Un robot colibrí, capaz de volar batiendo sus alas y de revolotear en círculos por espacio de diez minutos, ha sido desarrollado por investigadores de la Universidad de Toronto.
El robot se llama Mentor y, como en el caso del colibrí, el batir de sus alas produce una especie de tornado que es el que realmente permite el vuelo de este nuevo ingenio de la robótica.
Se orienta por control remoto, es un MAV (Micro-Air Vehicles) y consigue un antiguo sueño de la ingeniería aeronáutica: un aparato que vuela por el movimiento mecánico de las alas, objetivo del así conocido como Proyecto Ornithopter.
Con el apoyo de sofisticados modelos matemáticos, el profesor James De Laurier y su equipo se inspiraron el pájaro picaflor, que obtiene el néctar en el aire mientras revolotea en torno a la planta, para duplicar este mecanismo natural en un pequeño robot.
Aunque no es la primera vez que la ingeniería consigue robots voladores que pueden revolotear estable y horizontalmente, Mentor supera a sus antecesores por la nueva tecnología energética incorporada, que le permite una autonomía de vuelo de 10 minutos, toda una proeza para estos ingenios.
Interés espacial y militar
Las investigaciones sobre estos insectos robotizados interesan particularmente a la Nasa y al Pentágono, que financian estos trabajos con la finalidad de obtener sofisticados mecanismos de exploración espacial o de espionaje. El rescate de personas atrapadas en escombros es otra de las utilidades de estos robots.
El ejército norteamericano está muy interesado en un robot que sea pequeño y discreto y capaz de planear a pequeña velocidad y de efectuar vuelos rasantes sobre objetivos de interés para la defensa o el espionaje.
Por su parte, la Nasa necesita también de estos ingenios para enviarlos como avanzadilla de la exploración de otros planetas, debido a su reducido tamaño y a la potencial capacidad de obtener la misma información que un robot de mayor tamaño, más pesado y costoso de trasladar a distancias estelares.
De hecho, en el Jet Propulsion Laboratory de Pasadena (California), los ingenieros ya trabajan en sistemas de navegación y de vuelo que imitan a las abejas, con la finalidad de enviarlos a Marte.
Robot abeja a Marte
La Universidad de Canberra de hecho ha concebido ya un robot abeja que pesa 75 gramos y que, al igual que los insectos reales, es capaz de conservar un mismo nivel de vuelo a baja altitud en una atmósfera poco espesa, gracias a la medida continua y distribución de los rayos ultravioletas y de la luz verde.
La Universidad de Toronto desarrolla diversos proyectos de este tipo, al mismo tiempo que, como explica Evgueny Sorokodum, más de diez iniciativas MAV están en marcha en estos momentos en distintos laboratorios de diversas partes del mundo.
El propósito de todos estos trabajos es reproducir en máquinas las habilidades que la naturaleza manifiesta en los insectos, ya que si esto se consigue, nuestra tecnología resultaría aún mucho más eficiente.
Habilidades sorprendentes
La capacidad de los insectos para aterrizar con precisión milimétrica sobre un alimento y para despegar rápidamente en caso de peligro es algo que despierta la curiosidad de los científicos.
Hace ya más de 15 años que la comunidad científica investiga el cuerpo de los insectos, la estructura de sus alas y su sistema de visualización aérea, basado en el movimiento de la imagen para calibrar la distancia, que les permite volar sin colisiones y aterrizar sin tropiezos.
El cerebro de estos insectos es pequeño y su visión más simple que la que nos ofrecen los televisores, por lo que basta un ordenador pequeño y barato para emular estas habilidades.
La dificultad para conseguirlo radica en que, aunque las soluciones de la naturaleza son por lo general simples y eficaces, no siempre siguen un modelo de ingeniería.
El robot se llama Mentor y, como en el caso del colibrí, el batir de sus alas produce una especie de tornado que es el que realmente permite el vuelo de este nuevo ingenio de la robótica.
Se orienta por control remoto, es un MAV (Micro-Air Vehicles) y consigue un antiguo sueño de la ingeniería aeronáutica: un aparato que vuela por el movimiento mecánico de las alas, objetivo del así conocido como Proyecto Ornithopter.
Con el apoyo de sofisticados modelos matemáticos, el profesor James De Laurier y su equipo se inspiraron el pájaro picaflor, que obtiene el néctar en el aire mientras revolotea en torno a la planta, para duplicar este mecanismo natural en un pequeño robot.
Aunque no es la primera vez que la ingeniería consigue robots voladores que pueden revolotear estable y horizontalmente, Mentor supera a sus antecesores por la nueva tecnología energética incorporada, que le permite una autonomía de vuelo de 10 minutos, toda una proeza para estos ingenios.
Interés espacial y militar
Las investigaciones sobre estos insectos robotizados interesan particularmente a la Nasa y al Pentágono, que financian estos trabajos con la finalidad de obtener sofisticados mecanismos de exploración espacial o de espionaje. El rescate de personas atrapadas en escombros es otra de las utilidades de estos robots.
El ejército norteamericano está muy interesado en un robot que sea pequeño y discreto y capaz de planear a pequeña velocidad y de efectuar vuelos rasantes sobre objetivos de interés para la defensa o el espionaje.
Por su parte, la Nasa necesita también de estos ingenios para enviarlos como avanzadilla de la exploración de otros planetas, debido a su reducido tamaño y a la potencial capacidad de obtener la misma información que un robot de mayor tamaño, más pesado y costoso de trasladar a distancias estelares.
De hecho, en el Jet Propulsion Laboratory de Pasadena (California), los ingenieros ya trabajan en sistemas de navegación y de vuelo que imitan a las abejas, con la finalidad de enviarlos a Marte.
Robot abeja a Marte
La Universidad de Canberra de hecho ha concebido ya un robot abeja que pesa 75 gramos y que, al igual que los insectos reales, es capaz de conservar un mismo nivel de vuelo a baja altitud en una atmósfera poco espesa, gracias a la medida continua y distribución de los rayos ultravioletas y de la luz verde.
La Universidad de Toronto desarrolla diversos proyectos de este tipo, al mismo tiempo que, como explica Evgueny Sorokodum, más de diez iniciativas MAV están en marcha en estos momentos en distintos laboratorios de diversas partes del mundo.
El propósito de todos estos trabajos es reproducir en máquinas las habilidades que la naturaleza manifiesta en los insectos, ya que si esto se consigue, nuestra tecnología resultaría aún mucho más eficiente.
Habilidades sorprendentes
La capacidad de los insectos para aterrizar con precisión milimétrica sobre un alimento y para despegar rápidamente en caso de peligro es algo que despierta la curiosidad de los científicos.
Hace ya más de 15 años que la comunidad científica investiga el cuerpo de los insectos, la estructura de sus alas y su sistema de visualización aérea, basado en el movimiento de la imagen para calibrar la distancia, que les permite volar sin colisiones y aterrizar sin tropiezos.
El cerebro de estos insectos es pequeño y su visión más simple que la que nos ofrecen los televisores, por lo que basta un ordenador pequeño y barato para emular estas habilidades.
La dificultad para conseguirlo radica en que, aunque las soluciones de la naturaleza son por lo general simples y eficaces, no siempre siguen un modelo de ingeniería.