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El comportamiento deshonesto aumenta a medida que se repite

Un estudio descubre los mecanismos cerebrales implicados en la mentira


Un estudio ha descubierto los mecanismos cerebrales implicados en la mentira y que la gente miente más cuando es bueno para ellos y para otra persona, pero cuando es bueno sólo para el mentiroso y daña a la otra persona, mienten menos. El descubrimiento es aplicable también a los comportamientos peligrosos y violentos, no sólo a las mentiras.


SINC/T21
25/10/2016

Un estudio realizado por científicos del Reino Unido ha descubierto  que la repetición del engaño hace que el cerebro pierda sensibilidad ante la mentira y se produzca una escalada de falsedades.

Es la primera vez que se demuestra de manera empírica que un comportamiento deshonesto aumenta a medida que se repite, señala Neil Garret, del departamento de psicología experimental de UCL (University College London), que ha dirigido el estudio.

El equipo de la UCL escaneó el cerebro de 80 voluntarios mientras participaban en tareas en las que podían mentir para obtener beneficios personales. Los autores encontraron que la amígdala –una parte del cerebro asociada con la emoción– se activaba cuando las personas mentían para lograr un beneficio. La respuesta de la amígdala a la mentira disminuía con cada engaño, mientras que la magnitud de las mentiras se intensificaba.
 
Según explica Tali Sharot, investigador de piscología experimental y coautor del trabajo, “cuando mentimos interesadamente, nuestra amígdala produce una sensación negativa que limita el grado en que estamos dispuestos a mentir. Sin embargo, esta respuesta se desvanece a medida que continuamos mintiendo  y cuanto más se reduce esta actividad más grande será la mentira que consideremos aceptable. Esto conduce a una pendiente resbaladiza donde los pequeños actos de insinceridad se convierten en mentiras cada vez más significativas", subraya.

“Ya sea en un caso de infidelidad, de dopaje en el deporte, de datos científicos manipulados o de fraude fiscal, los mentirosos evocan a menudo el hecho de que todo ha comenzado por pequeñas falsedades que han crecido como una bola de nieve con el tiempo”, añade Tali Sharot.

La gente miente más cuando es bueno para ellos y para otra persona, probablemente porque no les hace sentirse mal, revela Tali Sharot, añadiendo que cuando es bueno sólo para el mentiroso y daña a la otra persona, mienten menos.

Adivinar monedas

Los voluntarios del estudio –de edades que iban entre los 18 y los 65 años– participaron en una tarea que consistía en adivinar el número de monedas que había en un tarro de vidrio. Después debían enviar por ordenador sus cálculos a los otros participantes.

Esto se llevó a cabo en varios contextos diferentes. En el escenario básico, acercarse lo más posible a la cifra exacta de monedas les beneficiaría a ellos y a su compañero de juego. En otros casos, sobreestimar o subestimar la cantidad les beneficiaría a ellos a expensas de su compañero, o a ambos, o a su compañero, o solo a uno de ellos sin efecto sobre el otro.
 
Cuando la sobreestimación de la cantidad beneficiaba a los voluntarios a expensas de su pareja de juego, la gente empezó a exagerar ligeramente sus cálculos, lo cual provocó una fuerte respuesta de la amígdala. Sus exageraciones se intensificaban a lo largo del experimento, mientras que las respuestas de la amígdala se reducían.
 
"Es probable que la respuesta embotada del cerebro ante la repetición de la mentira refleje una respuesta emocional reducida a estos actos", dice Neil Garrett, otro de los autores.
 
"Esto está en línea con la idea de que nuestra amígdala registra la aversión a los actos que consideramos malos o inmorales. En este caso, hemos estudiado la insinceridad, pero el mismo principio podría aplicarse a la progresión de otras acciones como los actos de riesgo o los comportamientos violentos", destaca.

Los investigadores destacan que en este trabajo sólo han considerado los comportamientos deshonestos, pero que el mismo principio podría aplicarse a otros procesos como los comportamientos peligrosos y violentos, no sólo a las mentiras.

Referencia

Neil Garrett, Stephanie C Lazzaro, Dan Ariely Tali Sharot. “The brain adapts to dishonesty”. Nature Neuroscience (24 de octubre, 2016)



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