Un equipo de neurocientíficos del Picower for Learning and Memory Institute del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT afirma haber identificado por vez primera el mecanismo neuronal que origina el déjà vu, término francés que se refiere a la sensación que en ocasiones nos asalta de haber visto antes algo que en realidad estamos viendo por primera vez.
Este fenómeno, por tanto, tendría un origen neuronal que, de ser definido, ayudaría a desarrollar tratamientos destinados a paliar ciertos desórdenes de la memoria, así como los fenómenos de confusión y desorientación que sufren las personas mayores, a las que en ocasiones les cuesta distinguir lugares y experiencias similares, informa el MIT en un comunicado.
La formación de recuerdos referentes a lugares y contextos se da en una región del cerebro denominada hipocampo, que forma parte del sistema límbico cerebral y participa en la memoria y en la orientación. Asimismo, el hipocampo está relacionado con la retención a largo plazo de la información espacial, y es una de las primeras estructuras que resultan dañadas cuando se desarrolla la enfermedad del Alzheimer, lo que ocasiona los clásicos problemas de memoria y desorientación de las personas que la padecen.
Regiones cerebrales específicas
El hipocampo se divide a su vez en diversas subregiones, tres de las cuales han sido analizadas por los investigadores del MIT, Thomas J. McHugh y Sumusu Tonegawa (profesor de biología y neurociencia): las llamadas gyrus dentatus, CA1 y CA3, que contribuyen a diferentes aspectos del aprendizaje y de la memoria.
El estudio ha revelado que el aprendizaje que se produce en el gyrus dentatus resulta crucial para el reconocimiento rápido, que permite amplificar las pequeñas diferencias que hacen que un determinado espacio sea único ante nuestros ojos, aunque se parezca mucho a cualquier otro sitio, señaló Tonegawa en dicho comunicado. Es decir, que gracias a esas pequeñas diferencias amplificadas podemos diferenciar sitios muy parecidos entre sí.
Para comprobar como funciona esta región del cerebro, los investigadores utilizaron ratones genéticamente modificados con el fin de averiguar cómo contribuía su gyrus dentatus a definir esas diferencias entre lugares nuevos y otros ya conocidos.
Solapamiento de reacciones neuronales
Las investigaciones con roedores han revelado en los últimos años que un conjunto de neuronas, que en inglés han sido bautizadas como place cells o “células de lugar”, ocasionan un “disparo” neuronal cuando los animales se encuentran en un lugar específico, es decir, que codifican la información acerca de su localización en el espacio o en los denominados “campos de lugar” (place fields).
Los científicos del MIT creen que estas células de lugar generan una nueva reacción neuronal cuando entran en cada nuevo espacio, y cada vez que los roedores regresan a él, dichas células repiten esa misma reacción. De esta forma, cuando entran en un sitio que ya conocen, los animales pueden reconocerlo, al igual que los humanos.
En caso de que entráramos en un lugar que nunca habíamos visto antes, por tanto, se genera una nueva respuesta neuronal. Pero si ese sitio al que entramos es lo suficientemente parecido a otro anterior que nuestro cerebro ya haya registrado, se puede producir un solapamiento de reacciones neuronales similares, lo que generaría una sensación de “ya conocido” o déjà vu, explican los científicos.
Este fenómeno, por tanto, tendría un origen neuronal que, de ser definido, ayudaría a desarrollar tratamientos destinados a paliar ciertos desórdenes de la memoria, así como los fenómenos de confusión y desorientación que sufren las personas mayores, a las que en ocasiones les cuesta distinguir lugares y experiencias similares, informa el MIT en un comunicado.
La formación de recuerdos referentes a lugares y contextos se da en una región del cerebro denominada hipocampo, que forma parte del sistema límbico cerebral y participa en la memoria y en la orientación. Asimismo, el hipocampo está relacionado con la retención a largo plazo de la información espacial, y es una de las primeras estructuras que resultan dañadas cuando se desarrolla la enfermedad del Alzheimer, lo que ocasiona los clásicos problemas de memoria y desorientación de las personas que la padecen.
Regiones cerebrales específicas
El hipocampo se divide a su vez en diversas subregiones, tres de las cuales han sido analizadas por los investigadores del MIT, Thomas J. McHugh y Sumusu Tonegawa (profesor de biología y neurociencia): las llamadas gyrus dentatus, CA1 y CA3, que contribuyen a diferentes aspectos del aprendizaje y de la memoria.
El estudio ha revelado que el aprendizaje que se produce en el gyrus dentatus resulta crucial para el reconocimiento rápido, que permite amplificar las pequeñas diferencias que hacen que un determinado espacio sea único ante nuestros ojos, aunque se parezca mucho a cualquier otro sitio, señaló Tonegawa en dicho comunicado. Es decir, que gracias a esas pequeñas diferencias amplificadas podemos diferenciar sitios muy parecidos entre sí.
Para comprobar como funciona esta región del cerebro, los investigadores utilizaron ratones genéticamente modificados con el fin de averiguar cómo contribuía su gyrus dentatus a definir esas diferencias entre lugares nuevos y otros ya conocidos.
Solapamiento de reacciones neuronales
Las investigaciones con roedores han revelado en los últimos años que un conjunto de neuronas, que en inglés han sido bautizadas como place cells o “células de lugar”, ocasionan un “disparo” neuronal cuando los animales se encuentran en un lugar específico, es decir, que codifican la información acerca de su localización en el espacio o en los denominados “campos de lugar” (place fields).
Los científicos del MIT creen que estas células de lugar generan una nueva reacción neuronal cuando entran en cada nuevo espacio, y cada vez que los roedores regresan a él, dichas células repiten esa misma reacción. De esta forma, cuando entran en un sitio que ya conocen, los animales pueden reconocerlo, al igual que los humanos.
En caso de que entráramos en un lugar que nunca habíamos visto antes, por tanto, se genera una nueva respuesta neuronal. Pero si ese sitio al que entramos es lo suficientemente parecido a otro anterior que nuestro cerebro ya haya registrado, se puede producir un solapamiento de reacciones neuronales similares, lo que generaría una sensación de “ya conocido” o déjà vu, explican los científicos.
Dificultad para diferenciar
Los ratones genéticamente modificados del experimento de Tonegawa carecían de un gen del gyrus dentatus, lo que permitió estudiar las respuestas cerebrales subyacentes al recuerdo de lugares específicos, así como contemplar las diferencias neuronales con respecto a ratones comunes.
Para ello, dos grupos de ratones (uno de ellos formado por animales genéticamente modificados y otro por ratones normales) fueron colocados alternativamente en dos cámaras similares, en una de las cuales se les golpeaba en las patas.
Después de tres días, todos los ratones comenzaron a dar señales de estar asustados dentro de ambas cámaras, incluso en aquélla en la que jamás se les había infringido daño alguno. Sin embargo, tras dos semanas de pruebas, los ratones normales habían aprendido a relacionar sólo una cámara con los golpes, reconociendo la segunda como segura.
En cambio, los ratones modificados genéticamente demostraron una incapacidad significativa de distinguir los dos contextos, que eran muy parecidos. Según los científicos, el estudio demuestra que la plasticidad del gyrus dentatus, o la habilidad para cambiar en respuesta a la experiencia, contribuye al aprendizaje espacial y a la generación de respuestas neuronales distintas, según donde nos encontremos.
La importancia del gyrus dentatus en todos estos procesos, demostrada por la modificación genética de esta región del hipocampo en ratones, por tanto, implicaría que pudiera estar relacionada con los fenómenos del déjà vu, que nos impiden ver o percibir como nuevos espacios que nunca hemos visto antes.
Interés por el fenómeno
El déjà vu interesa mucho a los científicos por su rareza y, al mismo tiempo, su cotidianidad. Tal y como explicamos en otro artículo de Tendencias21, se calcula que este fenómeno afecta al 70% de la población y, aunque aún carece de explicación concluyente, los científicos lo asocian con una alteración de la memoria.
Los últimos descubrimientos más interesantes al respecto han señalado que, por un lado, existen los déjà vu crónicos: científicos de la universidad británica de Leeds han estudiado a personas que tienen esta vivencia de “ya lo he vivido” de manera continua, para tratar de identificar las causas cerebrales de lo que suponen debe ser un trastorno de la memoria.
Por otro lado, la constatación de que los ciegos también pueden experimentar la sensación del déjà vu, de la que hablamos en otro artículo, pone de relieve que no sólo es la vista la que generaría una respuesta neuronal particular ante una situación determinada que debemos definir : los olores, las sensaciones táctiles y los sonidos también sirven como identificadores capaces de dejar una huella de reacción neuronal que nos permitirá localizarnos en un lugar concreto la próxima vez que lo visitemos.
Los ratones genéticamente modificados del experimento de Tonegawa carecían de un gen del gyrus dentatus, lo que permitió estudiar las respuestas cerebrales subyacentes al recuerdo de lugares específicos, así como contemplar las diferencias neuronales con respecto a ratones comunes.
Para ello, dos grupos de ratones (uno de ellos formado por animales genéticamente modificados y otro por ratones normales) fueron colocados alternativamente en dos cámaras similares, en una de las cuales se les golpeaba en las patas.
Después de tres días, todos los ratones comenzaron a dar señales de estar asustados dentro de ambas cámaras, incluso en aquélla en la que jamás se les había infringido daño alguno. Sin embargo, tras dos semanas de pruebas, los ratones normales habían aprendido a relacionar sólo una cámara con los golpes, reconociendo la segunda como segura.
En cambio, los ratones modificados genéticamente demostraron una incapacidad significativa de distinguir los dos contextos, que eran muy parecidos. Según los científicos, el estudio demuestra que la plasticidad del gyrus dentatus, o la habilidad para cambiar en respuesta a la experiencia, contribuye al aprendizaje espacial y a la generación de respuestas neuronales distintas, según donde nos encontremos.
La importancia del gyrus dentatus en todos estos procesos, demostrada por la modificación genética de esta región del hipocampo en ratones, por tanto, implicaría que pudiera estar relacionada con los fenómenos del déjà vu, que nos impiden ver o percibir como nuevos espacios que nunca hemos visto antes.
Interés por el fenómeno
El déjà vu interesa mucho a los científicos por su rareza y, al mismo tiempo, su cotidianidad. Tal y como explicamos en otro artículo de Tendencias21, se calcula que este fenómeno afecta al 70% de la población y, aunque aún carece de explicación concluyente, los científicos lo asocian con una alteración de la memoria.
Los últimos descubrimientos más interesantes al respecto han señalado que, por un lado, existen los déjà vu crónicos: científicos de la universidad británica de Leeds han estudiado a personas que tienen esta vivencia de “ya lo he vivido” de manera continua, para tratar de identificar las causas cerebrales de lo que suponen debe ser un trastorno de la memoria.
Por otro lado, la constatación de que los ciegos también pueden experimentar la sensación del déjà vu, de la que hablamos en otro artículo, pone de relieve que no sólo es la vista la que generaría una respuesta neuronal particular ante una situación determinada que debemos definir : los olores, las sensaciones táctiles y los sonidos también sirven como identificadores capaces de dejar una huella de reacción neuronal que nos permitirá localizarnos en un lugar concreto la próxima vez que lo visitemos.