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El autismo altera el cerebro social de los niños

Un estudio descubre una posible forma de prevenir su aparición


Un estudio ha comprobado que el autismo manifiesta alteraciones en el cerebro social de los niños desde edades muy tempranas, lo que revela un marcador de la futura aparición de este trastorno y señala también el camino de una posible recuperación: estimular el cerebro social mientras se está a tiempo.


Redacción T21
02/04/2018

Cada punto indica la posición exacta de la mirada de un niño durante la proyección de un video. A la izquierda, los puntos azules pertenecen a niños con un desarrollo típico. A la derecha, los puntos rojos pertenecen a niños autistas. La cara de los niños no se vió borrosa durante el experimento. Foto: Universidad de Ginebra.
Cada punto indica la posición exacta de la mirada de un niño durante la proyección de un video. A la izquierda, los puntos azules pertenecen a niños con un desarrollo típico. A la derecha, los puntos rojos pertenecen a niños autistas. La cara de los niños no se vió borrosa durante el experimento. Foto: Universidad de Ginebra.
Investigadores suizos han descubierto que los niños que padecen autismo muestran una alteración del cerebro social desde las primeras semanas de vida, lo que no sólo anticipa la aparición de este trastorno años después,  sino que también puede prevenirlo con estímulos para el desarrollo del cerebro social.

Según la ONU, el autismo es una afección neurológica permanente que se manifiesta en la primera infancia, independientemente del género, la raza o la condición social y económica. El índice de autismo en todas las regiones del mundo es alto y la falta de comprensión produce fuertes repercusiones sobre las personas, sus familias y las comunidades. Por este motivo, la ONU ha declarado el 2 de abril como Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo.

Se entiende por cerebro social a las regiones neuronales que se desarrollan desde las primeras semanas de vida de una persona como respuesta a los así llamados estímulos sociales: las voces, los rostros y los gestos de las personas de su entorno.

Estos estímulos despiertan muy pronto el interés del recién nacido, pero por razones desconocidas, los bebés que muestran un interés menor por estos estímulos sociales desarrollan el así llamado trastorno autista (TSA).

La nueva investigación ha demostrado por primera vez que el desarrollo del cerebro social se ve obstaculizado por esta aparente indiferencia precoz a los estímulos sociales, desde los primeros momentos de la vida de los niños aquejados de TSA. Los resultados se publican en la revista eLife.

Holger Sperdin, investigador principal, explica en un comunicado de la Universidad de Ginebra que  “los bebés que presentan TSA son menos atraídos por los estímulos llamados sociales. Sin embargo, no se sabía qué ocurre a nivel cerebral a una edad tan temprana. Para averiguarlo, nosotros partimos de la hipótesis de que estos niños mirarían de forma diferente videos con información social y de que su cerebro social respondería también de otra forma.”

Los investigadores usaron simultáneamente la  electroencefalografía (EEG) para estudiar la actividad cerebral de los niños mientras miraban los vídeos con información social, así como la tecnología de seguimiento de ojos (eye tracking) para evaluar donde se fijaba la mirada de los niños durante el experimento.

Los investigadores descubrieron que los pequeños con TSA exploraban de manera muy diferente los vídeos con información social, en relación con los niños con un desarrollo  típico. Asimismo, comprobaron que esta diferencia se acompañaba de un nivel cerebral de alteraciones importantes de la conectividad neuronal y de los flujos de información en regiones específicas del cerebro social.

Marcadas diferencias cerebrales

En los niños que padecen TSA, los investigadores observaron una actividad más intensa en dos frecuencias de ondas cerebrales específicas (alpha y theta), así como una mayor conectividad entre ciertas regiones del cerebro social.

La frecuencia de las ondas theta, así como las regiones cerebrales afectadas, son partes importantes del cerebro social, mientras que la frecuencia alpha juega un papel importante en la atención visual.

Este descubrimiento revela por primera vez que estas diferencias en la manera de explorar los estímulos sociales vienen acompañadas de modificaciones en la conectividad de regiones clave del cerebro social, en los niños aquejados de TSA.

Por este motivo, las regiones cerebrales que generan las frecuencias señaladas podrían desarrollarse de forma diferente en los niños afectados de TSA, en relación con los otros niños sin este trastorno.

Los resultados de este estudio sugieren que terapias precoces orientadas a mejorar la capacidad de los niños autistas a responder a los estímulos sociales desde los primeros momentos de vida puede “recablear” el cerebro de estos niños cuando todavía se está a tiempo y restaurar el cerebro social, para evitar la manifestación del TSA en edades más avanzadas.

Referencia

Early alterations of social brain networks in young children with autism.  Holger Franz Sperdin et alia.  eLife 2018;7:e31670 DOI: 10.7554/eLife.31670 



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