En 2011, un estudio realizado en la Universidad de Nueva York demostró que las experiencias de aprendizaje en el hogar, entre ellas la lectura de padres y madres a hijos pequeños, contribuyen a un mejor desarrollo lingüístico de los niños. Ahora, una investigación realizada con niños en edad de preescolar ha demostrado este efecto positivo a nivel cerebral.
Realizada por John Hutton, investigador del Reading and Literacy Discovery Center y del Cincinnati Children's Hospital Medical Center de EEUU, en ella participaron 19 niños sanos, de entre tres y cinco años, y procedentes de familias de bajos ingresos.
Para empezar, los cuidadores de los pequeños completaron un cuestionario diseñado para medir la estimulación cognitiva en el hogar. En este se analizaban tres áreas: la lectura de padres a hijos (acceso a libros, frecuencia de lectura y variedad de libros leídos); la interacción entre padres e hijos (incluyendo hablar y jugar); y si los padres enseñaban o no habilidades específicas a sus hijos, como contar o formas.
Por otra parte, los niños del estudio fueron sometidos a escáneres de imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI), que sirvieron para medir su actividad cerebral mientras escuchaban historias aptas para su edad, a través de auriculares. Los niños permanecieron despiertos y no sedados durante los escáneres, y no recibieron ningún estímulo visual.
Los investigadores estaban interesados en determinar si habría diferencias entre ellos en la activación cerebral vinculada a la comprensión de las historias, en áreas que se sabe están involucradas con el lenguaje.
Realizada por John Hutton, investigador del Reading and Literacy Discovery Center y del Cincinnati Children's Hospital Medical Center de EEUU, en ella participaron 19 niños sanos, de entre tres y cinco años, y procedentes de familias de bajos ingresos.
Para empezar, los cuidadores de los pequeños completaron un cuestionario diseñado para medir la estimulación cognitiva en el hogar. En este se analizaban tres áreas: la lectura de padres a hijos (acceso a libros, frecuencia de lectura y variedad de libros leídos); la interacción entre padres e hijos (incluyendo hablar y jugar); y si los padres enseñaban o no habilidades específicas a sus hijos, como contar o formas.
Por otra parte, los niños del estudio fueron sometidos a escáneres de imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI), que sirvieron para medir su actividad cerebral mientras escuchaban historias aptas para su edad, a través de auriculares. Los niños permanecieron despiertos y no sedados durante los escáneres, y no recibieron ningún estímulo visual.
Los investigadores estaban interesados en determinar si habría diferencias entre ellos en la activación cerebral vinculada a la comprensión de las historias, en áreas que se sabe están involucradas con el lenguaje.
Resultados obtenidos
Los resultados demostraron que una exposición mayor a la lectura en el hogar está fuertemente asociada con la activación de aquellas áreas cerebrales que impulsan el procesamiento semántico (encontrar significado en el lenguaje). Estas áreas resultan críticas para el procesamiento del lenguaje oral y la comprensión lectora.
Por otro lado, las áreas del cerebro que propician la imaginería mental (la formación de imágenes mentales) mostraron una activación particularmente fuerte, lo que sugiere que la visualización juega un papel clave en la comprensión de las historias y en la preparación para la lectura. "Esto se vuelve cada vez más importante, ya que los niños pasan de libros con dibujos a libros sin ilustraciones, en los que deben imaginar lo que está pasando en el texto", explica Hutton en un comunicado de la American Academy of Pediatrics.
Las asociaciones entre la exposición a la lectura en el hogar y la actividad cerebral de los pequeños se mantuvo constante, tras considerar los ingresos de los hogares. Así que, aunque diversas investigaciones han sugerido que los niños que viven en núcleos familiares sin recursos económicos están peor preparados para comenzar las clases en el colegio, el estudio demuestra que esta circunstancia se puede paliar a través de la lectura en los primeros años de vida.
Leer… y también hablar
Este punto también lo constató el estudio realizado en 2011 y antes mencionado. En él fueron examinados los ambientes de aprendizaje de más de 1.850 niños y sus madres, en su mayoría en hogares con bajos ingresos, es decir, hogares en o por debajo del umbral de la pobreza.
La investigación concluyó que, además de la lectura, es fundamental que los padres hablen mucho con sus hijos a edades tempranas para que estos tengan un óptimo desarrollo lingüístico y, en consecuencia, mejores resultados académicos a edades posteriores.
"El grado en que los padres leen y hablan con sus hijos, al mismo tiempo que les proporcionan libros de lectura infantil y juguetes cuando tiene poco más de un año puede tener efectos duraderos sobre las competencias lingüísticas del niño años más tarde”, señaló entonces Eileen T. Rodríguez, la autora de aquella investigación.
Otros estudios han demostrado, por otro lado, que aprender a leer pronto potencia la adquisición de otras habilidades intelectuales o que la lectura sirve, incluso, para impulsar el desarrollo de la empatía en los más pequeños.
Los resultados demostraron que una exposición mayor a la lectura en el hogar está fuertemente asociada con la activación de aquellas áreas cerebrales que impulsan el procesamiento semántico (encontrar significado en el lenguaje). Estas áreas resultan críticas para el procesamiento del lenguaje oral y la comprensión lectora.
Por otro lado, las áreas del cerebro que propician la imaginería mental (la formación de imágenes mentales) mostraron una activación particularmente fuerte, lo que sugiere que la visualización juega un papel clave en la comprensión de las historias y en la preparación para la lectura. "Esto se vuelve cada vez más importante, ya que los niños pasan de libros con dibujos a libros sin ilustraciones, en los que deben imaginar lo que está pasando en el texto", explica Hutton en un comunicado de la American Academy of Pediatrics.
Las asociaciones entre la exposición a la lectura en el hogar y la actividad cerebral de los pequeños se mantuvo constante, tras considerar los ingresos de los hogares. Así que, aunque diversas investigaciones han sugerido que los niños que viven en núcleos familiares sin recursos económicos están peor preparados para comenzar las clases en el colegio, el estudio demuestra que esta circunstancia se puede paliar a través de la lectura en los primeros años de vida.
Leer… y también hablar
Este punto también lo constató el estudio realizado en 2011 y antes mencionado. En él fueron examinados los ambientes de aprendizaje de más de 1.850 niños y sus madres, en su mayoría en hogares con bajos ingresos, es decir, hogares en o por debajo del umbral de la pobreza.
La investigación concluyó que, además de la lectura, es fundamental que los padres hablen mucho con sus hijos a edades tempranas para que estos tengan un óptimo desarrollo lingüístico y, en consecuencia, mejores resultados académicos a edades posteriores.
"El grado en que los padres leen y hablan con sus hijos, al mismo tiempo que les proporcionan libros de lectura infantil y juguetes cuando tiene poco más de un año puede tener efectos duraderos sobre las competencias lingüísticas del niño años más tarde”, señaló entonces Eileen T. Rodríguez, la autora de aquella investigación.
Otros estudios han demostrado, por otro lado, que aprender a leer pronto potencia la adquisición de otras habilidades intelectuales o que la lectura sirve, incluso, para impulsar el desarrollo de la empatía en los más pequeños.