Manos unidas por la paz. Yeheskyel Tzoref, 12 años.
Una querida amiga madrileña me escribe, a poco de estallar el horror del jueves 11-M. Ella está bien, dice, pero en su lugar de trabajo hay varios heridos y dos desaparecidos que serán identificados mediante pruebas de ADN.
Mi amiga, que vota por el PSOE, culpó a ETA desde el primer momento. Y con fundamento, pues no hay en España sospechosos con mayores antecedentes. Si hasta el Rey ha estado en su mira.
Además, hacía poco las autoridades habían confiscado a miembros de dicho grupo un plano de Atocha, sobre el cual se marcaban posibles atentados. Al caer esa célula, la policía habría dado el plan por abortado.
Por eso, aunque los etarras no preanunciaron ni reivindicaron el macrocrimen y éste no fue selectivo –como ha sido su línea general-, no extrañó la celeridad con que fueron acusados por el gobierno. “Es claro y evidente que fueron ellos”, dijo el ministro del Interior Angel Acebes.
Y aprovechó la ocasión para reafirmar que jamás podría haber negociación con asesinos de esa especie. Desde la Casa Blanca, George W. Bush solidarizó de inmediato con José María Aznar y avaló esa pauta de acción.
Pista islámica
Sin embargo, un sabio amigo mío cuestionó aquello desde el comienzo y, al caer el día, me envió este mensaje: Las víctimas son siempre dolorosas, pero eso no oculta que los terrorismos son diferentes en sus causas. Nosotros como analistas estamos relativamente convencidos de que este horror no es esta vez obra de ETA, sino de grupos islámicos. Es el precio que nos hacen pagar a los españoles por la absurda y presuntuosa alineación de Aznar con Bush en la guerra.
A esa altura ya habían surgido pistas que relativizaban la certeza de Acebes y afirmaban la “convicción relativa” de mi amigo. Mucho parecía indicar que el crimen atroz era un castigo indiscriminado a España y no un castigo selectivo a representantes de su gobierno, para imponer, terroristamente, el objetivo político separatista.
La estación de Atocha comenzaba a aparecer, así, como el equivalente español de las Torres Gemelas. Es el centro ferroviario más grande de Madrid, núcleo del tren de alta velocidad, donde confluyen el metro, trenes de largo recorrido y de cercanías como Alcalá de Henares, Torrejón de Ardoz, Coslada y los barrios de Vicálvaro, Vallecas y Sta Eugenia.
Esto significa que el atentado se orientó a destruir una estructura mayor, masacrando estudiantes, funcionarios, obreros y emigrantes, que usan sus trenes como medio cotidiano de trasporte público.
Es el 11-M
De este modo, pronto comenzó a hablarse del “11-M”, para expresar un temor que el gobierno no quería frasear y que lo obligaría a abrirse a investigaciones alternativas. Esto porque, aunque sea duro reconocerlo, paralelo con el dolor (compartido por gobiernistas y opositores, la humanidad decente y, en especial, por quienes llevamos a España en el corazón), definir autorías y responsabilidades es políticamente decisivo. Con mayor razón a 48 horas de una elección general.
Para decirlo formulariamente, la responsabilidad de ETA, si bien demostraría debilidad de los servicios secretos del reino, afirmaría la línea dura del gobierno del Partido Popular y golpearía en el plexo al gobierno autonómico catalán del socialista Pascual Maragall. Recuérdese que, hace pocas semanas, el principal dirigente de su partido aliado, Esquerra Republicana, se reunió y negoció con dirigentes de ETA.
A la inversa, si llegara a demostrarse que el crimen masivo fue obra de una seccional de Osama Bin Laden –con o sin apoyo logístico de ETA-, la tragedia confirmaría la razón vital que tuvieron los partidos opositores, liderados por el PSOE, cuando denunciaron el alineamiento de Aznar con la “guerra antiterrorista” de Bush.
Dicha denuncia, que representó, según encuestas, a la inmensa mayoría del país, ha sido un gran tema de esta campaña electoral. Además, antes fue expresivamente planteada por Felipe González, en artículos para la prensa global.
En uno de fines de diciembre, el ex gobernante socialista dijo que los españoles no debían seguir siendo meros avalistas de la “estrategia disparatada” de la Casa Blanca. También formuló una pregunta que hoy pone los pelos de punta: ¿Merece la pena pagar el coste humano y de pérdida de las prioridades de nuestra política exterior para ser meros apéndices de los designios de esta administración republicana en EE.UU?
Hidalguía hispana
La hidalguía hispana y la obligación de privilegiar el dolor de las víctimas, han impedido que esto se traduzca en polémica electoral antes de las elecciones del 14-M. La oposición no ha cometido el error estético de ir “al trapo”, reivindicando sus advertencias previas.
Además, desde el 12-M los españoles han vuelto a juntarse en asambleas masivas, a lo largo y ancho del país, para restañar heridas más allá de las banderías. Ellos tienen amplia cultura de terrorismo y de solidaridad. Pero ello no impedirá que la pregunta por la responsabilidad política se desarrolle y crezca, buscando respuesta en la conciencia cívica de cada ciudadano.
Porque, en definitiva, aunque resultara ser ETA la responsable, hoy está clarísimo que temas tan comprometedores como el de la “guerra antiterrorista”, no pueden definirse autoritariamente, contrariando los sentimientos de la mayoría del país.
José Rodríguez Elizondo es Profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile y miembro del Consejo Editorial de Tendencias Científicas. Autor del libro “El Papa y sus hermanos judíos”, publicado por la Editorial Andrés Bello de Chile. Ha sido distinguido con el Premio Rey de España de Periodismo (1984), con el Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), con el Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y con el Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991).
Mi amiga, que vota por el PSOE, culpó a ETA desde el primer momento. Y con fundamento, pues no hay en España sospechosos con mayores antecedentes. Si hasta el Rey ha estado en su mira.
Además, hacía poco las autoridades habían confiscado a miembros de dicho grupo un plano de Atocha, sobre el cual se marcaban posibles atentados. Al caer esa célula, la policía habría dado el plan por abortado.
Por eso, aunque los etarras no preanunciaron ni reivindicaron el macrocrimen y éste no fue selectivo –como ha sido su línea general-, no extrañó la celeridad con que fueron acusados por el gobierno. “Es claro y evidente que fueron ellos”, dijo el ministro del Interior Angel Acebes.
Y aprovechó la ocasión para reafirmar que jamás podría haber negociación con asesinos de esa especie. Desde la Casa Blanca, George W. Bush solidarizó de inmediato con José María Aznar y avaló esa pauta de acción.
Pista islámica
Sin embargo, un sabio amigo mío cuestionó aquello desde el comienzo y, al caer el día, me envió este mensaje: Las víctimas son siempre dolorosas, pero eso no oculta que los terrorismos son diferentes en sus causas. Nosotros como analistas estamos relativamente convencidos de que este horror no es esta vez obra de ETA, sino de grupos islámicos. Es el precio que nos hacen pagar a los españoles por la absurda y presuntuosa alineación de Aznar con Bush en la guerra.
A esa altura ya habían surgido pistas que relativizaban la certeza de Acebes y afirmaban la “convicción relativa” de mi amigo. Mucho parecía indicar que el crimen atroz era un castigo indiscriminado a España y no un castigo selectivo a representantes de su gobierno, para imponer, terroristamente, el objetivo político separatista.
La estación de Atocha comenzaba a aparecer, así, como el equivalente español de las Torres Gemelas. Es el centro ferroviario más grande de Madrid, núcleo del tren de alta velocidad, donde confluyen el metro, trenes de largo recorrido y de cercanías como Alcalá de Henares, Torrejón de Ardoz, Coslada y los barrios de Vicálvaro, Vallecas y Sta Eugenia.
Esto significa que el atentado se orientó a destruir una estructura mayor, masacrando estudiantes, funcionarios, obreros y emigrantes, que usan sus trenes como medio cotidiano de trasporte público.
Es el 11-M
De este modo, pronto comenzó a hablarse del “11-M”, para expresar un temor que el gobierno no quería frasear y que lo obligaría a abrirse a investigaciones alternativas. Esto porque, aunque sea duro reconocerlo, paralelo con el dolor (compartido por gobiernistas y opositores, la humanidad decente y, en especial, por quienes llevamos a España en el corazón), definir autorías y responsabilidades es políticamente decisivo. Con mayor razón a 48 horas de una elección general.
Para decirlo formulariamente, la responsabilidad de ETA, si bien demostraría debilidad de los servicios secretos del reino, afirmaría la línea dura del gobierno del Partido Popular y golpearía en el plexo al gobierno autonómico catalán del socialista Pascual Maragall. Recuérdese que, hace pocas semanas, el principal dirigente de su partido aliado, Esquerra Republicana, se reunió y negoció con dirigentes de ETA.
A la inversa, si llegara a demostrarse que el crimen masivo fue obra de una seccional de Osama Bin Laden –con o sin apoyo logístico de ETA-, la tragedia confirmaría la razón vital que tuvieron los partidos opositores, liderados por el PSOE, cuando denunciaron el alineamiento de Aznar con la “guerra antiterrorista” de Bush.
Dicha denuncia, que representó, según encuestas, a la inmensa mayoría del país, ha sido un gran tema de esta campaña electoral. Además, antes fue expresivamente planteada por Felipe González, en artículos para la prensa global.
En uno de fines de diciembre, el ex gobernante socialista dijo que los españoles no debían seguir siendo meros avalistas de la “estrategia disparatada” de la Casa Blanca. También formuló una pregunta que hoy pone los pelos de punta: ¿Merece la pena pagar el coste humano y de pérdida de las prioridades de nuestra política exterior para ser meros apéndices de los designios de esta administración republicana en EE.UU?
Hidalguía hispana
La hidalguía hispana y la obligación de privilegiar el dolor de las víctimas, han impedido que esto se traduzca en polémica electoral antes de las elecciones del 14-M. La oposición no ha cometido el error estético de ir “al trapo”, reivindicando sus advertencias previas.
Además, desde el 12-M los españoles han vuelto a juntarse en asambleas masivas, a lo largo y ancho del país, para restañar heridas más allá de las banderías. Ellos tienen amplia cultura de terrorismo y de solidaridad. Pero ello no impedirá que la pregunta por la responsabilidad política se desarrolle y crezca, buscando respuesta en la conciencia cívica de cada ciudadano.
Porque, en definitiva, aunque resultara ser ETA la responsable, hoy está clarísimo que temas tan comprometedores como el de la “guerra antiterrorista”, no pueden definirse autoritariamente, contrariando los sentimientos de la mayoría del país.
José Rodríguez Elizondo es Profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile y miembro del Consejo Editorial de Tendencias Científicas. Autor del libro “El Papa y sus hermanos judíos”, publicado por la Editorial Andrés Bello de Chile. Ha sido distinguido con el Premio Rey de España de Periodismo (1984), con el Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), con el Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y con el Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991).