Patrick Gillooly. MIT
La capacidad para emitir ciertos juicios de valor acerca de las acciones de otros depende de un área concreta del cerebro, señalan los resultados de un estudio reciente, realizado por científicos del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) y de la University of Southern California.
En un comunicado emitido por el MIT, se explica que personas con daños producidos en una parte del cerebro conocida como corteza prefrontal ventromedial (VMPFC) no son capaces de generar una respuesta emocional normal ante un agravio, sino que se fijan sólo en el resultado de éste.
Es decir, que si, por ejemplo, alguien intenta hacer daño a otra persona pero, finalmente, no lo consigue, piensan que su acción es moralmente admisible.
Evaluación moral atípica
Ya se sabía que la corteza prefrontal ventromedial está relacionada con la toma de decisiones de contenido emocional.
Por otro lado, debido a sus conexiones con otras áreas de la corteza y con estructuras subcorticales, como la amígdala, se sabía también que juega un papel mediador entre cognición y emoción, y que desempeña una función fundamental en la regulación y el control del comportamiento.
El presente estudio ha demostrado que la VMPFC funciona, además, ante situaciones muy concretas provocando una reacción extraña: una evaluación atípica del valor moral de las acciones de los perpetradores, en caso de que éstos no consigan llevar a cabo su objetivo.
Según Liane Young, investigadora del MIT y directora de la investigación, los resultados obtenidos añaden una nueva pieza al puzzle que explicará cómo el cerebro humano construye la moral.
Young afirma que, lentamente, se está horadando en la estructura que posibilita esta aptitud humana y que, aunque no sea la primera vez que se demuestra que las emociones condicionan la moralidad, el estudio sí que delimita hasta qué punto las emociones importan para la formación de los juicios morales.
Aceptar el intento de asesinato
Según explican los investigadores en un artículo aparecido en la revista Neuron, los juicios morales, tanto los de la vida cotidiana como los que se emiten en las salas de justicia, dependen de nuestra capacidad de inferir intenciones.
Gracias a dicha capacidad, podemos perdonar daños no intencionados o accidentales o, por el contrario, condenar lo intentos fallidos de hacer daño.
Estudios anteriores habían demostrado que pacientes con trastornos en la corteza prefrontal ventromedial emitían juicios anómalos como respuesta a dilemas morales y que dichos pacientes eran incapaces de generar respuestas emocionales ante hechos abstractos o intenciones.
En el presente estudio, lo que se ha demostrado es que, concretamente, si el resultado de una mala intención es nulo, incluso ante una acción tan perversa como el asesinato, estas personas son incapaces de valorar dicha intención.
En un comunicado emitido por el MIT, se explica que personas con daños producidos en una parte del cerebro conocida como corteza prefrontal ventromedial (VMPFC) no son capaces de generar una respuesta emocional normal ante un agravio, sino que se fijan sólo en el resultado de éste.
Es decir, que si, por ejemplo, alguien intenta hacer daño a otra persona pero, finalmente, no lo consigue, piensan que su acción es moralmente admisible.
Evaluación moral atípica
Ya se sabía que la corteza prefrontal ventromedial está relacionada con la toma de decisiones de contenido emocional.
Por otro lado, debido a sus conexiones con otras áreas de la corteza y con estructuras subcorticales, como la amígdala, se sabía también que juega un papel mediador entre cognición y emoción, y que desempeña una función fundamental en la regulación y el control del comportamiento.
El presente estudio ha demostrado que la VMPFC funciona, además, ante situaciones muy concretas provocando una reacción extraña: una evaluación atípica del valor moral de las acciones de los perpetradores, en caso de que éstos no consigan llevar a cabo su objetivo.
Según Liane Young, investigadora del MIT y directora de la investigación, los resultados obtenidos añaden una nueva pieza al puzzle que explicará cómo el cerebro humano construye la moral.
Young afirma que, lentamente, se está horadando en la estructura que posibilita esta aptitud humana y que, aunque no sea la primera vez que se demuestra que las emociones condicionan la moralidad, el estudio sí que delimita hasta qué punto las emociones importan para la formación de los juicios morales.
Aceptar el intento de asesinato
Según explican los investigadores en un artículo aparecido en la revista Neuron, los juicios morales, tanto los de la vida cotidiana como los que se emiten en las salas de justicia, dependen de nuestra capacidad de inferir intenciones.
Gracias a dicha capacidad, podemos perdonar daños no intencionados o accidentales o, por el contrario, condenar lo intentos fallidos de hacer daño.
Estudios anteriores habían demostrado que pacientes con trastornos en la corteza prefrontal ventromedial emitían juicios anómalos como respuesta a dilemas morales y que dichos pacientes eran incapaces de generar respuestas emocionales ante hechos abstractos o intenciones.
En el presente estudio, lo que se ha demostrado es que, concretamente, si el resultado de una mala intención es nulo, incluso ante una acción tan perversa como el asesinato, estas personas son incapaces de valorar dicha intención.
Dilema y responsabilidad morales
La investigación fue realizada en colaboración con científicos de la University of Southern California, dirigidos por Antonio Damasio.
En ella participaron nueve pacientes con trastornos en la VMPFC, un área del cerebro del tamaño de una ciruela, situada entre los ojos y por encima de éstos.
Estos pacientes presentaban dificultades para procesar ciertas emociones sociales, como la empatía o la vergüenza, pero mantenían intacta la capacidad de razonar y otras funciones cognitivas, según Young.
En 2007, Damasio y Young realizaron otro estudio en el que demostraron que pacientes de este tipo eran incapaces de juzgar moralmente el asesinato o el daño a otras personas si estas acciones servían para salvar otras vidas. Por eso, los investigadores empezaron a sospechar que los daños en la VMPFC impedían a estas personas generar una respuesta moral corriente.
En la presente investigación, lo que se pretendía era establecer con exactitud el papel de esta área cerebral en la formación de juicios morales. Para ello, le fueron presentados a los participantes 24 escenarios o situaciones con un dilema moral intrínseco y se estudiaron sus reacciones ante ellos.
Cuando las acciones presentadas en dichos escenarios no conllevaban daño alguno, los pacientes eran incapaces de adjudicar responsabilidad moral a los perpetradores. Los individuos estudiados llegaron, incluso, a mostrarse más permisivos con intentos intencionados de hacer daño que con daños accidentales, fijándose sólo en los resultados de cada acción, y a pesar de ser capaces de interpretar las intenciones de las personas que actuaban.
Dos procesos
Según los investigadores, estos resultados respaldan la idea de que la producción de juicios morales requiere de, al menos, dos procesos: una evaluación lógica de la intención y una reacción emocional ante dicha intención.
La VMPFC, por tanto, sería un área cerebral clave en la integración de la intención y de los afectos y nos ayudaría a protegernos de las intenciones maliciosas, así como a distinguir las personas en las que podemos confiar de las que no son fiables.
En una investigación futura, los científicos quieren analizar a pacientes con trastornos en la corteza prefrontal ventromedial más jóvenes, para comprobar si la edad afecta a la capacidad para emitir juicio en estas personas. Asimismo, pretenden estudiar las reacciones y las valoraciones morales de este tipo de pacientes, en caso de que las intenciones dañinas vayan dirigidas a ellos mismos, es decir, sean más personales.
La investigación fue realizada en colaboración con científicos de la University of Southern California, dirigidos por Antonio Damasio.
En ella participaron nueve pacientes con trastornos en la VMPFC, un área del cerebro del tamaño de una ciruela, situada entre los ojos y por encima de éstos.
Estos pacientes presentaban dificultades para procesar ciertas emociones sociales, como la empatía o la vergüenza, pero mantenían intacta la capacidad de razonar y otras funciones cognitivas, según Young.
En 2007, Damasio y Young realizaron otro estudio en el que demostraron que pacientes de este tipo eran incapaces de juzgar moralmente el asesinato o el daño a otras personas si estas acciones servían para salvar otras vidas. Por eso, los investigadores empezaron a sospechar que los daños en la VMPFC impedían a estas personas generar una respuesta moral corriente.
En la presente investigación, lo que se pretendía era establecer con exactitud el papel de esta área cerebral en la formación de juicios morales. Para ello, le fueron presentados a los participantes 24 escenarios o situaciones con un dilema moral intrínseco y se estudiaron sus reacciones ante ellos.
Cuando las acciones presentadas en dichos escenarios no conllevaban daño alguno, los pacientes eran incapaces de adjudicar responsabilidad moral a los perpetradores. Los individuos estudiados llegaron, incluso, a mostrarse más permisivos con intentos intencionados de hacer daño que con daños accidentales, fijándose sólo en los resultados de cada acción, y a pesar de ser capaces de interpretar las intenciones de las personas que actuaban.
Dos procesos
Según los investigadores, estos resultados respaldan la idea de que la producción de juicios morales requiere de, al menos, dos procesos: una evaluación lógica de la intención y una reacción emocional ante dicha intención.
La VMPFC, por tanto, sería un área cerebral clave en la integración de la intención y de los afectos y nos ayudaría a protegernos de las intenciones maliciosas, así como a distinguir las personas en las que podemos confiar de las que no son fiables.
En una investigación futura, los científicos quieren analizar a pacientes con trastornos en la corteza prefrontal ventromedial más jóvenes, para comprobar si la edad afecta a la capacidad para emitir juicio en estas personas. Asimismo, pretenden estudiar las reacciones y las valoraciones morales de este tipo de pacientes, en caso de que las intenciones dañinas vayan dirigidas a ellos mismos, es decir, sean más personales.