Dopamina. Corel
Cuarenta personas de Estados Unidos y Canadá participaron en un experimento de la Universidad de Denver para determinar la efectividad del trasplante en sus cerebros de dopamina procedente de embriones.
La dopamina es un neurotransmisor inhibitorio derivado de la tirosina que se encuentra en los ganglios basales y en el corpus striatum. Su deficiencia se relaciona con la enfermedad del Parkinson, que estas cuarenta personas padecían en un estado avanzado.
Veinte de los pacientes recibieron el trasplante en sus cerebros de dopamina procedentes de embriones, mientras que otros veinte fueron seleccionados aleatoriamente para realizarles una operación que en realidad nunca tuvo lugar, aunque los pacientes creían que habían sido realmente operados.
Según los resultados del experimento que publica Archives of General Psychiatry, los pacientes que pensaban que habían sido operados de verdad sin serlo, doce meses después tenían mejor calidad de vida que aquellos que pensaban que no habían sido operados, independientemente de que lo hubiesen sido o no.
También los médicos
La investigación desveló asimismo que no sólo eran los pacientes los que notaban la mejoría, sino que también lo constataba el personal médico que los atendía y que desconocía qué tratamiento había seguido realmente cada uno de los enfermos.
Los médicos registraron, doce meses después de las intervenciones quirúrgicas, mayores avances en aquellos pacientes que creían que habían sido operados que en aquellos que creían que no lo habían sido, independientemente de que de hecho les hubiesen trasplantado la dopamina o no.
Una de las pacientes afirmaba que no había estado físicamente tan activa desde varios años antes de la operación, y que en los meses posteriores a la intervención quirúrgica había podido volver a hacer excursiones e incluso a patinar sobre hielo. Fue una de las más sorprendidas al descubrir que en realidad no había sido realmente operada.
Sin embargo, cuando los pacientes fueron separados por grupos diferenciando los que sí habían sido operados de los que no, se demostró que, como media, los primeros habían mejorado su capacidad de movimiento, mientras que los segundos no tanto. La percepción sí que modificaba en cambio la puntuación individual.
Para los artífices de la investigación, estos resultados indican que el efecto placebo es muy importante en la curación del Parkinson, por lo que es necesario controlar dicho efecto en los estudios que evalúan los tratamientos contra la enfermedad. Según los autores, es necesario distinguir los efectos reales de las intervenciones quirúrgicas para no confundirlos con los imaginarios.
La dopamina es un neurotransmisor inhibitorio derivado de la tirosina que se encuentra en los ganglios basales y en el corpus striatum. Su deficiencia se relaciona con la enfermedad del Parkinson, que estas cuarenta personas padecían en un estado avanzado.
Veinte de los pacientes recibieron el trasplante en sus cerebros de dopamina procedentes de embriones, mientras que otros veinte fueron seleccionados aleatoriamente para realizarles una operación que en realidad nunca tuvo lugar, aunque los pacientes creían que habían sido realmente operados.
Según los resultados del experimento que publica Archives of General Psychiatry, los pacientes que pensaban que habían sido operados de verdad sin serlo, doce meses después tenían mejor calidad de vida que aquellos que pensaban que no habían sido operados, independientemente de que lo hubiesen sido o no.
También los médicos
La investigación desveló asimismo que no sólo eran los pacientes los que notaban la mejoría, sino que también lo constataba el personal médico que los atendía y que desconocía qué tratamiento había seguido realmente cada uno de los enfermos.
Los médicos registraron, doce meses después de las intervenciones quirúrgicas, mayores avances en aquellos pacientes que creían que habían sido operados que en aquellos que creían que no lo habían sido, independientemente de que de hecho les hubiesen trasplantado la dopamina o no.
Una de las pacientes afirmaba que no había estado físicamente tan activa desde varios años antes de la operación, y que en los meses posteriores a la intervención quirúrgica había podido volver a hacer excursiones e incluso a patinar sobre hielo. Fue una de las más sorprendidas al descubrir que en realidad no había sido realmente operada.
Sin embargo, cuando los pacientes fueron separados por grupos diferenciando los que sí habían sido operados de los que no, se demostró que, como media, los primeros habían mejorado su capacidad de movimiento, mientras que los segundos no tanto. La percepción sí que modificaba en cambio la puntuación individual.
Para los artífices de la investigación, estos resultados indican que el efecto placebo es muy importante en la curación del Parkinson, por lo que es necesario controlar dicho efecto en los estudios que evalúan los tratamientos contra la enfermedad. Según los autores, es necesario distinguir los efectos reales de las intervenciones quirúrgicas para no confundirlos con los imaginarios.