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Comer naranjas en agosto y uvas en abril destruye al planeta

Volver al consumo de temporada y local preserva el medioambiente


La globalización ha generalizado el comercio de alimentos de temporada, que nos permite comer naranjas en agosto y uvas en abril. Pero esta nueva forma de consumo destruye al planeta por la gran contaminación que genera su transporte, especialmente en distancias globales. El consumo de temporada y local es clave para preservar el medioambiente. Por Héctor Miguel Díaz-Alejo Guerrero (*).


Por Héctor Miguel Díaz-Alejo Guerrero.
30/01/2020

Sabor de amor, de Danza Invisible, es una de las canciones en español más conocidas. Uno de sus versos dice “besarte es como comer naranjas en agosto y uvas en abril”. En 1988, cuando salió la canción, que la gente comprara fruta fuera de su temporada no debía de ser tan común como ahora, al menos al nivel actual.

Las naranjas son una fruta de invierno y las uvas de verano tardío, así que si se querían comer a destiempo había que traerlas de sitios donde, en esos meses, sí se produjeran. Esos sitios, generalmente, se encontraban en lugares muy distantes como en América del Sur o el sur de África. Allí en enero es verano y en agosto, invierno.

Aunque en ese tiempo la infraestructura comercial no era tan amplia en el mundo. El menor volumen de transporte desde el hemisferio sur o zonas tropicales hacía que fuera más costoso importar. Así pues, las frutas fuera de temporada o las frutas exóticas no estaban tan presentes en los supermercados como hoy día.

Comercio globalizado

El comercio se ha globalizado y las frutas y verduras no han permanecido ajenas al cambio. En el caso de las naranjas, España es el mayor productor de Europa y uno de los mayores productores del mundo: 3,4 millones de toneladas producidas en 2017. De éstas, exportó a otros países 1,6 millones de toneladas, sobre todo a otros países de la UE.

A pesar de exportar gran cantidad, la mayoría se queda en el país, sea para consumo directo o para transformación industrial en zumos o derivados. Pero 1,6 millones de toneladas es una cantidad ingente. Toda esta exportación va asociada a una gran contaminación por el transporte.

Aunque hay ejemplos aún más extremos. Sudáfrica ha llegado a exportar el 90% de su producción total de naranjas. Y no exporta a países vecinos, como es gran parte de la exportación de España. La UE compró a Sudáfrica 451.000 toneladas en 2017. El 43% de todas las importaciones de naranjas de la Unión. Y la mayoría del resto Sudáfrica lo exporta a países como China, Rusia o Emiratos Árabes, muy alejados del país africano.

Una mayor infraestructura logística y mayor demanda han llevado a esto: de 713.457 toneladas de naranjas producidas por Sudáfrica en 1988, a 1.600.000 toneladas en 2018, de las cuales exportó más de 1.200.000 millones.

Otro ejemplo. En 2006 se exportaban en el mundo unas 550.000 toneladas de aguacate. 10 años después, en 2016, más del triple: 1.800.000 toneladas. El auge de superalimentos como los arándanos también afecta: de 150.000 a 440.000, un incremento de casi el 200% en 10 años.

Modas mundiales

Las modas son ahora mundiales, y en este mercado se nota especialmente. Hace 60 años era casi imposible encontrar fruta fuera de temporada. Hace 30, con un mercado ya más globalizado, era común. Hoy día hay fresas todo el año, aguacate cada vez más barato y frutas exóticas cada vez más fáciles de encontrar. No he visto aún durians por España, pero posiblemente no tardarán en llegar.

Sin embargo el problema de la contaminación por transporte de alimentos no se limita a fronteras internacionales y frutas fuera de temporada.

En 2017, únicamente el 5,1% de los transportes de mercancías terrestres se realizaron por vía ferroviaria, lejos del 17,3% de media de la Unión Europea. En España el resto (94,9%) se llevó a cabo de una forma mucho más contaminante y energéticamente deficiente: camiones por carreteras.

Más problemas aún. No solo hay que tener en cuenta el transporte, también la forma de producción. En Inglaterra, muchos de los tomates cultivados son producidos en invernaderos calientes que requieren gran aporte de energía. En España los tomates pueden cultivarse en invernaderos sin climatización o, en su defecto, al aire libre. ¿Qué es mejor para el medio ambiente?

Muchas variables

Pues, sorprendentemente, produce menos CO2 transportar por camión hasta Inglaterra los tomates producidos de forma sostenible en España (630kg de CO2 por tonelada de tomate) que cultivarlos en invernaderos climatizados ingleses (2394 kg CO2 por tonelada).

Son muchas las variables y en ocasiones complejas de calcular. Además, los mercados no suelen tener en cuenta el coste medioambiental. Si los productos más costosos energéticamente no son también los más costosos económicamente, el medio ambiente se ve muy perjudicado.

Y traer naranjas desde la otra punta del mundo no es eficiente. Para solucionar esto haría falta un cambio. Dejar las naranjas en agosto y las uvas en abril para el hemisferio sur y centrarnos en productos de temporada y locales, producidos de forma eficiente. Así es como se minimizaría el impacto ambiental de las frutas y verduras.
 

(*) Héctor Miguel Díaz-Alejo Guerrero es investigador en el departamento de Producción Animal (Genética) de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid.




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