La vida silvestre y los hábitats naturales podrían ser cada vez más escasos en un mundo en el que, al menos tres cuartas partes de la superficie, está directamente condicionada por la presencia de los seres humanos; y el resto es vulnerable al impacto de nuestra especie.
Pero ¿y si los paisajes agrícolas alterados desempeñasen un papel vital en la consolidación de las poblaciones animales, al tiempo que alimentan a una creciente población humana?
Este escenario podría ser una realidad si se aplica un enfoque holístico (que abarque la totalidad), afirman investigadores de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos.
Según un nuevo estudio publicado en Nature, estimar las tasas de extinción, predecir el riesgo ecológico o hacer recomendaciones de políticas de conservación no son medidas suficientes para equilibrar naturaleza y presión humana. Un marco alternativo y holístico, en cambio, podría resultar mucho más efectivo en este sentido.
Medidas para compaginar naturaleza y explotación
Los autores del estudio aseguran que las proyecciones actuales -que señalan que aproximadamente la mitad de las plantas y animales de la Tierra se extinguirán en el próximo siglo debido a las actividades humanas- no constituyen un fin inevitable.
“El futuro de toda la vida en la Tierra depende de la gente, más que de cualquier otra fuerza", afirman. Pero para que podamos caminar hacia un fin alternativo –y positivo-, hay que empezar a tener en cuenta una cosa esencial: que la naturaleza no es una isla.
Las conclusiones del presente estudio apuntan, según publica la Universidad de Stanford en su web, a que se necesitan nuevos enfoques que integren la conservación y la producción de alimentos, para que las tierras agrícolas resulten más hospitalarias con la vida silvestre.
Para ello, en dichas tierras debería reducirse el uso de sustancias químicas; así como conservarse regiones boscosas y otros hábitats naturales. Asimismo, debería recompensarse a los agricultores y a los ganaderos con los beneficios que resulten de una gestión de su labor provechosa para el medio ambiente.
Pero ¿y si los paisajes agrícolas alterados desempeñasen un papel vital en la consolidación de las poblaciones animales, al tiempo que alimentan a una creciente población humana?
Este escenario podría ser una realidad si se aplica un enfoque holístico (que abarque la totalidad), afirman investigadores de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos.
Según un nuevo estudio publicado en Nature, estimar las tasas de extinción, predecir el riesgo ecológico o hacer recomendaciones de políticas de conservación no son medidas suficientes para equilibrar naturaleza y presión humana. Un marco alternativo y holístico, en cambio, podría resultar mucho más efectivo en este sentido.
Medidas para compaginar naturaleza y explotación
Los autores del estudio aseguran que las proyecciones actuales -que señalan que aproximadamente la mitad de las plantas y animales de la Tierra se extinguirán en el próximo siglo debido a las actividades humanas- no constituyen un fin inevitable.
“El futuro de toda la vida en la Tierra depende de la gente, más que de cualquier otra fuerza", afirman. Pero para que podamos caminar hacia un fin alternativo –y positivo-, hay que empezar a tener en cuenta una cosa esencial: que la naturaleza no es una isla.
Las conclusiones del presente estudio apuntan, según publica la Universidad de Stanford en su web, a que se necesitan nuevos enfoques que integren la conservación y la producción de alimentos, para que las tierras agrícolas resulten más hospitalarias con la vida silvestre.
Para ello, en dichas tierras debería reducirse el uso de sustancias químicas; así como conservarse regiones boscosas y otros hábitats naturales. Asimismo, debería recompensarse a los agricultores y a los ganaderos con los beneficios que resulten de una gestión de su labor provechosa para el medio ambiente.
Cuestionamiento de la “biogeografía de islas”
Durante mucho tiempo, los ecologistas han asumido que, una vez que los entornos naturales se ven fracturados por el desarrollo o la agricultura humanos, se rompen los corredores migratorios de la vida salvaje y se bloquean los accesos de esta a fuentes de alimento; y los entornos en los que las especies se cobijan y se reproducen.
Esta perspectiva está basada en la llamada “biogeografía de islas”, un concepto que establece y explica los factores que afectan a la riqueza de las especies de comunidades naturales, a los índices de extinción y a los niveles de inmigración.
Pero los científicos de Stanford aseguran que su estudio ha demostrado que las tierras de cultivo no tienen por qué ser tan “malos” para la vida salvaje. De hecho, podrían “ser más valiosos para la biodiversidad de lo que hasta ahora se había asumido”.
Para testar la teoría de la biografía de islas frente a una teoría más holística (que incluya tanto la gestión agrícola como la conservación de la biodiversidad), los científicos analizaron a una especie extremadamente sensible a la deforestación: los murciélagos.
El estudio se hizo sobre poblaciones de murciélagos de un mosaico de fragmentos de bosque y de granjas de Costa Rica, y de islas de un gran lago de Panamá. Asimismo, se realizó un meta-análisis de un total de 29 investigaciones sobre más de 700 especies de murciélagos.
Resultados obtenidos
Así se constató lo siguiente: que la teoría de la biografía de islas predecía con exactitud las respuestas de los murciélagos a la pérdida forestal en el sistema de islas (reales) del lago de Panamá. Sin embargo, no pudo pronosticar con exactitud la respuesta de los murciélagos en Costa Rica.
Por ejemplo, esta teoría predijo que las plantaciones de café de Costa Rica tendrían un hábitat inadecuado para sostener a una sola especie de murciélago. En realidad, dichas plantaciones han soportado a 18 especies de murciélago, en comparación con las entre 23 y 28 que sostendrías regiones boscosas y reservas naturales.
Además, en general, se descubrió que la desaparición de los bosques aumentó la tasas de pérdida de especies de manera “sustancial y significativamente más alta” en los ecosistemas en isla, que en los ecosistemas de las zonas de cultivos.
La causa de esta discrepancia en los resultados radicaría en que la teoría de la biogeografía de la isla está basada en islas reales –rodeadas de agua-,y por tanto no tiene en cuenta factores como la capacidad de las tierras agrícolas para soportar más especies o frenar las tasas de extinción, explican los investigadores.
Depende de la gestión
Estos concluyen que, por tanto, las oportunidades de conservación de la vida salvaje estarían “estrechamente relacionadas con una gestión adecuada de los hábitos modificados por el ser humano”, señala Chistoph Meyer, coautor del estudio.
"No sólo persisten más especies a través de las tierras de cultivo de lo esperado por la teoría biogeográfica de la isla, sino que además las especies nativas prosperan realmente allí", señala por su parte Elizabeth Hadly, coatuora del trabajo. "Esto indica que los paisajes humanos alterados pueden fomentar una mayor diversidad biológica de lo que esperábamos", concluye Hadly.
Durante mucho tiempo, los ecologistas han asumido que, una vez que los entornos naturales se ven fracturados por el desarrollo o la agricultura humanos, se rompen los corredores migratorios de la vida salvaje y se bloquean los accesos de esta a fuentes de alimento; y los entornos en los que las especies se cobijan y se reproducen.
Esta perspectiva está basada en la llamada “biogeografía de islas”, un concepto que establece y explica los factores que afectan a la riqueza de las especies de comunidades naturales, a los índices de extinción y a los niveles de inmigración.
Pero los científicos de Stanford aseguran que su estudio ha demostrado que las tierras de cultivo no tienen por qué ser tan “malos” para la vida salvaje. De hecho, podrían “ser más valiosos para la biodiversidad de lo que hasta ahora se había asumido”.
Para testar la teoría de la biografía de islas frente a una teoría más holística (que incluya tanto la gestión agrícola como la conservación de la biodiversidad), los científicos analizaron a una especie extremadamente sensible a la deforestación: los murciélagos.
El estudio se hizo sobre poblaciones de murciélagos de un mosaico de fragmentos de bosque y de granjas de Costa Rica, y de islas de un gran lago de Panamá. Asimismo, se realizó un meta-análisis de un total de 29 investigaciones sobre más de 700 especies de murciélagos.
Resultados obtenidos
Así se constató lo siguiente: que la teoría de la biografía de islas predecía con exactitud las respuestas de los murciélagos a la pérdida forestal en el sistema de islas (reales) del lago de Panamá. Sin embargo, no pudo pronosticar con exactitud la respuesta de los murciélagos en Costa Rica.
Por ejemplo, esta teoría predijo que las plantaciones de café de Costa Rica tendrían un hábitat inadecuado para sostener a una sola especie de murciélago. En realidad, dichas plantaciones han soportado a 18 especies de murciélago, en comparación con las entre 23 y 28 que sostendrías regiones boscosas y reservas naturales.
Además, en general, se descubrió que la desaparición de los bosques aumentó la tasas de pérdida de especies de manera “sustancial y significativamente más alta” en los ecosistemas en isla, que en los ecosistemas de las zonas de cultivos.
La causa de esta discrepancia en los resultados radicaría en que la teoría de la biogeografía de la isla está basada en islas reales –rodeadas de agua-,y por tanto no tiene en cuenta factores como la capacidad de las tierras agrícolas para soportar más especies o frenar las tasas de extinción, explican los investigadores.
Depende de la gestión
Estos concluyen que, por tanto, las oportunidades de conservación de la vida salvaje estarían “estrechamente relacionadas con una gestión adecuada de los hábitos modificados por el ser humano”, señala Chistoph Meyer, coautor del estudio.
"No sólo persisten más especies a través de las tierras de cultivo de lo esperado por la teoría biogeográfica de la isla, sino que además las especies nativas prosperan realmente allí", señala por su parte Elizabeth Hadly, coatuora del trabajo. "Esto indica que los paisajes humanos alterados pueden fomentar una mayor diversidad biológica de lo que esperábamos", concluye Hadly.
Referencia bibliográfica:
Chase D. Mendenhall, Daniel S. Karp, Christoph F. J. Meyer, Elizabeth A. Hadly, Gretchen C. Daily. Predicting biodiversity change and averting collapse in agricultural landscapes. Nature (2014). DOI: 10.1038/nature13139.
Chase D. Mendenhall, Daniel S. Karp, Christoph F. J. Meyer, Elizabeth A. Hadly, Gretchen C. Daily. Predicting biodiversity change and averting collapse in agricultural landscapes. Nature (2014). DOI: 10.1038/nature13139.