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El llanto de los hijos reduce los niveles de testosterona de los padres

La reducción favorece el cuidado de los pequeños en situaciones de peligro


Un nuevo estudio de la Universidad de Michigan, en EEUU, ha revelado que cuando los hombres oyen llorar a sus bebés, su hormona testosterona desciende. Aunque esta reducción no siempre esté asociada con una ‘buena paternidad’", dicen los científicos, sí que resulta necesaria para la protección del bebé en situaciones de peligro. Estudios previos habían señalado que dormir con los bebés también puede reducir la testosterona de los progenitores. Por Laura Villasán.


05/11/2015

Imagen: nadezhda1906. Fuente: Fotolia.
Imagen: nadezhda1906. Fuente: Fotolia.
Un nuevo estudio de la Universidad de Michigan, en EEUU, ha descubierto que cuando los hombres ven a sus hijos  en peligro, su hormona testosterona desciende.

Esta reducción, además de resultar en un aumento de la empatía y de favorecer una relación amorosa del hombre con la madre de sus niños, sirvió para predecir la dedicación de los padres a los hijos.

La paternidad sensible y receptiva ha sido vinculada con el desarrollo social, emocional y cognitivo de los niños pequeños. Además, diversos estudios han demostrado que la participación positiva del padre por lo general conduce a resultados positivos en el niño.

Por otro lado, ya se habían hecho investigaciones sobre los padres y la testosterona, aunque centradas en el efecto del juego entre padres e hijos sobre dicha hormona paterna. En estos casos, se constató que ese tipo de interacción rara vez provocaba cambios significativos en la testosterona.

El enfoque de los científicos de la UM ha sido distinto, pues ha valorado la reacción hormonal que desencadenada el llanto del propio bebé en los padres, explica la psicóloga Patt Kuo, principal autora del estudio, en una nota de prensa de dicha Universidad. 

El estudio y sus respuestas

Un bebé llorando puede provocar diversas emociones en los padres, reacciones que van acompañadas de su correspondiente respuesta hormonal: la empatía, con una disminución de la testosterona; o la irritación, con un aumento de la testosterona.

Kuo cree que cuando los padres ven a su bebé en dificultades, empatizan con él, lo que disminuye su nivel de testosterona. Por ejemplo, si los padres interpretan el llanto del bebé como una forma de comunicación de su angustia, entonces, empatizan con el niño y experimentan una disminución en la testosterona. Esto, a su vez, facilita que los atiendan, señalan los investigadores.

Por otra parte, cuando los padres interpretan el llanto de su bebé como síntoma de irritación, y sienten que no son capaces de consolarlos, pueden experimentar un incremento en la testosterona, lo que favorece una respuesta intrusiva o negativa para el lactante.

El estudio se centró en 175 hombres cuyas esposas o parejas estaban embarazadas de un segundo hijo. En distintos momentos del experimento, a los participantes se les hicieron tests hormonales (a través de su saliva) para comprobar los cambios en sus niveles de testosterona.

Asimismo, los hombres y sus niños participaron en primer lugar en una actividad que fue grabada en vídeo, y que consistía en separar al niño de su padre por un corto período, para volver a reunir a ambos más tarde. Los bebés, a menudo, llegaron a estar visiblemente molestos durante el proceso, buscando al padre durante la separación y deseando volver con él.

Intrusivos o sensibles

Para medir los comportamientos parentales, los padres y los bebés completaron a continuación una segunda tarea, en la que se les presentaron tres juguetes en cajas separadas, cada una con una tarjeta de instrucciones.

Se le pidió a los padres que enseñaran al niño a golpear las teclas de un xilófono con un mazo, a empujar las palancas de una caja de juego, y a golpear las formas que había en una tortuga de juguete. A los padres se les concedieron cinco minutos por cada juguete.

"Observamos si los hombres eran sensibles o intrusivos con sus hijos durante estas interacciones", explica Kuo, y su relación con sus niveles de testosterona.

Lo que se constató fue que "los hombres con mayores descensos en la  testosterona durante la separación previa de sus hijos fueron más sensibles durante la interacción consecutiva".

Por otra parte, se comprobó que los niveles de testosterona de los hombres solo descendieron durante la separación de los bebés, y no en esta segunda tarea, de interacción, muy probablemente porque los hombres consolaron y tranquilizaron a sus bebés tras reunirse de nuevo con ellos, señalan los científicos.

El estudio también indicó una diferencia de comportamiento en los padres, según el género de sus hijos. Específicamente, resultó que los padres de niñas eran más sensibles que los padres de niños.

Kuo y su equipo añaden que los resultados obtenidos no tienen por qué indicar que las disminuciones en la testosterona siempre estén asociadas con una ‘buena paternidad’", sin embargo, creen, sí indican que dichas disminuciones podrían resultar necesarias para la protección del bebé en situaciones de peligro. 

Disminución de la testosterona al dormir con los hijos

Una investigación de la Universidad de Notre Dame (Indiana, Estados Unidos), publicada por Tendencias21, reveló otra relación interesante entre paternidad y testosterona. En este caso, se demostró que los padres que duermen cerca de sus hijos experimentan una disminución de esta hormona, lo que podría volverlos más sensibles a las necesidades de sus hijos, y ayudarles a centrarse en las demandas de la paternidad. 

En este otro trabajo fueron analizados 362 padres de entre 25 y 26 años. Algunos dormían solos, otros en la misma habitación que sus hijos y un tercer grupo en la misma cama que ellos. Estos últimos eran los que tenían niveles de testosterona más reducidos.

Referencia bibliográfica:

Patty X. Kuo, Ekjyot K. Saini, Elizabeth Thomason, Oliver C. Schultheiss, Richard Gonzalez, Brenda L. Volling. Individual variation in fathers’ testosterone reactivity to infant distress predicts parenting behaviors with their 1-year-old infants. Developmental Psychobiology (2015). DOI: 10.1002/dev.21370.
 



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