Un fuerte estrés prenatal puede reducir de dos a cuatro años la vida de una persona adulta, ha descubierto un estudio.
Los resultados se han obtenido estudiando una cohorte de niños nacidos entre 1914 y 1916 (durante la primera guerra mundial) de los que algunos, incluso antes del nacimiento, habían perdido a su padre en combate.
El estrés sufrido por la madre parece que fragiliza a los fetos en un momento de su desarrollo caracterizado por una gran plasticidad, según explican los investigadores en un artículo publicado en PNAS, del que se informa en un comunicado.
La literatura científica ya ha establecido que el estrés sufrido en la infancia puede tener repercusiones a lo largo de toda la vida. Por ejemplo, cuando una madre embarazada está expuesta al hambre por circunstancias extremas, aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, metabólicas y mentales del hijo.
Sin embargo, las consecuencias de este estrés son todavía apenas conocidas, por lo que esta investigación ha intentado profundizar en las implicaciones del estrés infantil sobre la vida de los adultos.
Para ello estudiaron más de 90.000 expedientes de niños nacidos entre los años 1914 y 1916, todos ya desaparecidos. Al mismo tiempo, utilizando datos del ministerio francés de Defensa informando de la muerte de 1,4 millones de personas durante la primera guerra mundial, identificaron 2.651 niños cuyos padres figuraban en esa lista de fallecidos.
El recorrido de cada huérfano de guerra se comparó asimismo con el de otro niño nacido en la misma época, en la misma comunidad, con una madre de la misma edad y con la longevidad de cada niño.
Los resultados se han obtenido estudiando una cohorte de niños nacidos entre 1914 y 1916 (durante la primera guerra mundial) de los que algunos, incluso antes del nacimiento, habían perdido a su padre en combate.
El estrés sufrido por la madre parece que fragiliza a los fetos en un momento de su desarrollo caracterizado por una gran plasticidad, según explican los investigadores en un artículo publicado en PNAS, del que se informa en un comunicado.
La literatura científica ya ha establecido que el estrés sufrido en la infancia puede tener repercusiones a lo largo de toda la vida. Por ejemplo, cuando una madre embarazada está expuesta al hambre por circunstancias extremas, aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, metabólicas y mentales del hijo.
Sin embargo, las consecuencias de este estrés son todavía apenas conocidas, por lo que esta investigación ha intentado profundizar en las implicaciones del estrés infantil sobre la vida de los adultos.
Para ello estudiaron más de 90.000 expedientes de niños nacidos entre los años 1914 y 1916, todos ya desaparecidos. Al mismo tiempo, utilizando datos del ministerio francés de Defensa informando de la muerte de 1,4 millones de personas durante la primera guerra mundial, identificaron 2.651 niños cuyos padres figuraban en esa lista de fallecidos.
El recorrido de cada huérfano de guerra se comparó asimismo con el de otro niño nacido en la misma época, en la misma comunidad, con una madre de la misma edad y con la longevidad de cada niño.
Menos tiempo de vida
De esta forma descubrieron que los niños cuyos padres habían fallecido antes de su nacimiento vivieron 2,4 años menos que los niños que no habían perdido a sus padres en la guerra, y que la muerte se adelantaba hasta 4 años si la muerte del padre había ocurrido en el último trimestre de embarazo.
Este estudio histórico revela por primera vez que el estrés maternal afecta al feto en un momento de su desarrollo caracterizado por una intensa plasticidad epigenética, destacan los investigadores.
El artículo evoca los mecanismos maternales, placentarios y fetales que habrían podido impresionar a largo plazo la marca del duelo sobre los huérfanos prenatales.
Anotan por ejemplo las variaciones en la tasa de cortisona, una hormona esteroide que controla diversas etapas del desarrollo fetal, pero que, en otras etapas de la vida, está implicada asimismo en la respuesta del organismo ante situaciones de estrés.
De esta forma descubrieron que los niños cuyos padres habían fallecido antes de su nacimiento vivieron 2,4 años menos que los niños que no habían perdido a sus padres en la guerra, y que la muerte se adelantaba hasta 4 años si la muerte del padre había ocurrido en el último trimestre de embarazo.
Este estudio histórico revela por primera vez que el estrés maternal afecta al feto en un momento de su desarrollo caracterizado por una intensa plasticidad epigenética, destacan los investigadores.
El artículo evoca los mecanismos maternales, placentarios y fetales que habrían podido impresionar a largo plazo la marca del duelo sobre los huérfanos prenatales.
Anotan por ejemplo las variaciones en la tasa de cortisona, una hormona esteroide que controla diversas etapas del desarrollo fetal, pero que, en otras etapas de la vida, está implicada asimismo en la respuesta del organismo ante situaciones de estrés.
Referencia
Prenatal loss of father during World War One is predictive of a reduced lifespan in adulthood. PNAS, Vol. 114 no. 16d, 4201–4206, DOI: 10.1073/pnas.1617911114
Prenatal loss of father during World War One is predictive of a reduced lifespan in adulthood. PNAS, Vol. 114 no. 16d, 4201–4206, DOI: 10.1073/pnas.1617911114