MagicBand, una pulsera que actúa como entrada, tarjeta de crédito, llave del hotel y otras funciones, en los parques de atracciones de Disney. Imagen: Julie Friend. Fuente: Wikipedia.
Una jornada sobre el Internet de las Cosas, celebrada en el Instituto de la Ingeniería de España, en Madrid, permitió la semana pasada conocer las últimas novedades de un fenómeno ya bastante utilizado en la industria, y no tanto en los hogares.
Francisco Jariego, director de Internet de las Cosas Industrial de Telefónica I+D, señaló, según refleja la web del Instituto, que en la industria no cree que vaya a haber “mucha discontinuidad” en la introducción de esta tecnología, que conecta a los objetos unos con otros y con la red. “Es una tendencia natural”.
Según Google Trends, apuntó, el Internet de las Cosas (IdC) llegó a su tope en el ciclo de Gartner, es decir, al máximo de expectación, el año pasado, sustituyendo al big data como la tecnología de la que más habla la gente en la propia Internet.
“Dentro de dos años estaremos hablando de por qué no ha dado los resultados que todos esperábamos”, aunque luego se producirá su implantación efectiva y generalizada.
“Google ha comprado la empresa de termostatos Nest por una importante suma, Apple ha lanzado su Apple Watch... Todo el mundo está convencido de que va a llegar a todas partes, y no hay nada que crezca tanto que no produzca una transformación en los mercados”.
Jariego contó tres colaboraciones de su departamento: Una, con la Fundación Santa María la Real para la conservación del patrimonio, de Aguilar de Campoo (Palencia), que considera que es más barato prevenir el deterioro de los edificios, como las catedrales, que “curar”. Por ello, han instalado sensores que monitorizan la temperatura y la humedad de las obras de arte, y si las grietas están creciendo.
El segundo proyecto es de agricultura “de precisión”, con Ig4, una empresa onubense. “Si sabes la alimentación de una planta, puedes predecir mucho mejor su desarrollo, si debes regar algo más, etc.”
Y, por último, el ejemplo preferido de Jariego, desarrollado junto a la FIEB, Fundación para la Investigación en Etología y Biodiversidad. Han comprado una finca, que era un antiguo criadero de toros, en la que pretenden conservar animales abandonados, o incautados a traficantes ilegales, como animales exóticos. La idea es ofrecer las poblaciones a investigadores, que se suscribirían al servicio de cámaras del lugar, para hacer seguimiento de los animales. Dichos investigadores financiarían el proyecto.
En resumen: “un proyecto para el mundo mineral, otro para el vegetal y otro para el animal. El IdC puede llegar a todas partes”. Según General Electric, su aportación a la economía mundial va a ser del orden del PIB de EE.UU., añadió. “Casi todas las grandes empresas estamos apostando por ello. Intel y Qualcomm, las que más en el sector tecnológico, y los fondos de capital riesgo. También los gobiernos están entendiendo el potencial del IdC, y Obama quiere traer a EE.UU. la fabricación de los productos conectados”.
Expansión
Para la expansión del IdC confluyen “dos cosas muy relevantes: el hardware cada vez es más barato (sensores que van metidos en los smartphones, por ejemplo), como predice la ley de Moore; crecimiento de los países del Este y la crisis han provocado que la convergencia de la mano de obra se acelere (es tan barata en México como en China); y la computación en la nube”.
Jariego resalta que el IdC tiene que ver con “cosas, que son físicas, que están en local. Una farola inteligente no la puedes subir a la nube. Es una gran oportunidad para regenerar empresas locales”.
Hacer un producto conectado es fácil, señaló, pero es más complicado dependiendo de lo que se quiera hacer, si se quiere instalar un microprocesador, por ejemplo. Además, supondrá que proveedores importantes, “como Intel o Google”, tendrán una capacidad de negociación “importante”.
Otro aspecto importante es que, al estar conectados, los dispositivos permitirán obtener información sobre el usuario, “por lo que podrán alquilarse en lugar de venderse. Los termostatos de Google, por ejemplo, sabrán el consumo en cualquier sitio, la demanda energética”. También citó la MagicBand de Disney, una pulsera que permite recorrer los parques de atracciones de la misma pagando de manera automática, a través de ella, evitando las colas. “Y un parque de atracciones no es tan distinto de una ciudad”.
El botón Click&Pizza -creado por Telefónica y Telepizza-, que se adhiere a la nevera, permite pedir una pizza simplemente pulsándolo. “Facilita la compra compulsiva, pero realmente es muy cómodo para el usuario”.
Jariego explicó que el smartphone “nos ha dado un montón de cosas, pero también somos sus esclavos. Mirarlo es lo primero que hacemos al levantarnos. Hablar con un hijo adolescente es imposible, salvo que le envíes un mensaje”. Y la situación puede ir a más, añadió.
En el futuro, podrá haber “puertas que se abran con la voz de la persona correcta, taxis que se llaman dando un taconazo con los zapatos... a lo mejor, como en El Gatopardo, hay que cambiarlo todo para que todo siga igual, y volvamos al mundo físico”.
Domótica
De la domótica, y el IdC en los hogares, se ocupó Alberto Brunete, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid, experto en robótica y automática.
“La nevera que te avisa de cuándo hay comida estropeada parece útil. La cafetera configurable a través de la tableta, con la leche que quieres, habría que verlo. A lo mejor no hay que conectar todos los dispositivos”, comenzó.
La Roomba, el robot limpiador, es uno de los avances de los últimos años en la “SmartHome”. Con todo, el sector del confort “no acaba de despegar, porque es caro y a la gente no le compensa. En cambio, el ahorro energético, la seguridad y la salud parecen motivos por los que vale la pena invertir, y es lo que está creciendo”.
Lo que quiere la gente es la “inteligencia ambiental”, es decir, que los dispositivos se autoconfiguren, que no haya que estar pendientes; que se encienda la calefacción sola, por ejemplo. “No es pijerío, es que la subida automática de la persiana nos permite ahorrar energía”.
Ahora no hay “prácticamente ningún dispositivo conectado”, por lo que cuando crezca, “hasta 10 o 15 por casa”, lo hará exponencialmente. Las predicciones de compañías como Intel así lo auguran para 2020, “aunque no todas las predicciones son correctas. En 2015, decían algunas, íbamos a tener la mitad de luces y termostatos conectados.” Pero algunas sí se cumplen, como el aumento de TV conectada a internet en mayores de 55 años. “Empiezan por Internet, y luego vendrán las Cosas”.
El presidente de Samsung, por ejemplo, pretende que en 2017 el 90% de sus dispositivos estén conectados a la red, incluida “la aspiradora o el purificador de aire. No sé si es interesante, aunque sí veo así que lo esté la Roomba, por ejemplo, para programarla y controlarla”.
Uno de los riesgos es la basura provocada por los posibles cambios constantes de tecnología, por lo que es precisa la “interoperabilidad, que la tecnología sea compatible entre fabricantes y no haya que tirarlo todo”. Las baterías deberán “duran un año o dos, para no tener que tocarlas constantemente, algo que será posible porque la mayoría de los dispositivos se encienden para comunicarse y luego se apagan, y algunos hasta generan su propia energía”.
Habrá que tener cuidado con la seguridad, pues al ser redes inalámbricas, traspasan los límiteddel hogar; y con la privacidad, “algo que siempre depende de como se use, como con las redes sociales”.
Por ahora cada empresa utiliza su propio sistema, “por lo que es imposible que esto despunte”, aunque algunas los usan abiertos, universales. En cuanto a los protocolos, citó los más usados, entre ellos el 6LoWPAN, que “envía mensajes más cortos”, o el Bluetooth. El desarrollo “dependerá de lo que quieran los grandes, como Google o Apple”.
Por último, terminó, habrá que ver quién paga el cambio: “Los proveedores, los usuarios, los que hacen las Cosas, el Gobierno... Creo que serán los usuarios”, respondió.
Francisco Jariego, director de Internet de las Cosas Industrial de Telefónica I+D, señaló, según refleja la web del Instituto, que en la industria no cree que vaya a haber “mucha discontinuidad” en la introducción de esta tecnología, que conecta a los objetos unos con otros y con la red. “Es una tendencia natural”.
Según Google Trends, apuntó, el Internet de las Cosas (IdC) llegó a su tope en el ciclo de Gartner, es decir, al máximo de expectación, el año pasado, sustituyendo al big data como la tecnología de la que más habla la gente en la propia Internet.
“Dentro de dos años estaremos hablando de por qué no ha dado los resultados que todos esperábamos”, aunque luego se producirá su implantación efectiva y generalizada.
“Google ha comprado la empresa de termostatos Nest por una importante suma, Apple ha lanzado su Apple Watch... Todo el mundo está convencido de que va a llegar a todas partes, y no hay nada que crezca tanto que no produzca una transformación en los mercados”.
Jariego contó tres colaboraciones de su departamento: Una, con la Fundación Santa María la Real para la conservación del patrimonio, de Aguilar de Campoo (Palencia), que considera que es más barato prevenir el deterioro de los edificios, como las catedrales, que “curar”. Por ello, han instalado sensores que monitorizan la temperatura y la humedad de las obras de arte, y si las grietas están creciendo.
El segundo proyecto es de agricultura “de precisión”, con Ig4, una empresa onubense. “Si sabes la alimentación de una planta, puedes predecir mucho mejor su desarrollo, si debes regar algo más, etc.”
Y, por último, el ejemplo preferido de Jariego, desarrollado junto a la FIEB, Fundación para la Investigación en Etología y Biodiversidad. Han comprado una finca, que era un antiguo criadero de toros, en la que pretenden conservar animales abandonados, o incautados a traficantes ilegales, como animales exóticos. La idea es ofrecer las poblaciones a investigadores, que se suscribirían al servicio de cámaras del lugar, para hacer seguimiento de los animales. Dichos investigadores financiarían el proyecto.
En resumen: “un proyecto para el mundo mineral, otro para el vegetal y otro para el animal. El IdC puede llegar a todas partes”. Según General Electric, su aportación a la economía mundial va a ser del orden del PIB de EE.UU., añadió. “Casi todas las grandes empresas estamos apostando por ello. Intel y Qualcomm, las que más en el sector tecnológico, y los fondos de capital riesgo. También los gobiernos están entendiendo el potencial del IdC, y Obama quiere traer a EE.UU. la fabricación de los productos conectados”.
Expansión
Para la expansión del IdC confluyen “dos cosas muy relevantes: el hardware cada vez es más barato (sensores que van metidos en los smartphones, por ejemplo), como predice la ley de Moore; crecimiento de los países del Este y la crisis han provocado que la convergencia de la mano de obra se acelere (es tan barata en México como en China); y la computación en la nube”.
Jariego resalta que el IdC tiene que ver con “cosas, que son físicas, que están en local. Una farola inteligente no la puedes subir a la nube. Es una gran oportunidad para regenerar empresas locales”.
Hacer un producto conectado es fácil, señaló, pero es más complicado dependiendo de lo que se quiera hacer, si se quiere instalar un microprocesador, por ejemplo. Además, supondrá que proveedores importantes, “como Intel o Google”, tendrán una capacidad de negociación “importante”.
Otro aspecto importante es que, al estar conectados, los dispositivos permitirán obtener información sobre el usuario, “por lo que podrán alquilarse en lugar de venderse. Los termostatos de Google, por ejemplo, sabrán el consumo en cualquier sitio, la demanda energética”. También citó la MagicBand de Disney, una pulsera que permite recorrer los parques de atracciones de la misma pagando de manera automática, a través de ella, evitando las colas. “Y un parque de atracciones no es tan distinto de una ciudad”.
El botón Click&Pizza -creado por Telefónica y Telepizza-, que se adhiere a la nevera, permite pedir una pizza simplemente pulsándolo. “Facilita la compra compulsiva, pero realmente es muy cómodo para el usuario”.
Jariego explicó que el smartphone “nos ha dado un montón de cosas, pero también somos sus esclavos. Mirarlo es lo primero que hacemos al levantarnos. Hablar con un hijo adolescente es imposible, salvo que le envíes un mensaje”. Y la situación puede ir a más, añadió.
En el futuro, podrá haber “puertas que se abran con la voz de la persona correcta, taxis que se llaman dando un taconazo con los zapatos... a lo mejor, como en El Gatopardo, hay que cambiarlo todo para que todo siga igual, y volvamos al mundo físico”.
Domótica
De la domótica, y el IdC en los hogares, se ocupó Alberto Brunete, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid, experto en robótica y automática.
“La nevera que te avisa de cuándo hay comida estropeada parece útil. La cafetera configurable a través de la tableta, con la leche que quieres, habría que verlo. A lo mejor no hay que conectar todos los dispositivos”, comenzó.
La Roomba, el robot limpiador, es uno de los avances de los últimos años en la “SmartHome”. Con todo, el sector del confort “no acaba de despegar, porque es caro y a la gente no le compensa. En cambio, el ahorro energético, la seguridad y la salud parecen motivos por los que vale la pena invertir, y es lo que está creciendo”.
Lo que quiere la gente es la “inteligencia ambiental”, es decir, que los dispositivos se autoconfiguren, que no haya que estar pendientes; que se encienda la calefacción sola, por ejemplo. “No es pijerío, es que la subida automática de la persiana nos permite ahorrar energía”.
Ahora no hay “prácticamente ningún dispositivo conectado”, por lo que cuando crezca, “hasta 10 o 15 por casa”, lo hará exponencialmente. Las predicciones de compañías como Intel así lo auguran para 2020, “aunque no todas las predicciones son correctas. En 2015, decían algunas, íbamos a tener la mitad de luces y termostatos conectados.” Pero algunas sí se cumplen, como el aumento de TV conectada a internet en mayores de 55 años. “Empiezan por Internet, y luego vendrán las Cosas”.
El presidente de Samsung, por ejemplo, pretende que en 2017 el 90% de sus dispositivos estén conectados a la red, incluida “la aspiradora o el purificador de aire. No sé si es interesante, aunque sí veo así que lo esté la Roomba, por ejemplo, para programarla y controlarla”.
Uno de los riesgos es la basura provocada por los posibles cambios constantes de tecnología, por lo que es precisa la “interoperabilidad, que la tecnología sea compatible entre fabricantes y no haya que tirarlo todo”. Las baterías deberán “duran un año o dos, para no tener que tocarlas constantemente, algo que será posible porque la mayoría de los dispositivos se encienden para comunicarse y luego se apagan, y algunos hasta generan su propia energía”.
Habrá que tener cuidado con la seguridad, pues al ser redes inalámbricas, traspasan los límiteddel hogar; y con la privacidad, “algo que siempre depende de como se use, como con las redes sociales”.
Por ahora cada empresa utiliza su propio sistema, “por lo que es imposible que esto despunte”, aunque algunas los usan abiertos, universales. En cuanto a los protocolos, citó los más usados, entre ellos el 6LoWPAN, que “envía mensajes más cortos”, o el Bluetooth. El desarrollo “dependerá de lo que quieran los grandes, como Google o Apple”.
Por último, terminó, habrá que ver quién paga el cambio: “Los proveedores, los usuarios, los que hacen las Cosas, el Gobierno... Creo que serán los usuarios”, respondió.
Industria
Javier Cortés, responsable de Digital Smart de Accenture, es decir, la división de IdC, se centró en el apartado industrial, en cómo aprovecharlo para conseguir una producción eficiente.
“El objetivo es pasar de producto a servicio, generar servicios nuevos”. Por ejemplo, la empresa de maquinaria Caterpillar ha añadido sensores a sus productos, de manera que sabe qué les está pasando, y muchos los alquilan, con un mantenimiento asociado “y predictivo”. “Se puede ser mucho más concreto, mucho más selectivo, tener un mayor número de clientes con menor coste”.
En las minas de cielo abierto, por otra parte, los sensores se aplican para evitar parones, igual que en las fábricas. “Que una parte no tenga que esperar a otra”. Se puede prever que una pieza se va a estropear, sondear si la pieza está en el almacén, y si no está, pedirla por adelantado, ahorrando “un 30-35%” de tiempo.
Y por último, Isaac Hernández, Country Manager de Google for Work (soluciones empresariales para trabajar conectados), dio un repaso a los productos que está desarrollando Google en el IdC. Comenzó señalando que un teléfono móvil cuenta con “hasta 18 sensores distintos”. lo que habla de las inmensas posibilidades de esta tecnología.
El reto para Google es adelantarse, “ser proactivos”. Es lo que hace Google Now, que es “una especie de asistente, que sabe si estás en casa o en el trabajo, y te indica cuál es el próximo tren que puedes coger. Si sabe que vas a viajar, te da información, el pronóstico del tiempo, sitios para visitar. Si es otra moneda, una calculadora de divisas. Si es otro idioma, un traductor. Según los artículos que lees, te recomienda según tus gustos”.
Mostró también las últimas Google Glass, que no tienen cristales como tales (sólo una pequeña pantalla). Tiene cámara, reconocimiento de voz, batería, pero está “lejos” de lo que se conseguirá. “Se sigue avanzando y simplificando”. Ahora hay una “explosión” de wearables: una pulsera que mide la radiación del sol, etc. “No es sólo el sitio donde lo lleves puesto, sino lo que estás haciendo, si estás corriendo, etc. De eso dependerá qué wearables lleves”.
Otro ejemplo son cepillos de dientes conectados por Bluetooth, que permiten detectar “si tus hijos se los lavan bien”, o una persona con Alzhéimer, como añadió luego Brunete.
En cuanto a los termostatos Nest, “parecía que tendrían poca evolución, y lo que hacen es aprender de cuando estamos en casa o no, produciendo ahorros muy interesantes”. También mostró un i[wearables] para embarazadas, y un sensor para bebés. “Todos están en su primera fase. Se puede optar por ridiculizarlos, porque las experiencias no son redondas, o proyectar cómo serán cuando evolucionen. Nuestro modelo es crear y probar, y cambiar rápido si no funcionan. Algunas no saldrán, pero otras sí.”
Hernández reconoció que en el entorno de consumo no se ha encontrado una aplicación “killer”, determinante, como sí en el profesional. Las Google Glass, por ejemplo, permiten transmitir una operación quirúrgica en tiempo real.
En cuanto al coche autónomo, “que no es un wearable, pero es un tema apasionante”, contó que le han quitado el volante al prototipo de Google, que ahora solo tiene un botón. “Ha hecho dos millones de kilómetros, con 11 accidentes, ninguno culpa del coche, y todos leves”. El coche es un ejemplo de que con los nuevos modelos de negocio “un montón de industrias van a sufrir un trastorno profundo, disruption”.
Otro objetivo de Google es que “cada dispositivo pueda proporcionar una URL a cada persona que se acerca. Una maleta sobre su dueño, un párking sobre la empresa, etc.”
Todo ello hace sentir a Hernández “uncomfortably excited”, es decir, ilusionado pero incómodo, por el tremendo impacto profesional y personal de estos proyectos.
Coloquio
En el coloquio se habló de los problemas de privacidad. Hernández reconoció que hay que encontrar “fórmulas para que la gente tenga autoridad sobre compartir o no la información, y que entienda cómo funciona el tema”. Gutiérrez Bueno, citando al experto Chema Alonso, señaló, con otras palabras, que es un problema en el que es mejor darse por fastidiado.
Jariego, por su parte, cree que “si algo nos resulta cómodo, renunciamos a la privacidad. Nadie se lee el contrato de 30 páginas, porque perderías vida. En Europa intentamos ser garantes de la privacidad, en Estados Unidos prima la libertad de expresión, y en China, tienen otro modelo”, en el que no profundizó.
Sobre el gasto de energía de los nuevos dispositivos, Brunete señaló que a cambio favorecen la eficiencia: “Lo comido por lo servido. El uso debe ser sostenible”. Cortés añadió que ayudan a promover las energías renovables.
Y sobre la seguridad en los hogares, Brunete señaló que las medidas se van tomando “cuando salen los problemas”.
Un asistente preguntó si esta tecnología podrá fabricarse en España. Jariego cree que hay una oportunidad, y que hay empresas pequeñas haciendo cosas. “Es un problema de escala, si hay que hacer cientos de miles de unidades, se fabrican en China. Es cuestión de creérnoslo, no pensar que lo van a hacer otros”. Brunete citó el caso de BQ, que está desarrollando una planta para desarrollar memorias USB, por ejemplo.
Sobre los modelos de negocio, Hernández cree que crecerá el modelo de producto-servicio, con oportunidades locales, a nivel nacional, según la cultura.
Jariego no cree que las nuevas tecnologías nos dejen sin trabajo, “igual que ha ido pasando con sucesivos avances. Llegaremos a una forma de vivir con ella. Al final tendrá éxito en la medida en que de poder a las personas”.
Un asistente preguntó si los servicios que se ofrezcan gratis con los productos conectados, “como una cafetera conectada a Internet en la cual el fabricante sepa si usas sus cápsulas”, harán que el producto “sea el cliente”. Brunete respondió, a secas, “sí”, y Jariego añadió que “no todo puede pagarse con publicidad, habrá otros modelos de negocio”. Hernández trata de leerlo en positivo: “Cuanto más sepan de mi, si me ofrecen cosas relevantes, tiene valor. Los sistemas de monetización irán apareciendo”. Según Cortés, “se está buscando más confortabilidad para el usuario”.
Brunete completó su respuesta explicando que “nada es gratis en este mundo. Los productos de Google los pagamos de otra forma, dando información, igual que Google”.
Sobre si el IdC se ha disparado en los últimos tiempos, el profesor de la UPM preguntó al público cuántos tenían domótica en casa, y cuatro manos se levantaron: “No ha cambiado nada, salvo el móvil. La domótica lleva 15 años vendiéndose, pero está todo por venir. Tienen que bajar los chips, no puedes pagar 100 euros por dispositivo”. Jariego cree que el problema no es de coste, sino que “no está claro para qué” sirve tener dispositivos conectados.
Por su parte, Cortés añadió que lo que está cambiando es que se están conectando cosas “que antes eran imposibles de conectar”.
La sesión forma parte de un ciclo de 10 jornadas sobre sendas tecnologías que, según la UE, pueden cambiar nuestras vidas: los drones, la impresión en 3D y el grafeno, entre otras.
Javier Cortés, responsable de Digital Smart de Accenture, es decir, la división de IdC, se centró en el apartado industrial, en cómo aprovecharlo para conseguir una producción eficiente.
“El objetivo es pasar de producto a servicio, generar servicios nuevos”. Por ejemplo, la empresa de maquinaria Caterpillar ha añadido sensores a sus productos, de manera que sabe qué les está pasando, y muchos los alquilan, con un mantenimiento asociado “y predictivo”. “Se puede ser mucho más concreto, mucho más selectivo, tener un mayor número de clientes con menor coste”.
En las minas de cielo abierto, por otra parte, los sensores se aplican para evitar parones, igual que en las fábricas. “Que una parte no tenga que esperar a otra”. Se puede prever que una pieza se va a estropear, sondear si la pieza está en el almacén, y si no está, pedirla por adelantado, ahorrando “un 30-35%” de tiempo.
Y por último, Isaac Hernández, Country Manager de Google for Work (soluciones empresariales para trabajar conectados), dio un repaso a los productos que está desarrollando Google en el IdC. Comenzó señalando que un teléfono móvil cuenta con “hasta 18 sensores distintos”. lo que habla de las inmensas posibilidades de esta tecnología.
El reto para Google es adelantarse, “ser proactivos”. Es lo que hace Google Now, que es “una especie de asistente, que sabe si estás en casa o en el trabajo, y te indica cuál es el próximo tren que puedes coger. Si sabe que vas a viajar, te da información, el pronóstico del tiempo, sitios para visitar. Si es otra moneda, una calculadora de divisas. Si es otro idioma, un traductor. Según los artículos que lees, te recomienda según tus gustos”.
Mostró también las últimas Google Glass, que no tienen cristales como tales (sólo una pequeña pantalla). Tiene cámara, reconocimiento de voz, batería, pero está “lejos” de lo que se conseguirá. “Se sigue avanzando y simplificando”. Ahora hay una “explosión” de wearables: una pulsera que mide la radiación del sol, etc. “No es sólo el sitio donde lo lleves puesto, sino lo que estás haciendo, si estás corriendo, etc. De eso dependerá qué wearables lleves”.
Otro ejemplo son cepillos de dientes conectados por Bluetooth, que permiten detectar “si tus hijos se los lavan bien”, o una persona con Alzhéimer, como añadió luego Brunete.
En cuanto a los termostatos Nest, “parecía que tendrían poca evolución, y lo que hacen es aprender de cuando estamos en casa o no, produciendo ahorros muy interesantes”. También mostró un i[wearables] para embarazadas, y un sensor para bebés. “Todos están en su primera fase. Se puede optar por ridiculizarlos, porque las experiencias no son redondas, o proyectar cómo serán cuando evolucionen. Nuestro modelo es crear y probar, y cambiar rápido si no funcionan. Algunas no saldrán, pero otras sí.”
Hernández reconoció que en el entorno de consumo no se ha encontrado una aplicación “killer”, determinante, como sí en el profesional. Las Google Glass, por ejemplo, permiten transmitir una operación quirúrgica en tiempo real.
En cuanto al coche autónomo, “que no es un wearable, pero es un tema apasionante”, contó que le han quitado el volante al prototipo de Google, que ahora solo tiene un botón. “Ha hecho dos millones de kilómetros, con 11 accidentes, ninguno culpa del coche, y todos leves”. El coche es un ejemplo de que con los nuevos modelos de negocio “un montón de industrias van a sufrir un trastorno profundo, disruption”.
Otro objetivo de Google es que “cada dispositivo pueda proporcionar una URL a cada persona que se acerca. Una maleta sobre su dueño, un párking sobre la empresa, etc.”
Todo ello hace sentir a Hernández “uncomfortably excited”, es decir, ilusionado pero incómodo, por el tremendo impacto profesional y personal de estos proyectos.
Coloquio
En el coloquio se habló de los problemas de privacidad. Hernández reconoció que hay que encontrar “fórmulas para que la gente tenga autoridad sobre compartir o no la información, y que entienda cómo funciona el tema”. Gutiérrez Bueno, citando al experto Chema Alonso, señaló, con otras palabras, que es un problema en el que es mejor darse por fastidiado.
Jariego, por su parte, cree que “si algo nos resulta cómodo, renunciamos a la privacidad. Nadie se lee el contrato de 30 páginas, porque perderías vida. En Europa intentamos ser garantes de la privacidad, en Estados Unidos prima la libertad de expresión, y en China, tienen otro modelo”, en el que no profundizó.
Sobre el gasto de energía de los nuevos dispositivos, Brunete señaló que a cambio favorecen la eficiencia: “Lo comido por lo servido. El uso debe ser sostenible”. Cortés añadió que ayudan a promover las energías renovables.
Y sobre la seguridad en los hogares, Brunete señaló que las medidas se van tomando “cuando salen los problemas”.
Un asistente preguntó si esta tecnología podrá fabricarse en España. Jariego cree que hay una oportunidad, y que hay empresas pequeñas haciendo cosas. “Es un problema de escala, si hay que hacer cientos de miles de unidades, se fabrican en China. Es cuestión de creérnoslo, no pensar que lo van a hacer otros”. Brunete citó el caso de BQ, que está desarrollando una planta para desarrollar memorias USB, por ejemplo.
Sobre los modelos de negocio, Hernández cree que crecerá el modelo de producto-servicio, con oportunidades locales, a nivel nacional, según la cultura.
Jariego no cree que las nuevas tecnologías nos dejen sin trabajo, “igual que ha ido pasando con sucesivos avances. Llegaremos a una forma de vivir con ella. Al final tendrá éxito en la medida en que de poder a las personas”.
Un asistente preguntó si los servicios que se ofrezcan gratis con los productos conectados, “como una cafetera conectada a Internet en la cual el fabricante sepa si usas sus cápsulas”, harán que el producto “sea el cliente”. Brunete respondió, a secas, “sí”, y Jariego añadió que “no todo puede pagarse con publicidad, habrá otros modelos de negocio”. Hernández trata de leerlo en positivo: “Cuanto más sepan de mi, si me ofrecen cosas relevantes, tiene valor. Los sistemas de monetización irán apareciendo”. Según Cortés, “se está buscando más confortabilidad para el usuario”.
Brunete completó su respuesta explicando que “nada es gratis en este mundo. Los productos de Google los pagamos de otra forma, dando información, igual que Google”.
Sobre si el IdC se ha disparado en los últimos tiempos, el profesor de la UPM preguntó al público cuántos tenían domótica en casa, y cuatro manos se levantaron: “No ha cambiado nada, salvo el móvil. La domótica lleva 15 años vendiéndose, pero está todo por venir. Tienen que bajar los chips, no puedes pagar 100 euros por dispositivo”. Jariego cree que el problema no es de coste, sino que “no está claro para qué” sirve tener dispositivos conectados.
Por su parte, Cortés añadió que lo que está cambiando es que se están conectando cosas “que antes eran imposibles de conectar”.
La sesión forma parte de un ciclo de 10 jornadas sobre sendas tecnologías que, según la UE, pueden cambiar nuestras vidas: los drones, la impresión en 3D y el grafeno, entre otras.