constató en concreto que, aunque nuestra moralidad afecte a nuestra toma de decisiones no relacionadas con el mercado (llevadas a cabo individualmente), nuestros estándares morales se reducen de manera significativa cuando participamos en alguna acción mercantil (comprar o vender) con una, varias o muchas personas.
“Nuestros resultados demuestran que los participantes en el mercado violan sus propios estándares morales”, afirma Falk en un comunicado de la Universidad de Bonn. “Es importante comprender el papel de los mercados y otras instituciones en la toma de decisiones morales. Esta es una cuestión que los economistas deben abordar”, añade Szech.
Comercio y vidas
En el experimento, que aparece detallado en Science, cientos de individuos fueron enfrentados a la decisión moral de escoger entre recibir una cantidad económica y matar a un ratón o salvar la vida del animal y olvidarse del dinero.
Los animales implicados en la investigación fueron ratones criados en laboratorios fuera de Alemania, que ya no eran necesitados para las investigaciones y que, por tanto, iban a ser aniquilados. Lo que los científicos hicieron fue proponerles a los participantes salvar a uno de estos ratones: si decidían moralmente, los científicos compraban al animal. De lo contrario, el ratón moría –que era el destino que ya tenía asignado-. Los ratones que fueron salvados están sanos y ahora viven bajo las
mejores condiciones posibles en laboratorios, asegura el comunicado de la Universidad de Bonn.
Falk explica que esta situación fue diseñada para poder analizar el efecto de las consecuencias inmorales en las decisiones humanas. De este modo, “observamos si la gente estaba dispuesta a dañar a una tercera parte a cambio de recibir dinero.
Dañar a otros de manera intencionada e injustificada está normalmente considerado como una acción no ética”.
El experimento se desarrolló de la siguiente forma: los voluntarios decidieron en primer lugar entre la vida de un ratón o el dinero, en un contexto de no-mercado (a nivel individual). De este modo, se determinaron los estándares morales de cada uno de ellos.
Después, estos estándares fueron comparados con las acciones de los participantes en dos situaciones comerciales, en las que había bien sólo un comprador y un vendedor (mercado bilateral) bien una gran cantidad de compradores y de vendedores (mercado multilateral), que podían comerciar unos con otros.
Si cualquier oferta de mercado presentada en ambas situaciones era aceptada, se completaba un negocio, y un ratón moría. En comparación con la situación individual, en estos casos un número significativamente mayor de sujetos estuvo dispuesto a matar al ratón a cambio de culminar el negocio.
Reducción de la culpa y de la responsabilidad
Este es el resultado principal del estudio: los mercados provocan una erosión de los valores morales. ¿Pero cómo? Los economistas ofrecen la siguiente explicación: “En los mercados, la gente utiliza diversos mecanismos para disminuir sus sentimientos de culpa y de responsabilidad”.
Más concretamente, en las situaciones comerciales, los individuos se centran en la competición y en los beneficios, más que en las inquietudes morales. Además, la culpa puede ser compartida con otros: en los mercados con muchos compradores y vendedores, los individuos pueden justificar sus propios comportamientos señalando que su propio impacto en los resultados (inmorales) es insignificante. Por último, en estas situaciones, la gente ve que otras personas también violan las normas morales.
“Esta lógica es una característica general de los mercados”, afirma Falk. Las excusas o justificaciones apelan al dicho de “si yo no lo compro o lo vendo ahora, otro lo hará”. Para los bienes moralmente neutros, sin embargo, este efecto tiene una importancia menor. Szech explica que: “Para los bienes sin relevancia moral, las diferencias de decisiones entre las condiciones de mercado o las individuales son pequeñas. La razón es, simplemente, que en estos casos la necesidad de compartir la culpa o de excusar el propio comportamiento no existe”.
En el experimento, que aparece detallado en Science, cientos de individuos fueron enfrentados a la decisión moral de escoger entre recibir una cantidad económica y matar a un ratón o salvar la vida del animal y olvidarse del dinero.
Los animales implicados en la investigación fueron ratones criados en laboratorios fuera de Alemania, que ya no eran necesitados para las investigaciones y que, por tanto, iban a ser aniquilados. Lo que los científicos hicieron fue proponerles a los participantes salvar a uno de estos ratones: si decidían moralmente, los científicos compraban al animal. De lo contrario, el ratón moría –que era el destino que ya tenía asignado-. Los ratones que fueron salvados están sanos y ahora viven bajo las
mejores condiciones posibles en laboratorios, asegura el comunicado de la Universidad de Bonn.
Falk explica que esta situación fue diseñada para poder analizar el efecto de las consecuencias inmorales en las decisiones humanas. De este modo, “observamos si la gente estaba dispuesta a dañar a una tercera parte a cambio de recibir dinero.
Dañar a otros de manera intencionada e injustificada está normalmente considerado como una acción no ética”.
El experimento se desarrolló de la siguiente forma: los voluntarios decidieron en primer lugar entre la vida de un ratón o el dinero, en un contexto de no-mercado (a nivel individual). De este modo, se determinaron los estándares morales de cada uno de ellos.
Después, estos estándares fueron comparados con las acciones de los participantes en dos situaciones comerciales, en las que había bien sólo un comprador y un vendedor (mercado bilateral) bien una gran cantidad de compradores y de vendedores (mercado multilateral), que podían comerciar unos con otros.
Si cualquier oferta de mercado presentada en ambas situaciones era aceptada, se completaba un negocio, y un ratón moría. En comparación con la situación individual, en estos casos un número significativamente mayor de sujetos estuvo dispuesto a matar al ratón a cambio de culminar el negocio.
Reducción de la culpa y de la responsabilidad
Este es el resultado principal del estudio: los mercados provocan una erosión de los valores morales. ¿Pero cómo? Los economistas ofrecen la siguiente explicación: “En los mercados, la gente utiliza diversos mecanismos para disminuir sus sentimientos de culpa y de responsabilidad”.
Más concretamente, en las situaciones comerciales, los individuos se centran en la competición y en los beneficios, más que en las inquietudes morales. Además, la culpa puede ser compartida con otros: en los mercados con muchos compradores y vendedores, los individuos pueden justificar sus propios comportamientos señalando que su propio impacto en los resultados (inmorales) es insignificante. Por último, en estas situaciones, la gente ve que otras personas también violan las normas morales.
“Esta lógica es una característica general de los mercados”, afirma Falk. Las excusas o justificaciones apelan al dicho de “si yo no lo compro o lo vendo ahora, otro lo hará”. Para los bienes moralmente neutros, sin embargo, este efecto tiene una importancia menor. Szech explica que: “Para los bienes sin relevancia moral, las diferencias de decisiones entre las condiciones de mercado o las individuales son pequeñas. La razón es, simplemente, que en estos casos la necesidad de compartir la culpa o de excusar el propio comportamiento no existe”.
Referencia bibliográfica:
A. Falk, N. Szech. Morals and Markets. Science (2013). DOI: 10.1126/science.1231566.
A. Falk, N. Szech. Morals and Markets. Science (2013). DOI: 10.1126/science.1231566.